La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Flores en la tumba del misterioso gigante de Fuerteventura

Una nueva excursión científica del trío inquieto [el doctor en Botánica Stephan Scholz, el doctor en Ciencias Biológicas Juan Miguel Torres y yo mismo como doctor en Historia] nos ha llevado esta vez a las alturas del Monumento Natural de Montaña Cardón, en la isla de Fuerteventura.

Allí arriba, a 690 metros, en lo alto de un afilado espigón volcánico donde se refugian flores de algunas de las plantas más amenazadas del planeta, descansa un misterioso personaje, un héroe desconocido, un viejo mito legendario: el Gigante Mahán. Tan famoso que hasta lo glosó y quiso descubrir personalmente el genial Unamuno.

Los historiadores consideran a Mahán un ser real e incluso establecen con exactitud la fecha de su defunción: 13 de octubre de 1402. Moriría luchando contra los recién llegados conquistadores normandos, entre cuyas filas participaron como mercenarios aborígenes hermanos de la isla vecina de Lanzarote.

La orden dada por Jean de Béthencourt era apresarlo vivo pero, dada su ferocidad y gran tamaño, los soldados prefirieron matarlo. Muerto el héroe, el altahay canario, conquistadas estas descarnadas alturas que se habían convertido en el último refugio de la resistencia local, Fuerteventura pasó a pertenecer al reino de Castilla.

Paniqueso (Lobularia canariensis ssp. marginata), bello endemismo de las Canarias orientales.

Montaña sagrada

Aseguran los primeros historiadores europeos que el gigante medía veintidós pies de largo (algo más de seis metros) y tenía 64 muelas. Este último dato imagino que explicaría una feroz quijada, a pesar de que, muy probablemente, ni éste ni otros gigantes de Canarias fueran otra cosa que míticos seres legendarios. Los esqueletos más notables que han encontrado los arqueólogos apenas alcanzan el 1,80 metros de altura, una medida, sin embargo, muy superior a la media europea de entonces, poco más allá de 1,60 metros. De ahí les vendría la fama.

Sea cierto o leyenda, la realidad es que esta fortaleza natural del sur majorero tuvo gran importancia religiosa. Lo demuestran sus numerosos yacimientos arqueológicos, algunos con tan llamativos nombres como Cueva del Gigante, Majada de las Brujas, Cuevas Labradas, Cueva del Majo, Iglesia de los Canarios, el Cementerio de los Niños o El Castillejo. Y con un santuario mariano ciertamente notable, el de la Virgen del Tanquito, evidente cristianización de un antiguo culto al agua a donde ahora quienes aprueban el examen de conducir llevan agradecidos sus manoseados códigos de circulación como peculiar ofrenda.

Parece mentira que entre estas paredes pedregosas se esconda un vergel.

Últimos jardines verticales

Pero hoy venimos a ver flores. Esas que están ahora mismo dando últimos toques de color primaveral a unas rocas destartaladas en donde tienen sus inaccesibles refugios. Bajo ellas, cabras locas esperan dar un último bocado a tan maravillosos jardines verticales, últimos reductos de biodiversidad por culpa de una presión excesiva del ganado y de una vergonzante inacción del Gobierno de Canarias y el Cabildo de Fuerteventura.

En esta excursión nos acompañan varios amigos y un perro bardino, Tango, además de tres brillantes jóvenes científicos, Ismael, Daniel y Tom.

  • Ismael Falcón es geólogo experto en almacenamiento de CO2 y trabaja en el National Oceanography Centre, en Southampton (Reino Unido).
  • Daniel Benzal es ambientólogo e hijo de dos reputados biólogos del CSIC.
  • El esloveno Tim Kirič, de Liubliana, está a punto de concluir sus estudios de Botánica.

Pocas veces he tenido la suerte de hacer una ruta naturalista con un equipo más poderoso.

Romerillo manso (Spergularia fimbriata), flor perenne probablemente nativa en las islas.

Flores para el coloso

Iniciamos la marcha empezando por una prodigiosa cuesta que nos quita el aliento pero no el entusiasmo. Ésta es una ruta no apta para personas con miedo a las alturas. Peligrosa, pues las rocas se deshacen con solo tocarlas. Y porque en cualquier momento puedes quedarte enriscado cual cabra inexperta.

Como era de esperar, nos vamos parando en cada piedra, en cada insecto y en cada planta. Por ejemplo, ante la bella alfinel (Erodium touchyanum), flor típica del desierto norteafricano y que desde hace unos 30 años empieza a ser frecuente en Lanzarote y Fuerteventura. Todo apunta a que sea una recién llegada.

Parecida a ella es el romerillo manso (Spergularia fimbriata), flor perenne de amplia distribución, probablemente nativa en las islas, pariente cercano de nuestros populares claveles.

Ombligo de Venus (Umbilicius horizontalis).

Pelotilla escamosa (Monanthes laxiflora).

Llama nuestra atención la aparición en algunas grietas de helechos como la doradilla velluda (Cosentinia vellea), la batatilla (Davallia canariensis) o plantas suculentas como el popular ombligo de Venus (Umbilicius horizontalis) o la humilde pelotilla escamosa (Monanthes laxiflora). Sorprende pues son típicas de ambientes húmedos y aquí estamos en una de las zonas más áridas de Canarias, con menos de 100 litros por metro cuadrado de lluvias al año.

Tronco muerto de un acebuche canario centenario.

Gigante muerto

Buscábamos un gigante y nos damos de bruces con su cadáver momificado. Como triste prueba de la desertización acelerada, el avance del desierto y la pérdida de arbolado, descubrimos el tronco muerto de un formidable acebuche canario (Olea cerasiformis). Tenía varios siglos y, dada la longevidad de la especie, podría haber llegado al milenio. Creció en una grieta a donde no alcanzaban las cabras pero sí algún salvaje, como evidencian las cicatrices de dos viejos hachazos en la madera.

