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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Descubierta en Alcoy una población mutante de zorros negros

El Parque Natural de la sierra de Mariola, ubicado en la comarca alicantina de l’Alcoià-El Comtat, alberga una población de ocho ejemplares de zorros negros, una variedad única en España.

En el campo es frecuente ver zorros con las patas negras, los conocidos popularmente como zorros carboneros. También puede nacer algún ejemplar totalmente negro (melánico) o totalmente blanco (albino), pero esta es la primera noticia que se tiene de una población negra.

Los estudios genéticos realizados por la Universidad de Alicante (UA) han demostrado que no se trata de una especie o raza diferente al zorro europeo (Vulpes vulpes), sino que ha surgido de una pequeña mutación espontánea en la secuencia del ADN que codifica el color del pelo.

El investigador de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente de la UA que ha dirigido el estudio, Antonio Belda, y su compañero, el genético molecular y bioinformático de la UA Eduardo Larriba, ambos del instituto Ramón Margalef, descartan que ese cambio en el pelaje responda a una influencia artificial como podría ser la presencia de residuos tóxicos. De hecho, los zorros negros sólo se encuentran en el núcleo de la sierra de Mariola de mayor protección y mejor conservada, mientras que los de tono rojizo viven en el resto de la zona e incluso en ámbitos rurales urbanizados.

Los dos científicos confían en llevar a cabo en el futuro un proyecto que permita ampliar el estudio para detallar las diferencias en el genoma de individuos de ambas poblaciones. Tal como está la Ciencia en España, les deseo toda la suerte del mundo.

Foto: Uno de los extraños zorros negros descubiertos en la Sierra de Mariola (© Universidad de Alicante).

Puedes encontrar más información sobre esta noticia en la nota de prensa difundida por la Universidad de Alicante.

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

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La infidelidad es hereditaria y nos viene por línea paterna


Lo afirmó hace años el zoólogo norteamericano David Barash:

“La monogamia no parece ser natural en el mundo natural”.

Daba así una justificación científica al problema de la infidelidad humana basándose en el mayoritario comportamiento polígamo de los animales. Nuevos trabajos han ido avalando la naturalidad de esta tendencia por desear a la hembra/macho del vecino, hasta el punto de concluir que apenas un 5% de los animales son monógamos, el 3 % en el caso de los mamíferos. Para nuestra especie aún no hay estadísticas concluyentes (de momento), aunque el creciente uso de pruebas genéticas está demostrando que uno de cada 25 padres podría estar criando los hijos de otro hombre.

Últimos estudios de aves profundizan en esta evidencia biológica. Un trabajo realizado por investigadores del Instituto Max Planck de Alemania revela que las hembras del diamante mandarín (Taeniopygia guttata) son infieles porque heredan unas variantes genéticas (alelos) de sus antepasados masculinos que aumentan su tendencia a la promiscuidad. Se deduce así que el gen de la infidelidad o “gen Casanova” existe y lo transmiten los machos. Lo más curioso es que los científicos han llegado a la conclusión de que en este caso la infidelidad femenina no reporta ventajas evolutivas y las hembras que incurren en adulterio lo hacen, sencillamente, porque han recibido esa predisposición natural por herencia paterna. Menos generalista, un estudio sueco echa directamente la culpa de la infidelidad masculina a un gen en concreto, el alelo 334 que tienen dos de cada cinco hombres.

Recuerda el proverbio latino que “Explicatio non petita, acusatio manifiesta” y quizá tenga algo de justificación no solicitada nuestro interés científico por encontrar reflejo en la naturaleza a nuestras debilidades. Y es que ya lo decía Freud sin que nadie se lo preguntara, “todos somos polígamos reprimidos”.

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No quiero comer alimentos transgénicos

No quiero alimentos transgénicos, pero los tengo hasta en la sopa, hasta en el pan, hasta en la leche de soja. En mi pequeña huerta ecológica de casa ya no sé si cultivo tomates o a los hijos vegetales de Frankenstein. Nada comparable con las más de 80.000 hectáreas de maíz modificado genéticamente que producimos cada año en España. Hermosos granos con genes de bacteria que les permiten generar de forma natural una sustancia insecticida, pero cuyas semillas sólo las vende en el mundo una empresa, al igual que sus exclusivos herbicidas y pesticidas. Convertidos en perplejos conejillos de Indias, aportamos dinero y salud a mayor gloria de las multinacionales.

Dicen sus defensores que somos unos ignorantes y unos alarmistas, que el futuro es transgénico. Lo dicen desde esos modernos laboratorios donde por dinero juegan a ser Dios, experimentando con genes de vaca en plantas de soja, con genes de polilla en manzanas e incluso con genes de rata en lechugas.

