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Sé que leer cuesta, sé que aprender a leer no es fácil

Sé que cuesta Julia, sé que leer no es fácil. Si lo fuera, no seríamos el único animal sobre la tierra capaz de hacerlo. Si lo fuera, el hombre no hubiera tardado tantos miles de años en lograrlo. Si lo fuera, hoy en día todos en el mundo leeríamos, y aún hay muchos millones de personas que cuando miran algo escrito solo ven manchitas sin sentido.

Sé que leer es difícil. Es difícil… hasta que se convierte en muy fácil. De repente, un día, se produce una magia maravillosa, un clic que hace que tu cerebro vea las letras que forman sílabas, las sílabas que forman palabras, las palabras que forman frases, las frases que forman historias, y, sin esfuerzo ninguno, las interprete, las lea de corrido y entendiéndolo bien todo.
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Con algunos niños esa magia tiene lugar antes, con otros después. Es verdad que algunos, como tu hermano Jaime, tal vez nunca lo consigan. Pero tú lo lograrás enseguida. Tú ya lees, en mayúsculas y en minúsculas, tienes que concentrarte y recorrer ese camino por el que primero ves letras, que forman sílabas, luego las sílabas que forman palabras, y, por último, las palabras que forman frases e historias. A veces necesitas ayuda, a veces titubeas, confundes alguna letra o te imaginas lo que pone en lugar de leer lo que pone y no aciertas. Sé que cuesta, que leer no es fácil. ¿Ya te había dicho eso, verdad? Pero esa chispa mágica está a puntito de suceder, esa que hará que leer sea sencillo, que no cueste. Lo veo.

Pero para que se produzca esa magia es preciso que sigas leyendo todos los días, aunque ahora cueste, aunque aún no resulte fácil, pese a que sea más divertido y sencillo escuchar a mamá o a papá leyéndote los cuentos que te gustan, pese a que veas que otros niños lo hacen mejor y te desanimes un poco. No me dices nada, pero yo lo noto. Y es normal. ¿Recuerdas a Harry Potter? Has visto las películas y te he leído el primero de sus libros. Era un gran mago, pero tuvo que ir a muchas clases, estudiar mucho en Hogwarts y practicar un montón para conseguirlo.

Mientras llega ese clic mágico yo te prometo que seguiré ayudándote, que buscaremos los momentos que más te apetezca para leer, que elegiremos los cuentos más chulos, sobre todo que haré lo que esté en mi mano para mostrarte lo divertida y útil que es la lectura, que para nada es una obligación aburrida; y también que jamás te compararé con otros niños para los que leer ha sido fácil mucho antes, simplemente me alegraré sinceramente por ellos.

Porque aunque es guay que esa magia se produzca con tres o cuatro años, pero lo importante no es ser el primero en leer con fluidez, lo realmente importante es seguir leyendo toda la vida, seguir pasándolo bien con los libros, aprendiendo de ellos, incluso escribiéndolos si tienes mundos propios que compartir con los demás, cuando seas mayor, te falte el tiempo y flaqueen las ganas.

Leer toda la vida y disfrutar con ello es probablemente la magia más grande al alcance de nuestra mano.

‘Dune’, de Frank Herbert, ha cumplido cincuenta años en buena forma #Unoalmes

Hace cosa de un mes, puede que algo más, una de mis mejores amigas, a la que tengo la enorme suerte de conservar desde el colegio, encontró una serie dibujos que ambas hacíamos con catorce o quince años de los libros que leíamos por entonces. Hay escenas de El clan del oso cavernario, de Flores en el ático y de Dune.

Como no tengo vergüenza, os dejo un par de ellos. Está claro que mi camino no era el de ilustradora.

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Los había olvidado completamente hasta que ella me los mostró, pero fue verlos y retroceder veinticinco años. Y fue verlos y apetecerme leer de nuevo la novela de ciencia ficción de Frank Herbert para traerla al blog en la recomendación literaria que hago siempre a final de mes junto con otros blogs y con el hashtag #Unoalmes. Los otros libros no me ha dado por revisitarlos; puede que de adolescente los disfrutara, pero los recuerdo lo suficientemente bien como para tener claro que con una vez basta.

