Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Una vagina de madera para luchar contra la ablación

Cuando Ruth comienza su exposición sobre las consecuencias de la mutilación genital femenina, los niños se ríen. No están acostumbrados a escuchar hablar abiertamente de cuestiones relacionadas con el sexo. En un guiño de complicidad, Ruth les devuelve la sonrisa sin interrumpir la explicación.

Ruth trabaja junto a Agnes Paregio. Da cursos en escuelas para tratar de prevenir la ablación de clítoris entre los masai. Con una serie de fotografías y una réplica de un aparato reproductor femenino de madera, se dirige a los jóvenes de diversos cursos, niños y niñas, para tratar de concienciarlos sobre la importancia de evitar que esta práctica se perpetúe.

Una práctica que más de dos millones de mujeres sufren cada año, en una costumbre que se pierde en el pasado remoto de la región, previo al arribo del islam, y que padecen tanto mujeres musulmanas como cristianaa o animistas.

Existen diversos tipos de mutilación genital femenina. La más cruenta es la infibulación, que consiste en la extirpación no sólo del clítoris y los labios menores, sino también de los labios mayores. A continuación, se suturan los costados de la vagina con fibras vegetales, alambres o hilo de pescar, dejando tan sólo un orificio para el paso de la orina y la sangre menstrual. La infibulación representa el 15% de todas las intervenciones. Se practica en Sudán, Eritrea, Yibuti, Somalia, Etiopía y Malí. Su objetivo es preservar la castidad de las jóvenes hasta el matrimonio.

Cambia el tono de la exposición de Ruth cuando narra su propia experiencia. Cuenta de forma detallada cómo ha perjudicado su vida el haber sido mutilada: desde las relaciones sexuales con su marido, que le resultan sumamente dolorosas, hasta el momento del parto y la menstruación. Un estigma físico que deberá cargar por el resto de sus días. “Es nuestro cuerpo y sólo nosotras podemos decidir sobre él”, dice a las jóvenes.

Después pregunta si hay en la clase alumnas que ya han sufrido la ablación. Varias de las mayores, que tienen entre doce y catorce años, levantan la mano. Ahora son ellas las que recuerdan con dolor aquel día en que su realidad se transformó para siempre debido a ese cruento y traumático ritual que, según los masai, las saca del mundo de la infancia para supuestamente convertirlas en mujeres.