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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Cantabria quiere machacar Burgos con una autopista

Es la autopista hacia el infierno ecológico. El capricho electoral del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, aceptado por los socialistas en premio a su apoyo político. Una bicoca para las grandes constructoras y cementeras a cambio de machacar uno de los espacios naturales más grandiosos de nuestra maltrecha península Ibérica, el norte de la provincia de Burgos.

La futura autopista de peaje Dos Mares (AP-69) es el mayor de los despropósitos que se le podía ocurrir a nadie, incluido a Revilla. Unir la A-67 a la altura de la localidad cántabra de Pesquera con la ciudad burgalesa de Miranda de Ebro, y de éste modo enlazar la costa cantábrica con el Levante español a través de otras autopistas de pago. Algo que se logrará enseguida con la actual construcción de las autovías (gratuitas) Logroño-Burgos y Burgos-Santander por Aguilar de Campoo.

Hasta el momento se han presentado más de 2.000 alegaciones contra este trazado inútil, económicamente inviable y que, en sus apenas 111 kilómetros de recorrido, destrozará o afectará irremediablemente 25 espacios protegidos por la Red Natura 2000, a pesar de obligar a hacer un túnel de 5,5 kilómetros de longitud que trata de reducir el insoportable impacto natural de esta vía.

Incluso se especula con la posibilidad de que, detrás de este proyecto, en realidad exista otro oculto mucho más inconfesable: la construcción de un almacén centralizado de residuos nucleares en la actual central nuclear Santa María de Garoña, aprovechando que la autopista pasará justo al lado de la polémica instalación eléctrica.

Pero a los políticos les importa un rábano nuestras últimas águilas perdiceras, los visones europeos, el paisaje, nuestro patrimonio arqueológico, nuestra cultura. Tan sólo ven una inversión de 650 millones de euros, réditos electorales, puestos de trabajo con los que sacar pecho ante la crisis, poder y muchos maletines.

Dicen que no nos preocupemos, que buscarán la alternativa menos impactante. Pero ésa no existe, pues el proyecto es incompatible con la conservación de la biodiversidad. La única alternativa válida es la Alternativa Cero, no construir la autopista, tirar el proyecto al cubo de la basura tras reciclar tanto papel y recursos inútilmente gastados hasta el momento.

El embalse del Ebro, la sierra del Escudo, las hoces de Sobrón, los Montes Obarenes se protegieron para garantizar su conservación. Toda mi juventud la he pasado entre esos cantiles, por entre esos bosques, disfrutando de su riqueza natural ¿Nos los cargaremos ahora metiendo por medio una autopista?

En la imagen superior, el río Ebro a su entrada en los cañones de Sobrón, entre las provincias de Burgos y Álava, junto a la central nuclear de Garoña, por donde se prevé pasar la autopista Dos Mares. Sobre estas líneas, trazado previsto para tan faraónico, inútil y destructivo proyecto.

Europa se queda sin selvas

La voz de alarma la ha dado el Reino Unido, pero la situación es igual de dramática en el resto del continente.

Según una investigación del grupo Woodland Trust casi la mitad de todos los bosques británicos de más de 400 años han desaparecido en los últimos 80 años y más de 600 se encuentran en grave peligro de desaparición por la construcción de nuevas infraestructuras, tendidos eléctricos o urbanizaciones.

La publicación de estos alarmantes resultados coincide con una propuesta del gobierno de ese país de adquirir varias hectáreas del bosque Two Mile Wood, en la región inglesa de Weymouth, por donde pretende hacer pasar una autopista. Como ha declarado Ed Pomfret, director de campañas del Woodland Trust,

«los bosques milenarios, algunos de los cuales tienen más de 400 años en Inglaterra, son el equivalente británico a las selvas. Son irremplazables»

En España nuestras selvas no están mucho mejor. Me refiero a los bosques maduros, los verdaderos puntos calientes de la biodiversidad natural, igualmente irreemplazables.

El abandono del monte está dando un respiro a las masas forestales, es verdad, pero también está provocando manejos industriales altamente perniciosos, la apertura de nuevas pistas para facilitar el acceso a los parques eólicos, y el resto de los problemas de desarrollo insostenible que está levantando en pie de guerra a los conservacionistas británicos pero a nosotros todavía nos resultan indiferentes.

Con la desgracia añadida del terrible impacto de los incendios forestales, nuestra lacra nacional, responsables de la pérdida en los últimos 40 años de más de seis millones de hectáreas, el 24 por ciento de la superficie forestal total de nuestro país.

Al final nuestros bosques van a menos en cantidad, pero sobre todo en calidad biológica. Y eso es un problema muy grave.