Uno de los motivos por los que quería volver a Arrakis, es que de Dune tenía muchas lagunas. Recordaba las líneas generales, pero la estructura y detalles de la historia se escurrían como arena entre los dedos. No deja de ser curioso, teniendo en cuenta que ese mundo de arena fue una de las influencias de Galatea.

Primera casualidad que me encontré: justo este año se cumplen cinco décadas de su publicación. Medio siglo de un libro que siendo uno de los títulos imprescindibles del género.

Por aquello de sacar más provecho a una relectura, decidí atacar Dune en inglés esta vez, así que mi velocidad leyendo se ha reducido considerablemente.

Más casualidades, lo acabé justo un día antes de visitar la duna de Pilat, la más alta de Europa con más de cien metros.

Sé que no viene a cuento, pero es una excursión estupenda con niños si se anda por aquella zona de Francia. Está cerca del pueblo de playa de Arcachon, a poca distancia de Burdeos. Subirla cuesta un poco, pero bajarla es dicertidísimo. Se nos pasaron dos horas volando. El paisaje y el entorno natural son muy hermosos.

Os dejo tres fotos en las que se ve la duna, en una de ellas está Jaime bajando al asalto como un auténtico fremen.

Os tengo que confesar que mi reencuentro con Dune ha sido agridulce. No me ha deslumbrado como en mi adolescencia, algo que entraba dentro de lo que era razonable esperar. La historia no me ha atrapado del todo y todo aquel universo de guerreros de arena, política feudal planetaria, drogas iluminadoras, profecías mesiánicas y expertos en el control de la mente sobre el cuerpo me ha dejado algo fría. El estilo de Frank Herbert me ha parecido demasiado ampuloso, aunque eso lo digo con la boca pequeña porque también puede deberse a mi nivel de inglés.

Pero también quiero que me entendáis, pese a todo sigo creyendo que Dune es un libro maravilloso y recomendable, un hito de la ciencia ficción que no por nada se llevó el premio Hugo y el Nebula.

Pese al tema mesiánico, que cuando se publicó en 1965 no tanto, pero ahora está trilladísimo, y al paso de la niñez a la edad adulta del héroe predestinado, que no lo está menos, el libro sigue siendo original, plagado de personajes interesantes, con un mundo complejo y diferente que bebe de muchas fuentes y capaz de formar en nuestro interior imágenes poderosas. Un mundo en el que, como el sistema feudal que le inspira y la época en la que fue escrito, está dominado por los hombres.

El presciente Paul Atreides es un protagonista que no se olvida, igual que las Bene Gesserit con su selección genética y su cuidado adiestramiento y autocontrol y el extremo mundo de Arrakis, un desierto terrible en el que el agua es un tesoro y en el que es preciso llevar unos trajes especiales que reciclan los fluidos de su portador. Y el libro está salpicado de reflexiones aprovechables, sobre el amor, la ecología, la lealtad, el poder o la responsabilidad.

Se nota el interés del autor, que pasó sus ultimos veinte años con su familia en una granja autoabasteciéndose, por la psicología y la ecología.

Soy de las que cree que hay libros que tienen una época personal para ser disfrutados, y tal vez el de Herbert sea uno de ellos. Otra forma de decirlo es que el problema de que no me haya entusiasmado como hace años no ha sido de la novela, sino mío, que soy veinticinco años mas vieja y mas escéptica, con muchas más lecturas a cuestas.

¿A quiénes gustaría más? Imagino que sobre todo a lectores jóvenes y/o interesados por la ciencia ficción, aunque puede sorprender y hacer soñar a cualquiera.
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De Dune hay cuatro novelas más ambientadas en este universo escritas por Herbert, y algunas más por otros. Yo me limité a leer los tres primeros libros de la saga, pero se puede leer el primero, que es sin duda el mejor, sin necesidad de otros. También hay una película de David Lynch con un reparto espectacular que yo vi años después de leer el libro y que me decepcionó bastante y una miniserie de hace 15 años a la que no he echado el ojo.
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Mantengo la nueva costumbre que inicié de sumarme a otros blogs para recomendar uno de los libros que he leído este mes. Estáis todos invitados a participar con vuestros blogs y redes sociales. El hashtag es #Unoalmes.

