La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Entradas etiquetadas como ‘Ornitología’

Naturaleza gore

(ADVERTENCIA: ESTE ARTÍCULO INCLUYE IMÁGENES CUYA DUREZA PUEDEN HERIR LA SENSIBILIDAD DE QUIEN LAS VEA)

En el mundo más friki de las leyendas urbanas tiene un puesto de honor Mike, la gallina que logró vivir 18 meses sin cabeza. Su dueño la decapitó para comérsela, pero al ver cómo el animal seguía corriendo tan tranquilo por el corral decidió mantenerla con vida. Al carecer de pico, la daba de comer metiendo directamente el pienso por el esófago. Y si murió fue sólo por un accidente, al atragantarse con el bolo alimenticio.

Pero lo que les voy a contar ahora no es una leyenda. Es la pura realidad, fiel reflejo de la dureza de un mundo natural donde la vida y la muerte es tan sólo una lucha sin cuartel por la supervivencia. Ocurrió la semana pasada en Sonderborg, en la costa sureste danesa. Allí la fotógrafa de la naturaleza Christine Raaschou-Nielsen captó una escena estremecedora. El ataque de un halcón peregrino (Falco peregrinus) a una gaviota cana (Larus canus). El excepcional documento gráfico obtenido y colgado en la página de la Dansk Ornitologisk Forening (DOF) pone los pelos de punta. La rapaz se asustó y abandonó a la presa dejándola malherida. ¿A dónde va esa gaviota descarnada? Pobre animal. Acabó como la gallina Mike.

Vuelve Gaspar, el buitre sabio

¿Se acuerdan de Gaspar, el buitre sabio del famoso documental de Félix Rodríguez de la Fuente? Sí, hombre. Aquel joven de alimoche que agarraba piedras con el pico y, tras mucho suspense y demasiados fallos, las lanzaba contra un falso huevo de avestruz hasta lograr romperlo y comerse su nutritivo interior. Fue un documental único en la historia del cine científico, pues demostró que estas aves poseían una conducta instintiva, ya que el pájaro no había podido emigrar a África con sus congéneres y nadie le había enseñado a utilizar guijarros como herramientas.

El ave dio así respuesta al pequeño desafío del barón Hugo Van Lawick desde el Serengeti, quien quería saber si tan curioso comportamiento visto allí con las puestas de las avestruces lo aprendían de los adultos o era congénito.

Tres décadas después el experimento ha vuelto a ser filmado, pero esta vez en plena naturaleza. El mérito es de los naturalistas Tony y Jordi Escandell, padre e hijo, quienes con su empresa Paleârtica han logrado el difícil documental. No ha hecho falta, como en aquella ocasión, sacar un pollo de un nido y tenerlo en cautividad varios meses antes de soltarlo en pleno invierno, cuando ya los alimoches están en África. Porque han elegido la isla de Menorca, donde la especie no emigra y, como explican los Escandell, “las aves hace cientos de generaciones que no ven un huevo de avestruz”.

Nuevamente demostrado. Los alimoches tienen memoria genética, no han olvidado las enseñanzas aprendidas por sus antepasados hace miles de años en otro lejano continente.

El trabajo de filmación no fue sencillo. Los naturalistas invirtieron tres años hasta poder conseguirlo, tras ocultar las cámaras junto a un gran dormidero de alimoches con más de un centenar de individuos al que bautizaron como “la cima de los sabios”. Porque esta rapaz carroñera es tremendamente desconfiada.

En Canarias también hay una relicta población sedentaria de alimoches. Y allí las aves conservan el mismo comportamiento innato, como pude comprobar hace unos años cuando participaba en los programas de estudio y vigilancia del amenazado pájaro. Algunos ejemplares son tan rápidos manejando las piedras que casi no nos dejaban tiempo para fotografiarlos. Teníamos pocos huevos de avestruz y nos los rompieron todos.

Si Félix Rodríguez de la Fuente siguiera vivo, estoy seguro de que hubiese repetido en Menorca o Fuerteventura su experimento. Le habría entusiasmado.

Restaurante para cuervos

Los herreños se han reconciliado con los cuervos. Después de muchos siglos viéndolos como enemigos de sus ganados, persiguiéndolos e, incluso, en la época del hambre, comiendo sus pollos, ahora los protegen y hasta les dan de comer. La iniciativa es tan original como única.

Así ocurre en el área recreativa de El Morcillo, en el corazón de su pinar.

