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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Descubre cómo los arqueólogos (y el paisaje) hacen hablar a las piedras de un frío páramo burgalés

Túmulo del yacimiento de La Polera, en Burgos.

Hay lugares, visitas, excursiones, que te dejan perplejo. Por lo que ves allí, pero sobre todo por lo que imaginas que hubo, tu interpretación de ese paisaje.

Me ha pasado hace unos días recorriendo el extraordinario y desconocido yacimiento arqueológico de La Polera, muy cerca del pueblecito de Ubierna y apenas a 20 kilómetros de la ciudad de Burgos. Se localiza en lo alto de un pequeño promontorio, en un desolado páramo a 1.000 metros de altitud. Salvando las distancias, podríamos decir que es el Stonehenge burgalés, aunque aquí en lugar de cultura megalítica nos encontramos con pueblos ya más avanzados de la Edad del Hierro.

En este vídeo te resumo la cata de paisaje que hice paseando por sus planicies invernales. Ya verás qué interesante [¿Te has suscrito ya a mi canal de YouTube?]

La felicidad en un páramo

Piensas que, en un lugar tan terrible, batido por los vientos y las bajas temperaturas, no puede vivir nadie. Hasta que te das de bruces con los restos de un asentamiento que acogió a más de medio millar de personas y se mantuvo vivo durante dos milenios. Hombres y mujeres a quienes te puedes imaginar felices, disfrutando las mieles de un lugar aparentemente tan osco pero que para ellos sería perfecto.

Y es que nadie renuncia a la belleza de su patria chica, sea un desierto, una selva o estos fríos páramos burgaleses. Y estoy seguro de que en La Polera, o como se llamara en esos remotos tiempos este lugar, la gente era feliz (dentro de un orden, claro).

Érase la Edad del Hierro

Este poblado amurallado e inaccesible tuvo su época de gloria hace 2.500 años de la mano de sus belicosos ganaderos pobladores, el pueblo celtibérico de los turmogos. Aunque no es más que una hipótesis, algunos investigadores identifican La Polera con la ciudad turmoga perdida de Bravum.

Lo más sorprendente del conjunto es la necrópolis tumular, fechada en la época de transición entre la Primera y la Segunda Edad del Hierro, en el transcurso de los siglos V y IV antes de Cristo. Pero ya había un asentamiento antes, en el Bronce Final, que se mantuvo activo durante la época romana altoimperial. Así que aquí la gente se sintió muy a gusto durante milenios.

Con la repoblación castellana del siglo IX es probable que el castro volviera a ocuparse. Pero poco a poco irá perdiendo entidad frente a la vecina localidad de Ubierna, fundada en el año 884 por el conde de Castilla Diego Rodríguez Porcelos, hijo del conde Rodrigo. De hecho, Ubierna es una de las villas que El Cid donó en carta de arras a su esposa Jimena.

La ciudad de los muertos

En la necrópolis de La Polera se han descubierto hasta el momento 103 enterramientos tumulares de los cuales se han excavado 74. Pero como en el mundo de los vivos, en el mundo de los muertos también había clases privilegiadas. La distribución de las tumbas indica diferencias sociales reflejadas en la existencia de diversas calidades en los agrupamientos de enterramientos y en el hecho de que los más grandes, también agrupados, se encuentran en el sector más elevado de la loma.

Las formas de los enterramientos y las cerámicas de las urnas depositadas en su interior muestran una fuerte influencia de las culturas propias del valle del Ebro, en concreto con los túmulos del bajo Aragón, las cerámicas navarras y las de la Llanada alavesa.

Estos túmulos son estructuras circulares hechas con piedras y diámetros de entre 2 y 5 metros. Los cadáveres se incineraban (eso demuestra que había leña abundante en la zona) y sus cenizas se depositaban en urnas de cerámica junto a sencillos ajuares funerarios que pertenecieron al difunto, indicativos de su modo de vida y estatus social. Así aparecen armas y objetos de adorno como cuchillos con cachas de hueso, restos de escudos, puntas de lanza, fíbulas y placas de cinturones.

