Se utiliza el término ‘astenia primaveral’ para describir una serie de síntomas físicos y psicológicos que pueden afectar a algunas personas durante el cambio de estación, especialmente en la transición del invierno a la primavera.
Esta condición es causada por una combinación de factores, como los cambios en la luz y la temperatura, el aumento de las horas de luz solar y la alteración de los ritmos circadianos e incluso algunos expertos apuntan que podría influir en ello el cambio de hora realizado el último fin de semana de marzo, tras la entrada de la primavera (en el que se adelanta el reloj sesenta minutos).
Los síntomas de la astenia primaveral pueden incluir fatiga, cansancio, falta de energía, somnolencia, irritabilidad, ansiedad, tristeza, apatía, dificultad para concentrarse y dolores musculares, los cuales pueden interferir en la capacidad de una persona para realizar sus actividades cotidianas de manera efectiva.
Etimológicamente la palabra ‘astenia’ proviene del griego antiguo ‘asthéneia’, la cual se compone del prefijo ‘a-‘ (sin) y el vocablo ‘sthén’ (fuerza, vigor), junto al sufijo ‘-ia’ (cualidad de), siendo su significado literal ‘sin fuerza’, ‘sin vigorosidad’, haciendo una directa alusión a la disminución y falta de fuerza física o energía que padecen algunas personas tras la llegada de la primavera.
A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan cuál es el origendel término ‘depresión’ en relación al estado de abatimiento psíquico.
En el diccionario de la RAE podemos encontrar cuatro acepciones para el término ‘depresión’:
Acción y efecto de deprimir o deprimirse.
En un terreno u otra superficie, concavidad de alguna extensión.
Período de baja actividad económica general, caracterizado por desempleo masivo, deflación, decreciente uso de recursos y bajo nivel de inversiones.
Psicol. y Psiquiatr. Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos.
Etimológicamente proviene del latín ‘depressio’, formado por la unión del prefijo ‘de-‘ (disminución, hacia abajo), el vocablo ‘pres’ (hundido, apretado, comprimido y que también da origen a ‘presión’ y ‘presionado’) y el sufijo ‘-sio’ (que indica una acción o efecto); por lo que literalmente el término significaría ‘que está hundido’.
Originalmente se utilizó el término para hace referencia a las concavidades de un terreno, no aplicándose en la antigüedad en temas relacionados con el estado de ánimo, debido a que el decaimiento o abatimiento moral y mental se englobaba dentro de la ‘Teoría de los humores’, atribuida al médico griego Hipócrates de Cos (que vivió entre el 460 a.C y el 370 a.C), que catalogaba la personalidad de los individuos en cuatro estados y en la cual destacaba que esos estados (valiente, enojado, depresivo y calmado) eran producidos por cuatro fluidos (humores) que recorrían por el interior del organismo de cualquier persona y estos eran: la sangre (producida por el corazón) la cual proporcionaba valentía y coraje; la bilis amarilla (producida en el hígado) que daba exacerbación y mal carácter; la bilis negra (que se producía en el bazo) responsable del decaimiento y la depresión; la flema (que se producía en los pulmones) que convertía a la persona en indiferente y aplacada.
Pero no fue hasta el siglo XVII cuando encontramos las primeras referencias escritas en las que se relaciona el término ‘depresión’ con el decaimiento de una persona en la forma ‘animae dēpressio’, cuyo significado vendría a ser ‘bajada de ánimo’.
De hecho, la primera vez que el término ‘depresión’ aparece recogido en un diccionario en español lo hace en la edición de 1780 (de la Academia Usual) y lo hace con la acepción ‘Abatimiento, humillación’, apareciendo una segunda definición referido a la astronomía ‘El arco del círculo vertical, que mide la distancia del lugar de un astro hasta el horizonte, quando está debaxo de él’.
No fue hasta la edición de 1992, cuando al término se le dio la definición de ‘Síndrome caracterizado por una tristeza profunda e inmotivada y por la inhibición de todas las funciones psíquicas’, que podemos encontrar actualmente.
Muchas son las personas que recién levantadas tiene un especial mal humor, no queriendo hablar con nadie hasta que no han tomado su primer café, una ducha o ha pasado un tiempo considerable. Aquellos que intentan hablarles antes de que se les pase ese periodo de mal carácter se arriesgan a que les pongan mala cara o contesten mal.
Por tal motivo se acuñó un término, que no es demasiado conocido y utilizado, para definir dicho estado de mal humor del recién levantado: ‘matutolypea’.