En un descampado, cerca de las mesas y las barbacoas, la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo ha instalado un singular comedero para las aves carroñeras. Por su concepción y filosofía, es único en el mundo. «Se trata de que la gente que viene aquí a merendar deposite en los cuencos la comida que le ha sobrado en lugar de tirarla a la basura. De esta manera, se reciclan los residuos de la mejor forma posible, ayudando a los cuervos«, explica el agente Andrés García.

Realizados en madera, están colocados en las ramas de un pino seco. «Así les es más fácil emprender el vuelo y se sienten más seguros», señala García.

Cristóbal Morales, nacido hace 56 años en El Pinar, es actualmente uno de los encargados de la vigilancia del área recreativa. Un lugar que conoce desde niño, cuando venía aquí a trabajar en lo que entonces eran tan sólo campos de labor, pues el bosque había desaparecido hacía siglos. A la sombra del Pino Viejo, un gigantesco ejemplar con cerca de 500 años de antigüedad, Morales recuerda que «en este pino criaban todos los años los cuervos y la gente claro, subía a coger los cuervines para comer». Ante la cara de asombro del periodista, justifica con sencillez: «El hambre hace eso».

Cristóbal hace ahora justo lo contrario que de niño, protege los cuervos. A pesar de que la especie tiene aquí las densidades más altas de toda Canarias, como ocurre con el resto de las islas, su número cada vez es menor. El peligro de extinción se cierne sobre ellos. Todo lo que se haga para ayudarlos les vendrá muy bien.

(En la imagen, Andrés García muestra el singular comedero para los cuervos instalado en la isla de El Hierro)

Gaviotas blancas desconciertan a los ornitólogos

Los adultos de las gaviotas son blancos, pero no totalmente blancos. De entre las diferentes especies que pueden verse en España, unas tienen la cabeza negra, otras los extremos de sus alas y la mayoría presenta un grisáceo manto por encima. Pero cada vez con más frecuencia, pues cada vez nos fijamos más en estas cosas, se ven en nuestras costas ejemplares inmaculados, a modo de la muy rara gaviota marfil ártica.

Este verano, en la costa gallega, junto al Parador de Baiona (Pontevedra) para ser exactos, descubrí una de estas extrañas aves.

Ante la duda de que pudiera encontrarme frente a una especie poco frecuente, le envié la foto a uno de los máximos especialistas en aves marinas de Europa, el inglés afincado en Torremolinos Andrew M. Paterson. Rápidamente Andy me aclaró el misterio. No sólo era una común gaviota patiamarilla (Larus michahellis), sino que ni siquiera podía considerarse albina. Para serlo al cien por cien debería haber sido completamente blanca, con patas, ojos y pico rosa, al estilo de los ratones albinos de las tiendas de mascotas o del famoso gorila Copito de Nieve. Si se fijan bien, la mía tiene un gris muy claro en el dorso, se puede ver el ojo oscuro y las patas amarillas y, como me remarcó el ornitólogo en una expresión muy británica, “apuesto que si la hubieses mirado detenidamente hubieras visto marcas grises, probablemente pálidas pero presentes, en las puntas de las plumas primarias que normalmente son negras”.

Para este tipo de albinismos parciales, anomalía genética debida a la falta de pigmentación en el cuerpo (melanina), los expertos utilizan una extraña palabra: leucismo. Su grado de afección es muy variable, desde unas pocas plumas hasta casi todo el cuerpo. Y por supuesto, no es exclusivo de las gaviotas. De hecho, es relativamente sencillo descubrir en las propias ciudades gorriones o mirlos con algunas plumas blancas. Cuando los vean ya pueden tirarse el pego con algún amigo, se encuentran sin duda frente a un ejemplar leucístico.

El caso opuesto es el melanismo, cuando todas las plumas son negras. Una anomalía ésta mucho más rara, observable por ejemplo en faisanes o codornices criados industrialmente, donde algunos nacen con toda la cabeza negra o incluso el cuerpo entero.

Para mayor capricho de la Naturaleza, Andy Paterson me cuenta que existe otra curiosa variación cromática, el xanthismo, cuando el plumaje adquiere increíbles tonos amarillos tipo pollito de gallina.

