Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Última noche en el Sambódromo: un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo

Sigo torturándome a mí mismo, sacrificándome por la causa, en esta labor tan abnegada, tediosa y arriesgada que es escribir sobre el Carnaval de Río de Janeiro. Hoy me dirijo al Sambódromo, en la última noche de desfiles de las escolas do samba.

Me acompañan varios turistas extranjeros que están alojados en el hotel. Han pagado 300 dólares para desfilar en la avenida Sapucaí, eje del Sambódromo. En el metro, la mayor parte de los viajeros van también vestidos con las fantasías. Ya se vive el ambiente de fiesta: la gente bebe, canta, conversa, se saca fotos. Carnaval bajo tierra.

Son tres días de desfiles. El primero (viernes), para las escolas que pretenden ascender a la categoría superior. Segundo y tercero (domingo y lunes), para las 13 más prestigiosas, que tienen una hora cada una para realizar el trayecto. Cualquier demora es penalizada por el jurado, que consta de cuarenta expertos en el universo de la samba y que evalúan hasta los últimos detalles de cada organización participante.

Los alrededores del Sambódromo son un verdadero caos. Puestos ambulantes, músicos callejeros y mucha policía para proteger a las 70 mil personas que esta noche se acercan aquí para seguir a las escolas. Según una crónica que salió ayer en el Jornal do Brasil, no faltan los vendedores de cocaína, venidos desde las favelas cercanas, que ofrecen el gramo a diez reales. La crónica decía que dentro de los camarotes privados la droga corre sin disimulo.

Otras opciones más sanas para hacer frente a los desfiles, que comienzan a las nueve de la noche y terminan a las seis de la mañana: alguna bebida con polvo de guaraná, como un zumo, que es lo que la gente más toma aquí. O Red Bull, que parece estar en todas partes, y al que me entrego con bastante desagrado por primera vez en mi vida.

El Carnaval mueve en Brasil 300 mil millones de euros. Congrega a un millón de personas de todo el mundo. El gran evento turístico de un país que, más allá de las violencia, aún sigue siendo un polo de atracción para hordas de viajeros que buscan la belleza de sus playas y su fascinante cultura.

La música suena con más fuerza a medida que te acercas al Sambódromo. Al pasar los puestos de control y ascender las escaleras, aumenta en intensidad así como la emoción que experimentas. Una vez fuera, en las gradas, la sensación resulta sobrecogedora: la riqueza de los colores, la multitud que baila y canta.

Imposible no dejarse llevar por el ritmo de las «baterías», no contagiarse del frenesí colectivo. La samba no es lo mío, pero igual mis pies se comienzan a mover de forma involuntaria. La primera y única vez que vine al Sambódromo fue hace 15 años, cuando recorrí setecientos kilómetros con unos amigos para ver el histórico recital que dieron en una misma noche nada menos que Nirvana, los Red Hot Chili Peppers y Alice in Chains en este lugar. El Hollywood Rock, toda una leyenda, digno sucesor de Rock In Rio.

En los camarotes está la gente más pudiente de la sociedad carioca. No faltan los famosos, de prestigio, actores, cantantes, y de no prestigio, participantes del Big Brother, como aquí llaman al Gran Hermano, igual de absurdo y vacuo que el de España.

Muchos de los que bailan en los puestos destacados de las escolas, sobre los carros, son personajes conocidos. En este sentido, el Sambódromo es un lugar para ser visto y dejarse ver.

Al fondo, en los morros, como no podía ser de otra manera, hay dos favelas. Lugar privilegiado para seguir los desfiles. Una de ellas es conocida como «Franja de Gaza», por el nivel de violencia. Durante la noche, varios traficantes se enfrentarán a tiros con la policía, pero el clamor ahogado del Sambódromo lo hará pasar desapercibido para los que nos hemos congregado en él.

Hay distintas ubicaciones dentro del Sambódromo: camarotes, gradas. Los precios pueden superar los mil euros en los espacios más lujosos. Mucha gente, que no tiene posibilidad de pagar una entrada, sigue el espectáculo desde lo alto de un puente.

