No todos los mejillones son iguales. Los de Canarias pertenecen a una especie diferente a la típica de Galicia o el Mediterráneo. Y están prácticamente extinguidos.
En el archipiélago solo quedan poblaciones viables en unos pocos acantilados inaccesibles de la isla de Fuerteventura. Es tan raro que se conoce como mejillón majorero, a pesar de que la especie a la que pertenece (Perna perna) está presente en toda África y Sudamérica.
Desde 2004 su captura está prohibida en Canarias. Una veda tradicionalmente incumplida por muchos pescadores inconscientes que ponen en peligro su recuperación e incluso supervivencia.
Y por muchos consumidores irresponsables que se los compran cuando, como es tristemente tradicional en la isla, los furtivos pasan por casas y restaurantes ofreciendo su ilegal y sanitariamente insegura mercancía.
Te lo cuento en este nuevo videoblog de La Crónica Verde:
Cuando encuentro algunos de estos raros mejillones me entusiasmo tanto como si viera un lobo en la Sierra de la Culebra. Pero no todo el mismo piensa como yo.
Desgraciadamente, muchos sinvergüenzas los arrancan y comen como si fueran los mejillones gallegos procedentes de criaderos que se venden baratos en las pescaderías.
Imposibles de confundir
En Canarias, estos valiosos mejillones salvajes no pueden confundirse con los habituales de las pescaderías. Los majoreros son marrones en lugar de negros como los gallegos o mediterráneos.
Tampoco pueden confundirse con los que tradicionalmente ofrecen los restaurantes de Fuerteventura, grandes y de borde verdoso, pues esos, aunque te parezca increíble son mejillones congelados procedentes de Nueva Zelanda.
La lacra del furtivismo
Todos los años, la Guardia Civil sorprende a algún furtivo de mejillones. Sin ir más lejos, tan solo durante la primera semana del pasado mes de junio los agentes denunciaron a diez personas por capturar más de 200 kilos de mejillones, unos 10.000 ejemplares. Es una cifra gigantesca para una población diezmada.
No se dan cuenta (o se la dan, pero son malas personas) de que comerse estas raras joyas del mar es como comerse unas chuletillas de lince: una salvajada.
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