Este verano se han visto varias gaviotas leucísticas e incluso albinas en Galicia, Cantabria y el País Vasco. Allí es donde se concentran las mayores colonias de cría de España, así que por pura estadística es donde más fácilmente pueden detectarse. Pero creo que ninguna fue localizada en un lugar tan curioso como la mía de Baiona. En compañía de una decena más de compañeras y varias palomas, rodeando a una señora bronceadísima que, plácidamente, tomaba el sol ajena a tanta expectación. Supongo que la buena doña les daría habitualmente comida y estaban esperando alguna ración más extra. Pero la escena no podía ser más estrambótica. Una gaviota blanca inmaculada, leucística, junto a una mujer negra, negrísima, estacionalmente melánica. Son las cosas del verano.

La Naturaleza castiga a las hembras

Entre las especies animales en peligro también existe la discriminación sexual. Tras revisar cientos de trabajos científicos, el doctor Paul Donald, de la Real Sociedad Protectora de las Aves (RSPB), concluye en la revista ornitológica Ibis que en la mayoría de las especies incluidas en la Lista Roja mundial hay siempre más machos que hembras. Y este desequilibrio es muy peligroso, pues los censos de sus poblaciones pueden haber sido sobreestimados. Mayoritariamente los ornitólogos contabilizan sólo a los ejemplares machos, de plumaje mucho más vistoso, extrapolándose erróneamente un número semejante de hembras. Pero no es así.

Como explica el propio investigador, “esto significa que muchas de las especies más amenazadas del mundo están mucho más cerca de la extinción de lo que se pensaba, pues el número de hembras es más bajo que el de machos”. Porque, añade preocupado, “es mucho más sencillo salvar una población con un exceso de hembras que una con un exceso de machos”.

No se trata de un acto de arbitrariedad evolutiva. Sencillamente, las hembras tienen menos probabilidades de sobrevivir que los machos. Y ello está provocando un rápido envejecimiento de las poblaciones, sexualmente cada vez más desequilibradas, y en consecuencia una reducción de la natalidad. En muchas aves este problema se explica por la mayor vulnerabilidad de las hembras a los depredadores durante el periodo de incubación, actividad a la que los machos son ajenos. Por si fuera poco, las de hábitos migradores sufren además un fuerte estrés fisiológico, pues algunas deben volar más lejos que sus compañeros a pesar de ser más pequeñas que ellos.

Las especies amenazadas de aves pagan así con la vida su orientación sexual femenina, concluye el estudio. Por otras razones, pero exactamente igual que tantas mujeres.

Récord en el mundo natural: volar 11.500 kilómetros sin parar ni repostar

La noticia nos ha dejado boquiabiertos a todos. Una hembra de aguja colipinta del Pacífico (Limosa lapponica baurei), un pájaro de apenas 300 gramos y 35 centímetros de altura, ha logrado recorrer 11.500 kilómetros sobre el Pacífico en un único vuelo. Desde su lugar de cría en la tundra interior de Alaska hasta las zonas de invernada en Nueva Zelanda; siete días y siete noches seguidas sin descanso, sin dormir, sin comer, sin beber, sorteando tormentas y vientos, a una velocidad media de 70 kilómetros por hora.

¿La razón del viaje? Huir del invierno ártico para descansar en el verano antártico, un lugar repleto de comida en estos momentos. El periplo está lleno de peligros, de ahí que cuanto menos tiempo dure más seguro resulta. Pero es sólo apto para los muy preparados, aquellos que han logrado acumular suficientes reservas como para afrontar tan terrible desgaste sin perecer en el intento. Logrado únicamente a base de ingerir pequeños gusanos, moluscos y crustáceos marinos en los limos de playas y estuarios con aguas someras, algunas veces con la cabeza totalmente sumergida, de ahí que tengan el pico y las patas tan largas.

¿El método seguido? Dejarse llevar por un maravilloso instinto de supervivencia, fijado a sus genes como resultado de un largo y complejo proceso evolutivo desarrollado a lo largo de miles años. Orientándose de manera natural por el sol y las estrellas sin separarse ni un metro del trazado inicial previsto.

Meses antes de la hazaña el sorprendente animal había hecho el viaje inverso, sólo que en aquella ocasión tomó el camino más largo. Y por eso necesitó hacer una pequeña parada de descanso, la única, en Yalu Jiang (China), para luego recorrer los 7.000 kilómetros restantes de una segunda tacada.

