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Cómo aliviar las naúseas, hacer masajes perineales… y aclarar muchas otras dudas sobre embarazo y parto

a00465631 3637En mis dos embarazos tuve la gran suerte de contar con una matrona maravillosa. Esther se llama. Tiene una edad similar a la mía, también dos hijos de edades parecidas, es asertiva, amable, está muy bien formada y adora su cometido. Fue una suerte porque era la matrona que me corresponde en mi centro de salud, me la encontré sin buscarla. Y desde entonces seguimos en contacto.

Esther tiene desde hace años una página web en la que facilita información práctica sobre el embarazo, el parto, el puerperio y los primeros estadios de crianza. No esperéis encontrar un blog con artículos de opinión, lo que ella hace es divulgar con sentido común y yendo al grano, apoyándose en las dudas que suele recibir en la consulta y las clases de preparación al parto.

En sus ganas por ayudar a las madres, futuras y recientes, la consulta se le quedaba corta. Y tan bien lo ha hecho que hace muy poco la revista enfermería en desarrollo le otorgó un premio por la educación maternal y paternal online (enhorabuena Esther, te lo mereces).

La web, que hoy os quiero recomendar, se llama Vivir la maternidad. A mí me gustan especialmente sus secciones de preguntas frecuentes.

Aquí las tenéis todas por temáticas:

 Encontraréis respuestas cortas, claras y concisas, como la que explica cómo aliviar las naúseas del embarazo:

Las naúseas durante las primeras semanas del embarazo son normales. Es variable la duración en cada mujer, por tanto, la desaparición de este síntoma no implica necesariamente que algo vaya mal. Hay algunas medidas que pueden aliviar este síntoma: descansa lo que puedas, evita olores que no te gusten, come de 5 a 6 veces al día pequeñas cantidades, evita los alimentos muy condimentados. Se ha demostrado que a algunas mujeres les resulta útil el jengibre. Si te alivia tomar limón, no es perjudicial. Y sobre todo, cada embarazo es diferente. Puedes consultar el siguiente enlace de cuidados del embarazo.

  • Evitar el estómago vacío o muy lleno, los alimentos de difícil digestión o repulsivos, el tabaco, café, grasas, bebidas gaseosas.
  • Comer 5-6 veces al día, de forma moderada. Antes de levantarse (10-15 min), tomar algo sólido (tostadas, galletas).
  • Mantener una buena postura corporal tras las comidas (semisentada).
  • Procurar evitar olores penetrantes o desagradables

Y otras respuestas, también claras, pero más extensas, como la que explica cómo hacer masajes en el perineo.

Es muy importante trabajar la zona del periné durante el embarazo para prevenir desgarros perineales y para ayudar a que se distienda bien el periné en el momento del parto, evitando de esta manera, en la medida de lo posible la episiotomía.

Los aceites en los que están basados los estudios científicos son en aceites naturales: rosa de mosqueta, oliva, almendras,..

La técnica del masaje perineal es la siguiente:

  • Lavarse bien las manos. Las uñas deben estar limpias y cortadas.
  • Buscar un lugar cómodo de la casa y utilizar un espejo para poder explorar el perineo.
  • Posición semisentada.
  • Se puede comenzar con un baño caliente de 10 minutos o aplicando compresas calientes en la zona perineal para relajarla.
  • En el caso de automasaje, se llevará a cabo con el dedo pulgar y, si lo hace la pareja, con los dedos índice y corazón, introduciéndolos hasta la segunda falange.
  • Lubricar los dedos, la vagina y el perineo con un lubricante acuoso.
  • Colocar los dedos dentro de la vagina (unos 3 o 4 cm). Empujar el perineo hacia la zona del recto y hacia los lados de la vagina, estirar la zona hasta que se note escozor y mantener la presión sobre la zona del perineo con los dedos durante 2 minutos o hasta que moleste.
  • Coger la zona perineal entre el dedo pulgar (en el exterior) y los dedos índice y corazón (en el interior) y realizar un movimiento de vaivén. Este movimiento estira los tejidos de la vagina, y los músculos y la piel del perineo. Realizar este masaje durante 3 o 4 minutos.
  • Durante el masaje, no presionar sobre la uretra, para evitar posibles infecciones de orina.
  • Coger la parte inferior de la vagina entre los dedos y estirarla. Ésto ayudará a experimentar la sensación de presión de la cabeza del feto sobre la zona.