Una palabra compuesta por el vocablo latino ‘matuta’ (en relación a la diosa romana del amanecer ‘Mater Matuta’, de ahí el término ‘matinal’) y el griego ‘lype’ (dolor, pena, tristeza), por lo que la traducción literal de ‘matutolypea’ vendría a ser ‘dolor del amanecer’.
Lee y descubre el curioso origen, historia y etimología de infinidad de palabras y palabros
Aunque la base del idioma español es el latín, el vocabulario de nuestra lengua contiene numerosas palabras que proceden de las diferentes culturas que por la Península Ibérica han ido pasado a lo largo de la historia. Muchas de ellas provienen del árabe, gracias al rico legado cultural que dejó en nuestra sociedad de los ocho siglos de presencia musulmana.
En este post os traigo media docena de palabras que quizás no conocíais o no sabíais que provienen del árabe.
Aljaba. Proviene del árabe yaba, que significa ‘funda’ y hace referencia a la bolsa o funda que llevaban colgada al hombro los soldados antiguamente y en la que iban las flechas que iba a lanzar al enemigo.
Mohíno. Se trata de un estado de melancolía, tristeza, debilidad o disgusto. Es un antiquísimo término que ya fue recogido en los primeros diccionarios editados con la misma acepción y cuya etimología proviene del árabe andalusí muhin, cuyo significado era ‘ofendido, vilipendiado’. De dicho vocablo también derivó mohín, referido a la mueca que hace el rostro cuando se está triste o melancólico, de donde surge la expresión mohín de disgusto.
Alafa. Vocablo que proviene del árabe alafa, que, originalmente, hacía referencia a las dietas (retribución diaria para manutención u hospedaje) percibidas por un profesional que debía desempeñar su oficio en otra población o fuera de su puesto de trabajo. El término está prácticamente en desuso, pero, durante un tiempo (siglos xvi a xix), tomó el significado de ‘paga o dotación que disfrutaban los militares’ (se entiende que enviados a alguna misión).
Embeleco. Engaño o embuste. Antiguamente al que engañaba con dedicación profesional se le conocía como embelecador, término proveniente del árabe andalusí bala, cuyo significado era ‘mal de amores’; y es que el embelecador solía seducir con sus palabras a sus víctimas. Cabe destacar que a pesar de su parecido con el vocablo embelesar, nada tiene que ver con este ni con su raíz etimológica.
Mogrollo. Que vive a costa de los demás. Término en desuso que ya aparecía en la edición de 1734 del Diccionario de autoridades con esa misma acepción. Parece ser que etimológicamente proviene del vocablo mogollón, de exacto significado y que llegó al castellano desde el catalán mogobell, ‘interés sobre un capital’, y este del árabe muqabil, ‘compensación’.
Alfayate. Término con el que se denominaba durante la Edad Media al profesional que se dedicaba a la sastrería y confección de trajes y ropas. El vocablo proviene del árabe hayyat, ‘el que cose’, con el que se designaba a quienes ejercían el oficio de sastre. Dejó de utilizarse a partir del siglo xvii (hasta entonces aparece muy mencionado en documentos y obras literarias), cuando fue sustituido por la forma sastre, proveniente del latín sartor, ‘remendador o cosedor de ropa’, que tras pasar por el provenzal y el catalán quedó en la forma actual utilizada en español. Cabe destacar que en Portugal se sigue usando la forma alfaiate.
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Décimo segunda entrega de la serie de post dedicados a traer a este blog un buen número (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que, posiblemente, conocías pero con otro nombre distinto.
Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ha ocurrido con las veces anteriores.
Mohíno: Se trata de un estado de melancolía, tristeza o disgusto.
Casmodia: Es la acción de bostezar seguida y repetidamente (incluso acompañado de algún espasmo) y que no se hace por cansancio, sueño o aburrimiento, sino debido a una afección neuronal.
Conculcar: Es la acción de pisar para dejar la huella del pie en alguna superficie (por ejemplo en el fango, cemento fresco, arena de la playa…).
Deliquio: Hace referencia al desmayo o desfallecimiento, pero también al decaimiento o pérdida del ánimo (tras una desgracia, en un momento de duelo…).
Trasunto: Se trata de la copia (exacta) que se hace de un escrito u obra. Es lo que se hacía antiguamente (antes de la invención de la imprenta) con los libros o los textos originales. El realizar copias a mano de estos se denominaba como ‘trasuntar’.
Treno: Es una lamentación tras alguna desgracia o calamidad y también hace referencia a un tipo de canto fúnebre.
