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¿Cuál es el origen del término ‘calamidad’?

Conocemos como ‘calamidad’ a una desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas. El diccionario de la RAE, además, le da una segunda acepción de ‘persona incapaz, inútil o molesta’.

¿Cuál es el origen del término ‘calamidad’?

Etimológicamente, procedente del latín calamitas, utilizado para indicar ‘daño’, ‘golpe’ o ‘azote’.

Fue recogido por primera vez en el Diccionario de autoridades de 1729 donde se le daba la acepción de «accidente o infortunio, que hace infeliz y llena de trabajos a algún hombre, imperio, provincia o ciudad».

El vocablo se hizo muy popular al usarse como un adjetivo con el que referirse a aquella persona que se comportaba de forma torpe e inútil.

El término ‘calamidad’ es sinónimo de las palabras: desgracia, desastre, infortunio, adversidad, cataclismo, hecatombe, catástrofe, azote, contrariedad, desdicha, estrago.

 

 

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Sobre dichos, dicha, dicharachos y dicheros

Mi afán por buscar palabras y palabros, sus orígenes y curiosidades, me lleva a encontrar muy a menudo algunos datos sorprendentes o hilos conductores que acaban emparentando unos términos con otros que, a priori, parecía que nada tenían que ver entre si. También hallar vínculos entre diferentes vocablos e incluso que de un mismo origen etimológico han surgido varias palabras para denominar cosas diferentes. Tenéis numerosos ejemplos de ello en los posts que he ido publicando al respecto en los últimos años y cuyos enlaces encontrareis al pie de esta entrada.

Sobre dichos, dicha, dicharachos y dicheros

En esta ocasión quiero halar de un grupo de términos que comparten un mismo  origen etimológico y que, además, el inicio de su grafía es idéntica. Me refiero a ‘dicho’, ‘dicha’, ‘dicharacho’ o ‘dichero’ (entre otros), vocablos que, cada uno, sirve para hacer referencia a una cosa distinta.

La base etimológica de estos términos es la palabra en latín ‘dictus’, cuyo significado literal es ‘decir’ y que fue el que dio origen a ‘dicho’, el cual puede hacer referencia a diferentes cosas pero sobre todo se vinculó a consejos populares, chascarrillos, ocurrencias o chistes, además de ser participio del mencionado verbo ‘decir’.

Aquello que se decía en un tono bajo, casi susurrando (para que no fuese escuchado por otras personas) debido a ser vulgar o poco decente (como un chiste verde o un chismorreo), era conocido como ‘dicharacho’, apareciendo en el Diccionario de Autoridades de 1732 con la acepción: ‘Dicho baxo, soez, o menos decente. Es voz formada del nombre Dicho y inventada para desprécio’.

El ‘dichero’ era aquel que se dedicaba a explicar (decir) cosas ingeniosas, ocurrentes y graciosas. En diccionario de lengua castellana de Vicente Salvá (de 1846) lo describe como ‘Decidor de chistes’ y en Diccionario de la Academia lo recoge por primera vez en su edición de 1884 con la acepción ‘Que ameniza la conversación con dichos oportunos’.

Un término que está totalmente en desuso pero fue usado siglos atrás era ‘dichido’, el cual hacía referencia a una expresión aguda o picante. La última aparición de este vocablo en el diccionario oficial fue en la edición de 1780.

Pero también encontramos que del término latino ‘dictus’ (decir) surgió el vocablo ‘dicta’ cuyo significado literal era ‘palabras pronunciadas’ (cosas dichas) y que llegó a nosotros como ‘dicha’, convirtiéndose en sinónimo de suerte o fortuna. Y es que en la antigüedad se tenía el convencimiento de que cada vez que venía al mundo un recién nacido las deidades paganas pronunciaban unas palabras por las que aventuraban cómo sería la futura vida de ese nuevo ser humano. Dependiendo de sí los dioses pronunciaban unas palabras al recién llegado éste sería feliz (dichoso) a lo largo de su vida y si no lo hacían sería infeliz (desdichado… no dicho), siendo conocida como ‘desdicha’ una desgracia.

 

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¿De dónde surge llamar ‘luto’ a la pena y duelo por un fallecimiento?

¿De dónde surge llamar ‘luto’ a la pena y duelo por un fallecimiento?

Tenemos asociado el luto con el acto de vestir de negro (en algunas culturas, como la china, es el blanco o en la Antigua Roma era el color rojo) y muestras de pena y dolor tras el fallecimiento de un ser querido.

Así como el término ‘duelo’ (también empleado en esos casos) viene del latín ‘duellum’ y significa literalmente ‘dolor’, el vocablo ‘luto’ tiene el mismo origen latino y proviene de la palabra ‘luctus’ cuyo significado también era dolor, pero se utilizaba cuando éste no era un dolor físico sino emocional (de pena, aflicción, tristeza…).

Luctus a su vez procedía del verbo en latín ‘lugere’ con el que se indicaba que alguien estaba afligido, apenado o lloraba de dolor por la pérdida de alguien.

