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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Llega a España la Bosquescuela, colegios infantiles al aire libre

Bosquescuela

Félix Rodríguez de la Fuente no fue al colegio hasta los 10 años. Su escuela fue el monte; sus profesores los pastores. La que él mismo denominó “agreste infancia” en Poza de la Sal marcó su futuro profesional, pero ante todo forjó una arrolladora personalidad de éxito: aventurera, curiosa, entusiasta.

Esta semana he estado con Francesco Tonucci, el famoso psicopedagogo y dibujante italiano empeñado en rediseñar las ciudades pensando en los niños.Niños

  • Ciudades donde los más pequeños jueguen solos en las calles y vayan también solos al colegio.
  • Ciudades con grandes parques en los que poder adentrarse sin adultos.
  • Ciudades que les permitan aprender del riesgo y la aventura de explorar el mundo por sí mismos.

En su opinión, cuanto más curiosos e independientes sean nuestros hijos, más y mejor desarrollarán sus capacidades pero, sobre todo, más felices serán.

Félix sería la demostración de lo acertado de estas teorías. Aunque seguramente más de uno dirá:

“Eso de jugar los niños en la calle o en el campo se podría hacer antes, pero ahora es imposible. Los pueden raptar o atropellar un coche”.

¿Imposible? No tanto. Precisamente también estos días se ha presentado en Cerceda (Madrid) la primera Bosquescuela de España. Educación infantil al aire libre, bilingüe y homologada, un sistema ya implantado con gran éxito en el norte de Europa.

Según un estudio de la Universidad de Heidelberg, los niños que estudian en el bosque, haga frío o calor, siguen mejor el ritmo de la clase, prestan más atención, hacen sus deberes de forma más autónoma, respetan mejor las reglas, resuelven conflictos de forma más pacífica, se expresan y argumentan mejor, son más creativos y tienen más fantasía.

No por casualidad, la promotora de esta peculiar escuela forestal es la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.

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Europa se queda sin selvas

La voz de alarma la ha dado el Reino Unido, pero la situación es igual de dramática en el resto del continente.

Según una investigación del grupo Woodland Trust casi la mitad de todos los bosques británicos de más de 400 años han desaparecido en los últimos 80 años y más de 600 se encuentran en grave peligro de desaparición por la construcción de nuevas infraestructuras, tendidos eléctricos o urbanizaciones.

La publicación de estos alarmantes resultados coincide con una propuesta del gobierno de ese país de adquirir varias hectáreas del bosque Two Mile Wood, en la región inglesa de Weymouth, por donde pretende hacer pasar una autopista. Como ha declarado Ed Pomfret, director de campañas del Woodland Trust,

«los bosques milenarios, algunos de los cuales tienen más de 400 años en Inglaterra, son el equivalente británico a las selvas. Son irremplazables»

En España nuestras selvas no están mucho mejor. Me refiero a los bosques maduros, los verdaderos puntos calientes de la biodiversidad natural, igualmente irreemplazables.

El abandono del monte está dando un respiro a las masas forestales, es verdad, pero también está provocando manejos industriales altamente perniciosos, la apertura de nuevas pistas para facilitar el acceso a los parques eólicos, y el resto de los problemas de desarrollo insostenible que está levantando en pie de guerra a los conservacionistas británicos pero a nosotros todavía nos resultan indiferentes.

Con la desgracia añadida del terrible impacto de los incendios forestales, nuestra lacra nacional, responsables de la pérdida en los últimos 40 años de más de seis millones de hectáreas, el 24 por ciento de la superficie forestal total de nuestro país.

Al final nuestros bosques van a menos en cantidad, pero sobre todo en calidad biológica. Y eso es un problema muy grave.

Como señala acertadamente Pomfret:

«Una vez que estos bosques hayan desaparecido, nunca más volverán a recuperarse. Son tesoros históricos».

La desaparición o degradación de nuestros bosques milenarios es comparable a la desaparición de las selvas en el Amazonas, calculada para Inglaterra en una reducción del 15 por ciento en los últimos 30 años.