Conviene practicar este masaje una vez al día. Después de una semana, se deberían apreciar los resultados de este ejercicio sobre el perineo y la vagina, aumentando su flexibilidad y estiramiento.

*Foto: GTRES

Quien tiene una buena matrona, tiene un tesoro (y los corrillos online de las madres modernas)

Yo, que acudí a la seguridad social, no he tenido en mi embarazo un ginecólogo de cabecera. La conductora de mi embarazo y postparto fue la matrona.

Gemmaa, que también comenta en este blog y también tuvo a esa matrona puede dar constancia de la suerte que tuvimos. Una pena que no pudiera estar en el parto.

Eso lo escribí en julio de 2008 en este mismo blog. Ha llovido mucho desde entonces, entre otras cosas una niña que ya va al colegio y un niño que resultó tener autismo.

No es la única vez que he recordado en algún post la suerte que tuve con mi matrona, con Esther. Todo lo bueno que pueda decir de ella es poco. Una excelente profesional, fomentando la lactancia y la crianza natural con respeto, preparada e inquieta. Madre también de dos niños de edades similares a los míos. Estuve en muy buenas manos en mis dos embarazos.

El otro día regresé a su consulta para hacerme una citología, que ya tocaba. Fue un encuentro agradable, pese al objetivo final del mismo. Me recordaba, algo que me sorprendió gratamente teniendo en cuenta la cantidad de futuras madres que deben pasar por ella. Y me llevé otra sorpresa agradable: como os comentaba es una persona inquieta, deseosa de ayudar, así que con ayuda de su marido ha creado una página web llena de contenido útil para las madres futuras y recientes.

Se llama Vivir la maternidad, he recorrido sus consejos, sus calculadoras y sus respuestas a las preguntas más frecuentes y me ha gustado tanto que no puedo evitar recomendarosla. Por cierto, que también tiene una página en facebook muy recomendable. Estoy convencida de que Esther agradecerá todas las sugerencias de temas a tratar y mejoras que pueda aplicar en su web para poder ayudar a más madres y a sus bebés.

Es curioso, por otra parte, ver cómo Internet está sustituyendo los corrillos de antaño de las mujeres. Ahora muchas madres aprendemos en parte a serlo, logramos el apoyo de otras madres y compartimos experiencias con ellas en páginas, blogs y redes sociales. La versión online y no presencial de las sillas en la puerta de las casas del pueblo que recuerdo de los veranos pasados de niña en el Valle del Jerte.

Por cierto: ¿A vosotras quién os llevó el embarazo, el ginecólogo o la matrona?

¿Has tenido miedo a morir en el parto? Me da que no…

“No puedo soportar ver a las mujeres de mi pueblo muriendo cuando sé que muchas madres y niños pueden salvarse con mi ayuda. Trabajo día y noche. Camino cientos de kilómetros para asistir todo tipo de partos, desde los más sencillos hasta los más complejos. Las condiciones sanitarias son nulas, si los partos son de noche la única luz de la que dispongo es la de mi teléfono móvil” dijo Esther Madudu, de 31 años.

Esther es una comadrona africana que será candidata al Premio Nobel de la Paz 2012.

Pocas mujeres en nuestro primer mundo se preocupan por morir en el parto. Aún sucede, pero muy poco. Y en este caso las comparativas son realmente odiosas: los últimos datos demuestran que 1 de cada 16 mujeres africanas podrían morir durante el parto en comparación con 1 de cada 30.000 en Europa. Y la muerte de la madre deja al recién nacido y a sus hermanos en desprotección extrema.