 

Nuestros diez cuentos infantiles favoritos

jaimeleyendoEsta semana esto y escribiendo mucho de libros, de leer, de cuentos… Es lo que corresponde en torno al 23 de abril, el día del libro. Una jornada estupenda para acercarse con nuestros niños a una librería o a una biblioteca para recorrer los estantes en busca de un nuevo tesoro que llevarnos a casa.

Desde qué son bebés Jaime y Julia han estado rodeados de libros, nuestros y suyos. Espero que vernos leer y bañarles en letras sirva para que crezcan disfrutando de la lectura, encontrando en ella un refugio.

Os voy a contar algo curioso. Jaime por su autismo no tiene interés en los juguetes. Haciendo memoria lo cierto es que nunca lo tuvo, incluso cuando era bebé y parecía evolucionar bien, repitiendo palabras y gestos, antes de perder esas capacidades en torno al año y medio. Lo único que siempre le gustó fueron los cuentos. Pasaba las hijas concentrado en los dibujos, feliz. Siguen gustándole. Y no sólo los cuentos, también los álbumes de fotos. En la imagen podéis verle la pasada primavera sentado tranquilamente en una librería, viendo un cuento tras otro.

Sus cuentos favoritos cuando era pequeño eran Todos los besos y Todos los bebés, unos cuentos que su padre y yo nos aprendimos y aún recordamos. Sobre todo el segundo: «el bebé león, es un campeón. El bebé avestruz, del sol ama su luz». Los destrozó de tanto verlos pese a ser bastante resistentes. No importa, no creo que haya mejor destino para un libro de bebé que caer en el campo de batalla de animar a la lectura, mucho mejor que permanecer intacto y olvidado en una estantería.

Para conmemorar el día de hoy he hecho una recopilación con los cuentos infantiles favoritos en casa, nuestros imprescindibles. Los cuentos que más han gustado a Julia y a Jaime, los que siempre quieren, los que se saben de memoria y los primeros en emocionarles hasta las lágrimas.

El primero va a ser ese Todos los bebés que os comentaba. Yo sé lo he regalado a unos cuantos bebés con éxito. Vayamos por el resto:

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Las ciudades de colores, un cuento delicioso, en texto, ilustraciones y proyecto editorial. Cuenta la historia de Iris, una niña de colores que vive en una ciudad terriblemente gris. Tan gris, tan gris, tan gris, que a la pobre Iris, que es de colores, la gente la señala por la calle y le hace sentir fatal.

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la foto-3‘El tesoro de Lilith’, el cuento es alegórico: un pequeño árbol que quiere bailar, correr y vivir aventuras, por lo que acaba convertido en una niña. Una niña que encierra en su interior una capullo que al convertirse en mujer pasará a ser una flor que, regularmente, desprenderá sus pétalos, equiparando las distintas fases por las que pasa el cuerpo de las mujeres con las estaciones del año. En el cuento también aparece el deseo. Son unas mariposas que rondan la flor, que la hacen cosquillear y latir. El cuento es metafórico y delicado, permite con sus árboles, sus flores y sus mariposas explicar de una manera razonablemente detallada cómo son las cosa. Con una visión positiva y fomentando el autoconocimiento, la aceptación y el escuchar a nuestro cuerpo.