Fuera de las gradas y camarotes, en el Sambódromo, el espectáculo resulta también atractivo y pintoresco. Los participantes se preparan para entrar con nerviosismo, realizando arreglos de último momento. Las escolas, que eligen cada año un tema alrededor del cual estructuran las melodías, los bailes, las fantasías y los carros, trabajan durante meses. La competencia es feroz, así como el hermetismo. Me sorprende descubrir en las gradas que cada espectador tiene su escola favorita, como si fuera un equipo de fútbol, y que hacen fuerza por ella, sin dejar por ello de disfrutar de la fiesta.

De todas las escolas, la que más me gusta es Beija Flor, la última en desfilar, entre las cinco y las seis de la mañana. El tema es África. Y el diseño, decididamente, alucinante. La gente, que no se ha movido de las gradas, coincide en que será la ganadora. Esta mañana los periódicos dicen lo mismo.

Miles de personas recorremos las calles. Muchas llevan aún los trajes, por lo que, de cierta forma, el desfile continúa. Imposible conseguir un taxi, la cola se extiende durante varias manzanas.

Camino hacia la boca del metro. Algunos vendedores siguen despiertos, otros duermen en las aceras con sus mujeres y sus hijos. Hay unos pocos locales donde la música continúa a todo volumen, y los que no se quieren resignar al final de la fiesta siguen bebiendo y sacudiendo el cuerpo a pesar de la luz del sol.

Consigo un taxi en medio del caos. No tiene identificación. Toma un camino extraño. Me pregunto, un poco paranoico, quizás por el Red Bull y la fatiga, si me irá a secuestrar, si no se meterá en una favela y me sacará las cámaras y me dejará tirado. Observo cada gesto que hace, cada mirada que me dedica por el espejo retrovisor. Espero que en cualquier momento saque un arma. Sin embargo, tras dar muchas vueltas, salimos a una carretera que dice «Copacaba», por lo que respiro aliviado.

En la radio, las noticias. Un comerciante chino acaba de ser herido por dos jóvenes, de 12 y 13 años que bajaron de una favela y que intentaron robarle el coche en una esquina. El hombre se negó a abrir la puerta y, sin mediar más, uno de los niños le pegó un tiro.

Esta noche termina el Carnaval. Brasil se sacudirá la resaca de esta celebración tan llenas de contrastes, como la vida misma en esta parte del mundo, y deberá retomar el debate sobre el cambio de ley para juzgar como adultos a los menores de edad, que comenzó con la muerte del pequeño Joao Helio. Deberá enfrentarse una vez más al espejo, y debatir qué hacer con los traficantes, con los paramilitares, en un escenario que cada día se asemeja más a Colombia.

Eso sí, el sábado próximo, las cinco mejores escolas volverán a desfilar por el Sambódromo. Y miles de personas se volverán a reunir para saludarlas, para bailar a su ritmo, y soñar, al menos por un rato, que la fiesta continúa.

61 comentarios

  1. Dice ser Hernán Zin

    Querido SRYA, no puedo decir más que voy a enmarcar tus palabras, tus últimos párrafos me han llenado de fuerzas… Gracias amigo!!!! Gracias!!!

    23 febrero 2007 | 15:10

  2. Dice ser Hernán Zin

    Sí Milagro, teníais razón, lástima que no me dejarais seguir todo vuestro proceso, hubiese sido muy interesante. Mándame tu mail, así seguimos en contacto!! Un placer haberos conocido!! HZ