Como señala acertadamente Pomfret:

«Una vez que estos bosques hayan desaparecido, nunca más volverán a recuperarse. Son tesoros históricos».

La desaparición o degradación de nuestros bosques milenarios es comparable a la desaparición de las selvas en el Amazonas, calculada para Inglaterra en una reducción del 15 por ciento en los últimos 30 años.

Y si esto ocurre en Inglaterra, un país que ama con pasión la naturaleza y en especial a sus árboles, tiemblo pensando en el futuro que les espera a nuestros bosques ibéricos.

No sé a vosotros, pero a mi me produce dolor toda esta pérdida de nuestras selvas, sean británicas, ibéricas o amazónicas. Como le pasa a tanta gente sensible. Como incluso lo hizo público el actor Harison Ford a la pasada primavera ¿Lo recordáis?

En una campaña realizada por la ONG Conservation International contra la deforestación, el protagonista de Indiana Jones se depila el pecho frente a las cámaras como metáfora del dolor que nos puede generar la pérdida de los bosques primarios.

En el spot, el popular actor destaca que cada año desaparece en el mundo una superficie de bosque tropical del tamaño de Inglaterra, o lo que es lo mismo, una selva del tamaño de Manhattan es destruída cada cuatro horas. Y saberlo, y sentirlo, duele mucho.

Una autopista, el corredor de la muerte genética del oso

Las poblaciones de oso pardo cantábrico (Ursus arctos) están felizmente escapando de una muerte anunciada.

Hace 20 años, cuando grupos conservacionistas como FAPAS iniciaron las primeras campañas en su defensa, la situación era crítica. El espléndido plantígrado que en el siglo XIV criaba en Andalucía y Murcia, que en el siglo XIX ocupaba los montes desde Galicia a Cataluña, estaba en situación terminal. Apenas quedaban 80 ejemplares.

Ha costado muchos esfuerzos, pero al final se ha logrado invertir la tendencia. Ahora es claramente ascendente, con 160 ejemplares censados.

Reducido el impacto de los cazadores furtivos, de los lazos, de la destrucción del hábitat, el mayor problema pendiente sigue aún sin resolverse: una autopista, la AP-66 o del Huerna, comunicación vital entre Asturias y Castilla y León, se ha convertido en el corredor de la muerte genética del oso cantábrico.

Cuando se inició la construcción en 1975 de esta vía de alta capacidad nadie pensó en los plantígrados salvajes, no eran tiempos para esas sensibilidades. Y se trazó sin tener en cuenta su gran impacto medioambiental, sin pensar que al pasar por Pajares cortaban por la mitad a las poblaciones de mamíferos terrestres, el oso entre ellas.

Férreamente vallada para garantizar la seguridad vial, no hay pasos de fauna que permitan atravesarla. Se ha convertido de esta forma en un infranqueable muro de Berlín que sigue hoy en día impidiendo la comunicación entre las dos grandes familias de úrsidos:

  • Por un lado la población occidental, la mejor conservada, 130 ejemplares localizados entre Los Ancares de Lugo y la autopista de Pajares.
  • Y por otro lado la población oriental, la más amenazada, 30 ejemplares entre la autopista y las montañas de Palencia, León y Cantabria.

Aisladas entre sí desde hace 30 años por culpa de esta autopista, si ambas poblaciones no se comunican se producirá un peligroso proceso de endogamia, de empobrecimiento genético (sobre todo en la población oriental), que entre otros problemas las dejará más indefensas frente a las enfermedades.

Por suerte el muro será derribado. La Fundación Oso Pardo , apoyada por el Ministerio de Medio Ambiente, ha anunciado la creación de un pasillo verde que conectará las dos poblaciones del plantígrado en la Cordillera Cantábrica. Se harán pasos elevados sobre este denso nudo gordiano de comunicaciones (autopista, carretera nacional N-630, ferrocarril y futura línea del AVE), convenientemente reforestados para permitir la tan ansiada unión entre ambas familias.

Una actuación considerada una prioridad por la Estrategia para la Conservación del Oso Pardo Cantábrico aprobada en 1999, sobre la que, en realidad, ya se lleva algunos años trabajando; de hecho, hace dos años un oso logró pasar de un lado al otro, el primero en tres décadas.

Todavía tardaremos 10 años en lograr la ansiada reunificación familiar, pero los pasos en conservación deben ser meditados, consensuados y firmes. Hasta ahora la principal prioridad era salvar al oso de la extinción. Una vez logrado ya podemos pensar en su mejora genética.

La autopista de peaje del Huerna, principal comunicación entre Asturias y Castilla y León, aísla gravemente a las poblaciones de oso pardo cantábrico.

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