La enseñanza del confinamiento: necesitamos pasear

Niños caminando por el bosque. Foto: Pixabay

Primero con los niños, luego los demás, pero al final todos hemos salido en tromba y por millones hacia las zonas más verdes, camperas o ajardinadas de nuestro entorno con una única intención: respirar.

El objetivo era común. Necesitábamos poner fin a este terrible déficit de naturaleza provocado por la catástrofe de la Covid-19 y salir de nuestros espacios confinados para ver árboles, flores, pájaros, mariposas, nubes, gente.

No es algo nuevo. Siempre lo hemos necesitado. Como explico en mi último libro Natural Mente, tenemos que movernos. Nos lo pide el cuerpo y nos lo dicta el instinto natural, el sentido común y los médicos.

Somos una especie inquieta que durante más de 300.000 años fue cazadora-recolectora, de ahí nuestro éxito evolutivo. Inquieta y curiosa. Animales biofilos aunque muchas veces se nos olvide.

Caminar es una actividad innata del ser humano, apta para todas las edades. Nos permite reflexionar, pero también socializar; por eso es tan difícil mantener ese distanciamiento social aconsejado por los virólogos.

Cuánto lo estábamos echando más de menos. Y con qué ilusión hemos vuelto a pasear o correr.

Yo estoy convencido de que si algo nos va a cambiar en esta crisis sanitaria es nuestra escala de valores y el manejo del tiempo.

Vamos a caminar más. Vamos a ir con menos prisas. Vamos a valorar más el mundo rural y lo vamos a disfrutar más. Vamos a viajar menos a lo loco. Vamos a reencontrarnos con esos auténticos placeres perdidos como son, ahora lo sabemos, un paseo, una comida campestre, una charla con la familia y los amigos o una siesta a la sombra de un árbol.

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