Un amigo, padre recientísimo, me contaba el otro día el nacimiento de su hijo. Un pequeño que llegó tras un parto inducido e infructuoso por cesárea y que está como unas pascuas.
Me llamó mucho la atención que me contase que su mujer se sentía culpable por no haber podido tener un parto natural. Que era un tema muy delicado los primeros días para ella. Se entristecía creeyendo que no había sido capaz, se sentía como si hubiera fallado, decepcionada consigo misma.
Me contaba que todo el equipo que la asistió hizo lo posible por lograr un parto lo más natural posible, pero que no pudo ser y ella se sentía responsable. Tenía dentro el «no pude parir a mi hijo».
Deseo que ese sentimiento no dure. Imagino que es lo que sucederá, aunque no puedo estar segura. Tal vez sea una sensación que persistirá latente toda la vida.
Mi primer hijo nació por cesárea programada. Era muy grande y venía en una posición de nalgas bastante complicada. No me siento culpable, no siento haberle ni haberme fallado. Me alegro de que en casos como esos exista la posibilidad de una cesárea tan poco traumática como la mía, que estuve consciente y pude abrazar y besar a mi bebé mientras me suturaban (sólo faltó la presencia de su padre).
Pero si me rastreo con detenimiento, sí que supuso una pequeña decepción cuando me lo dijeron saber que no podría afrontar un parto natural. Algo que hubiera preferido con creces.
Eso sí, tuve tiempo de digerirlo y cuando llegó el momento lo tenía totalmente asumido. No es lo mismo que encontrarte con la noticia y la cirugía tras varias horas de infructuoso trabajo de parto.
Resulta curioso pensar que las formas tan diferentes que tenemos de afrontarlo: hay mujeres que prefieren una cesárea antes que un parto, las hay que las viven de modo traumático, las hay que se sienten derrotadas en su maternidad y las hay que avanzan sobre el tema sin preocuparse demasiado como es mi caso.
¿Como fue en vuestro caso?