La pequeña limícola se llama E7, el código inscrito en una anilla negra colocada en su pata izquierda. No es sin embargo un ser especial, pues todos sus congéneres hacen el mismo viaje año tras año. Tan sólo es el primero con el que hemos logrado demostrarlo científicamente. Por eso la noticia de su proeza le ha convertido en el pájaro más célebre del año. De hecho, cientos de ornitólogos neozelandeses y australianos se afanan estos días en las marismas de nuestras antípodas tratando de localizar con sus telescopios a la plusmarquista de los vuelos transhemisféricos.

¿Cómo se ha podido certificar tan singular gesta? Pues como decía Don Hilarión en La Verbena de la Paloma, porque “la ciencia avanza que es una barbaridad, una brutalidad”. Al pajarito en cuestión, junto a otros 12 ejemplares más, se les colocó un pequeño transmisor de localización por satélite y alimentación solar. Momentos antes, en plena noche, había sido capturado con redes japonesas, una malla casi invisible que permite atrapar a las aves sin provocarlas daño alguno. Pesado, medido, anillado y con la mochilita en la espalda, fue rápidamente liberado. A partir de ahí, el equipo dirigido por el investigador Phil Battley, del Grupo de Ecología de la Universidad de Massey (Nueva Zelanda), tan sólo ha necesitado sentarse frente al ordenador y, a través de una dirección en Internet, seguir día a día las andanzas de la viajera aguja colipinta.

¿Y para qué sirve este estudio? Por supuesto, para algo mucho más importante que inscribir al ave en el Libro Guinness de los Records. Se trata de un proyecto de la USGS Alaska Science Center y la PRBO Conservation Science (PRBO), con la colaboración de The David and Lucile Packard Foundation, para tratar de conocer con detalle las rutas migratorias de este tipo de aves, junto con sus lugares de cría e invernada, así como las necesidades básicas de los diferentes hábitats utilizados. Sólo así se podrán poner en marcha programas de conservación efectivos, pues de nada sirve cuidar a los animales donde crían o pasan el invierno, si después son cazados en sus largas migraciones, o sus lugares de descanso están desapareciendo bajo la contaminación y las urbanizaciones.

En este caso concreto sabemos más. Sabemos que al año las agujas colipintas hacen un total de 29.000 kilómetros, casi 600.000 kilómetros a lo largo de los 20 años que pueden llegar a vivir como media, a través de numerosos países de Asia, América y Oceanía.

Tanto esta subespecie del Pacífico como la euroasiática y africana, la que podemos ver fácilmente en las costas españolas, no están de momento en peligro de extinción, pero son tremendamente vulnerables. La destrucción de una marisma puede amenazar a un alto porcentaje de su población mundial. Por eso este tipo de estudios es tan importante ahora, cuando todavía no sufren especiales problemas de conservación. Y tan simbólico.

Las aves no saben de fronteras. Nuestro mundo es para ellas una aldea global, aunque últimamente lo único que circula libre por este atormentado planeta es el dinero y unas pocas especies animales entre las que, desgraciadamente, ya no nos encontramos los humanos.

Encuentran envenenado a uno de los últimos alimoches de Canarias

En la tarde de ayer, miembros de la Estación Biológica de Doñana localizaron en las inmediaciones de Tiscamanita (Tuineje) el cadáver envenenado de un alimoche canario, allí conocido como Guirre.

Se trata de una subespecie de buitre endémica del Archipiélago, muy numerosa en todas las islas hace apenas 50 años y en la actualidad recluida en Fuerteventura. En total sobreviven 150 ejemplares en todo el mundo, apenas 30 parejas que este año tan sólo han logrado sacar adelante 19 pollos.

Antigua ave sagrada de los guanches, goza de la admiración y el respeto de los ganaderos majoreros. No así cuervos y ratoneros, a los que se acusa de atacar hasta la muerte a los cabritos. El guirre es víctima inocente de este injustificado odio, al igual que perros, gatos, erizos y todo ser vivo que, accidentalmente, consuma carne envenenada con pesticidas agrícolas.

Hace dos años la situación fue crítica. Aparecieron nada menos que 11 alimoches envenenados, situación que a punto estuvo de acabar con toda la población de este maravilloso pájaro.

En estos momentos está en marcha un Proyecto Life de Conservación que trata de sacar del atolladero al pobre animal, aunque lo tienen muy difícil. Además de las muertes por veneno, los choques y electrocuciones en tendidos eléctricos, la caza ilegal, las intoxicaciones por plumbismo (al comer animales con perdigones de plomo) y los problemas derivados de la consanguinidad, el urbanismo salvaje está destrozando los últimos espacios vírgenes de Fuerteventura.