Tocón: Un tocón no solo es alguien que toca mucho sino que en este caso hace referencia a la parte de un árbol que, tras ser talado, ha quedado en el suelo unido a las raíces. También es usado para hacer referencia al muñón de un miembro amputado.
Noluntad: Se trata del acto de no querer hacer algo (en contraposición del término ‘voluntad’ que es la buena disposición a sí querer hacerlo).
Pogromo: Hace referencia a la masacre o aniquilación de un grupo de personas indefensas llevada a cabo por una multitud enfurecida (y alentada para hacerlo desde el poder). Proviene del ruso ‘pogrom’, cuyo significado literal es ‘destrucción o devastación’ y hace referencia a la persecución y matanza que padecieron los judíos (aunque hoy en día el término también es utilizado para referirse a otras culturas, religiones o grupos étnicos).
Tirocinio: Este término suena como si se refiriese algún tipo de crimen, pero no, nada tiene que ver. En realidad el tirocinio, que es un término que está prácticamente en desuso, era sinónimo de principiante y/o aprendiz y hacía referencia al aprendizaje o noviciado en algún oficio u arte.
Regolaje: Hace referencia al continuo estado de buen humor que tienen algunas personas (que suelen estar frecuentemente risueñas, dadas a las bromas y buen carácter).
Adamar: Se refiere a acto de enamorarse de alguien, cortejarla y halagarla mediante piropos o palabras que destaquen sus atractivos.
Desde 2005, cuando llega el tercer lunes del mes de enero, las redes sociales y los medios de comunicación se llenan de mensajes y noticias que hablan de esa jornada como ‘el día más triste del año’, siendo utilizada la etiqueta #BlueMonday para darle una mayor visibilidad.
Aunque han tratado de convencernos de que el ‘lunes triste’ es consecuencia de un concienzudo análisis de todos los días del año, la incidencia que tiene ese día en el estado de ánimo de las personas y múltiples variantes como puede ser los días que han pasado desde que se acabaron las vacaciones de Navidad, el grado de (in)satisfacción tras no haber cumplido (supuesta y mayoritariamente) los ‘propósitos de Año Nuevo’, la famosa ‘cuesta de enero’, los días que faltan para que llegue un puente o vacaciones y todo ello agitado en una coctelera y disfrazado de ecuación matemática es lo que dio como resultado que el tercer lunes de enero fuese nombrado como el más deprimente.
Detrás de dichas conclusiones se encontraban dos elementos: por un lado el psicólogo Cliff Arnall, quien había desarrollado una supuesta fórmula por la cual determinaba que ese día era el más triste del año y, por otro, la agencia de viajes Sky Travel, que fue quien hizo el encargo al investigador para lanzar una campaña publicitaria con la que incentivar a la población a contratar viajes y escapadas con el fin de superar con más optimismo ya no solo esa jornada sino el mes de enero en sí.
Los resultados del informe de Cliff Arnall los disfrazaron como oficiales y científicos, ya que fueron acompañados del supuesto aval de la Universidad de Cardiff, donde el investigador había estado ejerciendo como profesor, aunque en el momento de lanzarse la campaña del Blue Monday ya no trabajaba para dicha institución (y así lo hicieron saber, por activa y por pasiva, los responsables universitarios).
Muchos son los medios e investigadores científicos que llevan años tratando de advertir que el Blue Monday no es más que un despropósito y el resultado de una patraña (que incluso ha tomado tintes supersticiosos y pseudocientíficos) y que en realidad este día no deja de ser ni mejor ni peor que cualquier otro lunes del resto del año.
Cabe destacar que se bautizó como ‘Blue Monday’ debido a que, en inglés, el término ‘blue’ no solo se utiliza para el color azul sino también para referirse al estado de tristeza y melancolía y es muy común que en la cultura anglosajona se use este color para representar ese estado de ánimo (de ahí que en la película de la factoría Disney ‘Inside Out’ el personaje que encarna a la tristeza sea azul).
Como apunte final, señalar que desde hace varios años (y tras las múltiples críticas recibidas) el propio Cliff Arnall se ha convertido en un acérrimo defensor y activista del #StopBlueMonday.
Tenemos asociado el luto con el acto de vestir de negro (en algunas culturas, como la china, es el blanco o en la Antigua Roma era el color rojo) y muestras de pena y dolor tras el fallecimiento de un ser querido.