Un par de cuentos para perder el miedo a los monstruos Que para mí es como si fueran uno solo:
¿Estás ahí, monstruo? permite perder el miedo a lo desconocido, a lo que apenas se ve, a comprender que la imaginación puede jugarnos malas pasadas si estamos predispuestos a ello. Tiene en cada página unas solapas que no se abren, metes la mano (si te atreves) para tocar las babas del monstruo, sus garras, su pelaje… que en realidad acaban siendo pintura de papá, un buho, conejitos…
Fuera de aquí horrible monstruo verde y con él vemos aparecer rasgo a rasgo a un monstruo que el niño hará desaparecer a grito pelado pasando páginas hasta llegar al final: “¡Y no vuelvas más hasta que lo diga yo!”. Es decir, lo que hace es animar a los pequeños a empoderarse, a aprender a decir no, a enfrentarse y a alejar aquello que no les gusta.

Sí, somos raros, el primer cuento que Julia se aprende de memoria sobre niños que son diferentes, ya sea porque están imantados y atraen todos los objetos metálicos, les crece el pelo a toda velocidad, una nube les persigue por todas partes o al gritar son capaces de derribar edificios. Eso tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, necesitan una pesada bicicleta de madera o usar cubiertos de plástico, tienen que llevar la melena en una mochila, están siempre mojados o no les dejan cantar o gritar gol en el cole. Pero siempre al final aprenden a aceptarse y a encontrar ventajas en sus rarezas.

La vaca gordita narra como una vaca, que solo era un pelín más gordita que las demás, comienza a verse las patas gordas, la barriga gorda y deja de comer hasta convertirse en algo que ya no parece una vaca. Por suerte se da cuenta y vuelve a comer para volver a convertirse en una vaca feliz y saludable. En este mundo en el que es ametrallante la obsesión por la imagen que tenemos, asociada constantemente a la delgadez, es muy importante transmitir a nuestros hijos que se quieran bien, que se gusten, que cuando se miren al espejo aprendan a amar lo que ven. Lograrlo sería un gran triunfo como padres. Y La vaca gordita puede poner un granito de arena. Y granito a granito…

El cazo de Lorenzo, un hermoso cuento de Isabelle Carrier, mujer de Jérôme Ruillier, el autor del también muy recomendable Por Cuatro Esquinitas De Nada sobre la aceptación y la integración. Una metáfora adaptada a los niños, que a mí me sigue conmoviendo cada vez que lo leo.

imageGran Lobo Salvaje ha sido el primer cuento con el que Julia ha llorado. En el arranque del libro el pequeño Tritus es abandonado cruelmente, arrancado de los brazos del niño que lo llevó a su casa y depositado al pie de la carretera. Para Julia primero fueron pucheros, luego un breve llanto sofocado con la almohada. Es el primer libro que le emociona de verdad. Durante cuatro días más seguimos las andanzas del cachorro, que en cada capítulo va encontrando diferentes perros con diferentes historias: el viejo perro que le adopta, el cocker mimado que quiere ver mundo, un perrazo que fue la mano derecha de un pastor y sobrevive asilvestrado, otra perrilla mestiza que viaja con él, la bóxer perdida enamorada de sus dueños y loca por volver con ellos y el perro guardián encadenado. Está escrito con delicadeza, con tino, por alguien que se nota que sabe mucho de los perros y sabe transmitirlo, y transmite muchísimos valores, no solo de respeto a la vida animal, sino de compañerismo, resolución de conflictos personales, compromiso…

¡Qué fastidio ser princesa!. Ser princesa en el reino del quinto pimiento es un fastidio, llevando tacones, faldas, joyas que impiden moverse, sin poder hacer apenas nada salvo esperar al príncipe. Cuando se harta, la princesa protagonista huye para ser pirata, caballera y juglaresa. Probando hasta encontrar la ocupación que la haga feliz.

Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl. Hace pocos meses que Julia y yo nos sumergimos en ese mundo de cascadas de chocolate, pequeños oompa loompas (que en nuestra versión eran pigmeos negros de África, pero lo políticamente correcto obligó en otra más reciente a convertirlos en blancos de Oompalandia) al servicio del genio extravagante de Willy Wonka, de niños que ven demasiada televisión, consiguen todos los caprichos, mascan chicles sin parar, comen sin control o simplemente son tan pobres que sólo pueden permitirse una chocolatina al año.

