No escucho a Javier Cárdenas. No por nada. Simplemente no lo hago. Pero sí que he estado oyendo la conclusión de su programa diario después del aviso de Estela Jisela por Twitter.
Sorprende escuchar en @cardenaseuropa q se insinue q el autismo es x las vacunas en un medio tan mediático. @madrereciente @malasmadres
— Estela Jisela (@JISalamarcha) 7 de junio de 2017
Así que he buscado su programa y me he puesto los últimos minutos, en los que reflexiona lo siguiente (la transcripción, literal, es mía):
“Una reflexión más que interesante, sobre todo a los que nos toca de cerca. Ya lo dijo incluso Obama, el autismo se ha convertido en una epidemia. Para que veas hasta qué punto algo se está haciendo mal. Seguro. Desde un punto de vista de vacunas, como muchos sostienen esta teoría y es una teoría apoyada en hechos importantes; que tienen metales pesados que los niños no saben absorber, que sus cuerpos no saben absorber. O por la razón que sea. Pero en Estados Unidos han aumentado un 78% en los últimos diez años. ¡Un casi 80% de los casos de autismo! Y obviamente no han aumentado de casualidad”.
A continuación se escucha un corte con audio latino que da el dato del incremento, especialmente en las comunidades afroamericana y latina. Incremento no necesariamente en el número de casos, sino en su localización y diagnóstico. Y sigue hablando.
“¿Hay que esperar mucho más para actuar? ¿Para investigar y para comparar? Por mucho que sean lobbies enormes, ¿qué pasa con las vacunas por ejemplo? Porque a la mayor parte de niños les ocurre siendo muy pequeñitos. Es decir, nacen, son como otros niños, totalmente normal, y cuando pasa el tiempo, sobre todo una gran parte de ellos a raíz de las primeras vacunas, comienza ese calvario para tantas familias. Te lo dice alguien que le ha tocado muy de cerca, muy, muy de cerca. Así que algo está ocurriendo pero que no es casualidad. No entiendo como no se investiga de forma realmente… Es decir se sabe el dato, pero se está como dejando, como dejando. Y no se puede permitir. Es una epidemia lo que está ocurriendo. Ya no en Estados Unidos. En nuestro país. Como aumenta de una forma tremenda. Hay asociaciones que se dejan la vida por ayudar a personas con autismo. Tremendo, de verdad”.
Vayan por delante todos mis ánimos Javier (permite que te tutee, es lo que he visto que tú sueles hacer y lo hago con respeto). Es complicado cabalgar a lomos del dragón azul del autismo, es cierto. Aunque también se puede ser feliz y disfrutar de la vida durante el viaje. Cuentas con mi respeto dado que amas a alguien con autismo, dado que te preocupas por él. Parece que eso lo tenemos en común.
Es cierto que hay asociaciones que se dejan la vida por ayudar a personas con TEA. Es también cierto que toda investigación es poca, que todo lo que se pueda avanzar es bienvenido. Es un camino lleno de oscuridad, en el que nadie te lleva de la mano, en el que se sientes huérfano de ayuda médica. Y en el que corres el riesgo por tanto de equivocarte de antorcha, aferrándote a una que ilumina y te hace avanzar por terrenos peligrosos que en nada van a ayudar a las personas con autismo y pueden perjudicarnos a todos.
Las vacunas no causan el autismo. Es un falso mito descartado hace muchos años. Te invito a que te informes, a que tus reflexiones en un medio con tanta audiencia se apoyen en evidencias científicas reales y actuales, por la responsabilidad que tienes, que tenemos. En tu caso la responsabilidad es mucha, tanta como el número de tus oyentes. Y se agradecería sobremanera escuchar en tu programa la historia de Wakefield y una defensa de la necesidad de vacunar a nuestros niños.
Las vacunas salvan vidas. Estamos aún lejos de conocer los desencadenantes del autismo, pero sabemos que las vacunas no lo son. Y no es algo que diga yo.
Así de bien lo explica (y enlaza) el periodista especializado en ciencia y biólogo Javier Yanes:
(iStock)
La idea de que existe un rápido crecimiento de los casos de TEA puede ser tan solo una interpretación simplista de los datos. La biblia del diagnóstico psiquiátrico, el DSM, incluyó por primera vez el autismo en 1980; hasta entonces no existía una separación de la esquizofrenia. Desde aquella definición a la actual de TEA se han ampliado enormemente los criterios, de modo que hoy entran en el diagnóstico de TEA muchos casos que no encajaban en el de “autismo infantil” de 1980. Ante los gráficos presentados por ciertas fuentes, en los que parece reflejarse un crecimiento brutal de los casos de TEA en el último par de décadas, algunos investigadores han dejado de lado el titular sensacionalista y han entrado a analizar los datos. Y entonces, la cosa cambia: aunque podría existir un pequeño aumento en el número de casos, la mayor parte de lo que algunos presentan como una explosión de casos se debe realmente al cambio de los criterios diagnósticos.
Como no podía ser de otra manera; en general, los defensores de la “explosión” de casos suelen estar guiados por el interés de colocar a continuación su idea de que el autismo está causado por su obsesión favorita.
Claro que esa obsesión favorita puede traducirse en el motivo más viejo de la humanidad. La idea del vínculo entre vacunas y autismo fue un “fraude elaborado” creado por un tipo llamado Andrew Wakefield, exmédico. Su licencia fue revocada después de descubrirse que su estudio era falso. Posteriormente, una investigación de la revista British Medical Journal reveló (artículos originales aquí, aquí y aquí) que Wakefield había recibido para su estudio una suma de 674.000 dólares de una oficina de abogados que estaba preparando un litigio contra los fabricantes de vacunas. Al mismo tiempo se descubrió que Wakefield preparaba un test diagnóstico de su nuevo síndrome con el que planeaba facturar 43 millones de dólares.
Habrá que repetirlo las veces que sea necesario: no existe ni ha existido jamás ningún vínculo entre vacunas y autismo. La idea procede en su totalidad de un estudio falso fabricado por un médico corrupto. Más de 100 estudios y metaestudios han concluido que no existe absolutamente ninguna relación entre vacunas y autismo.
Esto es lo que no es. En cuanto a lo que es: hoy no hay pruebas para sostener otra hipótesis diferente a que los TEA tienen un origen genético complejo debido a variantes génicas no necesariamente presentes en los genomas parentales, y que el riesgo podría aumentar con la edad del padre y tal vez de la madre (lo cual no es diferente a lo que tradicionalmente se ha asociado con otros trastornos, como el síndrome de Down). No se puede negar una posible modulación del nivel de riesgo genético por causas externas ambientales, pero hasta ahora no hay pruebas sólidas de la influencia de ninguno de estos factores. Esto es lo que hay, y lo demás es propaganda.
Y aquí tienes un vídeo divulgativo en la misma línea de la divulgadora, farmacéutica, nutricionista y óptica Marián García, Boticaria García.
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