Nos aseguran que por ser clones no hay peligro de contaminación genética, pues prácticamente son estériles. Prácticamente. Tampoco parece que puedan afectar a nuestra salud. Resulta poco probable, dicen. Pero nos niegan el derecho al miedo, a temer por los daños colaterales de tan lucrativo negocio, a la lógica de la precaución.

El mayor peligro de los transgénicos es su invisibilidad, su irreversibilidad y su imprevisibilidad. Imposible de acotar el polen en un lugar, acabarán para siempre con la pureza genética de nuestros alimentos naturales, con la biodiversidad. Quien sea alérgico a los transgénicos no encontrará un rincón en el mundo donde poder evitarlos. Tampoco se pondrá fin al hambre, pues el problema no es la producción, es la distribución equitativa de los alimentos. Pero lo que es seguro es que acabarán con la soberanía alimentaria, el derecho de todo Estado a garantizar su independencia alimenticia.

Por todo ello y mucho más estoy en contra de los alimentos transgénicos. Y apoyo la manifestación que mañana sábado, 17 de abril, saldrá a las 11,30 horas de la Puerta de Alcalá para mostrar el rechazo de la sociedad civil a su forzada introducción en nuestra agricultura y nuestra alimentación.

Si quieres evitar consumir productos con transgénicos, la lista roja y verde elaborada por Greenpeace en beneficio de los consumidores es fundamental. Descárgatela aquí.

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Una autopista, el corredor de la muerte genética del oso

Las poblaciones de oso pardo cantábrico (Ursus arctos) están felizmente escapando de una muerte anunciada.

Hace 20 años, cuando grupos conservacionistas como FAPAS iniciaron las primeras campañas en su defensa, la situación era crítica. El espléndido plantígrado que en el siglo XIV criaba en Andalucía y Murcia, que en el siglo XIX ocupaba los montes desde Galicia a Cataluña, estaba en situación terminal. Apenas quedaban 80 ejemplares.

Ha costado muchos esfuerzos, pero al final se ha logrado invertir la tendencia. Ahora es claramente ascendente, con 160 ejemplares censados.

Reducido el impacto de los cazadores furtivos, de los lazos, de la destrucción del hábitat, el mayor problema pendiente sigue aún sin resolverse: una autopista, la AP-66 o del Huerna, comunicación vital entre Asturias y Castilla y León, se ha convertido en el corredor de la muerte genética del oso cantábrico.

Cuando se inició la construcción en 1975 de esta vía de alta capacidad nadie pensó en los plantígrados salvajes, no eran tiempos para esas sensibilidades. Y se trazó sin tener en cuenta su gran impacto medioambiental, sin pensar que al pasar por Pajares cortaban por la mitad a las poblaciones de mamíferos terrestres, el oso entre ellas.

Férreamente vallada para garantizar la seguridad vial, no hay pasos de fauna que permitan atravesarla. Se ha convertido de esta forma en un infranqueable muro de Berlín que sigue hoy en día impidiendo la comunicación entre las dos grandes familias de úrsidos:

  • Por un lado la población occidental, la mejor conservada, 130 ejemplares localizados entre Los Ancares de Lugo y la autopista de Pajares.
  • Y por otro lado la población oriental, la más amenazada, 30 ejemplares entre la autopista y las montañas de Palencia, León y Cantabria.

Aisladas entre sí desde hace 30 años por culpa de esta autopista, si ambas poblaciones no se comunican se producirá un peligroso proceso de endogamia, de empobrecimiento genético (sobre todo en la población oriental), que entre otros problemas las dejará más indefensas frente a las enfermedades.

Por suerte el muro será derribado. La Fundación Oso Pardo , apoyada por el Ministerio de Medio Ambiente, ha anunciado la creación de un pasillo verde que conectará las dos poblaciones del plantígrado en la Cordillera Cantábrica. Se harán pasos elevados sobre este denso nudo gordiano de comunicaciones (autopista, carretera nacional N-630, ferrocarril y futura línea del AVE), convenientemente reforestados para permitir la tan ansiada unión entre ambas familias.

Una actuación considerada una prioridad por la Estrategia para la Conservación del Oso Pardo Cantábrico aprobada en 1999, sobre la que, en realidad, ya se lleva algunos años trabajando; de hecho, hace dos años un oso logró pasar de un lado al otro, el primero en tres décadas.

Todavía tardaremos 10 años en lograr la ansiada reunificación familiar, pero los pasos en conservación deben ser meditados, consensuados y firmes. Hasta ahora la principal prioridad era salvar al oso de la extinción. Una vez logrado ya podemos pensar en su mejora genética.

La autopista de peaje del Huerna, principal comunicación entre Asturias y Castilla y León, aísla gravemente a las poblaciones de oso pardo cantábrico.

Si quieres leer más noticias sobre el oso, pincha en la Minuteca de 20 Minutos.