280.000 madres mueren cada año
debido a la falta flagrante de cuidados médicos mínimos en el parto y un millón y medio de niños africanos se convierten en huérfanos cada año por esta causa.

Todo esto me lo cuentan desde la ONG AMREF y que ha puesto en marcha la iniciativa stand up for african mothers (ponte de pie por las madres africanas). Aspiran a formar a 15.000 mujeres como comadronas para 2015. Tras esos enlaces hay información de como apoyarles en su guerra para que las madres africanas no mueran dando a luz, lo más fácil de momento es darles tu firma desde aquí.

Creo sinceramente que se merecen, como poco, un post en este blog.

Cuando parir no es coser y cantar

Me escribe Letizia, que quiere compartir una historia con nosotros:

Soy profesora de Educación Infantil, y trabajo en una guardería, asique imagínate mi contacto con los niños.

Pero hace poco, una amiga mía, dió a luz el domingo un bebé precioso, regordete y muy moreno, aunque el motivo de escribirte no es otro que contarte su parto:

Rompió aguas en casa de sus suegros, a la 1 de la mañana, entonces se fueron al hospital, y a partir de ahí todo fueron horas, horas, y horas de espera, No dilataba, y el niño se le quedó en mala postura,muy arriba, no eran capaces de que bajara. y como querían que fuera parto vaginal, no cesárea ahí que la tuvieron más de 30h, si, si más de 30 horas, para que en el último momento, cuando ya había dilatado, lo suficiente el niño se dió la vuelta, y no pudieron hacer nada para que no fuera cesárea. aún así los 2 están bien, sanos y contentos. Comenzando a ser una familia.

Aunque así contado, parece una sencillez, para mí fue toda una heroína, como tantas y tantas mujeres que aguantan y sufren los dolores de un parto horrible, para tener lo más bonito del mundo: Un Hijo.

Bueno MR, sólo quería contártelo para compartirlo contigo y con las demás.

Hay muchas madres, muy afortunadas, para las que el parto es casi coser y cantar. Claro que es cansado, claro que existe el dolor… por bueno que sea un parto no es como irse de compras, pero desde luego hay mujeres para las que es un camino de rosas comparado con las experiencias de otras.

Otras que, probablemente en otros tiempos, hubieran acabado mal. Es probable que hubieran muerto o padecido consecuencias de por vida ellas y/o sus hijos.

Tenemos que ser muy conscientes de la suerte que tenemos las madres de hoy día, y de países desarrollados, por la asistencia sanitaria que tenemos.

Es cierto que muchas madres pueden ser consideradas heroínas por superar duros partos y cesáreas. Claro que la recompensa es infinita.

Pero también son héroes muchos profesionales, matronas y ginecólogos, que en su trabajo diario salvan tantas vidas.

A veces parece que sólo nos acordamos de ellos cuando hay problemas, cuando abusan de las cesareas o de los partos programados e instrumentalizados en exceso.

Y es cierto que aún hay mucho camino por recorrer. Pero es poco comparado con lo que ya hemos andado.

¿Recordáis a Semmelweis? Nunca deberíamos olvidar al héroe de las madres recientes.

Hoy es el Día Internacional de la Partera (o matrona)

Pues sí. Hay días para todo lo que podamos imaginar. Acabo de descubrir merced a un mensaje en facebook que hoy es el día de la partera, matrona o comadrona… como se prefiera denominar a esta figura especializada en ayudar a traer más vida.

La iniciativa de constituir el 5 de mayo como el Día Internacional de la Partera parte de la Confederación Internacional de Comadronas (ICM), una organización establecida en 1919 y que agrupa 88 asociaciones de parteras de 75 países diferentes.

