Luz, mucha luz. Colores verdes y amarillos a raudales que brillan potentes en un paisaje rural de naturaleza desbordante. Es lo primero que percibes, con fuerza inusitada, cuando te enfrentas en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid a Les Vessenots en Auvers de Vincent van Gogh. Lo pintó en 1890 a las afueras de Auvers-sur-Oise, cerca de París, y fue uno de sus últimos cuadros antes de morir con tan solo 37 años.
Mucho ha cambiado el mundo desde entonces. Tanto que el espectador se puede preguntar ¿cómo serían esos campos luminosos en la actualidad?
La respuesta no te va a gustar. Esos campos son ahora pardos, pobres. Están degradados.
Imagina un mundo sin campos
A finales de septiembre y durante tres días, HEINZ, el mayor comprador de tomates para kétchup del mundo, se unió al Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid para concienciar al gran público sobre la rápida pérdida de la salud del suelo en todo el mundo. Lo hizo con la ayuda involuntaria de Van Gogh, utilizando el arte como medio para poner el foco sobre el impacto devastador de un mundo sin campos saludables.
Del pasado al futuro pasando por el presente. Gracias a una intervención digital, la obra Les Vessenots en Auvers de Vincent van Gogh ha podido imaginarse en tres momentos. Cómo vio esos campos el autor en 1890, cómo los vería actualmente y cómo serían si los pudiera pintar dentro de medio siglo. Impresionante.
Pérdida de tierras fértiles
En una sala oscura, los visitantes descubren el supuesto cuadro pintado en el año 2074, donde la cruda realidad de un mundo sin campos saludables se muestra con un suelo agrietado y seco, carente de fertilidad, en contraste con la pintura original, que destaca por su amplia extensión de cultivos fértiles.
De allí te diriges al presente, donde nos enfrentamos a la imagen del mismo lugar pero con un suelo empobrecido, con poca vegetación y una notoria falta de setos, reflejando con ello la tasa global de degradación del suelo.
Según la ONU, el campo saludable se está degradando a un ritmo acelerado en todo el mundo. En la actualidad el 40% de las tierras fértiles del campo mundial ya se han consumido y el resto podría estar en riesgo si no actuamos cuanto antes.
El recorrido de esta peculiar exposición del Thyssen culminaba con una copia de la obra maestra original, el campo fértil en 1890. Con ella se transmite un mensaje de esperanza personificado en la abundante vegetación, presencia de agua y unos colores vibrantes y fértiles.
Apenas a 40 metros de esta sala, el cuadro auténtico sigue vibrando con luz propia, recordándonos lo mucho que hemos perdido, pero lo mucho que todavía podemos conservar para el futuro si somos mediamente inteligentes.
¿Por qué nos debe preocupar?
Porque el campo saludable nos ayuda a cultivar alimentos para nosotros y las generaciones futuras. Según la FAO, el 95% de los alimentos del mundo dependen de un campo saludable. Y cada vez hay menos.
De acuerdo con los últimos estudios científicos, sólo quedan 60 años de agricultura si continúa con la degradación del suelo. Y es algo que no podemos fabricar artificialmente.
Para que te hagas una idea, generar tres centímetros de capa superficial del suelo lleva 1.000 años. Y si las tasas actuales de degradación continúan, toda la capa superior del suelo del mundo podría desaparecer en apenas 50 años.
¿Qué tiene que ver Van Gogh con el kétchup?
Se lo he preguntado a Julieta de Laurentiis, directora de Marketing de Kraft Heinz Company en Iberia, quien reconoce que su potente empresa agroalimentaria está preocupada por esta pérdida de fertilidad del suelo y trata de revertir la situación. «Cuidamos nuestro producto desde la tierra hasta la mesa. Por eso necesitamos suelos saludables, pero actualmente están en peligro. Hay que actuar globalmente y generalizar en el campo prácticas sostenibles».
España, con Badajoz a la cabeza, es el segundo mayor productor de tomates para Kétchup Heinz en el mundo. Para mantener una buena calidad del producto necesitan suelos vivos, algo que se puede lograr implementando prácticas agrícolas sostenibles y regenerativas como rotaciones de cultivos, riego enterrado, cultivo de cobertura y reducción del exceso de arado.
Como ha anunciado Andrea Egido, marketing manager internacional de Heinz, «estas prácticas agrícolas nos permitirán conseguir nuestro objetivo de obtener el 100% de los tomates para kétchup de forma sostenible para el 2025, y reducir a cero las emisiones netas de carbono para el 2050».
La peculiar alianza de una multinacional agroalimentaria con un museo marca el camino para nuevos relatos. Así lo destaca Evelio Acevedo, director gerente del Museo Nacional Thyssen Bornemisza, quien comparte la idea de «utilizar el arte como motor para concienciar a la sociedad respecto de la sostenibilidad de nuestro planeta».
Nunca Van Gogh fue tan actual.
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