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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Récord animal: cuatro familias, 14 hijos y dos maridos en un año

Fidelidad es, según la Real Academia, sinónimo de lealtad. Lo contrario, infidelidad, es de acuerdo con la misma fuente una deslealtad: “Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien [¿Existirá mujería de bien?].

Animales sociales, nuestra especie ha vivido siempre de cabeza por culpa de este pacto afectivo basado en la promesa de ser fieles a nuestra pareja “hasta que la muerte nos separe”. Una promesa harto difícil de cumplir por mucho que la religión haya impuesto la indisolubilidad del matrimonio como santo dogma.

Cuando era inquieto niño pajarero, el cura de Ubierna (Burgos) me señalaba lo sabia que era la naturaleza, con esas cigüeñas emparejadas de por vida. Hoy sabemos lo erróneo de esta vieja leyenda rural, pues la fidelidad de las zancudas es más al nido que al cónyuge; más al piso hipotecado que a quien te ayude a pagarlo.

Otra leyenda señala a los machos como habituales promiscuos frente a las de natural fieles hembras. Y otra vez la realidad desmiente nuestros mitos. Nos lo acaban de demostrar Bellota y Pipo, una pareja extremeña de elanio azul (Elanus caeruleus). Esta pequeña rapaz, especie de cernícalo blanquiazulado de impresionantes ojos rojos, es una portentosa devoradora de ratones. El año pasado la Junta de Extremadura marcó a ambos con emisores para vigilar sus movimientos vía satélite. Sorprendentemente, en apenas un año Bellota sacó adelante 14 pollos en cuatro nidadas consecutivas sin apenas descanso. Pero no todas fueron con el mismo padre. A la tercera puesta la hembra abandonó el nido y dejó al pobre Pipo el trabajo de alimentar en solitario a sus tres jovenzuelos mientras ella se largó a un nido cercano, donde se emparejó con otro macho y crió cuatro pollos más. ¿Qué habría dicho de esto el cura de Ubierna?

En este precioso reportaje de Luis Miguel Domínguez (Avatar producciones) podéis ver sin embargo la otra cara de la moneda. Una pareja de elanios azules donde mientras la madre se mata a trabajar en casa el padre se va al gimnasio.


Podéis conocer con más detalle la historia de Bellota y Pipo en el blog Aves de Extremadura y en la página del proyecto de SEO/BirdLife sobre la migración de las aves.

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La infidelidad es hereditaria y nos viene por línea paterna


Lo afirmó hace años el zoólogo norteamericano David Barash:

“La monogamia no parece ser natural en el mundo natural”.

Daba así una justificación científica al problema de la infidelidad humana basándose en el mayoritario comportamiento polígamo de los animales. Nuevos trabajos han ido avalando la naturalidad de esta tendencia por desear a la hembra/macho del vecino, hasta el punto de concluir que apenas un 5% de los animales son monógamos, el 3 % en el caso de los mamíferos. Para nuestra especie aún no hay estadísticas concluyentes (de momento), aunque el creciente uso de pruebas genéticas está demostrando que uno de cada 25 padres podría estar criando los hijos de otro hombre.

Últimos estudios de aves profundizan en esta evidencia biológica. Un trabajo realizado por investigadores del Instituto Max Planck de Alemania revela que las hembras del diamante mandarín (Taeniopygia guttata) son infieles porque heredan unas variantes genéticas (alelos) de sus antepasados masculinos que aumentan su tendencia a la promiscuidad. Se deduce así que el gen de la infidelidad o “gen Casanova” existe y lo transmiten los machos. Lo más curioso es que los científicos han llegado a la conclusión de que en este caso la infidelidad femenina no reporta ventajas evolutivas y las hembras que incurren en adulterio lo hacen, sencillamente, porque han recibido esa predisposición natural por herencia paterna. Menos generalista, un estudio sueco echa directamente la culpa de la infidelidad masculina a un gen en concreto, el alelo 334 que tienen dos de cada cinco hombres.

Recuerda el proverbio latino que “Explicatio non petita, acusatio manifiesta” y quizá tenga algo de justificación no solicitada nuestro interés científico por encontrar reflejo en la naturaleza a nuestras debilidades. Y es que ya lo decía Freud sin que nadie se lo preguntara, “todos somos polígamos reprimidos”.

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