Hay mucho que reivindicar al respecto. Hay demasiadas vidas en juego. Os dejo con una carta de Thoraya Ahmed Obaid, Directora Ejecutiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, United Nations Population Fund) que lo explica la mar de bien:

Cada día, las parteras salvan vidas de mujeres al atender el parto y reducir, de esta manera, los riesgos que de él se pueden derivar. Su atención, indispensable antes, durante y después del parto, asegura que ninguna mujer muera al dar a luz. Cuando las mujeres disfrutan de buena salud, las familias también lo hacen, permitiendo a su vez que mejore el bienestar de las comunidades y de los países.

Hoy, en el Día Internacional de la Partera, el UNFPA rinde homenaje a la labor de las parteras en todo el mundo y hace un llamado para que se aumenten las inversiones en la capacitación de las parteras y éstas puedan estar en los lugares donde más se las necesita. El UNFPA y sus contrapartes están iniciando un nuevo programa para promover la partería en todo el mundo.

Cada minuto, una mujer pierde la vida a causa del parto. Sin embargo, es posible salvar a esas mujeres si se incorpora a las parteras en sus comunidades. Al efectuar inversiones en las parteras, los gobiernos pueden lograr el acceso universal a la salud reproductiva y alcanzar el quinto Objetivo de Desarrollo del Milenio, que busca mejorar la salud materna.

A escala mundial, se necesitan 334.000 parteras de manera urgente. Y las parteras necesitan incentivos para seguir trabajando y poder así salvar vidas de mujeres, ya que a menudo trabajan en condiciones difíciles.

Cuando las parteras están correctamente capacitadas, facultadas y reciben los apoyos necesarios, ofrecen servicios de más calidad, logrando, además, una mayor eficacia en términos de relación calidad precio, para preservar la salud de la madre y el recién nacido. Las parteras ofrecen atención de la salud de la mujer durante el embarazo, el parto y el período postnatal. Cuando hay complicaciones del embarazo o emergencias, las parteras cumplen funciones esenciales que salvan vidas. En este sentido, ofrecen servicios de salud reproductiva e información al respecto, incluyendo servicios de planificación de la familia, lo cual posibilita que las mujeres espacien su alumbramiento siguiente.

En los lugares donde esos servicios están ampliamente disponibles y son de fácil acceso y costeables, están disminuyendo las tasas de mortalidad tanto en madres como en recién nacidos y está mejorando el bienestar de las familias y las comunidades.

Un sistema de salud eficaz es un sistema que puede atender a las mujeres cuando éstas están a punto de dar a luz. Cuando el sistema de salud puede responder a las necesidades médicas del parto sin riesgo, también puede responder a otras emergencias. La labor de las parteras es un componente imprescindible de los servicios de atención primaria de la salud y contribuye a fortalecer los sistemas de salud.

En el día de hoy, el UNFPA reafirma su apoyo a que se proporcione atención de partería de calidad, como medio para reducir las tasas de mortalidad en madres y en recién nacidos y fomentar familias, comunidades y países que disfruten de buena salud.

Unas cuantas horas que no se olvidan jamás


Se confirma que la paciente está de parto, ingresando en paritorio. Monitorización fetal hasta la amniorrexis espontánea (líquido claro) y posterior monitorización fetal. Dinámica espontánea eficaz que no requiere el empleo de oxitocina. Profilaxis antibiótica por cultivo positivo. Tipo de anestesia: epidural.

Comienzo: inducido por PGE2. Tipo de parto: forceps. Cordón normal sin alteraciones. Episiotomía. Expulsión espontánea de la placenta sin incidencias. Revisión del canal del parto normal. Peso 3840 gramos. 36 centímetros de perímetro craneal. 49,5 centímetros de largo. Test APGAR minuto 9 5 minutos 10. Reanimación 0.

Esa es la descripción que hacen de mi parto los profesionales en el informe que me entregaron con el alta. ¿Un tanto fría, verdad? La mía va a ser algo más larga (espero que tengáis tiempo) y subjetiva.

