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¿Pueden los abrazos protegernos de los virus?

Mala época para nuestra salud. En las últimas semanas, no dejamos de escuchar que aumentan los casos de bronquiolitis en niños, gripes en adultos y demás virus respiratorios en la población general.

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Ya conocemos las medidas higiénicas para prevenir contraer estas enfermedades, pero también hay factores psicológicos que nos protegen o nos ayudan a recuperarnos más rápido

Según diversos estudios, los abrazos, el contacto físico o el apoyo social son protectores de la salud física y mental de los seres humanos; nos hacen menos propensos a ser infectados por el virus de la gripe, por ejemplo, o aceleran la recuperación en 2/3 de los casos de personas ya enfermas.

Gracias al contacto físico (por una persona de confianza), sentimos a nivel psicológico una gran sensación de intimidad y afecto por parte de la otra persona, lo cuál impacta de forma muy positiva sobre nuestro organismo:

«Hemos corroborado que la percepción del apoyo social es igualmente eficaz para la protección de las infecciones, debido a que nos protege de la susceptibilidad a la infección inducida por el estrés. De la misma forma, recibir abrazos podría, en parte, explicar esos sentimientos de apoyo y amparo, y de esta manera proteger a una persona contra una infección».

Ya se conocía que nuestro sistema inmune tiene mayores dificultades a la hora de combatir un virus cuando nos sentimos estresados (cuando el cortisol está presente). Además de que aquellos que cuentan con un mayor apoyo social están más protegidos contra los efectos nocivos del estrés, la depresión y la ansiedad, por tanto, los resultados tienen mucho sentido.

Además del lavado de manos, recuerda no abandonar tu vida social y darnos muchos mimos!

 

*Referencia:

Cohen S, Janicki-Deverts D, Turner RB, Doyle WJ. Does hugging provide stress-buffering social support? A study of susceptibility to upper respiratory infection and illness. Psychol Sci. 2015

#ComunicacionNoVerbal Reaparece un Putin asombrosamente debilitado

Últimamente la comunicación no verbal del líder ruso, Vladimir Putin, ha sido extraña. Desde que comenzara su guerra con Ucrania no han cesado los rumores sobre un posible problema de salud y en su última aparición pública parece que aumenta esta hipótesis por sus inusuales gestos.

Vladimir Putin siempre ha estado muy interesado en lo que se proyecta sobre su apariencia, controlando al más mínimo detalle que todo en él sea energía, fuerza, vitalidad y masculinidad.

Pero hay elementos de nuestro cuerpo que no se pueden controlar a voluntad y algunos medios de gran relevancia internacional, como The Telegraph o The Sun, ya han publicado, contando con la opinión de médicos expertos, las señales físicas de que Putin podría padecer una grave enfermedad.

Destacando por ejemplo sus cojeras ocasionales, su rostro notablemente hinchado como posible consecuencia de una fuerte medicación o el uso de las exageradas distancias con otros líderes políticos por el miedo a contagiarse dada la deficiencia de su sistema inmune.

Pero además, en el último vídeo saltaron todas las alarmas porque, a pesar de estar sentado en una mesa de reunión con su ministro de Defensa, de inmediato todos pudimos detectar que sus piernas estaban en constante movimiento y parecía experimentar algún tipo de incomodidad o dolor mientras se agarraba literalmente a la mesa durante al menos un cuarto de hora.

Desde el punto de vista de la comunicación no verbal, esta postura corporal es del todo poco habitual, si fuera un gesto que se realiza durante pocos segundos o escasos minutos podría suponer cierta incomodidad, estrés, ansiedad, contención, desagrado… Todo dependería del contexto y del contenido de la conversación.

Pero lo curioso es lo que ese gesto perdura estático en el tiempo, es muchísimo para que signifique algo de lo anteriormente expuesto, realmente da la sensación de que se está sujetando…

Tampoco parece que sea nerviosismo o simplemente una postura rígida inconsciente, recordemos que Putin está altamente entrenado en el manejo del lenguaje corporal por su pasado en la KGB, donde este aspecto del comportamiento era prioritario en la fase de adiestramiento militar.

Desde luego, estas imágenes solo refuerzan los rumores sobre su comentado estado de salud y más que demostrar su fortaleza y autoridad parece que ha conseguido el efecto contrario dejando en evidencia sus propias debilidades.

Seguiremos observando…

¿Por qué hay un ambiente festivo en plena pandemia?

Cuando estamos viendo una película de terror agazapados en el sofá y percibimos que se acerca ‘el susto’, cerramos los ojos, es lo único que tenemos que hacer para no sentir miedo, podemos escuchar el estruendo o el grito desgarrador de la actriz, pero no nos estremecemos si no vemos lo que ocurre en la pantalla.

Fotografía EFE / SALAS

Fotografía EFE / SALAS

Este mecanismo es adaptativo, ya que el estímulo que nos asusta en el cine no es real, pero no mirar y no sentir miedo ante situaciones auténticas puede hacer que adoptemos decisiones muy arriesgadas para nuestra propia supervivencia, porque el peligro sigue ahí, delante de nosotros, no desaparece, a pesar de que apartemos la mirada.