De lugere podemos encontrar que derivan otros términos muy relacionados como ‘luctuoso’ (Triste, fúnebre y digno de llanto) o ‘lúgubre’ (Fúnebre. Sombrío, profundamente triste)

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘Echar la soga tras el caldero’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Echar la soga tras el caldero’?

A través del apartado de contacto, Rosa Mari me pregunta sobre el origen de la expresión ‘Echar la soga tras el caldero’.

La expresión ‘Echar la soga tras el caldero’ es antiquísima y aunque en la actualidad está prácticamente en desuso, se utilizaba para señalar a un individuo a quien le había salido alguna cosa mal (a causa de una acción equivocada o simple mala suerte) y acababa renunciando a conseguir el propósito, abandonándolo y/o dejando perder lo que ya había conseguido.

Era locución gráfica a ese infortunio que se hacía a través del ejemplo que aquel que al ir a sacar agua de un pozo se le escapaba el cubo (llamado también caldero) hacia el fondo y al ver que ya no podría extraer ni líquido ni el recipiente acababa lanzando también la cuerda (soga), por lo que se perdía toda la oportunidad de seguir obteniendo agua de dicho lugar (evidentemente teniendo en cuenta que posiblemente aquel caldero y soga eran los únicos de los que disponía).

 

 

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El curioso y erróneo origen del término ‘caja de Pandora’

El curioso y erróneo origen del término ‘caja de Pandora’Es habitual utilizar la expresión ‘abrir la caja de Pandora’ como clara referencia a aquel acto que se realiza y que, sin pretenderlo, puede acabar acarreando graves consecuencias. El término ‘caja de Pandora’ ha quedado como sinónimo de problemas, disputas y contratiempos.

La versión más famosa sobre la historia de Pandora fue escrita hacia el siglo VII a.C. por el poeta de la Antigua Grecia Hesíodo. Posteriormente el poeta romano Valerius Babrius escribió sobre ello en el siglo I d.C. En ambos escritos, los autores explican el origen del mito de la primera mujer (Pandora) creada por  Hefesto por orden de Zeus y como se le dieron dos tinajas (pithos en griego); una de las tinajas contenía todas las cosas buenas y la otra todos los males existentes en el mundo.

Cuando Erasmo de Rotterdam, en el año 1508, incluyó el mito de Pandora en la tercera versión de su famosa obra ‘Adagia’ cometió un error en el que cambió el pithos de la historia original (la tinaja ovoidal) por una pyxis, una vasija en forma de caja redonda utilizada en la Antigua Grecia a modo de joyero.

Esta versión de la historia escrita en latín fue la que se popularizó, quedando para la posteridad y llegando hasta nuestros días que Pandora portaba una caja en lugar de una tinaja.

 

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Fuentes de consulta: dugi-doc.udg.edu (pdf) / Disertación sobre las telarañas: y otros escritos (Google books) / labrujulaverde / The Meaning of Helen (Google books)
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¿De dónde proviene la superstición del espejo roto y los siete años de mala suerte?

¿De dónde proviene la superstición del espejo roto y los siete años de mala suerte?

Como bien es sabido, una superstición es aquel acto o conducta que condiciona la vida de cualquier individuo que hace o deja de hacer algo ante el convencimiento que, de lo contrario, le podría ocurrir una desgracia.

La práctica totalidad de supersticiones que hoy en día existen provienen de hechos históricos que nada tuvieron que ver en su origen con el infortunio, enfado de Dioses o extrañas maldiciones. Ha sido el transcurrir del tiempo, y el pasar oralmente de una generación a la siguiente, lo que ha hecho que acabe siendo común y rutinario para muchísimas personas creer en el ‘mal fario’ de algo, sólo porque sus antepasados ya lo creían así.

Hecha esta  introducción debo señalar que la superstición que indica que si se rompe un espejo es sinónimo a tener siete años de mala suerte es tan solo consecuencia de un preciso momento histórico, situado en la Venecia de finales del siglo XV y principios del XVI, en el que comenzó a ponerse de moda los grandes espejos realizados con vidrio y en los que se le ponía una lámina de plata en la parte posterior, haciendo que las personas y cosas situadas delante pudieran reflejarse. Hasta entonces, y desde la antigüedad, los espejos solían ser piezas de metal donde mirarse e incluso se utilizaban vasijas en las que se echaba agua y la persona quedaba reflejada.

La llegada del nuevo modelo de espejo a la vida de los ricos aristócratas venecianos hizo que fueran muchos los que quisieran tener uno bien grande y carísimo en los salones de sus palacetes.

Y es precisamente el altísimo coste económico de esos espejos lo que hacía que se comparase su valor con el del salario de varios años de cualquier sirviente, por lo que se les advertía que tuvieran sumo cuidado a la hora de limpiarlo ya que en caso de romperse deberían trabajar sin cobrar a lo largo de los siguientes años.