Los aborígenes prehispánicos tenían preferencia por las duras varas de este árbol, que utilizaban en sus peleas y «juego del palo canario«. Así lo recuerda todavía un refrán canario, «con el acebuche, no hay palo que lo luche».

Ejemplar único de peralillo de la Canarias orientales, tan colgado en el risco como nosotros para poder contemplarlo.

El último mohicano

La joya de la corona de esta montaña, pobre corona solitaria, es la presencia de un único ejemplar de peralillo de las Canarias orientales (Gymnosporia cryptopetala). La especie fue descubierta en 2010, cuando se comprobó que era genéticamente diferente a su primo el peralillo africano (Maytenus senegalensis). De todo el mundo solo se encuentra en unos pocos riscos de Lanzarote (ocho ejemplares) y Fuerteventura (cinco ejemplares), 13 tristes supervivientes. Por eso la nueva especie está en peligro crítico según las categorías de la UICN.

Para colmo de males, es una especie dioica, con individuos machos e individuos hembras. En el caso del único superviviente de Montaña Cardón, no puede fructificar pues no tiene novio cercano que lo polinice. Así que solo se han podido obtener ejemplares clónicos gracias a la realización de esquejes.

De momento no existen más peralillos en la zona pues a nuestras administraciones no se les ha ocurrido poner en marcha un proyecto de protección y repoblación, como ordena la legislación vigente.

La buena noticia es que lo visité en 2010 y ocho años después sigue vivo. Incluso da la impresión de que sus ramas hayan crecido un poquito, no mucho pero algo. Pero ya lo veis en la foto. Parece un simple matojo, pero en realidad es un heroico superviviente del desaparecido bosque termófilo majorero.

Cerrajón de risco (Sonchus pinnatifidus), una belleza en los riscos de Montaña Cardón.

Seguimos ruta para disfrutar de otras maravillas botánicas como el cerrajón de risco (Sonchus pinnatifidus), una especie muy rara en Fuerteventura.

Pero sobre todo gozaremos con las últimas floraciones del tajinaste blanco majorero (Echium decaisnei ssp. purpuriense), extremadamente raro y extremadamente amenazado por el ganado que campa libre y voraz por estos predios.

Tajinaste blanco majorero (Echium decaisnei ssp. purpuriense) colgado de un risco para escapar de las cabras.

Jorao (Asteriscus sericeus) un hermoso endemismo exclusivo de la isla de Fuerteventura.

Vista de la desolada Montaña Cardón. Increíble que pueda haber vida en un espacio tan lunar.

Don Quijote en Fuerteventura

El escritor y poeta Miguel de Unamuno fue desterrado a Fuerteventura durante cuatro meses en 1924, castigado por el régimen dictatorial de Primo de Rivera. Aquí descubrió la «Fuerteventurosa isla africana, roca sedienta al sol».

Se sintió Quijote y prometió escribir una novela que titularía Don Quijote en Fuerteventura. No lo hizo. Pero sí llegó a imaginar al héroe cervantino peleándose contra el gigante Mahán en estas montañas por las que ahora descendemos de regreso a casa, después de todo un largo día de emocionante pateo.

Os dejo para terminar este precioso fragmento que Unamuno dedicó al encuentro del gigante con el caballero de la triste figura, reproducido por la isla de San Borondón.

Pero vino don Quijote, que no era un sabio —la sabiduría se la dejaba a Merlín—, vino montado en camello, y fue al pie de la montaña Cardones, tan pelada entonces como hoy lo está, y miró con los ojos de la cueva de Montesinos, ojos de lechuza o minervinos de los que ven en los oscuro y ciegan en lo claro; y, ¿qué vio? Pues vio que el esqueleto del gigante Mahán medía, en efecto, los veintidós pies y aun más. La que no los medía era la sepultura. Esta era del tamaño ordinario de la de un majorero —majoreros son los de Fuerteventura— de nuestros tiempos de ahora. Y vio más Don Quijote, con sus ojos de la cueva de Montesinos: vio que toda esta isla maravillosa de Fuerteventura está formada por esqueletos de antiquísimos gigantes guanches, y que en los esqueletos, en las áridas osamentas de estos gigantes, están cavadas las sepulturas de los españoles que hoy duermen aquí, brizados por este mar dormido, el dulce y sabroso y soporoso sueño sin despertar. Y vio Don Quijote cómo las ovejas lamían las piedras para sacarles la sangre de aquellos gigantes y cómo buscaban las raicillas de los yerbajos secos al pie de un triste tarahal, que es aquí algo como la retama que cantó Leopardi”.

Unamuno en Fuerteventura.

NOTA IMPORTANTE: Esta montaña es un espacio natural protegido. Ello nos obliga a ser extremadamente cuidadosos. Es importante recordar que está prohibido arrancar plantas o flores, hacer ruido, molestar a las aves, tirar basura o mover piedras. Por supuesto, máximo respeto con los yacimientos arqueológicos.

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3 comentarios

  1. Dice ser P pito

    veintidós pies no son 2 metros.

    29 abril 2018 | 19:08

  2. Gracias P pito por detectar el error de cálculo. Corrijo el dato de equivalencia de pie castellano a metro

    30 abril 2018 | 12:51

  3. Dice ser LUIS ORTIZ

    Hola, soy de Colombia y me gustaria conocer todo esos lugares naturales que existen en todo el mundo, tambien poder conocer todos esos sitios e historias que ofrece la cultura española, soy fan de los paisajes europeos y sus historias de caballeria.

    10 mayo 2018 | 08:01

Los comentarios están cerrados.