Nos presentamos algo antes de las nueve de la mañana en el hospital universitario de Getafe y no nos hicieron esperar: nos pasaron a mi santo y a mí a una sala privada de monitorización, me tomaron la temperatura y la tensión y me exploraron, viendo que tenía una dilatación de apenas un centímetro.

Y decidieron ingresarme e inducir el parto con progesterona. Así que me dieron una bolsa de basura para guardar mi ropa, me puse uno de esos fantásticos camisones de hospital que te dejan el culo al aire (sobre todo porque es para alguien cuatro tallas más grande) a mi santo le pusieron unos patucos verdes y nos condujeron a la sala de dilatación. La número 1 por cierto.

Os pongo una foto de la sala que hice justo antes de romper aguas, mientras andaba dando paseos. Tenía también, aunque no se ve, un sillón para el acompañante y un baño con ducha.

La matrona que me atendió durante todo el día y que resultó ser encantadora me preguntó si quería ponerme un enema. En mi hospital, en el que por cierto no te rasuran, el enema es decisión de la futura madre. Yo decidí ponérmelo. Recordé que con la cesárea programada del peque, que ahí sí que es obligatorio, no me molestó en absoluto y agradecí los primeros dos días no tener que preocuparme de ir al baño.

Tras el enema vino la ginecóloga y me introdujo el tampón de progesterona, tras lo cual me tocó estar dos horas tumbada con la monitorización puesta. Aunque me advirtieron que podían esperar hasta 24 horas a que hiciera efecto, a los pocos minutos comencé a tener contracciones rítmicas, aunque no dolorosas.

También me tomaron una vía y me pusieron suero y la primera de las tres dosis de antibiótico (el exudado vagino rectal había dado positivo).

A las dos horas me liberaron de los enganches y me puse a pasear por la habitación mientras mi santo se iba a dejar mi ropa en el coche y a comer algo rápidamente. Sería lo último que comería en casi 24 horas.

En cuanto él regresó salimos de la habitación para pasear por el pasillo y casi nada más cruzar la puerta comenzaron las contracciones a ser dolorosas. Regresamos a la habitación justo a tiempo de romper aguas.

Avisamos a la matrona que me exploró y comprobó que había dilatado dos centímetros y me puso otro rato los monitores. Las contracciones eran fuertes y frecuentes, con el dolor localizado a la altura de los riñones, y me dijo que probablemente no me pondrían oxitocina.

Y a aguantar contracciones con la respiración y buscando la mejor postura, que resultó ser sentada a lo indio en la cama con la espalda muy erguida y la almohada a lo largo.

Al cabo de un rato largo, no sé decir cuánto porque en esos momentos no era capaz de distinguir una hora de dos, volvió, comprobó que tenía tres centímetros y me puso de nuevo monitores y oxitocina «por orden de los ginecólogos».

Estuve únicamente una hora con oxitocina. Y ahí fue cuando pedí la epidural como os contaba ayer. El dolor ya no remitía entre contracción y contracción. La matrona me liberó de monitores mientras esperaba al anestesista, que tardó bastante.

Cuando llegó, bien avanzada la tarde, me tocó aguantar las contracciones sin moverme mientras me la ponía. Afortunadamente fue rápido. Otra vez me engancharon a los monitores y ya no me soltarían.

El efecto de la epidural sólo se hizo sentir en la mitad izquierda del cuerpo. Me pusieron de lado un rato pero no sirvió de nada. Al rato bajó de nuevo la anestesista y me planteó la posibilidad de mover la vía o incluso pincharme de nuevo, pero le dije y le pareció bien que sería mejor dejar las cosas como estaban. Las contracciones eran soportables con media epidural y prefería tener el control de los pujos y ser consciente de las sensaciones del parto.

Y pasó muy poco tiempo cuando noté ganas de empujar. Ya eran aproximadamente las nueve de la noche. Mi santo no creía que después de tantas horas con contracciones para dilatar tres centímetros en apenas una hora hubiera dilatado otros siete.

