La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Recorre Lanzarote guiado por la voz de Saramago

Hoy te propongo algo diferente. Un viaje hacia el interior, tu interior, desde el exterior de un paisaje increíble, mágico, tan solitario como muchos de nosotros anhelamos. Pasear en soledad por los paisajes volcánicos de Lanzarote de la mano amiga de José Saramago, el llorado Premio Nobel que vino a vivir y a morir a esta isla telúrica.

El viaje no te costará nada. O quizá mucho, quién sabe. El único requisito indispensable es tener tiempo; dejarte llevar por la ensoñación y el movimiento algodonoso de las nubes.

Yo he elegido un volcán cercano a la entrada de acceso con coches al Parque Nacional de Timanfaya. Lo siento por César Manrique, pero su intervención en el Islote de Hilario, sus aulagas incandescentes, sus géiseres de agua hirviendo, su ruta en guagua escuchando el relato minucioso de las primeras explosiones volcánicas recogidas en 1730 por el cura de Yaiza don Andrés Lorenzo Curbelo, sus pollos asados al volcán y sus cientos de turistas haciendo cola en los retretes para aliviarse no va conmigo. En mi volcán no hay nadie. Estoy yo solo. La idea del paseo es sencilla: rodear esta montaña si se puede. Pero a lo mejor ni lo hago; me paro antes y disfruto.

Primer consejo de Saramago:

[Disfrutar] el placer profundo, inefable, que es andar por estos campos desiertos y barridos por el viento.

(Cuadernos de Lanzarote)

Éste es mi paisaje. Lavas ásperas y cenizas. Una única palmera como solitario faro vegetal, oteando las escorias igual que hago yo ahora. Respiro y no huele a nada. O quizá sí. A aire fresco con lejanos toques marinos y cierto aroma a azufre.

Llevo los prismáticos pero de momento la única ave que me acompaña es un confiado bisbita caminero. Va

Mariposa ícaro

paseando por delante de mí, como señalándome el buen camino, pero no le hago caso. Miro a todas partes y a ninguna en concreto. De repente los ojos se me van detrás de una bellísima mariposa azul casi añil, la bella ícaro (Polyommatus icarus) que liba nerviosa en las flores de la malvarrosa (Pelargonium capitatum). Detengo el lento paseo ante la desesperación del bisbita, empeñado en querer enseñármelo todo.

Flores en la ceniza del volcán. En realidad la malvarrosa es una planta introducida en la isla de Lanzarote, donde tiene carácter invasor. Se escapó de los jardines y ahora enseñorea de colores los negros y grises de esta isla. Pero es tan bella que se le perdona todo.

La flor que sí es de aquí, hasta el punto de que de todo el mundo sólo crece en Lanzarote, es el tojío (Asteriscus intermedius). Parece una margarita, a pesar de no tener nada que ver con ellas. Ésta en concreto es un arbusto de madera con un potente aroma balsámico.

Segundo consejo de Saramago:

Si no hubiera tristeza ni miseria, si en todo lugar corriesen las aguas sobre las piedras, si cantasen aves, la vida podría ser siempre estar sentado en la hierba, coger una margarita y no arrancarle los pétalos por ser ya sabidas las respuestas o por ser éstas de tan poca importancia que descubrirlas no valdría la vida de una flor.

(Memorial del convento)

Vanesa de los cardos, la mariposa viajera intergeneracional.

Sigo el paseo sin apenas moverme del sitio, persiguiendo con la mirada mariposas y flores. Por ejemplo, en los botones de oro del tojío, además de las azules ícaros también hay varias vanesas de los cardos (Vanessa cardui), una asombrosa mariposa capaz de recorrer hasta 13.000 kilómetros en algunas de sus migraciones. Y como para ella, tan frágil, ese viaje le resulta imposible, deja la responsabilidad de concluirlo a sus hijos y nietos, pues la migración se hace a saltos gracias al entusiasmo de varias generaciones.

Lo expliqué en las páginas del periódico 20 Minutos cuando hablé del efecto (viajero) de la mariposa.  Delicados insectos, son capaces de detectar el norte magnético, tienen un barómetro interno con el que perciben temperatura y presión atmosférica, seleccionan las corrientes de aire adecuadas y pueden orientarse por el sol. Cabalgando en los vientos a más de 500 metros de altura, son capaces de cruzar océanos y desiertos a velocidad de crucero.

¿De dónde vendrán estas mariposas de Lanzarote? ¿A dónde irán?

Para sumirme aún más en el asombro aparece entre las flores una esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum). El acabose sensorial. El falso colibrí es una mariposa migratoria, aunque otras veces en lugar de escapar de los fríos prefiere pasar el invierno en alguna grieta al estilo de como hacen los osos en sus cuevas. En Canarias se puede ver todo el año, volando como un colibrí, deteniéndose en el aire cual helicóptero libador para lanzar a las flores su extraordinaria lengua enrollada de camaleón, casi de la misma longitud que su cuerpo.