    23 febrero 2007 | 15:11

  3. Dice ser Suzana

    Caros amigos;Como vai longe a quantidade de comentários desse post, aqui deixo minha última participação:Quando comentei pela primeira vez foi motivada por essa frase: «Lo triste es la violencia que genera este Carnaval, fiesta con drogas,heridos, muertos…» Porque o carnaval no Brasil gera tanta violência quanto uma festa dessa proporção (literalmente quase continental), que dure quatro dias num país com os problemas socio-econômicos que o Brasil tem. Não concordo inteiramente com os argumentos da «Indignada» (aliás, não gosto de comentários em que a pessoa tem pejo de assinar seu nome), mas não posso deixar de me lembrar de quantas vezes li e ouvi, no exterior (e não somente através da mídia) que brincamos o carnaval para «esquecer a miséria». E que o país não avança socialmente porque somos adeptos dessa «festa bárbara, em que a religiosidade e a decência dá lugar à licenciosidade e ao primitivismo das culturas ignorantes» (essa máxima, dita pela boca de um professor universitário inglês, custou a minha amizade).Como eu disse, tapar o sol com a peneira do nacionalismo é de uma ignorância atroz. Mas estamos acostumados a ouvir soluções em vários idiomas para o problema das queimadas na Amazônia, dos índios, das drogas, da violência, das injustiças sociais. Todo mundo (na maioria das vezes, sem entender nada do assunto) tem uma opinião a dar. E chega a um ponto em que o brasileiro comum se descobre cansado de ouvir, de ler isso. Chegamos ao ponto de um jornalista americano se sentir à vontade para escrever no Ney York Times que o presidente do Brasil é um bêbado. Se o principal jornal do país dissesse que George Bush é um drogado, o que aconteceria?. E assim nasce o nacionalismo que, sabiamente, muitas vezes atrapalha mais do que ajuda.Posso citar inúmeros casos – como o casal que seqüestrou o empresário Abílio Diniz e que causou pressão internacional para que fossem cumprir pena no Canadá, ou o bárbaro assassinato de Jean Charles de Menezes pela polícia britânica. O assassino de Acioly Pariz é um condenado à prisão perpétua por ter estrangulado a mulher – matou porque a justiça lhe deu o direito ao regime semi-aberto. Se fosse o caso inverso – um inglês assassinado por um condenado em regime semi-aberto no Brasil – estaria essa notícia apenas em alguns jornais ou haveria páginas inteiras de matérias dissecando da pobreza ao sistema penitenciário nacional, com especialistas falando de quão o Brasil é violento?Entendem a diferença? Respeito, é o que falta a nós – e sim, quem quer respeito deve se dar ao respeito. Pois essa diferença de tratamento é que fere os brasileiros. Quem analisa a violência e a pobreza do país mora a um oceano de distância. Não faz como Hernán, que VÊ suas causas.E Hernán, o Brasil conhece seu trabalho porque eu e grandes amigos (incluindo os de imprensa) pusemos links de suas matérias em blogs e sites de notícias. Não sei se é legal ou não (apesar de sempre o crédito a você e a 20 Minutos serem dados) mas o Brasil acompanhou você nos momentos mais cruentos do conflito palestino. Você foi uma das fontes mais límpidas e seguras de conhecermos o que realmente se passava por lá.Saludos, volte sempre,Suzana

    23 febrero 2007 | 16:17

  4. Dice ser irene

    querida Suzana, no se si te he entendido bien porque no se brasileiro (pero me encanta la musicalidad del idioma)…lo unico que puedo decirte es que tal vez entendiste mal el fin de hernan y por eso viene todo este follon…es cierto que las noticias de brasil suelen ser tristes hasta que llega el carnaval y yo matice que no es el carnaval quien general violencia sino la falta de recursos de muchas personas abocadas a la pobreza que ven como un millon de guiris con dinero disfrutan de su pais…los españoles por ejemplo tampoco tenemos buena fama, yo he oido comentarios de italianos, ingleses o alemanes (de los franceses mejor no hablar jejejej Anab podria contarnos algo) sobre españoles que dan rabia (somos vagos, asesinos de animales, maltratadores de mujeres, ruidosos, orgullosos, tercermundistas…y cosas peores que no te pongo)por eso creo que esta claro que de lo que se trata aqui no es de machacar o poner verde a un pais insultandolo y creo que la intencion de hernan esta bien lejos de ese argumento…la critica constructiva es lo que ayuda a una persona, a una empresa, a un pais a superarse, a buscar la forma de mejorar…saludos suzana

