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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

El confinamiento playero tuvo muchas ventajas… para los bichos

Chorlitejo patinegro, una de las especies más beneficiadas por el confinamiento. Foto: Wikimedia

Poco a poco el confinamiento por culpa de la covid-19 se ha ido relajando, menos mal. Desde el primero de junio la mayoría de las personas residentes en poblaciones costeras (salvo Barcelona) pasan a la fase 2 del plan de desescalada y, por primera vez en más de dos meses, podrán acudir a bañarse y tomar el sol en las playas.

En este tiempo sin nosotros, los ecosistemas costeros se han beneficiado de una tranquilidad inédita en los últimos siglos. Para las personas ha sido un desastre, pero para la mayoría de los animales y las plantas propias de estos ecosistemas ha resultado una bendición.

Nadie pisoteando ni arrancando flores, muy poca gente pescando o mariscando, casi nada de tráfico marítimo.

En este vídeo de mi canal en YouTube te resumo lo bien que le ha venido a la fauna nuestro confinamiento.

Gracias a esta inusual tranquilidad, distintas especies marinas como delfines o ballenas se han dejado ver con más facilidad y más cerca del litoral que nunca, incluso dentro de los puertos

Aunque no estuviera previsto, este confinamiento ha supuesto una veda general en la pesca. Una parte de la flota se quedó amarrada y no había nadie pescando en la costa, lo que está permitiendo la recuperación de muchas especies en el litoral. Algo que supone un beneficio general para todos, pues muchas poblaciones con interés económico, tanto de peces como de mariscos, llevaban años sufriendo los efectos de una sobrepesca.

Menos colisiones

Esta recuperación de las poblaciones piscícolas es un beneficio que han sabido aprovechar muchos mamíferos marinos que se alimentan de esos peces, como delfines, calderones, orcas u otros animales que ahora encuentran buena pesca junto a la costa sin los peligros de molestias o atropellos con embarcaciones de todo tipo. También se ha beneficiado de ello tiburones y otros escualos.

Más pajaritos

Una de las aves a las que mejor les ha ido nuestro confinamiento es el chorlitejo patinegro. Viven e instalan sus nidos en las playas, pero por culpa de haberlas urbanizado y llenado de bañistas crían muy mal, lo que les está llevando a la extinción.

Este año, me confirman varios expertos en este pequeño pájaro, ha sido la mejor temporada de cría que recuerdan. Aunque en algunos sitios como Cataluña, también me señalan, la falta de gente facilitó que llegaran a las playas jabalíes y zorros que depredaron muchos de sus nidos.

¿Y el futuro?

Respecto al futuro tenemos un reto. Cuando volvamos a las playas, a pescar, a tomar el sol y a nadar deberíamos ser capaces de mantener toda esa riqueza que durante estos dos meses se ha ido recuperando. ¿Lo lograremos? Parece difícil.

Para empezar, los Ayuntamientos más cazurros se han puesto a «limpiar las playas» utilizando maquinaria pesada y hasta lejía. ¿Limpiar las playas? Nunca estuvieron más limpias.

Otro gran nubarrón es la nueva basura. Guantes y mascarillas empiezan a invadirlo todo.

Nos jugamos el futuro

Es fundamental que ahora que estamos viendo lo mucho que echamos de menos estos mares limpios, estos mares ricos, en el futuro busquemos el equilibrio entre el uso del espacio y mantenimiento de la biodiversidad.

Estos tiempos de zozobra y confinamiento deberían de servirnos también para la reflexión. No podemos seguir arrasando el planeta.

Como me contaba recientemente el científico del CSIC Fernando Valladares y ha recogido El Asombrario, el planeta no está en peligro, los que estamos en peligro somos nosotros. «Hay unas condiciones muy estrechitas en las que nuestra vida es posible, y aún más estrechitas en las que nuestra vida es agradable, confortable, tolerable», avisa la ciencia.

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