Ignorancia, ceguera, desinformación y falta de conciencia global.

Los 4 jinetes del apocalipsis que se han adueñado del período del estado de alarma y del inicio de la desescalada tras el confinamiento.

La mejor defensa, no solo para afrontar una pandemia mundial sino para todo en la vida, sin duda, es la información. La única que nos puede mostrar qué alcance tiene lo que estamos viviendo, qué herramientas y estrategias debo adoptar para superarla, qué decisiones son las más acertadas.

Más de 25.000 muertos en nuestro país. Hemos atravesado una epidemia muy grave, con unas consecuencias devastadoras, entre aplausos, risas, música en los balcones, anécdotas bonitas, actos solidarios, juegos entre vecinos, con humor y memes en redes sociales. Proyectar todo el tiempo esa imagen no corresponde.

No lo desprecio, ni lo rechazo por supuesto, fue necesario, mejoró nuestra adaptación, ayudó a muchísimas personas que sufrían por estrés o soledad, pero esta actitud positiva, festiva, no nos puede arrastrar a una fantasía, debemos relativizar e incluso desdramatizar lo vivido pero no podemos frivolizar y perder el contacto con la realidad, sobre todo, porque esto nos pone en riesgo, que es lo que está ocurriendo ahora.

¿Cómo vamos a cumplir las nuevas normas? ¿Cómo vamos a respetar los horarios que corresponden? ¿Cómo cumplimos con las medidas de protección y prevención del contagio? 

Lo visto en medios de comunicación era parcial, con una tragedia blanqueada, como una película de terror sin sustos, ni malos, ni víctimas.

Nadie ha visto morgues, ni el sufrimiento de las familias de pacientes enfermos o de fallecidos, sin despedidas, ni funerales, nadie ha visto los hospitales, ni los casos de las personas que fueron despedidas de sus trabajos, o empresarios que tuvieron que cerrar sus negocios. No ha habido luto, ni banderas a media asta, ni crespones negros.

No se trata de dar un espectáculo televisivo, de morbo sin escrúpulos ni respeto, pero sí del derecho a la información completa, veraz, a la toma de conciencia, porque por desgracia, el ser humano no aprende por experiencia ajena, a pesar de internet, de redes sociales, de un mundo conectado.

No creemos en lo que no vemos.

Según los estudios, de hecho, el cerebro humano procesa de manera más rápida y eficaz los estímulos emocionales en situaciones de peligro. Nuestra atención, nuestro aprendizaje, nuestra memoria, todo se asienta en la carga emocional, y no la hemos tenido, porque solo hemos oído hablar de números, curvas y picos. Datos, lógica, gráficas, estudios, no vimos caras, dolor, tristeza, duelo, pérdida, pánico.

La desinformación y la controversia tienen consecuencias nefastas. No nos han dejado concienciarnos, no hemos visto el peligro, y ahora retratamos la irresponsabilidad, toca salir en banda, viajar a una segunda residencia, deportistas en grupo, no respetar los horarios, incluso botellones en la calle.

Son las consecuencias, ojo, esperables aunque no justificables. Tenemos el derecho a que nos protejan, pero, también la responsabilidad personal de contribuir a la solución, sin la inmunidad del rebaño. A pesar de todo tenemos un deber cívico que cumplir y anteponer un bien común frente a las actitudes egoístas.

 

La risa de Joker, ¿enfermedad real o solo ficción?

La verdad es que el análisis de esta obra maestra en la que se ha convertido la película de ‘Joker‘ da para mucho. Desde el punto de vista psicológico, ya analizamos la relación entre el actor Joaquin Phoenix con el personaje de Joker y cómo el lenguaje corporal y muchos de los rasgos de la personalidad del actor sirvieron como un magistral hilo conductor durante todo la interpretación.

Arthur Fleck (Joker es su nombre ‘artístico’) padece algún tipo de enfermedad mental que no se especifica durante la historia cinematográfica. La sintomatología que representa consiste en una risa impulsiva y explosiva en los momentos más inoportunos, presumiblemente aparece con mayor frecuencia cuando se encuentra en situaciones de tensión.

La carcajada no es producto de la emoción de alegría, se puede apreciar la tristeza y el sufrimiento en el rostro del actor que padece cada vez que sobreviene la incontrolable risa.

Tal y como se representa el cuadro médico en el personaje sí que se puede corresponder con una serie de condiciones clínicas reales, por ejemplo con una crisis de epilepsia gelástica, ya que el síntoma principal es una risa hueca o vacía e involuntaria que se incrementa con el estrés; normalmente está provocada por un tumor en el hipotálamo, lóbulo frontal o temporal.

Además, estos pacientes también sienten confusión entre el placer y el dolor y presentan problemas en el aprendizaje, la memoria y trastornos del comportamiento, sobre todo en etapas adolescentes. A priori pudiera parecer una afectación emocional o con las características del trastorno del espectro autista, por lo tanto, esto último puede retrasar el diagnóstico certero. El único tratamiento posible sería el control de las convulsiones focales mediante medicación específica, y de una manera más definitiva, aunque arriesgada, la cirugía.

La realidad siempre supera o, al menos, iguala a la ficción 🙂