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Si eres un niño al que le gusta escribir, tal vez te interese leer esto

a00586204 280Empieza escribiendo de lo que conoces. Si no te apetece, invéntate tus propios mundos, futuros o imaginarios. Situarte en un pasado real es más difícil, necesitarás documentarte. Pero da igual si afrontas el reto de estudiar a conciencia una época determinada o si decides crear tu propio escenario, sigue siendo buena idea utilizar lo que mejor conoces, tus sensaciones, experiencias y reflexiones.

No pasa nada por no terminar un libro que has empezado a leer. Algunos hemos tenido que llegar a adultos para decidir que nuestro tiempo valía más que nuestro amor propio. Por lo mismo tampoco pasa nada por dejar de escribir una historia ya empezada. No le debes nada a nadie más que a ti mismo. No todas las semillas plantadas logran germinar y plantándolas se aprende. Pero no te rindas demasiado pronto.

Si no sabes de qué escribir, si te sientes atascado con tu historia, ponte ante el teclado. Algo vendrá. Si no es hoy, tal vez mañana.

No te desfondes. Vale más la constancia en esta vida que lanzarse a algo lleno de entusiasmo y no perseverar. Y esto también es aplicable a muchos otros aspectos de la vida. Suele ser buena idea encontrar el sitio y el momento en el que te sientes más cómodo escribiendo.

No permitas que te digan que lo que has escrito es malo. Los que lo dicen tal vez lo hayan leído con criterios de adulto, no te dejes desanimar.

Déjate aconsejar y acepta las críticas bienintencionadas. Nadie hace nada perfecto en este mundo, lo único inteligente ante alguien que desea ayudarte con un comentario constructivo, con algunos consejos, es escuchar y reflexionar sobre lo que te ha dicho. Tal vez tenga razón. Y esto también vale en muchas situaciones que no tienen que ver con la literatura.

Quita el acceso a Internet cuando te pongas a escribir. Internet es fantástico, pero puede que entres en una red social y cuando quieras darte cuenta ya no te quede tiempo.

Encuentra a alguna persona de confianza que lea lo que escribes mientras lo estás escribiendo, alguien sensible, sincero y con criterio cuya opinión valores. No valen aquellos que únicamente se dedican a dorarte la píldora. Estoy hablando de lectores que te ayuden a crecer como escritor sin miedo a hacerte ver tus errores.

Revisa tus textos. Déjalos reposar un tiempo y vuelve a repasarlos. Es bueno coger distancia temporal con lo que has escrito para pulirlo.

Cuidado con los finales. Hay que procurar cerrar bien las historias. No hay nada peor como lector que encontrarte con un final pricipitado, mal resuelto, poco congruente. A veces, como cuando se compite en una carrera, cuando vez cerca el final tienes tantas ganas de llegar que aceleras en exceso. Esfuérzate por dejar un buen sabor de boca al final.

imageNunca dejes de escribir, teniendo en cuenta que escribir toda la vida a veces supone pasar largos periodos de tiempo sin hacerlo. No pasa nada. Sigue leyendo y espera el momento de volver a sacar las historias que llevas dentro.

Escribe para divertirte, para desahogarte, por lo que te reporta a nivel personal, por pura satisfacción. No escribas buscando supuestas glorias.

Este post lo ha inspirado Claudia Morales. Comenzó como un correo dirigido únicamente a ella tras leer el libro que ha escrito con trece años y que sus padres publicaron, pero he pensado que podría ser de interés para todos esos niños a los que les gusta escribir.

Foto: GTRES

El verbo leer no admite imperativos, sobre todo para los niños

El curso pasado ya comenzamos a leer a Julia por las noches cuentos de primeros lectores, en los que el porcentaje de letras ya supera bastante a los dibujos, aunque sigue habiendo muchos y llamativos y las historias son más complejas. De hecho son libros que leemos a lo largo de dos o tres días por ser más extensos. Con cuatro o cinco años me pareció que ya estaba preparada para dar ese salto.