Y si esto ocurre en Inglaterra, un país que ama con pasión la naturaleza y en especial a sus árboles, tiemblo pensando en el futuro que les espera a nuestros bosques ibéricos.

No sé a vosotros, pero a mi me produce dolor toda esta pérdida de nuestras selvas, sean británicas, ibéricas o amazónicas. Como le pasa a tanta gente sensible. Como incluso lo hizo público el actor Harison Ford a la pasada primavera ¿Lo recordáis?

En una campaña realizada por la ONG Conservation International contra la deforestación, el protagonista de Indiana Jones se depila el pecho frente a las cámaras como metáfora del dolor que nos puede generar la pérdida de los bosques primarios.

En el spot, el popular actor destaca que cada año desaparece en el mundo una superficie de bosque tropical del tamaño de Inglaterra, o lo que es lo mismo, una selva del tamaño de Manhattan es destruída cada cuatro horas. Y saberlo, y sentirlo, duele mucho.

Protegen el mayor bosque de tejos de Europa

¡Al fin una buena noticia!

El mayor bosque de tejos de Europa será declarado espacio protegido este otoño.

Así lo ha anunciado el Principado de Asturias. Porque aunque parezca increíble, la mayor tejeda europea se esconde en una recóndita sierra del oriente asturiano, en el Sueve, muy cerca de Ribadesella.

En un inaccesible rincón de estas montañas de litoral que ya miran al mar Cantábrico, apenas 80 hectáreas, duermen su sueño de la historia más de 8.000 tejos, la mayoría muy viejos, muchos de ellos milenarios. Son la última mancha relicta de unos bosques antediluvianos en permanente retirada. La última gran tejeda, salvada del hacha sólo por la incomunicación de su complicado acceso.

Una mancha forestal de impresionante belleza, pero también de asombrosa importancia ecológica.

Un ejemplo son las aves migratorias. La gran altitud y cercanía a la costa de este bosque permiten la orientación de las aves que atraviesan el mar desde el Reino Unido y encuentran aquí no sólo un punto de referencia vital, sino también un lugar donde recuperar rápidamente fuerzas tras el enorme esfuerzo realizado.

El pasado verano tuve la inmensa suerte de visitar este bosque de hadas en compañía de Ignacio Abella, el profeta de los árboles, de quien ya os he hablado, y de un grupo de arqueólogas de Atapuerca. Soy incapaz de expresar aquí las inmensas sensaciones recibidas en este punto caliente de biodiversidad, seguramente también centro emisor de buenas energías. Durante la ascensión nos acompañaron varios caballos asturcones con sus crías, tan duros y bellos como estas tierras. Una vez dentro, una espesa niebla nos cubrió de magia, ofreciéndonos una explosión de emociones en el interior de su selva húmeda, erguida sobre un duro lapiaz al que el musgo dulcificaba hasta convertirlo en un idílico paisaje más propio del Hobbit y su Tierra Media. ¡Qué maravilla!

Pero seguro que, al igual que yo, os preguntaréis todos: ¿Cómo es posible que no se haya protegido antes un santuario natural así?

Pues un paraíso de este calibre no sólo no se mimó, sino que se ha permitido su degradación. Soltando allí gamos, cuya avidez, unida a la del ganado, está acabando con los pocos brotes nuevos de tejo, condenando al bosque a su muerte por puro envejecimiento.

Pensaréis que, aunque tarde, la declaración de este singular espacio como Paisaje Protegido acabará con todas sus amenazas. Yo tengo mis dudas.

Y si no, que se lo pregunten a los gestores medioambientales asturianos, quienes antes de protegerlo ya hablan de abrir pistas de acceso a este peculiar rincón, bajo la escusa de favorecer los estudios científicos. Mal empezamos.

Aquí podéis ver algunas fotos hechas por mi el verano pasado de la tejeda del Sueve y de sus asturcones. ¿No os parece un lugar espectacular?