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La emoción de ira, protagonista en el debate de investidura

Captura de pantalla 2016-08-31 a la(s) 16.55.58Salvando la socarronería momentánea de Mariano Rajoy que despertaba algunas sonrisas en la audiencia, sobre todo la de Pablo Iglesias, las emociones predominantes han sido muy negativas e intensas, sorprendentemente intensas. Este nivel de expresión emocional de ira da buena cuenta de que todo el cruce de acusaciones entre unos y otros es tomado como un ataque personal, que no hay una simple disparidad de opiniones entre partidos con ideologías diferentes, sino agresividad directa de un candidato a otro.

Todo ello se refleja en las expresiones faciales (ira, asco y desprecio), en la ruda gestualidad que acompañaba al discurso (puños cerrados, dedos acusadores, gestos de látigo, inclinación vehemente al hablar), y en una prosodia emocional excesivamente alta y acelerada. Esta ha sido la tónica general en la conducta observable del debate.

Mariano Rajoy fue retomando la emoción en el transcurso del encuentro y tras los ataques directos, porque antes de esto su pasión, energía, fuerza, y emoción para comunicar estaban totalmente aletargadas, se mostró muy plano, leyendo sin parar, con una total falta de espontaneidad en su expresión.

Albert Rivera pareció el más conciliador de todos, su comunicación no verbal era coherente con el rol que desempeña ahora en la coyuntura política, gestos mediadores, mantenía una calma más natural, no reprimía sus emociones y como viene siendo ya costumbre en él, su discurso era menos leído, más sentido y todo ello acompañado siempre de los gestos ilustradores, que son los que denotan sinceridad y compromiso con lo que se dice.

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Foto extraída de El Mundo

Sin duda, los dos candidatos que más han adolecido de un constante ceño fruncido son Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, en el primero es un gesto más habitual en su línea base de expresión, porque también utiliza la ira como medio para canalizar la intensidad y pasión de lo expuesto. Pero me ha sorprendido especialmente la de Sánchez, es un rostro de ira de un nivel muy elevado (en un momento determinado), podemos observar la presión en los labios y la mandíbula, que indican un intento por reprimir la emoción, las aletas de la nariz muy abiertas, muestra de la agresividad contenida, y el ceño fruncido que termina por formar esta elocuente expresión hostil.

Esta emoción de ira es bastante relacional con el contexto en el que aparece, se relaciona sobre todo con la impaciencia y con una necesidad imperiosa por solucionar una circunstancia problemática. La provocan factores cómo la frustración, situaciones injustas, inmovilidad, o atentados contra los valores morales. Como podemos comprobar todos estos estímulos son congruentes con la experiencia vivida por Sánchez y por todos los candidatos en estos difíciles momentos políticos.

 

Análisis del debate a cuatro más allá de las palabras

debate para 16jPor primera vez los cuatro principales candidatos a la Moncloa debatieron anoche en un acalorado encuentro, repleto de momentos de tensión, impacto emocional y gestos significativos. Existieron notables diferencias con la comunicación no verbal del último debate a cuatro. La mayor novedad de esta nueva contienda es la participación de Mariano Rajoy, del que hemos comentado anteriormente que no es especialmente hábil en este tipo de situaciones de alto impacto, en esta ocasión, sorprendió tranquilo pese a ser la diana de todas las críticas y estar en la posición, sin duda, más difícil. Su lenguaje corporal ha fluido más y mejor que en anteriores ocasiones en las que su figura se paralizaba y exclusivamente leía sus apuntes, aun así, se percibe mucho más cómodo y con seguridad cuando se apoya en los datos.

En mi opinión, existen siempre tan bajas expectativas sobre su comunicación no verbal y verbal que por algo bien que lo haga ya resulta victorioso en su participación, quedando esa sensación de: «pues mira, al final, no lo ha hecho tan mal»Su expresión corporal más significativa: orgullo. Se mostraba altamente satisfecho con sus intervenciones, finalizaba su turno de palabra siempre con una sonrisa, postura erguida y cabeza alta. Sus palabras iban constantemente asociadas a conceptos como la sabiduría, experiencia y veteranía, menospreciando a los que todavía no han pasado por el gobierno.

