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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Milagro de Navidad

Hasta hace no mucho tiempo, la llegada del 31 de diciembre era motivo de honda preocupación para las gentes humildes. Como me recuerda mi suegro Leo, hombre sabio de la tradición oral leonesa,

“San Silvestre, con tu amo cabestre [acabas]. A comer en casa del amo, y a cenar en casa del diablo”.

Ante mi cara rara me lo explica paciente: “Los obreros del campo antes se ajustaban para el año, y el último día se quedaban sin trabajo”.

Por suerte los tiempos han cambiado. Y en estas fechas lo suyo es contar bellas noticias que nos recuerden el amor y la fraternidad supuestamente propios de la Navidad.

Así lo han entendido en el tabloide británico Daily Mail, donde el pasado viernes se dedicó una página completa al milagro de Lady, una burrita que tras haber estado a punto de convertirse en salami ha terminado de estrella mediática teatral. El animal había sido encontrado abandonado en una carretera del sur de Gales, desnutrido y lleno de parásitos. Se había escapado de un barco alemán que le iba a llevar directamente al matadero y de allí a una fábrica de embutidos.

Salvada de una muerte segura, fue trasladada a la Island Farm Donkey Sanctuary en Wallingford, Oxfordshire, donde fue limpiada, desinfectada y bien alimentada. Y ahora es toda una celebridad.

Su primera actuación fue en una comedia navideña organizada por una parroquia de Oxford. Y lo hizo tan bien que ya cuentan en marzo con ella para la representación de la ópera Carmen, nada menos que en la Royal Opera House londinense.

Todos están encantados con la burrita porque, a pesar de lo mucho que la hemos maltratado, no guarda rencor a nadie. Sigue comportándose dócil, delicada y amable con niños y adultos. ¿Habríamos hecho nosotros lo mismo en su lugar? Por supuesto que no. El odio y la maldad son propiedad exclusiva de la humanidad.

La “equino star” de Belén: Lady con Ruth Coyle, Rohan Clark y Andy Moore, en la fotografía de su actuación en Oxford publicada por el Daily Mail.


Perros contra envenedadores

Benditos perros. Nos dan compañía, amistad, consuelo. Nos rescatan en catástrofes. Llevan de la mano a nuestros invidentes, protegen nuestras casas, cuidan nuestros ganados. Su extraordinario olfato encuentra personas perdidas, descubre alijos de droga, advierte de la presencia de explosivos. Y ahora también salva nuestra fauna.

El equipo canino de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía especializado en la detección de cebos envenenados y sustancias tóxicas ha permitido detectar un total de 527 casos de esta práctica ilegal en el campo andaluz desde su creación en 2004. De no ser por ellos, miles de animales en peligro de extinción (águilas imperiales, linces, buitres, alimoches, quebrantahuesos) hubiesen muerto de forma atroz. También otros perros e incluso nosotros mismos.

El singular equipo antiponzoñas está integrado por 10 ejemplares de cuatro razas diferentes: perro de agua español, pastor alemán, labrador retriever y golden. Son únicos en Europa.

Gracias a su nariz prodigiosa encuentran los trozos de carne arrojados al campo por miserables personas sin escrúpulos para matar córvidos y zorros a los que acusan de comerse las perdices de SU coto de caza. Otros los ponen para vengarse de sus vecinos o de otros cazadores. Les dan igual los efectos colaterales de su imprudente acción, la posibilidad de envenenar a otras personas, el que su acción se considere un delito con penas de hasta 14 meses de prisión. Son un peligro social.

Menos mal que estos perros ayudan a las autoridades a castigarlos como se merecen.

Peligro en Castellón: perros asilvestrados sueltos

Decía mi abuela: “Unos cardan la lana y otros se llevan la fama”. La del lobo es sin duda muy mala, sobre todo entre los ganaderos. Pero muchas veces los malos de la película no son estos fieros cánidos salvajes sino sus primos urbanitas, los perros asilvestrados.

Animales abandonados en el campo por dueños sin escrúpulos y que recuperan contra su voluntad el salvajismo atávico de sus ancestros. Algunos de ellos, pertenecientes a razas peligrosas que han atacado a sus dueños y estos, en lugar de recluirlos, los sueltan en un claro acto de irresponsabilidad criminal. Como saben las gentes del campo, este tipo de perros son mucho más terribles que los propios lobos por una razón fundamental: No tienen miedo al hombre.

Un ejemplo de su fiereza lo están sufriendo a las afueras de la mismísima ciudad de Castellón, donde una peligrosa jauría de perros salvajes está provocando graves daños en las explotaciones ganaderas instaladas en las cercanías. El último ataque lo ha sufrido Juan Francisco Librán, en cuya finca entraron los perros la pasada semana, matándole 60 ovejas y dejando malheridas a otras 25. Muchas estaban preñadas, con lo que las pérdidas económicas son considerables. Días después atacaron otro corral, matando seis ovejas y dejando malherida otra.

