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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Conoce la increíble historia del pino de Garibaldi, el héroe de los dos mundos

El pino de Garibaldi, un pino piñonero cargado de historia que sigue vivo en Caprera.

¿Puede un árbol resumir las locuras humanas de un siglo de locos?

Un retorcido pino piñonero centenario es capaz de lograrlo. A sus 154 años es todavía hoy testigo vivo del extraordinario personaje que lo plantó, Giuseppe Garibaldi, centro vital de una hacienda alucinante, la «Casa Bianca«, escondida en un remoto paisaje extraordinario, la isla de Caprera, en el parque nacional de La Maddalena, al norte de Cerdeña.

Este viejísimo pino simboliza la vida romántica y aventurera de Giuseppe Garibaldi (1807-1882), el héroe de los dos mundos.

En este vídeo de mi canal en YouTube te explico su historia, que es la de todo el complejo siglo XIX. Conocemos el árbol y visitamos la tumba de quien tanto luchó por unir Italia y desunir América, recorrió con pasión el mundo, pero al final acabó enamorado de la vida rural.

Como le ocurrió al poeta canario Nicolás Estévanez, su patria más querida fue la sombra acogedora de un árbol.

Árbol monumental e histórico

Se trata de un pino es muy especial. Lo plantó Garibaldi cuando nació su última hija, Clelia, en febrero de 1867. Ese mismo día en que nace la niña planta este árbol, de acuerdo con esa antiquísima tradición por la que los padres tratamos de perpetuar la memoria del nacido dando vida a un ser vivo que nos perpetuará a los dos.

Lo plantó en la hacienda donde finalmente el guerrero encontró el descanso después de una vida que son muchas vidas. Hijo de un pescador nacido en Niza, que por entonces era ciudad italiana, primero fue marino mercante y entre otras muchas aventuras fue atacado por piratas y sufrió la guerra turco-rusa. Inflamado por la política, del Mediterráneo y el mar Negro se fue a Sudamérica para ayudar a liberar las antiguas colonias españolas y portuguesa de sus metrópolis.

Hombre paradójico, luchará por separar lo que eran los grandes países americanos y convertirlos en pequeños países. Pero también luchará en Italia para que sus pequeños países se convirtieran en un gran país, en una única gran Italia unificada.

Retrato de Garibaldi, con su famoso poncho gaucho y tocado con el gorro turco.

Aventurero y mujeriego

La suya fue una apasionante vida de peleas, aventuras y contradicciones. También de mucho sexo, pues tuvo infinidad de amantes, esposas, toda clase de escarceos amorosos y nueve hijos.

Todo eso lo hizo en los primeros 50 años de su vida. Mundialmente famoso, el revolucionario de la camisa roja era carismático y muy presumido (cuidada barba, siempre tocado con su gorro turco y famoso poncho tomado de los gauchos argentinos). Cuando en 1864 visitó Londres, miles de personas salieron a la calle a vitorearlo al grito de ¡Garibaldi forever!

Tumba de Garibaldi y su familia, en la isla de Caprera.

Un reino en miniatura

Pero después de caer herido en la batalla de Aspromonte (1862), donde luchará contra sus propios compatriotas, su mundo de aventuras se vendrá abajo. En esa batalla terrible definitivamente abandonará todos sus sueños.

Herido y humillado, Garibaldi compra y se refugia en la isla de Caprera, la isla de las cabras. Es un pequeño islote situado al norte de Cerdeña, muy cerca de Córcega. Aquí el héroe de los dos mundos, pues fue héroe para Italia pero también para América, da un giro radical a su trayectoria vital. Se retira del mundanal ruido y monta una hacienda, se hace agricultor.

En este remoto rincón del Mediterráneo pasará los últimos 25 años de su vida. Recordando su pasado, pero también pensando en ese mundo agrícola diferente, cada vez más mecanizado y moderno que él mismo experimenta con gran curiosidad. Un mundo que aspira a ser completamente autosuficiente. Llegó a tener cerca de 800 animales con los que pudo alimentar holgadamente a su familia.

En Caprera Garibaldi vivió desde 1856 hasta 1882, año de su muerte. Aquí cultivó personalmente la huerta, los olivos, el viñedo y los naranjos. Aquí, lejos del ruido de las ciudades y de la política, cerca de sus animales, siempre con el azadón en la mano, se sentía feliz.

Al final convirtió esta isla en su pequeño reino independiente. Fue aquí, en Caprera, donde Garibaldi reconoce: «Por fin soy libre». En la naturaleza, cultivando sus olivos, produciendo su aceite, su vino.

Aquí, en este lugar maravilloso que hoy es un parque nacional, Garibaldi se sintió libre.

El pino de Garibaldi.

Un canto a la libertad

Emociona ver todavía hoy este pino centenario que plantó en homenaje a su hija; a su nueva vida de agricultor. Es el último gran regalo que nos hizo a los que amamos la libertad.

Lo plantó recordando a su hija, que muere en 1959. Pero también lo plantó recordando a todos los que luchan por la libertad de la naturaleza. Porque al final en el campo, en el bosque, es donde nos sentimos verdaderamente libres. Y este viejo pino es nuestro símbolo querido de la libertad. La sombra acogedora de un árbol

Curtido en mil batallas. Después de recorrer el mundo, igual América, que Europa, África o Australia, aquí acabó el héroe de esos dos mundos. Debajo de una gran losa de granito apenas tallada. Sin cruces, porque solo creía en la libertad.

Garibaldi, todo un personaje.

Clelia Garibaldi, rodeada de niños, delante del pino que plantó su padre cuando ella nació.

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