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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Así muere un tiburón al que han cortado las aletas

Sopa de aletas de tiburón. Por comer algo raro en el restaurante chino. ¿Sabes cómo se obtienen muchas de esas aletas gelatinosas de nuestro último capricho gastronómico? Descúbrelo en este vídeo, extracto de la fabulosa película Oceans de Jacques Perrin.

Pero ten cuidado, son imágenes que pueden herir tu sensibilidad. De hecho la van a herir, pues resultan absolutamente terroríficas (por lo real).

Es la práctica ilegal (pero habitual) del «aleteo». Consiste en cortar las aletas a un pobre tiburón vivo y tirarlo luego al mar como quien arroja un cacharro inservible a la basura. Verlo hundirse y ahogarse en el fondo, incapaz de moverse, agonizando… Mejor no lo veas.

Es evidente. Los tiburones no son peligrosos. Los peligrosos somos nosotros. Y el mar Mediterráneo, el lugar más arriesgado donde pueden vivir. Según la organización Oceana, el 40 por ciento de las especies de tiburones y rayas del Mediterráneo están en peligro de extinción por la contaminación, la destrucción de sus hábitats y la pesca, accidental o intencionada, lo que convierte al «Mare Nostrum» en el lugar más peligroso del mundo para el pez más temido del planeta.

Las estadísticas así lo demuestran. Cada año se pescan en el mundo alrededor de 200 millones de tiburones, frente a cinco muertes humanas de media por ataques suyos a nuestra especie.

Problema de los chinos, diréis algunos. Pero no es verdad. Los españoles tenemos mucha culpa. Nuestros barcos lideran la flota europea de pesca de tiburones. Y el puerto de Vigo es la capital principal en Europa del comercio de su carne y aletas.

Creo que voy a ver el vídeo, sólo por renegar de mis compatriotas. Y para pediros a todos vosotros que nunca se os ocurra comer sopa de aleta de tiburón.


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Los pescadores declaran la guerra al cormorán

La mayoría de los pescadores odia a los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), unas aves que se alimentan de peces y por lo tanto son una incómoda competencia para ellos, como las garzas o las nutrias.

Encima esas aves no son de aquí, vienen del norte de Europa a pasar el invierno en nuestros ríos y embalses. Hace 40 años eran muy pocas, estaban en peligro de extinción y apenas llegaban a España un millar de ellas. Pero por suerte sus poblaciones nórdicas se han recuperado y ahora arriban a nuestras tierras más de 75.000 ejemplares. ¿Por suerte?

Para algunos amigos de la caña la recuperación del cormorán es una desgracia con la que quieren acabar a tiro limpio. Y no es una manera de hablar. De especie protegida ha pasado de golpe a especie exterminable.

Los primeros en abrir la veda del cormorán han sido los asturianos. Los responsables del Principado, siempre tan sensibles a los votos, han autorizado a los pescadores la eliminación este año de 260 ejemplares, un 20 por ciento de toda la población regional. Por contentarles más que nada, pues saben que la culpa del descenso de los peces no la tienen esos pájaros, sino el aumento de las licencias y la sobrepesca. Hagan cuentas. Mil pájaros no pueden pescar más que los 40.000 pescadores con licencia en el Principado.

El problema es aún más grave, pues nadie parece controlar este descaste/desastre. Dispare si quiera señor pescador, pero no nos critique. Y los cadáveres de los pobres pájaros quedan en las orillas, pudriéndose en el suelo, quizá como idiota escarmiento para unas aves sin duda menos irracionales que ellos mismos.

Los primeros cormoranes han aparecido a primeros de diciembre entre la playa y la Ría de Navia. Una docena en apenas una semana, frente a los cinco que se habían establecido como cupo máximo para todo ese río. La matanza ilegal, injustificada y desproporcionada, ha sido denunciada por el ornitólogo David Álvarez en su estupendo blog Naturaleza Cantábrica, pero también en los juzgados.

Mientras, los pescadores leoneses afinan su puntería contra estas pobres aves en un vergonzoso juego en red desde donde piden, ni más ni menos, que el exterminio de toda la especie. Eso se llama amor a la Naturaleza. Aunque quizá sólo es un problema de racismo y xenofobia. ¿Los odiarán por ser extranjeros y negros?

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En la fotografía superior de David Álvarez, dos de los 12 cormoranes tiroteados por supuestos pescadores en la desembocadura del río Navia, en Asturias. Sobre estas líneas, un espléndido ejemplar vivo seca sus alas al sol.

Imagina un mar sin peces

Llega el verano y con él los días de playa, de pescadito frito en el chiringuito, quizá de exóticas comidas en un restaurante japonés donde degustar un delicioso sashimi. ¡Cuánta felicidad nos regala el mar! ¿Te imaginas un mundo sin peces? Imposible, siempre los habrá, responderás rápidamente, y tienes razón. En el futuro seguirán existiendo, pero muy probablemente ni en la cantidad ni en la variedad en que ahora los tenemos, pues estamos acabando con las grandes pesquerías mundiales, nos estamos cargando los océanos a una endiablada velocidad de crucero.

Un reciente documental británico, “The end of the line”, nos descubre esta nueva “verdad incómoda” medioambiental. Si el sector de la pesca no acomete una regulación mundial urgente, en el 2048 habrán desaparecido todos los peces de interés comercial. Un desastre que no sólo lo sentiremos con el empobrecimiento de nuestra cesta de la compra. Su extinción llevará el hambre a 1,2 millones de personas.

¿Estarán exagerando? En absoluto. Para hacerse una idea de las colosales proporciones de la actual industria pesquera, la película nos descubre estadísticas espeluznantes. Por ejemplo, que al año se lanzan a alta mar 1,4 millones de anzuelos, en kilométricas líneas de palangre que permitirían envolver la Tierra 550 veces. Por otro lado, las redes de arrastre literalmente aran anualmente la totalidad de los fondos marinos siete veces. Especies como el atún rojo del Mediterráneo podrían extinguirse en 2012 pues, más que sobreexplotadas, están siendo masacradas. Y con ellos decenas de miles de tortugas, tiburones, delfines, albatros o pardelas mueren accidentalmente, inútilmente.

Para impedirlo es necesario ser un consumidor concienciado, rechazar ese sushi asesino, evitar la compra de latas de conservas de empresas no respetuosas con el mar. Si no lo logramos, ese mundo sin peces será cada día más real.

Os incluyo dos interesantes vídeos sobre el tema.

El primero es el trailer del documental del que os hablo, estrenado en mayo pasado.

El otro forma parte de la campaña de Greenpeace para proteger a los atunes. Se titula Abre una lata de verdad.