En general, todos han dotado de demasiado protagonismo a los datos, apuntes, gráficos y encuestas. El discurso más emocional, natural, anecdótico y coherente con su corporalidad fue el de  Albert Rivera, que comienza, y se mantiene, más calmado de lo normal, ganó su comunicación no verbal por la ‘superación’ (por fin) de todos sus errores conductuales en este tipo de intervenciones. En esta ocasión, participaba con un ritmo lento, sin movimientos acelerados, ha trabajado sus tics nerviosos, no interrumpía, no se impacientaba y cambió la dominancia por el sosiego. Utilizó los gestos ilustradores con genialidad, uno de los mejores recursos en comunicación no verbal efectiva, ya que transmiten credibilidad y convicción. Demostró buena sintonía con Sánchez y cierta inquina hacia Iglesias.

Pedro Sánchez tenía muy claro su objetivo: fue a por Rajoy, a veces diera la sensación incluso de que fuera un cara a cara entre ambos. Sus expresiones de desprecio hacia el líder del Partido Popular eran incesantes. Utilizaba el gesto del dedo acusador, lo que denota la agresividad en el flujo de la conversación. La mirada del representante socialista era directa y penetrante, desafiante en sus reproches hacia Rajoy, quién no le devuelve la mirada, le resulta imposible sostener la abrumadora inspección de su contrincante más feroz. Su actitud fue especialmente provocadora con Rajoy e Iglesias, sin embargo menos beligerante y más comprensiva con Rivera.

Pablo Iglesias sigue fiel a su apariencia más informal y a su bolígrafo en mano para descargar tensión, pero también corrigió errores: usar camisa blanca en lugar de azul para controlar la visibilidad de la sudoración que enturbió su imagen en el debate a cuatro de las pasadas elecciones. Le faltó fuerza en su comunicación no verbal, era muy plano, sin fluctuaciones emocionales, pareciera cansado. Resultó llamativo el hecho de que sus expresiones emocionales más intensas fueran provocadas por Rivera, veíamos por ejemplo una profunda ira, sonrisas irónicas y desprecio, en numerosas ocasiones, mientras se dirigía al líder de Ciudadanos o le escuchaba. Sin embargo, se detecta tristeza y decepción cuando es atacado por Pedro Sánchez. Le enfada la postura combativa de Rivera, le duele la de Sánchez.

El minuto final, o minuto de oro, adquiere una relevancia importante, aunque se trate de un espacio totalmente preparado, ensayado y no dando lugar alguno a la improvisación, sí que la elección del mensaje y de las palabras empleadas también exhibe el concepto que subyace a cada posición política:

Pablo Iglesias repite varias veces en pocos segundos la palabra «miedo», anima a la superación de esta emoción que paraliza a quien la sufre, y alude a la alegría y las sonrisas. Su intención es la de provocar energía positiva que se asocie con el credo de su partido.

Albert Rivera, nombra a los sentimientos y se dirige a los ciudadanos: «si ustedes sienten como yo…» Con esta sentencia implica al publico y lo hace cómplice de su ideal, proyecta la sensación de que están en un mismo barco, acorta distancias.

Si en Mariano Rajoy decíamos que predominaban las emociones de orgullo, en este minuto final la nombra directamente, se centra en destacar lo bueno que ya tenemos, omite palabras como cambio o futuro, apuesta por la continuación. En esta intervención sí que se le aprecia más nervioso de lo que está en el debate.

Por último, Pedro Sánchez se dirige al público hablando de tú, se aleja de los protocolos y los formalismos para hablar de un modo más cercano con el votante. El líder del PSOE invita a la reflexión y al cambio.

 

 

 

Lapsus linguae y gestuales: los protagonistas en el debate electoral femenino

Debate a 4: Margarita Robles (PSOE), Carolina Bescansa (Unidos Podemos), Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Andrea Levy (PP) (Víctor Lerena / EFE)

Debate a 4: Margarita Robles (PSOE), Carolina Bescansa (Unidos Podemos), Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Andrea Levy (PP) (Víctor Lerena/EFE)

Por primera vez en televisión el duelo de los cuatro principales partidos políticos se inicia en femenino, se emitió anoche en Antena 3 con el nombre: Primero las mujeres y, conductualmente, resultó muy agradable, reinó un tono más más moderado y respetuoso de lo que lo han hecho los líderes de cada formación en debates anteriores, aun así, también se produjeron momentos de descontrol que marcaron las diferencias en las gestión emocional de unas y otras.

Andrea Levy, representante del Partido Popular, fue la más artificial en lo que a comunicación no verbal se refiere. Llevaba un discurso aprendido en exceso, tal era así que en algunos momentos pareciera que leyera un telepronter imaginario. Gestos con las manos también muy forzados, movimientos poco naturales y ausencia de emociones, no transmitía, no filtraba las palabras con sentimientos asociados. En las escasas ocasiones en las que se salía de su ‘guión’ se le notaba muy nerviosa, con voz temblorosa y numerosos errores en la producción del lenguaje. Las pocas expresiones faciales que ejecutaban eran de índole negativo, sobre todo, asco, ira y desprecio. En mi opinión,  proyectó la imagen más desfavorecida de las cuatro.