Para tratar de capturarlos con vida, los técnicos municipales han instalado varias jaulas-trampa, y si logran atraparlos los trasladarán a las instalaciones de la protectora de animales, donde sin duda será necesario someterlos a un complejo proceso de reeducación.

Sin embargo, y según ha reconocido al periódico Levante un portavoz de la policía local, “intentaremos capturarlos con vida, incluso recurrimos a dardos anestésicos, y como último recurso empleamos nuestras armas reglamentarias”. Eso es tomarse en serio su trabajo.

Esos perros son peligrosos tanto para las personas como para otros animales, pero los auténticamente peligrosos son sus dueños. A esos habría que encerrarlos en una jaula y reeducarlos.

Un ganadero castellonense recoge algunas de las ovejas matadas la pasada semana por los perros asilvestrados. Fotografía de Vicent Gamir / Levante

Caninoterapia para ancianos en una residencia de Huesca

El perro no es tan sólo el mejor amigo del hombre. Además puede ser su enfermero e incluso su médico salvador. Muchas veces llegas a casa estresado, enfadado, deprimido, y sólo él es capaz de arrancarnos una sonrisa. La mera caricia en su lomo nos supone una inusitada recarga de vitalidad. Su mirada cómplice logra además darnos ánimos suficientes como para poder enfrentarnos a otra dura jornada al día siguiente, algo que apenas unas horas antes nos habría parecido imposible.

Pero el efecto benéfico de esta inteligente mascota llega aún más lejos. Así lo viene demostrando desde hace cinco años la Asociación Protectora de Animales y Plantas de Huesca Pronatura con su programa de terapia asistida con animales. La idea es fabulosa, pues logra un doble beneficio. Permite mejorar la calidad de vida de las personas mayores desvalidas, ofreciendo al mismo tiempo un hogar y mucho cariño a los animales abandonados.

Desde el pasado verano el novedoso tratamiento se viene desarrollando con una veintena de ancianos de una residencia de Sabiñánigo. Para ellos, la llegada de sus mascotas es el acontecimiento más importante del día, un torrente de renovador aire puro. Ante los espectaculares resultados obtenidos, sus promotores esperan poder recabar apoyos suficientes como para poder ampliar este servicio a más residencias e incluso a domicilios particulares. Ojalá lo logren.

No es sin embargo el de ellos un trabajo sencillo, improvisado. Es el resultado de la voluntariosa tarea promovida por un equipo multiprofesional de veterinarios, psicólogos, terapeutas y trabajadores sociales.

En primer lugar es necesario seleccionar y adiestrar a los animales a tan específica tarea a lo largo de al menos año y medio. Transcurrida esta etapa de instrucción, los perros son llevados varias horas al día a las residencias de ancianos para que las personas mayores se hagan cargo de ellos, los acaricien y los cuiden mediante actividades programadas de interacción. Ambos salen ganando. Pero incluso aunque no hubiera progresos significativos, la visita de un amigo paciente y cariñoso es sin duda el mayor regalo que les podemos hacer a nuestros queridos ancianos.

No más circos con animales

Me lo aseguraba mi profesora de Ciencias Naturales, Trini Gejo y tenía razón. Viendo la fotografía de un animal salvaje se puede saber si está tomada en libertad o en cautividad. Los animales cautivos tienen siempre los ojos tristes.

Desde que el hombre es hombre ha sentido una gran fascinación por doblegar la libertad de sus compañeros irracionales de la Creación. Cuanto más salvajes y peligrosos, mucho mejor. Y cuanto más domados, más ridículos, menos temibles, más méritos para su domador.

Según Wenceslao Fernández Flórez en su maravilloso libro El bosque animado, los hombres hacemos algo peor que matar a los animales. Los envilecemos.

“A un hermano mío [oso] caído en cautiverio le obligaron a tocar la pandera y a pedir limosna. Se escapó, al fin; pero estaba ya tan desmoralizado, que cuando veía a un hombre corría detrás de él con la mano extendida. Cuando murió encontramos en su cueva ocho duros en calderilla. Era una vergüenza para nosotros”.

Y donde más envilecidos viven es en el circo. Condenados a un nomadeo perpetuo de ciudad en ciudad, encarcelados en angustiosos camiones-jaula, sin más ejercicio que el de los monótonos entrenamientos. Estresados, encerrados, desubicados, solos. Y les supongo bien cuidados, bien alimentados, sin malos tratos, sin pinchos ni látigos, controlados por veterinarios expertos, queridos, mimados. Sólo les supongo.

Elefantes bailando sobre sus patas traseras, leones abriendo la boca mientras el domador introduce en ella su nariz, tigres saltando dentro de aros de fuego. ¿Para qué todo este innecesario sufrimiento? ¿Para reírnos mientras comemos una bolsa de palomitas?