    23 febrero 2007 | 17:23

  5. Dice ser Suzana

    Cara Irene;A frase que me despertou o «nacionalismo» (e acho que a palavra não é apropriada) não foi dita por Hernán. Foi um comentário postado aqui. Sou jornalista como Hernán; cobri a parte violenta da cidade do Rio por quase dez anos por um dos principais jornais do país. Assim como Hernán fez nesses últimos dias, subi morros, presenciei inúmeros tiroteios (e, respondendo aqui a um outro comentário, essas operações não são incomuns; são chamadas «Operação Asfixia» e visam prender o chefe do tráfico – normalmente quando ele torna-se por demais cruel, quando planeja invadir os morros de facções rivais ou determina que o comércio feche a seu bel-prazer, apenas para citar alguns exemplos e de maneira deveras simplista. São comumente precedidas pelo trabalho do serviço de informações da Polícia Militar).Vi uma mãe de família fuzilada por um tiro de fuzil no rosto num assalto a carro-forte, na frente da família – e sua mãe, idosa, gritava aos prantos, completamente histérica, a um soldado do Batalhão de Operações Especiais que matasse o assassino da filha. Vi os corpos das vítimas da chacina de Vigário Geral – senti o cheiro de sangue por semanas. A fotógrafa confessou depois que queimou sua roupa e tomou um banho de três horas, e mesmo assim se sentia suja.Fui a ínúmeros enterros de vítimas de balas perdidas, principalmente crianças, e chorei neles, apesar da postura profissional a que me obrigava a tomar; enterros de traficantes e de suas vítimas; compareci a velórios de policiais bons, valorosos, mas também de corruptos.O que me irrita como brasileira e como jornalista são particularmente dois fatores: quando a imprensa estrangeira escreve além-oceano de um assunto de que em hipótese alguma entende (e generaliza dizendo que o país «é violento» e que o governo deveria «tomar providências» – ele o faz, mas não se some completamente, nem em uma década, com séculos de injustiça social, desmando oficial e corrupção); e com a imprensa de meu próprio país que abre páginas para crimes bárbaros quando eles acontecem com filhos brancos da classe média e alta: se acontecer na Zona Sul da cidade é o horror – se acontecer na Baixada Fluminense, em cidades onde há bolsões de misérias inimagináveis, não merecem uma linha, a não ser que seja uma chacina, e aí chega a ser constrangedor não escrever sobre ela.O problema das favelas é complexo. Gera inúmeros debates, desde a sua remoção pura e simples a sua elevação a bairro – como aconteceu com a Rocinha, que é um bairro do Rio, e não mais uma favela. Tira-se o chefe do tráfico, outro toma o seu lugar. Fecham-se pontos de vendas de drogas, outros são abertos ali adiante. Sim, é necessário governo (especialmente da Polícia Federal, no caso do contrabando de armas pesadas) e ação social – onde eles não existem, as «boas ações» do tráfico os substituem.Um dos debates mais acirrados aconteceu por ocasião da morte do jornalista Tim Lopes, barbaramente torturado e queimado vivo por um traficante quando fazia, disfarçado, uma reportagem. A TV para que ele trabalhava recebeu denúncia de bailes onde meninas eram violentadas e a droga corria à vontade. Pois a TV mandou Tim (que já era conhecido no morro) fazer a matéria. Sem proteção. E ele aceitou. A denúncia não foi mandada ao Ministério Público nem mesmo comunicada a alguma fonte, em off, dos poderes públicos. Era a época de «Vamos fazer uma matéria assim para desmoralizar o poder público ineficiente». E Tim Lopes morreu barbaramente. A mídia arvorou-se no papel de detentora da ordem pública. E isso não pode acontecer, jamais. Porque jornalistas, apesar de às vezes nos sentirmos assim, não são invencíveis, imortais, perpétuos.Ao trabalho de Hernán só tenho elogios. A polêmica nas caixas de comentários jamais envolveu, de minha parte, o trabalho desse que é um dos melhores jornalistas da atualidade, a quem tive a sorte de conhecer o trabalho. Que ele continue a denunciar o que de errado há nesse mundo, onde quer que seja.AbraçosSuzana

    23 febrero 2007 | 20:20

  6. Dice ser edgar

    Señor Zin: qué le ha hechoa usted algún colombiano o alguna colombiana para que de manera gratuita en el artículo use la siguiente frase «…qué hacer con los traficantes, con los paramilitares, en un escenario que cada día se asemeja más a Colombia…». Ojo, si vas a visitar nuestro hermosísimo país con ese prejuicio, la realidad te va a abofetear. No somos eso que tienes preconcebido. El mejor capital que tenemos en nuestro valioso país es la gente. En un 99% somos gente a la que Dios le dedicó muchísimo tiempo para hacernos lo más parecido a él en bondad, en solidaridad, en amor por el prójimo, en perseverancia, en tolerancia. Y ni mil argentinos podrán jamás hacernos daño. SÉ MÁS CAUTO.EN NUESTRO PAÍS TODO MUNDO ENTRA Y SALE COMO DIOS MANADA, OJALÁ TE VAYA BIEN EN TU VISITA PARA QUE PUEDAS COMPROBARLO Y COMETAS EL ARTÍCULO QUE TE LLEVE A DECIR QUE LA COMPARACIÓN QUE HICISTE ESTÁ MILES DE VECES EQUIVOCADA

