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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Llegan los primeros autobuses movidos con aguas residuales

La idea suena a ciencia ficción pero es ya una realidad. ¿Te imaginas autobuses que en lugar de consumir gasoil se muevan con las aguas residuales del alcantarillado?

No pongas esa cara de asco. No es lo que parece. No se trata de moverse directamente con las aguas sucias de las cloacas. La idea no es tan sencilla ni tan maloliente.

Básicamente se trata de producir biometano a partir de lodos de depuradora. Y luego sí, con ese gas que no huele a alcantarilla, que como el tradicional gas butano de las cocinas en su combustión prácticamente no huele a nada, usarlo como energía motora de los autobuses urbanos.  Lee el resto de la entrada »

Consejos para no derrochar comida en Navidad

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© Wikimedia Commons

Cuando viví en Inglaterra eran habituales los chistes y los consejos referidos al plato estrella de Navidad, el pavo. Grande, hermoso… e inacabable. Terminaban los festejos y seguías comiendo los restos de ese mismo pavo de todas las maneras posibles.

De regreso a España me di cuenta de que, en nuestro país, las compulsivas compras navideñas de alimentos se resuelven de dos formas radicalmente diferentes. Las de los derrochones y las de los apañados. Los primeros no tienen reparos en tirar a la basura todo aquello no consumido en el mismo día. Los segundos tratan de aprovecharlo con imaginación.

Bien es cierto que los españoles no somos los únicos. En el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos cada año, según denuncia la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En concreto Europa arroja al cubo de basura 89 millones de toneladas de alimentos anuales, de acuerdo a los datos de la Comisión Europea. Esto significa que cada europeo tiramos unos 179 kilos de comida al año. Y más en concreto, España es el sexto país que más comida tira dentro de Unión Europea (UE), con 7,7 millones de toneladas, como recoge un informe del Parlamento Europeo. Esto se traduce en que desperdiciamos el 18% de lo que compramos para alimentarnos. Lo preocupante es que casi la mitad de estos alimentos (45%) no tendrían por qué acabar en la basura si se hubieran gestionado mejor.

Para evitar esta situación, la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), apoyada por la estrategia “Más alimento, menos desperdicio” del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, ha difundido en estas fechas ocho consejos para recordar a los ciudadanos cómo evitar el desperdicio de alimentos navideños:

  1. Planificar con inteligencia los menús y compras navideñas.
  2. Congelar raciones para otros días y reutilizar los restos de las comidas.
  3. Pedir consejo al camarero para medir bien lo que el grupo puede consumir.
  4. Llevarse las sobras del restaurante a casa.
  5. Organizar bien el frigorífico.
  6. Seguir las instrucciones de almacenamiento, conservación y preparación que aparecen en las etiquetas de los alimentos.
  7. Respetar la cadena de frío.
  8. Organizarse bien mientras se cocina para no tirar nada.

¿Se te ocurre alguna idea más? Yo pondría como primer punto las benditas croquetas, nuestro plato estrella de aprovechamiento alimentario, pero seguro que hay otras recetas fantásticas para reutilizar tanta comida maravillosa que, muchas veces, acaba en la basura. Tienes los comentarios abiertos para darnos todas esas ideas fantásticas.

Puedes descargarte en este enlace la Guía práctica para el consumidor: Cómo reducir el desperdicio alimentario.

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El derroche del bufé «todo incluido»

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© Joe Ross / Wikimedia Commons

¡Qué bien estaba el hotel! Sobre todo el bufé, con muchísima comida hasta hartarte. Habré engordado 5 kilos en una semana.

Así me lo ha contado un amigo, encantado de la vida y del resultado de sus vacaciones en un hotel de los del «todo incluido«. Por lo que le costaba un alojamiento semejante con sólo desayuno, ha tenido acceso a toda la comida y bebida de la que ha sido capaz de ingerir de 7 de la mañana a 11 de la noche. Vaya juerga ¿verdad?

Pocas horas después me encontré con otro colega que también se ha pasado el verano en uno de esos hoteles, sólo que como cocinero. Su visión es totalmente diferente. Lo que más le sorprendió no fue ni el sueldo (bajo) ni el trabajo (mucho), sino el derroche: «Ni te imaginas la cantidad de comida que tiramos todos los días a la basura». Y me lo explicó con detalle.

Hay que trabajar rápido, así que no se pierde el tiempo en apurar las piezas a filetar. Puntas y zonas que se salen de lo homogéneo son desechadas con generosidad.

Pero hay más. Todo lo que llega al bufé queda en el bufé o va al cubo de basura. Nada se reaprovecha. Tampoco ese montón de pollos asados llevados a última hora al comedor y que nadie tocó. Qué buena idea usarlos para hacer unas buenas croquetas. Pero no. Punto uno: da mala imagen. Punto dos: tendríamos problemas con Sanidad. Punto tres: sale más barato comprar croquetas congeladas.

¿Por qué no dar toda esa comida sobrante a Cáritas o a personas necesitadas? Por lo mismo. Problemas con Sanidad y con la imagen. ¿Y si alguien se intoxica con ese alimento? Todo a la basura.

Otra idea. La comida rechazada se podría usar como abono para ese huerto ecológico orgullo turístico del establecimiento, o para alimentar gallinas que les surtieran de huevos de altísima calidad, pero pasa lo mismo. Sale más barato comprar hortalizas que cultivarlas.

Están confundidos con el precio. Estamos muy confundidos. Con un planeta sobreexplotado, sobrepoblado y sobredimensionado, tantos excesos nos van a salir muy caros.

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