Los que me seguís sabéis de sobra que hay un blog que me encanta: el de Amalia Arce, la mamá reciente pediatra.
Me parece muy didáctico, suelo coincidir con sus puntos de vista y me gustan sus anécdotas profesionales.
Su último post no tiene nada que ver con su producción previa. Se titula Me fastidia bastante y me voy a permitir reproducir gran parte aquí (espero que no te importe Amalia)
Me fastidia bastante leer incluso en blogs «amigos» como la gente despotrica de sus pediatras.
Me fastidia bastante oír comentarios que vienen a decir que las visitas al pediatra no sirven para nada.
Me fastidia saber que en la calle la gente piensa que de alimentación, sueño u otros temas de puericultura los pediatras no tenemos ni idea. Casualmente de los temas de los que sabe todo el mundo.
Me fastidia y me dan hasta ganas de cerrar el blog.
No me voy a poner a defender a cada uno de los pediatras que ejercen en nuestro medio. Es verdad que hay algunos para echarles de comer aparte, pero son una minoría. En cambio en las opiniones vertidas a lo loco se generaliza. Como cuando se dice que todos los taxistas conducen mal o que todos los fontaneros son unos chapuceros.
La formación de un pediatra es larga y dura. Comprende muchas jornadas de formación. Lees y estudias mucho y ves muchos niños acompañado antes de volar. Además es una profesión que suele tener un carácter vocacional intenso (como la mayoría de especialidades médicas). Y no es ni de lejos un trabajo bien remunerado para la dedicación que exige.
Yo he criticado a veces a algunos pediatras en mi blog Amalia, aunque sé que no es a este blog al que te refieres en tu post. Y me gustaría contestarte. Pensé hacerlo en los comentarios. Pero he decidido hacerlo aquí.
Lo primero es pedirte que no cierres el blog. Me encantaría seguir leyéndote y aprendiendo contigo.
Pero me llama muchísimo la atención que te fastidie que critiquen a los pediatras por definición. Entendería que te fastidiara que se critiquen sin razón, que se critique equivocadamente. Pero cuando las críticas tienen razón de ser no debería haber nada que objetar.
Afortunadamente todo puede ser objeto de crítica. También toda profesión. Los policías, los periodistas, los fontaneros, los taxistas, los políticos o los reyes, todos pueden (y deben) ser criticados cuando meten la pata. Faltaría más. Y claro que meten la pata.
Lo de que la sanidad sea gratis no acabo de verlo como argumento para no criticar a los pediatras, lo siento (para entender ésto hay que leer su post entero).
Creo que sentirse parte de un colectivo puede estar muy bien. Pero hasta cierto punto.
Si alguien dice que todos los pediatras son unos ineptos o que no valen para nada, directamente el que habla es memo.
Mi pediatra, por ejemplo, es una joya. Su único punto débil es que está constantemente pegándose con el ordenador.
La pediatra que me atendió en el hospital cuando nació Julia era fantástica. Charlamos un poco y me contaba que creía que muchas veces los pediatras se metían dónde no les llamaban.
Y sinceramente creo que tú eres una buena profesional.
Pero estoy harta de escuchar a gente contarme consejos y actuaciones de pediatras que son claramente erróneos. En algún caso directamente disparatados.
Y no suelen ser actuaciones médicas, sino consejos relacionados con la lactancia, el sueño y la alimentación.
¿A cuento de qué, sin pedir su opinión, hay uno que ordena literalmente sacar al niño de la habitación de los padres a los tres meses? ¿Qué sentido tiene otro que conozco y que a la primera de cambio está endosando «ayudas» de leche artificial a niños perfectamente criados a teta?
Estoy convencida de que en la mayoría de casos como esos no responden a mala fe, sino que sencillamente van a piñón fijo, no se reciclan o pasan de complicarse la existencia.
También es cierto que conozco familias eternamente insatisfechas, con un baile constante de pediatras que no comprendo. O realmente han tenido mucha mala suerte o tal vez deberían examinar su percepción y expectativas.
Pero realmente lo que me parece más triste es que parezca que que haya dos bandos, el de los pediatras y el de las madres informadas y activas en temas como la alimentación o la lactancia materna.
Eso sí que es triste. Eso sí que me fastidia bastante a mí, porque los que salen perdiendo son los niños.
Tengo claro que cualquier pediatra sabe muchísimo más que yo y que yo puedo aprender mucho de ellos.
Cualquier padre reciente con sentido común piensa así.
Y no es imposible que un pediatra pueda aprender un par de cosas de las madres, si es que está dispuesto a escucharlas con respeto y sin usar su profesión a modo de pedestal.
Pero no sé si todos los pediatras con sentido común se dan cuenta.