Y qué peor desgracia para un sirviente el tener que trabajar durante un indeterminado número de años sin percibir su salario, lo que le auguraba, sin lugar a dudas, un largo periodo de tiempo viviendo penurias y, posiblemente, alguna que otra desgracia. Esto hizo que corriese la advertencia que se hacían los unos a los otros, convirtiéndose con los años en la superstición que ha llegado hasta nuestros días, a pesar que desde 1835 los espejos tal y como hoy los conocemos aparecieron y, por lo tanto, su valor era ínfimo en comparación con los realizados hasta entonces; pero, después de tres siglos de propagarse, ya estaba enquistada en la sociedad la creencia de la mala suerte que se tendría por su rotura.

Para terminar, cabe añadir que en un principio no se indicaba lo de los siete años de mala suerte, ya que el periodo de tiempo simplemente estaba sujeto al valor del espejo y al salario que percibía el sirviente, por lo que en cada caso era diferente.

Pero como ocurre con la transmisión oral de cualquier cosa, fue a posteriori cuando se le quiso dar un tiempo específico a ese periodo de mala suerte que decía el dicho popular, por lo que se le adjudicaron los famosos siete años, debido a que desde la antigüedad este número tenía una simbología especial en infinidad de cosas: los días de la semana, las notas musicales, los pecados capitales, los colores del arcoíris, los brazos del candelabro judío, los chakras, los arcángeles, los sacramentos, los sabios de Grecia, las maravillas del mundo o las vidas de un gato.

Así que ya lo sabes… en caso de que se te rompa un espejo preocúpate únicamente de no cortarte al recoger los trozos, por lo demás no te espera ningún tipo de maleficio ni mala suerte, por mucho que puedan advertirlo este tipo de absurdas supersticiones y algún que otro vidente trasnochado.

 

Lee y descubre más historias como esta en el apartado ‘Destripando Mitos, Leyendas Urbanas y Supersticiones’ de este blog

 

 

Fuente de la imagen: Alejandro Hernandez (Flickr)

¿De dónde surge decir que a alguien ‘le ha tocado la negra’ como sinónimo de mala suerte?

¿De dónde surge decir que a alguien ‘le ha tocado la negra’ como sinónimo de mala suerte?

Desde la antigüedad el blanco y el negro son colores que han estado destinados para designar la buena y mala suerte, la vida y la muerte. Dependiendo de la cultura y civilización le daban (y siguen dándole) un sentido u otro.

En el post que publiqué tiempo atrás sobre la expresión ‘pender de un hilo’ ya os explicaba cómo en la mitología romana, griega y nórdica (por citar tres ejemplos) existían unos personajes llamadas las Parcas en la Antigua Roma (Moiras para los griegos y Nornas para los escandinavos) que hilaban el ‘hilo de la vida’ (valga la redundancia). Dependiendo de lo feliz o desdichada que sería la vida de cada individuo lo hilaban de color blanco o negro, colores asociados a la dicha y la desdicha respectivamente.

Respecto a la expresión ‘tocar la negra’, que suele decirse como sinónimo de mala suerte, encontramos que su origen proviene de cuando se preguntaba a los dioses, al oráculo o simplemente se quería echar algo en suerte a través de coger unas piedras (blancas y negras) que se encontraban dentro de un recipiente. Dependiendo de la pregunta que se formulaba y el color que salía la respuesta era positiva o negativa.

En el caso de las antiguas Roma y Grecia el blanco quería decir fortuna y buena suerte y el negro infortunio y desgracia.

En estas civilizaciones existía la costumbre de elegir a algunos de sus representantes públicos (magistrados, senadores…) a través de meter piedras blancas y negras en una vasija (también se utilizaban habas) y cada candidato a ocupar el cargo metía la mano para sacar una. Aquellos que cogían la blanca eran los elegidos y por tanto les sonreía la fortuna, sin embargo ‘al que le tocaba la negra’ tenía el infortunio de no ser elegido y quedar fuera.

 

 

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Fuente de la imagen: Yamanaka Tamaki (Flickr)

Cainolofobia, el miedo irracional a las sorpresas

Cainolofobia, el miedo irracional a las sorpresasEs habitual escuchar a muchas personas decir en alguna ocasión expresiones tan corrientes como  “a todo el mundo le gustan las sorpresas”, pero ocurre que, lo que a primera vista debería ser sinónimo de alegría por la sorpresa recibida, según quien las reciba se puede convertir en uno de los momentos más angustiosos de su vida.

Dentro de la extensa lista de fobias existentes hay una patología llamada cainolofobia (y/o también cainofobia o cainotofobia) la cual consiste en tener un miedo irracional e injustificado a las sorpresas, novedades, cambios…

Las personas que la padecen no son capaces de enfrentarse a procesos de cambios en sus vidas, así como a recibir cualquier tipo de sorpresa, visita inesperada o contratiempo que pueda surgir en cualquier momento.

Muchos pueden ser los factores y motivos que puedan desencadenar en una persona un episodio de cainolofobia, pero generalmente son individuos que están seguros de que cualquier novedad puede venir acompañada de una catástrofe o desdicha.

Debido a ello, los cainolofóbicos suelen llevar una vida llena de rutinas, con el fin de evitar y limitar cualquier posibilidad a que le ocurra cualquier novedad.

 

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