Esfinge colibrí.

Han pasado dos horas y apenas he avanzado un kilómetro en este paseo entre flores y mariposas, pero estoy feliz.

Tanto disfrute me ha abierto el apetito. Y la sabia naturaleza, consciente de mis limitaciones, decide invitarme a almorzar. Descubro enseguida varias matas de tomates cagones o chijones, esos tipo cherry que aparecen salvajes en cualquier lugar pues son sembrados por las heces de los gatos, lagartos o pajaritos que se los comen. Son un inmenso regalo gastronómico. Apenas recojo un puñado, pero resultan sabrosos como pocos con ese frescor de la mañana y su ligero toque salino procedente de la maresía atlántica.

Higos bajo el volcán. Una experiencia sensorial inenarrable.

El sendero me lleva finalmente al interior del volcán, en cuya caldera crece una hermosa higuera encerrada en un muro de piedra de lava como tosco estuche que protege la joya. Esas paredes sostienen el árbol al tiempo que le dan frescor y protección frente a los vientos.

Sabiduría popular. La higuera fue prácticamente el único cultivo de los aborígenes de estas tierras, cuyos frutos pasaban al sol para poderlos luego comer como los nutritivos manjares que son. De lo poco que se trajeron de África cuando iniciaron la incierta colonización de estas tierras hace 2.000 años. Tan importante para su dieta que todavía hoy se conocen en Lanzarote como higos de fruta o directamente fruta.

A esta higuera la respeto porque tendrá celoso dueño, pero de regreso al coche, saciado de belleza y luz, relajado, comeré varios higos que una higuera medio silvestre me ofrece a la vera del camino.

Todavía me estoy relamiendo del gustazo. Mi cata conejera de paisaje, de cultura, geología, naturaleza e historia, ha sido un éxito rotundo y concluye con un dulce final. ¡Qué paseo más rico!

Tercer y último consejo de Saramago:

Sin embargo, no olvidemos que ante este paisaje solitario estuvo el hombre que lo creó. Fue de él la primera mirada.

(Cuadernos de Lanzarote)

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3 comentarios

  1. Dice ser juan antonio

    Saramago valiente hipócrita hablando del comunismo y él se construye un palacete en una isla paradisiaca como es Lanzarote; encima se toma la libertad de hablar mal del gobierno de España, cuando él ni es español, (afortunadamente), y cuand tiene a su país sumido en la miseria.

    21 mayo 2017 | 13:55

  2. Dice ser la felicidad eterna, vaya calvario

    A la palmera si se le hace un baja como las máquinas tragaperras, vuelve a subir de rebote y entonces se abre un apuerta en la montaña y salen naves espaciales que nos invitarán a montarnos en ellas para ir a otro planeta donde la gente es feliz todo el día, a toda hora, siempre riendo, y como les duele y alas mandíbulas de tanto reír y se aburren de estar siemrpe felices entonces no slelvana nosotros para crear jaleo y follones y ya se equilibre la cosa. Todos eran felices y uno gritó tras uan nube, siemre feliz, estoy harto de estar siempre feliz! nació un rayo y el trueno cimbreó las nubes alrededor y llovió tristeza, melancolía, nostalgia, menos mal, qeu si no…..

    21 mayo 2017 | 14:24

  3. Dice ser Jesús

    Saludos, desde Venezuela, específicamente desde Boconó, lugar bucólico y siempre verde de los andes de este lado del mar. Hermosas sus crónicas. Dan mucha imagen y colorido, y eso que sólo he leído esta porque, apenas hoy mismo también he sabido de usted y su trabajo, ya que he leído una entrevista en la que se involucran tiempo, monasterios, ciencia, viejos manuscritos, abejas, salud, miel y sobre todo justicia para un ser que, 230 años antes, cultivó la idea del bien desde lo humano, desde la trascendencia del amor al prójimo. Y ahora, leyendo esta crónica, en la que involucra mucha luz, naturaleza viva, geografía espectacular, patrimonio de esas bellas islas, a las que nosotros en Venezuela les debemos tanto, por el mucho aporte que nos dieron, y también, la guía oportuna de ese gran escritor, Saramago, que cultivó fiel y decididamente como el monje del siglo XVIII, «lo humano», y nos legó una obra que inclusive está blindada, porque ya no es de él, sino de la cultura mundial. Gracias, amigo. Me gustaría poder estar en contacto con usted. Acá, pese a nuestra crisis, queremos hacer mucho, y más con la gran biodiversidad y la historia que poseemos. Un abrazo.

    22 mayo 2017 | 03:23

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