El término ‘duelo’ es uno de tantos vocablos polisémicos que existen (una misma palabra que significa varias cosas diferentes y además tiene distintos orígenes etimológicos, como por ejemplo manzana).
Por un lado tenemos que se le llama duelo al enfrentamiento que, siglos atrás, se realizaba entre dos contrincantes y que normalmente se realizaba a vida o muerte. Este tipo de duelos tenían unas reglas muy específicas en las que se podía elegir el tipo de armas con el que retarse y debía contar con unos testigos (llamados padrinos) que diesen fe de la buena praxis de los contendientes e incluso sustituyeran a estos en caso de necesidad.
Normalmente se retaba a alguien a un duelo porque uno había ofendido el honor del otro (o de una tercera persona, como la esposa) e incluso si existía alguna rivalidad entre grupos. También era conocido como duelo aquella costumbre que se realizó durante los tiempos del Viejo Oeste, y que tantas veces ha aparecido en películas, y en el que dos vaqueros se enfrentaban cara a cara, ganando aquel que era más rápido en desenfundar y disparar su revólver.
El origen etimológico del término duelo proviene del vocablo latín ‘duellum’ que estaba formado por ‘duo’ (dos) y ‘bellum’ (guerra, combate), por lo que su significado era ‘guerra/combate entre dos’ y quedó como ‘enfrentamiento entre dos’, que sería su significado literal.
Pero también nos encontramos con que se le llama duelo al momento de dolor que se siente tras una pérdida (por un fallecimiento, una ruptura sentimental…). El origen etimológico del término nada tiene que ver con ‘duellum’ y el acto de retarse y, aunque también proviene del latín, lo hace de la palabra ‘dŏlus’ que significaba literalmente ‘dolor’.
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Desde la antigüedad el blanco y el negro son colores que han estado destinados para designar la buena y mala suerte, la vida y la muerte. Dependiendo de la cultura y civilización le daban (y siguen dándole) un sentido u otro.
En el post que publiqué tiempo atrás sobre la expresión ‘pender de un hilo’ ya os explicaba cómo en la mitología romana, griega y nórdica (por citar tres ejemplos) existían unos personajes llamadas las Parcas en la Antigua Roma (Moiras para los griegos y Nornas para los escandinavos) que hilaban el ‘hilo de la vida’ (valga la redundancia). Dependiendo de lo feliz o desdichada que sería la vida de cada individuo lo hilaban de color blanco o negro, colores asociados a la dicha y la desdicha respectivamente.
Respecto a la expresión ‘tocar la negra’, que suele decirse como sinónimo de mala suerte, encontramos que su origen proviene de cuando se preguntaba a los dioses, al oráculo o simplemente se quería echar algo en suerte a través de coger unas piedras (blancas y negras) que se encontraban dentro de un recipiente. Dependiendo de la pregunta que se formulaba y el color que salía la respuesta era positiva o negativa.
En el caso de las antiguas Roma y Grecia el blanco quería decir fortuna y buena suerte y el negro infortunio y desgracia.
En estas civilizaciones existía la costumbre de elegir a algunos de sus representantes públicos (magistrados, senadores…) a través de meter piedras blancas y negras en una vasija (también se utilizaban habas) y cada candidato a ocupar el cargo metía la mano para sacar una. Aquellos que cogían la blanca eran los elegidos y por tanto les sonreía la fortuna, sin embargo ‘al que le tocaba la negra’ tenía el infortunio de no ser elegido y quedar fuera.