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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

María Sánchez, escritora y veterinaria: «Ha pesado mucho el ser de pueblo»

Charlando con María Sánchez. Foto: Pablo Montiel

El pasado XIII Congreso de Periodismo Ambiental tuve la suerte de entrevistar a María Sánchez, escritora y veterinaria de campo, nuevo talento de las letras hispanas y un referente del ecofeminismo. Si aún no has leído su Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017) o Tierra de Mujeres (Seix Barral, 2019) ya estás tardando, pues son dos auténticas maravillas.

Fue una charla alrededor de una hoguera imaginaria, la lumbre que alumbra, que nos conecta con la palabra. Un hermoso filandón o hilorio, como dirían en León y Palencia a esta costumbre tan desgraciadamente arrinconada de juntarse los vecinos al caer la tarde para contarse historias. Los orígenes del periodismo.

Puedes escuchar íntegra la entrevista en mi canal de YouTube.

A lo largo de casi una hora de intimista conversación frente a un nutrido grupo de periodistas, María destacó la importancia fundamental que tiene en la comunicación el enfoque humano, porque somos emoción, conocimiento y narrativas.

«Todos tenemos una voz», destacó la escritora. Una voz propia y exclusiva con la que contar nuestras historias. Porque todas las historias son importantes.

En el caso de las mujeres, esa voz ha sido tradicionalmente silenciada por la sociedad patriarcal. Por eso, María Sánchez, siempre tan reivindicativa y luchadora, propone que «las mujeres deben dar un paso más adelante y pasar de voz a altavoz«.

La también veterinaria trata siempre de aprovechar su popularidad para dar visibilidad a todas las mujeres del mundo rural. «Ha pesado mucho el ser de pueblo, decir que eres de pueblo. Que soy pastor, que trabajo con las manos. Ser campesino y campesina».

Un momento de la charla durante el congreso de periodismo ambiental.

María Sánchez ama a los árboles, especialmente a los que conoce desde niña: «El limonero que hay en casa de mi abuelo no es un limonero cualquiera. Ha arropado todas nuestras historias, me ha visto nacer (…) Forma parte de mi familia».

Una sorprendente confesión: el éxito de su poemario Cuaderno de campo le facilitó el acceso a unos recuerdos e historias familiares que hasta entonces le habían sido vetados. ¿Cuántas pequeñas maravillas se habrían perdido si no hubiese alcanzado esa justa fama?

Nos emocionó a todas y a todos la historia de su tatarabuela Pepa, quien antes de morir quiso ver la última extracción de corcho del alcornoque más viejo de la finca «sabiendo que ni el alcornoque ni ella estarían vivos en la próxima saca».

Foto: Pablo Montiel

La dureza del campo

También fue terriblemente conmovedor el relato que hizo de su semana acompañando a un rebaño de ovejas trashumante por Sierra Morena. «Cuando dejó de llover y vimos las estrellas ya no nos importaba nada más. Eso era la felicidad».

Esa experiencia fue muy enriquecedora, pero apenas escribió unas líneas sobre ella e hizo un par de fotos que, sin embargo, daban más información que el más prolijo de los libros. Asegura que esa observación contemplativa también es literatura. «Cuando voy al campo con los pastores estoy escribiendo aunque no lo haga con las manos».

Pellizcos literarios

Su narrativa, incluso al escribir en las redes sociales, tiene una clara intencionalidad germinadora. «Me gusta lanzar destellos a las redes, semillas (…), un pellizco de emoción».

También atesora con amor y curiosidad palabras olvidadas que guarda en una literaria almáciga: «El sitio en el huerto donde haces germinar las hortalizas, y dejas que crezcan y cojan fuerza antes de trasplantarlas definitivamente».

Entrevistador y entrevistadora intercambiando sus libros al final de una hermosa charla.

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