Amo el circo como el que más, sin duda el mayor espectáculo del mundo. Pero cada vez somos y debemos ser más civilizados. Igual que se acabaron los tiempos de la Casa de Fieras, también se acabaron los tiempos de los animales en los circos. En Austria, Holanda, Suecia, Finlandia, Dinamarca y Suiza están prohibidos. También en Barcelona. Incluso en la India, donde Gandhi aseguraba: “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”. ¿Cómo les tratamos nosotros? Mal, muy mal.

Por no hablar del oscuro origen de muchos de estos seres, víctimas del tráfico de especies protegidas. Y no es una sospecha. El año pasado, de los 36 elefantes indios y africanos que viajaban en circo por el Reino Unido, 34 habían sido capturados en estado salvaje de forma ilegal, pasando así bruscamente de la manada a la soledad, del campo a las jaulas y los castigos.

¿Se descafeína el espectáculo, pierde interés sin ellos? En absoluto. Ahí tienen el exitoso Cirque du Soleil o el Circo Imperial Chino. Sublimes y sin fieras. Pero son todavía muchas las ciudades donde se permite este maltrato animal en aras de un espectáculo trasnochado. Nuestros incultos gobernantes incluso les dan subvenciones y todas las facilidades para mostrar a los niños hasta qué punto somos inhumanos los humanos con la fauna más noble.

De nosotros depende poner fin a esta lacra, el triste show del maltrato de animales. ¿De qué manera? Protestando ante nuestras autoridades cada vez que llegue un circo de estos a la ciudad. Educándolas a ellas y a nuestros hijos. Porque para bailar sobre dos patas ya estamos nosotros.

Una nueva familia para Griso

Hace tres meses, el Diario de Avisos de Tenerife publicó en su sección «Avisos urgentes» la fotografía de un perrito abandonado. No tenía nombre, estaba ciego y muy enfermo. Lo habían encontrado en las inmediaciones de Agua García miembros de la asociación protectora de animales ANDA-Tenerife. Llevaba varios días caído en el fondo de la excavación de una casa derruida, a modo de gigantesca trampa, sin posibilidades de escape. Coincidió además con un violento temporal de viento y lluvia que duró varias semanas. Algunos vecinos le tiraban comida, que el pobre animal localizaba torpemente entre el barro gracias a su olfato. Cuando lo rescataron estaba a punto de morir.

En el anuncio del periódico daban un teléfono para que su dueño lo recogiera, pues el animal tenía collar y nadie podía imaginarse que una persona medianamente sensible había sido capaz de abandonar a su suerte a un ser tan indefenso. Por supuesto, el dueño no apareció.

A mi amiga Eva se le saltaron las lágrimas al leerlo. No se lo pensó dos veces. Si seguían sin tener noticias del propietario, ella se comprometía a cuidarlo. Parece lógico, pero con dos niños, un marido hiperactivo y una perra de 13 años, aumentar la familia es todo un acto de valor.

Hoy he conocido a Griso, como han rebautizado al perrito, y el emocionado he sido esta vez yo. Al entrar en la casa tropecé sin darme cuenta con él, pues lógicamente no me había visto. Pero venía precioso de la peluquería, después de varios meses de duros tratamientos veterinarios, y se le veía contento. Incluso me pareció descubrir una chispa de presumida coquetería en su blanca mirada.

El mérito, lógicamente, es exclusivo de Eva. Quien por suerte para Griso, trabaja como educadora de niños ciegos.

-«Con el perro he utilizado el mismo método que con los niños y ha funcionado a las mil maravillas» -me explica mientras tomamos una infusión en el salón de su casa. «El arnés de la correa sirve perfectamente como bastón. Si le doy un tironcito hacia arriba sabe que hay escaleras y levanta las patas. Si doy una palmada y digo bajar lo entiende a la primera. Al principio fue un poco difícil, pues no conocía la casa y se chocaba con todas las cosas, pero ahora, si no te explico que es ciego no te enterarías«. Y añade a modo de complemento pedagógico: «La comida y su cesta deben estar siempre en el mismo sitio. El orden es fundamental para un ciego».

Como siempre, me gusta hacer de abogado del diablo. -¿Y no hubieses preferido otro perro mejor, de raza, sin discapacidad alguna, más joven al menos?

-«Precisamente fuimos a por él porque sabíamos que nadie lo iba a querer. Al lado tenían un precioso cachorro de Yorkshire, y la verdad es que con Griso llevamos gastado más dinero que si tuviese el mejor pedigree, pues padecía una neumonía, tenía parásitos e incluso problemas de próstata, pero le queríamos a él».

-¿Y no os habían dicho que era un joven de tan sólo dos años?

-Eso en teoría. El veterinario le calcula más de 10 años.

Eva se siente muy contenta con este nuevo miembro de la familia, quien sabedor de a quién debe agradecer su actual buena suerte no la deja ni a sol ni a sombra allí por donde va. No la puede ver con sus vacíos ojos, pero sí con el corazón, y ese no miente.