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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

El horror en las ciudades no se limita a Halloween

Foto: Pixabay

El terror de las ciudades no se limita a un solo día, recuerda Greenpeace en la celebración de Halloween. El hiperconsumo y la movilidad urbana son ya insostenibles y están acelerando el cambio climático. Eso sí que da miedo y no los disfraces de muerto comprados en un chino.

Las ciudades han crecido en tamaño y en emisiones de gases de efecto invernadero. Las más grandes tienen un apetito voraz y consumen dos tercios de la energía mundial, generando más del 70% de las emisiones globales de CO2. 

Planeta urbano

El 70% de las ciudades ya están lidiando con los efectos del cambio climático. Más del 90% de todas las áreas urbanas son costeras, lo que pone a la mayoría de las ciudades de la Tierra en riesgo por los posibles efectos producidos por el cambio climático, como fuertes tormentas e inundaciones por el aumento del nivel del mar.

El 80% de la ciudadanía española ya vive en ciudades y las urbes se han convertido en las catedrales del consumo (de agua, energía, contaminación por transporte, productos de usar y tirar, de generación de residuos…). En 2007 se superó por primera vez el porcentaje de personas que viven en ciudades, frente al medio rural, y se espera que siga aumentando. Para 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades y, casi el 15%, en megaciudades de más de 10 millones de habitantes.

Las ciudades son la solución

Pero si nosotros somos el problema también somos la solución. Y la solución es urbana. Las ciudades deben tomar el liderazgo en la lucha contra la emergencia climática. De hecho, ya lo están haciendo las más importantes. Son ellas, somos nosotros, los que debemos impulsar el cambio.

Una mejor gestión de la movilidad, los residuos, la alimentación o la energía, entre otras, pueden ser una de las soluciones al cambio climático, recuerda Celia Ojeda, responsable del programa de consumo de Greenpeace.

La alternativa está en generar ciudades sostenibles, que ofrecen calidad de vida, salud y bienestar a sus habitantes, sin poner en riesgo sus recursos naturales.

Lo que nuestras ciudades hacen individualmente, y al unísono, para abordar el cambio climático, puede establecer la agenda pública para las comunidades y los gobiernos.

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