Ese vaso o urna funeraria se depositaba en el centro de un círculo de piedras que posteriormente se tapaba con tierra, colocando una piedra en el centro denominada estela. Esta piedra vertical, además de señalar su localización al igual que hacen ahora las cruces de nuestros cementerios, servía como símbolo de vinculación del difunto con el mundo de los vivos. Pero también al revés, relacionaba a los vivos con ese mundo sobrenatural al que nos aferramos para tener menos miedo a la muerte.

Ubierna desde el castro de La Polera.

¿Qué hace un yacimiento como tú en un sitio como éste?

Hagamos un ejercicio de interpretación del paisaje. ¿Qué pinta este castro y su necrópolis, qué pinta este importante yacimiento de tiempos remotos, en un sitio como éste, tan frío, duro, pelado y despoblado?

Lo de despoblado será ahora, porque hace miles de años, aunque vivía infinitamente menos gente que ahora, estaban más repartidos por el territorio, aprovechando al máximo todos sus recursos naturales. Y aunque no existiese ni el teléfono, ni la tele ni internet, estaban excelentemente bien comunicados unos pueblos con otros; para bien (comerciar) o para mal (darse de palos, que también es una manera de comunicarse).

Aquí contaban con privilegios que hoy nosotros desdeñaríamos pero garantizaban una envidiable supervivencia, tan frágil en esos tiempos:

  • Lugar estratégico: El poblado prehistórico se localiza en lo alto de una potente plataforma caliza que se alza a las puertas del desfiladero abierto por el modesto río Ubierna. Al dominar las alturas, favorece la vigilancia y defensa de un inmenso territorio. Permitía por tanto alertar a la población en caso de la llegada de enemigos, que al venir de abajo siempre tendrían un acceso más lento y dificultoso. Los de arriba jugaban con ventaja.
  • Bien amurallado: Más allá de las ventajas geográficas, el recinto del poblado estaba bien defendido. En parte por unos inaccesibles paredones rocosos, en parte por murallas levantadas por sus habitantes en las zonas menos rocosas para terminar de fortificar el recinto. En algunos tramos estas murallas tienen hasta 5 metros de altura, un gran esfuerzo que demuestra la importancia que estos pueblos de la Edad del Hierro daban a este tipo de protecciones.
  • Cruce de culturas y ecosistemas: El valle que se abre a sus pies es la puerta natural que comunica el mundo cantábrico del norte con el castellano de la meseta sur , pero también con La Bureba al Este, vía de acceso al valle del Ebro y al mundo mediterráneo.
  • Buena despensa: Este páramo desarbolado es básicamente un paisaje humano. Desde la llegada de los pueblos neolíticos orientales, con su economía agrícola y sobre todo pastoril, los bosques originales han sido roturados a favor de pastos y tierras de cultivo. Lo que vemos no tiene nada que ver con lo que había antes. Solo ahora, motivado por el abandono del mundo rural, las encinas vuelven poco a poco a reconquistar estos territorios de los que fueron expulsadas hace 5.000 años.
  • Agua abundante: Y no solo la del río Ubierna, abajo en el valle. Esta zona del páramo tiene abundantes hundimientos del terreno calcáreo donde se acumulaba el agua de lluvia en pequeñas lagunas estacionales. Hoy solo queda un puñado de ellas, pero demuestra algo incuestionable, la importancia del agua para la supervivencia. Sin agua cerca no hay pueblos.

Laguna junto al yacimiento de La Polera.

La importancia de la geografía

Desde la vía natural del Pisuerga a la altura de Aguilar de Campoo, hasta el Puerto de la Brújula que da acceso a la depresión de la Bureba y al río Ebro, encontramos unas imponentes formas de relieve denominadas Las Loras, a cuyo grupo pertenece el páramo de La Polera. Más allá de su interés geológico y paisajístico, constituyen una zona de transición entre la montaña cantábrica y las tierras meseteñas de la cuenca del Duero.

Las gentes que ocuparon estas tierras durante la protohistoria podían explotar tanto los recursos ganaderos y mineros que se encontraban al norte como los recursos agrícolas de los valles castellanos. Ello explicaría la existencia de numerosos poblados en estas zonas y para esos tiempos remotos. También evidencia la ocupación intensa y prolongada de estas tierras, desde momentos campaniformes neolíticos hasta épocas medievales.

Si quieres ver más fotos de este fascinante lugar, así como información práctica sobre cómo llegar a él, te recomiendo este artículo de mi querido amigo Enrique del Rivero.

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