Pero llamamos a la matrona y, efectivamente, ya estaba en la fase del expulsivo. «Toco la cabeza a esta distancia» dijo señalando falange y media de uno de sus dedos.

Y comencé a empujar, tres o cuatro veces cada contracción. A la hora vino otra matrona, más enérgica, que dijo que la cabeza de la niña no estaba girando como debía, que debía empujar más y mejor y se quedó un rato dirigiendo mis pujos. Luego le tocó a mi santo hacer de entrenador personal.

Fueron en total algo más de dos horas de expulsivo. Yo estaba cansada, pero Julia debía estar agotada porque sus pulsaciones bajaban mientras yo empujaba.

Me llevaron a quirófano y me dijeron que la niña estaba ahí mismo pero que nacería con la ayuda de los fórceps. Me pusieron una mascarilla de oxígeno y me dijeron que serían sólo dos empujones más cuando ellos me avisaran y que tenía que echar el alma en ellos.

La camilla era semi icorporada, con dos estribos y dos agarres para empujar mejor. Hicieron salir al padre inminente me agarré de los mandos y empujé cuando me dijeron. Al día siguiente descubrí pequeños derrames internos en la cara interior de las manos consecuencia de esos dos empujones.

No soy de gritar. No lo había hecho antes, pero me percaté un tanto sorprendida de que lo estaba haciendo. Era un bramido más que un grito y no parecía mío.

La epidural hacía tiempo que había dejado de hacer efecto: apenas apreté un par de veces el botón de las dosis al principio de ponérmela. Pero es curioso que no recuerdo dolor con el corte de la episiotomía y los fórceps.

Hicieron pasar a mi santo rápidamente, que llegó a tiempo de ver salir a Julia y como me la colocaban sobre el pecho, llorando y cada vez más morada. Eran las 23:27 del día 9 de marzo. La placenta salió casi inmediatamente.

Y todo acabó y se olvidó mágicamente: las horas de contracciones, los pinchazos, las exploraciones, los pujos…

Se la llevaron, pero volvió enseguida con mi sangre en el pelo, bajo el gorro de hospital, y bien envuelta. Su padre la sostuvo mientras me cosían con anestesia local.

Me pusieron en mi cama de nuevo y con la niña en el pecho salimos de quirófano de nuevo rumbo a la sala de dilatación: allí permanecimos dos horas más para asegurarse que todo iba bien.

La segunda foto está tomada en ese momento, con la campeona ya enganchada a la teta mientras me tomaban la tensión.

A las dos y media de la madrugada me quitaron todas las vías y nos subieron a planta.

Por cierto, en el informe con el que iniciaba este post, el más largo que he redactado (y a una mano, que en el otro brazo está la peque), está escrito algo con letra de médico que parece poner «procidencia mano» que hizo una semana más tarde que la pediatra me dijera «hija, qué mal se te colocan los niños».

En el quirófano lo que me dijeron mientras cosían la episiotomía (más de media hora se tiraron) es que se presentó con la mano por delante y que me había rozado al salir, que eso me escocería al orinar más que los puntos.

Y no puedo quitarme de la cabeza la imagen de que vino volando al mundo con la mano al frente, como una pequeña supergirl.

Los hombres matronas

Jesusmatrón es un 20minutero especialmente activo sobre todo en materia de blogs.

También es un matrón, un «hombre matrona», inquieto e interesado por ayudar a las madres futuras y recientes desde Internet.

Hoy lo saco a colación por un hilo que he visto en el foro que administra sobre un reportaje del programa de Telecinco «Reporteros» centrado en los hombres que han decidido ser matronas.

Busquen la palabra ‘matrón’ en el diccionario: no existe, aunque ya son un 6% de las matronas de nuestro país. Ellos se definen como «hombres matrona».