No hemos abandonado aún cuentos maravillosos como Las ciudades de colores, El cazo de Lorenzo, Qué fastidio ser princesa o Somos raros, por poner algunos de sus cuentos favoritos como ejemplo, pero ya tocaba nadar algo más profundo.Harry-Potter-y-la-piedra-Filosofal

Pues bien, este verano descubrió la primera película de Harry Potter y quedó fascinada con el famoso niño mago y todo el universo que le rodea. Lógico. ¿Cómo resistirse a esa edad a varitas, unicornios, gigantes bondadosos, escobas voladoras, fantasmas y castillos llenos de secretos?

Ya ha visto las cuatro primeras. Las últimas sabe que son para mayores y ella aún no puede verlas. Y justo al volver de vacaciones decidí probar a leerle por la noche el primer libro de J.K.Rowling. No sabía si tendría que cerrarlo y esperar un par de años más, pero decidí hacer la prueba.

Todo un éxito. A capítulo o medio capítulo cada noche ya llevamos 180 páginas del libro, en torno a un 70%. Nos pregunta palabras y lo que no entiende bien mientras leemos, nos cuenta sus conclusiones respecto a las motivaciones o actos de los protagonistas, recalca las diferencias con la película y, lo más importante, disfruta en el proceso. Si no hubiera sido así no hubiéramos insistido. El verbo leer no admite imperativos. Sobre todo con los niños.

Para que se construya un lector desde la infancia ese goce es la clave. Que lean lo que les apetezca, por ligero o liviano que nos parezca. Que devoren y se obsesionen de niños y adolescentes con Harry Potter, con las obras de Laura Gallego, con Gerónimo Stilton, con Juegos del hambre… Que disfruten leyendo, que sea un hábito que les guste prácticar. Y ya llegará La celestina, Proust, El Quijote, Shakespeare, Víctor Hugo, Steinbeck… O no. Y tampoco pasa nada.

Yo no soporto ni al Quijote ni a Proust, que para gustos hay colores, aunque adoro a todos los demás que he mencionado. He sido una niña que devoraba libros, y ha sido gracias a que mis padres me permitieron disfrutar de los libros que me llamaban la atención y capturaban mi imaginación y pese a que a lo largo de mis años escolares la enseñanza de la literatura era penosa e intentaron meterme a Lorca, Galdós, Azorín y Unamuno con calzador a lo largo de diferentes cursos. No era el momento, llegaría luego.

Lo importante en la infancia y la adolescencia es leer y divertirse haciéndolo, más que el qué leer. Y también ahí los padres tenemos mucho que decir.

Y ahora me despido con la recomendación de una joya que suscribo de principio a fin. Se llama El plan de estudios de Literatura es perfecto para destruir lectores del escritor Juan Soto Ivars para El Confidencial. Os dejo solo tres pequeños fragmentos y os animo encarecidamente a leerlo entero.

Tenemos uno de los índices de comprensión lectora más bajos del mundo desarrollado y, visto lo que se enseña, me parece comprensible. Desde que se inventó la caspa, la obsesión del sistema es que los alumnos aprendan la historia de la literatura española, como si la educación sirviera para ganar partidas del Trivial.

(…)

Los niños que leen hoy son pocos, y además son unos rebeldes. Tienen seguramente padres lectores, y ya sabemos cuánto escasea la lectura entre los adultos. Pero cuando estos afortunados entran a clase de Lengua, comparten su tedio con el de los borricos. Porque los versos de Vicente Aleixandre no entran a los trece años. A veces no entran ni a los treinta y tres.

(…)

Vendría muy bien que los planes de estudios emplearan esos años cruciales de la secundaria en regar a los chicos con lecturas capaces de engancharlos a los libros en lugar de echarles encima toneladas del polvo de nuestras bibliotecas

Leer, ver películas y la empatía

Me he encontrado con un viejo post de Lecturalia, un blog que me gusta mucho transitar (absolutamente recomendable si la lectura es uno de vuestros vicios) y del que os quiero traer un fragmento que viene muy al hilo de este blog:

En el artículo que mencionamos de Annie Murphy Paul sobre la neurociencia y la ficción, ésta nos habla de una serie de estudios realizados en colaboración por el departamento de Toronto y especialistas canadienses de la Universidad de York, que demostraban que aquellas personas que leían con frecuencia tenían mayores habilidades para empatizar con los demás, para entenderlos, para ver el mundo desde otras perspectivas. Llegaron a estas conclusiones a través de una serie de pruebas que descartaban que todo esto partiera de que los individuos de naturaleza más empática disfrutaran más de la lectura que otro tipo de individuos: se realizaron pruebas a niños de muy temprana edad, en las que se descubrió que los niños a los que se les leían cuentos de manera habitual desarrollaban de manera mucho más significativa esta cualidad empática (esto también ocurría con los que veían películas, pero no con los que veían programas de televisión, posiblemente porque al ver la televisión a solas los niños no gozaban de una interacción provechosa con sus padres, lo cual da bastante que pensar respecto al valor del diálogo posterior a la lectura, a ese análisis en común que nos ayuda a percibir todo tipo de elementos que antes no habíamos descubierto en el texto, como nos ocurre al leer una crítica bien hecha o al comentar un libro con amigos). Todo esto indicaría que no sólo se trata de la lectura, sino que la exposición a cualquier tipo de narrativa estructurada y de calidad produce seres humanos más comprensivos y tolerantes. Y nada mejor para ello que una buena película o, cómo no, una joya literaria.

No conozco la muestra y el procedimiento del estudio, pero me lo creo a pies juntillas (tendré que preguntarle a mi compi el listo que todo lo sabe de dónde viene esa expresión). Yo fui una lectora voraz de niña, de las que comían con el libro a modo de pantalla sostenido entr el plato y el vaso, y sólo se me ocurren ventajas. Ojalá yo tuviera que pedirles a mis hijos, como me pedían mis padres a mí, que apaguen de una vez la luz y dejen de leer porque hay cole al día siguiente y tienen que descansar.

Algunos de mis viejos cuentos.

Algunos de mis viejos cuentos.

Me encanta leer cuentos a mis hijos. A Jaime son cuentos para niños muy pequeñitos, con Julia de todo tipo, de día y de noche. A veces son libros pensados para primeros lectores que tenemos que lee en dos o tres tandas. Ayer estuvimos en la Fnac por la tarde y leímos al menos diez. Y me enamoré de una versión ilustrada de El principito con el texto íntegro que era una belleza y que creo que ya podríamos leer juntas. En los cuentos no me duele gastar el dinero, yo también estoy descubriendo maravillas, pequeñas obras de arte.

Para Julia el proceso de elegir qué cuento le apetece leer es un momento importante del día. He intentado organizar su habitación para que los vea bien. Y hoy le toca biblioteca en el cole: cada niño elige un cuento para llevar a casa, leer el fin de semana y devolverlo el lunes. Tienen su cuaderno de préstamo y escriben el título que se llevan. Y si no lo devuelven no pueden llevarse otro. El proceso también le gusta y estoy pensando muy seriamente proponer a sus primas instaurar una versión casera y familiar de ese sistema.

Y sí, ver películas también nos gusta, en el cine y en casa con sus palomitas y todo. Y creo que es importante que los padres también las veamos con ellos, que nos fijemos y conozcamos a los personajes y las escenas que les llaman la atención para poder conversar con ellos y que vean que tenemos interés por lo que a ellos les interesa. No basta con sentarse al lado con el móvil en la mano a jugar al Candy Crush.

Y que venga la empatía y todo lo que acompaña al disfrute de las buenas historias.

Leo y escribo soñando que mis hijos también disfruten algún día leyendo y escribiendo

a00586204 280¿Por qué escribo? Muchos blogueros de 20minutos estamos intentando responder a esta pregunta en distintos posts desde la pasada semana. El guante lo arrojó Daniel Díaz y yo lo recojo encantada.