    01 marzo 2007 | 05:26

  7. Dice ser Hernán Zin

    Realmente Edgar, ese nacionalismo infantil que os sale a algunos me desalienta muchísimo. La comparación no sólo la hago yo, sino alguno de los politólogos más reconocidos de la región, como los que la semana pasada protagonizaron un amplio debate en la revista Época.El surgimiento de las «milicias», una fuerza paramilitar, está haciendo que el escenario se parezca a Colombia, ya que agrega una tercera fuerza.Pero, realmente, déjalo, no te molestes en escribir, me cansan las manipulaciones como la tuya, me tienen, con todo respeto, harto. Si te parece que decir que el escenario se parece con respecto a los paramilitares implica hablar de todos los colombianos, prefiero no seguir el diálogo, porque veo en ti un afán de tergiversar que haca imposible cualquier diálogo razonable.Una pena…HZ

    01 marzo 2007 | 13:22

  8. Dice ser Hernan Zin

    Por cierto Edgar, conozco bastante bien Colombia, no se de donde sacas que no la conozco, y, estoy de acuerdo contigo, la gente es maravillosa, eso si, reacciones como la tuya, desmedidas y ofensivas al trabajo ajeno no representan la educacion y moderacion de los colombianos que conozco, lo digo para que nadie piense mal de tu pais, lo tuyo es un caso aislado… HZ

    01 marzo 2007 | 17:36

  9. Una noche para vivirla y no olvidar jamás, menos mal que este pueblo tiene ese gran corazón.Saludos

    02 marzo 2007 | 11:48

  10. Dice ser MM

    Al viajero gcm.,Me parece bien que usted ponga las opiniones que estime oportunas, eso sí, siempre con el mismo respeto que desearía para usted.Sólo le voy a decir una cosa:su comentario es intolerante y despreciativo, primero con el autor del mismo, y otra para los que participamos comentando los diferentes post, al que nos dedica estas perlas que no tienen desperdicio: “para cuatro tontos que leen y quieren creérselo”.No voy a entrar en descalificaciones porque no quiero llegar a su altura.Creo que usted es un gran desconocedor de la trayectoria profesional de Hernán Zin, le aconsejo que lea este blog desde el principio, y le puedo asegurar que sus fotos, sus comentarios y relatos no se sujetan sólo a un mero blog de viajes turísticos, de los que abundan a patadas en la blogosfera.Un saludo

    10 marzo 2007 | 13:38

  11. Dice ser anita

    Estas discusiones nacionalistas se limitan a:Yo puedo decir que mi hermano es gilipollas pero que a nadie se le ocurra decirlo que lo mato..Otro ejemplo, país vasco, ese es un terrorista hijo de.. pero es nuestro hijo de y no vamos a dejar que uno de fuera lo diga ni lo detenga.Así no se llega a ningún lado, la violencia en Brasil es una realidad, ver estadisticas de asesinatos al año, aunque violencia hay en todas partes. En contrapartida es un país maravilloso, bendecido por la naturaleza y sus gentes llenas de vida, las susceptibilidades folletinescas dejadlas para la novela de las ocho. España también resulta odiosa a veces y maravillosa y cualquier lugar, no estamos juzgando, estamos describiendo y la primera vez que subí a la favela dos Tabajaras lo comparé con Irak por el despliegue de armas, no conozco Irak pero es algo ilustrativo, espero que ningún iraquí se ofenda. Lo que te decía alguien de los blocos, merece la pena, más auténtico que el desfile, más espontaneo y popular. Saludos y no os cabreeis tanto por nada que formamos todos parte del mismo globo

    14 marzo 2007 | 04:20

Los comentarios están cerrados.