Son enfermeros especializados en osbtetricia y ginecología, y su mayor responsabilidad es asistir a la mujer durante el parto. Aunque jamás sabrán lo que es dar a luz, creen que están igual de capacitados que sus compañeras para atender a las parturientas. Consideran que la paciencia y la empatía, son la clave de su trabajo.

Les acompañamos durante su jornada en el hospital Infanta Leonor de Madrid, donde hay cuatro hombres matrona entre 18 mujeres, casi un 20 por ciento de la plantilla.

Aquí tenéis el vídeo.

Me parece fantástico que haya enfermeros que muestren interés por esta especialidad. Creo que esa elección refleja una sensibilidad especial y que pueden hacer perfectamente esa labor aunque ellos jamás vivan en primera persona el ambarazo, el parto, el puerperio o la lactancia.

Tampoco todas las matronas son madres.

Pero es uno de esos pocos casos de trabajos desempeñados tradicionalmente por mujeres en los que aún hay prejuicios hacia los hombres que los desempeñan.

Ya os pregunté hace tiempo si confiariais en un hombre canguro, y muchos reconocisteis que no.

Aquí nadie sabe quien sois, así que sed sinceros. ¿Qué os parecería que vuestro embarazo y parto o el de vuestra pareja lo llevase un hombre matrona?

¿Os sentiríais incómodos? ¿Preferiríais una mujer?

Comienzo las clases de preparación al parto ¿Crees que son útiles?

Ayer por la tarde acudí a mi primera clase de preparación al parto en el ambulatorio y acompañada de mi santo.

Durará cinco lunes seguidos en sesiones de dos horas, las clases las imparte la matrona y se dividen de la siguiente manera:

– Primer día: molestias típicas del tercer trimestre, suelo pélvico y respiración.
– Segundo día: parto.
– Tercer día: puerperio.
– Cuarto día: lactancia.
– Quinto día: cuidados del bebé y gimnasia hipopresiva.

Por cierto, que soy la única repetidora. Todas las demás mamás son primerizas. Aproximadamente la mitad hemos acudido acompañadas, el resto solas.

Es curioso cómo cuando iba a ir a las clases hace dos años y medio el comentario más frecuente que me hacían era «¿De verdad crees que te van a servir para algo? Si tú ya estás informadísima».

Ahora que voy teniendo ya un hijo dicen algo parecido: «¿Y te van a decir algo que no sepas? Si tú ya eres una veterana».

Pues seguro que sí. En la clase de hoy por ejemplo ya me han desvelado algunas cosas que desconocía y recordado otras que tenía medio olvidadas.

Ya os hablaré en próximos post más exhaustivamente de las técnicas de respiración que me han enseñado.

Además es una ocasión estupenda para poder freir a preguntas a la matrona y compartir inquietudes con una camarilla de madres futuras más o menos igual de embarazadas que yo.

Del curso anterior por poner un ejemplo recuerdo como especialmente interesante el día que nos mostraron fotos de las salas de dilatación, espera y paritorios del hospital que nos toca, nos explicaron bien todo el proceso desde el momento del ingreso y nos trajeron y dejaron tocar e investigar a gusto los cacharros que podemos encontrarnos ese día, desde la saeta (no recuerdo el nombre oficial) con la que te rompen la bolsa hasta el forceps (espero sinceramente que mi relación con ellos acabe ahí), para estar bien familiarizados con ellos.

También las dos horas de charla sobre la lactancia: cómo colocar al bebé, tipos de sacaleches, cuidados del pecho…

De hecho el primer gran consejo que me dieron para afrontar la lactancia materna vino de la matrona en esa clase: «sólo hace falta mucha paciencia y mucha confianza en vosotras mismas». Me acordé de sus palabras muchas veces las primeras semanas.

Ya os iré contando cómo me va en esa ocasión.

¿Vosotros fuisteis a las clases de preparación? ¿Os parecieron útiles? ¿Qué os gustó más?