Escribir forma parte de lo que soy, es mi manera de ganarme la vida, es un instrumento que me ayuda a pisar este mundo de manera más consciente, feliz y equilibrada. Escribo porque lo necesito, porque es mi oficio y porque al escribir aprendo a hacerlo mejor. Escribo este blog para dar una visión normalizada del autismo, para transmitir mi visión de una crianza relajada, natural y respetuosa. Y estoy escribiendo por las noches, mientras los niños duermen, una novela sobre padres de niños con discapacidad que se conocen en un centro de atención temprana.

Pero sobre todo escribo porque fui una niña que leía mucho, muchísimo. Cuando llegaba el momento de escribir la carta de los Reyes Magos o mi cumpleaños, nueve de cada diez veces pedía libros. Leía más rápido de lo que mis padres eran capaces de sostener, por eso algunos de mis libros favoritos de infancia y juventud los he podido leer más de diez veces y leí bastantes años antes de los recomendable libros de adultos que rondaban por casa.

Leer y escribir es lo único que se me ocurre que puedo hacer para luchar contra el paso del tiempo. Tal vez luchar no es el verbo adecuado. Es imposible vencerle. En realidad leo y escribo para acompañar el paso del tiempo de la mejor manera y en la mejor condición posible.

Leo y escribo soñando que mis hijos también disfruten algún día leyendo y escribiendo, convencida de que leer y escribir será para ellos la munición indispensable en su vida.

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Por cierto que esa niña de la imagen, con ese pelo indomable, bien podría haber sido yo…

¿Guardáis alguno de vuestros cuentos y juguetes para vuestros hijos?

Yo no conservo ni un solo juguete, tampoco ropita de cuando era pequeña. Ni chismes en plan carritos de bebé o tronas. Aunque la ropita o esos cacharros habría sido más decisión de mi madre que mía. Guardo algún peluche que ahora es propiedad de mis hijos, por ejemplo un Tristón al que le falla media sonrisa y con el que dormí unos cuantos años, pero no fue algo intencionado.

Lo que sí he guardado desde que era una jovencita a la que aún le quedaban muchos años por tener hijos (de hecho era una jovencita que ni siquiera tenía claro si querría tener hijos) son mis libros y cuentos infantiles. Los conservo todos, y son muchos ya que era lo que casi siempre pedía como regalo en mi cumpleaños o en Reyes. En la habitación de Julia hay una estantería blanca llena de arriba a abajo. Y no caben todos.

En este mundo de libros electrónicos en auge, guardo con ilusión para que mis hijos los descubran, enormes tomos de Películas de Disney (esos  Julia ya los está disfrutando), muchísimos libros de Barco de Vapor, azules, naranjas y rojos (los colores marcaban la edad) y de Alfaguara, juveniles de Gran Angular, cuentos de toda la vida y adaptaciones de novelas clásicas para niños, muchísimos cómics de Tintín, Asterix, Súperlopez, Mortadelo y Filemón…

Probablemente mi primer favorito que les presente sea Gran lobo salvaje, protagonizado por Tritus, También para esa primera etapa están los del Pirata Garrapata y Fray Perico y su borrico, clásicos de nuestra generación con los que me recuerdo siendo muy niña riendo sola al leerlos en el sofá. Y mi joya de la corona es la colección de Zaro, con las andanzas animaleras de un niño extremeño llamado Lázaro que descubre con respeto y maravilla la naturaleza que le rodea.

Yo no tuve juguetes que hubieran sido de mis padres, lo único que conservo son tres libros que fueron de mi padre. Uno de ellos es otro de mis favoritos: una novelita del oeste protagonizada por el caballo Furia que incluía una versión en cómic.

Estoy deseando poder leérselos. Estoy deseando que ellos puedan leerlos. Nada me gustaría más que Jaime fuera alguna vez capaz de leer y Julia fuera una gran lectora, algo que creo que allana mucho la vida en general, la vida académica en particular. Si de verdad creyera que pedir un deseo a una estrella funciona, lo que desearía sería el don de gozar de la lectura para mis hijos. Eso sí que es algo digno de salir de la varita de un hada madrina.

¿Vosotros guardáis alguno de vuestros cuentos y juguetes para vuestros hijos?