Luctus a su vez procedía del verbo en latín ‘lugere’ con el que se indicaba que alguien estaba afligido, apenado o lloraba de dolor por la pérdida de alguien.
El término ‘nostalgia’ fue acuñado en 1688 por el médico suizo Johannes Hofer cuando presentó su tesis en la Universidad de Basilea. En ella explicaba el extraño comportamiento que tenían algunos miembros de la Guardia Suiza y los mercenarios cuando estaban destinados lejos de sus hogares, quienes echaban de menos su tierra sintiendo melancolía. Pero en cuanto estaban de vuelta se recuperaban de golpe, sintiéndose felices y dichosos.
Para acuñar el término utilizó los vocablos griegos νόστοςnostos (regreso) y ἄλγοςalgos (dolor) y cuyo significado venía a ser «dolor por regresar».
Desde entonces la palabra nostalgia es utilizada para describir la pena que se siente cuando uno está ausente o recuerda con melancolía a alguien.
El término ‘duelo’ es uno de tantos vocablos polisémicos que existen (una misma palabra que significa varias cosas diferentes y además tiene distintos orígenes etimológicos, como por ejemplo manzana).
Por un lado tenemos que se le llama duelo al enfrentamiento que, siglos atrás, se realizaba entre dos contrincantes y que normalmente se realizaba a vida o muerte. Este tipo de duelos tenían unas reglas muy específicas en las que se podía elegir el tipo de armas con el que retarse y debía contar con unos testigos (llamados padrinos) que diesen fe de la buena praxis de los contendientes e incluso sustituyeran a estos en caso de necesidad.
Normalmente se retaba a alguien a un duelo porque uno había ofendido el honor del otro (o de una tercera persona, como la esposa) e incluso si existía alguna rivalidad entre grupos. También era conocido como duelo aquella costumbre que se realizó durante los tiempos del Viejo Oeste, y que tantas veces ha aparecido en películas, y en el que dos vaqueros se enfrentaban cara a cara, ganando aquel que era más rápido en desenfundar y disparar su revólver.
El origen etimológico del término duelo proviene del vocablo latín ‘duellum’ que estaba formado por ‘duo’ (dos) y ‘bellum’ (guerra, combate), por lo que su significado era ‘guerra/combate entre dos’ y quedó como ‘enfrentamiento entre dos’, que sería su significado literal.
Pero también nos encontramos con que se le llama duelo al momento de dolor que se siente tras una pérdida (por un fallecimiento, una ruptura sentimental…). El origen etimológico del término nada tiene que ver con ‘duellum’ y el acto de retarse y, aunque también proviene del latín, lo hace de la palabra ‘dŏlus’ que significaba literalmente ‘dolor’.
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A través de la página en Facebook de este blog, Manel Alonso me pregunta de dónde surge decir que a alguien le ha tocado la negra como sinónimo de mala suerte.
Desde la antigüedad el blanco y el negro son colores que han estado destinados para designar la buena y mala suerte, la vida y la muerte. Dependiendo de la cultura y civilización le daban (y siguen dándole) un sentido u otro. En el post que publiqué tiempo atrás sobre la expresión ‘pender de un hilo’ ya os explicaba cómo en la mitología romana, griega y nórdica (por citar tres ejemplos) existían unos personajes llamadas las Parcas (en Roma; Moiras para los griegos y Nornas para los escandinavos) que hilaban el ‘hilo de la vida’ (valga la redundancia). Dependiendo de lo feliz o desdichada que sería la vida de cada individuo lo hilaban de color blanco o negro, colores asociados a la dicha y la desdicha respectivamente.
Respecto a la expresión ‘tocar la negra’, que suele decirse como sinónimo de mala suerte, encontramos que su origen proviene de cuando se preguntaba a los Dioses, al oráculo o simplemente se quería echar algo en suerte a través de coger unas piedras (blancas y negras) que se encontraban dentro de un recipiente. Depende de la pregunta que se formulaba y el color que salía la respuesta era positiva o negativa.
En el caso de las antiguas Roma y Grecia el blanco quería decir fortuna y buena suerte y el negro infortunio y desgracia.
En estas civilizaciones existía la costumbre de elegir a algunos de sus representantes públicos (magistrados, senadores…) a través de meter piedras blancas y negras en una vasija (también se utilizaban habas de esos colores) y cada candidato a ocupar el cargo metía la mano para sacar una. Aquellos que cogían la blanca eran los elegidos y por tanto les sonreía la fortuna, sin embargo ‘al que le tocaba la negra’ tenía el infortunio de no ser elegido y quedar fuera.