Margarita Robles fue la elegida como portavoz de la formación socialista. Su rol emocional fue el más dominante de las cuatro participantes, tomaba constantemente la iniciativa y el cierre en casi todas sus intervenciones, defendía su mensaje de forma muy vehemente con expresiones faciales y corporales muy irónicas y sarcásticas, en muchos momentos incluso provocadores, con gestos de látigo y dedo acusador. Recientemente explicamos en este blog qué puede haber detrás de los lapsus linguae. Pues bien, muy llamativo y significativo su lapsus linguae al hablar de corrupción, «Es imprescindible que se ayude a los jueces, el PSOE (su propio partido) se ha puesto para otro lado, no ha ayudado ni colaborado con los jueces, esto lo hace el PP» (rectificaba a continuación), lo que desata las carcajadas de sus compañeras de debate, sobre todo de Arrimadas que intentaba reprimir la risa, incluso bajaba la cabeza y se tapaba el rostro, correspondiente a la emoción de vergüenza (en este caso, ajena).

Carolina Bescansaenviada por Podemos, resultó ser la más calmada y serena de las cuatro, proyectaba seguridad y naturalidad, pero quizás perdió la fuerza que la ha caracterizado hasta ahora, su corporalidad estaba muy desinflada, aletargada, su ritmo en el discurso era muy lento y resultaba por tanto algo pesado escucharla, le faltó énfasis y fluctuaciones emocionales en el discurso para comunicar con emoción y pasión su postura ideológica.

Inés Arrimadasseleccionada para debatir por Ciudadanos, suele ser un ejemplo de la correcta comunicación no verbal, pero en esta ocasión comenzó algo inquieta, parece que Rivera le ha contagiado algunos de sus tics nerviosos con las manos, utilizaba muchos gestos automanipuladores, jugueteando con el anillo, agarrándose los dedos, incluso apretándolos con notable presión cuando entrelazaba sus manos, parece que luego se va serenando, y al igual también que su líder, utiliza mucho y muy bien los gestos ilustradores, éstos sí son adecuados para emitir credibilidad y convicción en lo que uno pronuncia. Destacable en este caso la ocurrencia de un curioso lapsus gestual, «el cambio puede ir a mejor (señalando y orientándose hacia la representante del PP) o a peor (señalando y orientándose hacia la portavoz de Podemos). Su gestualidad la delató.

¿Quién ganó el tenso cara a cara entre Pablo Iglesias y Albert Rivera?

(EFE) Pablo Iglesias y Albert Rivera discuten en su cara a cara en el programa Salvados.

(EFE) Pablo Iglesias y Albert Rivera discuten en su cara a cara en el programa Salvados.

Albert Rivera y Pablo Iglesias se sentaron anoche frente a frente en un programa especial de ‘Salvados’, el moderador, Jordi Évole instaba constantemente a la cordialidad entre ambos, y así comenzaron, con un tono muy cordial, expresiones positivas, calma y buenas intenciones, pero duraron poco. Me limitaré a exponer algunos datos para que cada uno saque sus propias conclusiones. Y es que en mi opinión, ambos manifestaron aciertos y errores en lo que a comunicación no verbal se refiere.

El atuendo elegido ya nos dice algo, con anterioridad comentamos la importancia del uso o no de la corbata en política, curioso que en este caso el líder de Podemos la utilice y el representante de Ciudadanos no lo haga; ambos matizan posiciones, suavizan, e intentan romper así la asociación con la imagen transgresora de Pablo y con la más clásica y tradicional de Albert.

A veces, son las palabras las que incendian determinados comportamientos, acusaciones que se convierten en una especie de ‘botón’ que activa de pronto una intensa reacción conductual (positivas y negativas). Sin duda, se producen tres momentos destacados, con tal impacto emocional que son determinantes en el transcurso de la entrevista:

  • La alusión a Amancio Ortega: Pablo Iglesias estaba muy relajado y neutral hasta este momento. Le enfada que Rivera le acuse de haber criminalizado al famoso empresario a través de Twitter, su gesto se torna iracundo e incluso asqueado por lo que escucha. Ante está primera provocación Iglesias se desestabiliza y entonces adquiere también un rol más agitador, aunque consigue, en cierta medida recuperarse.
  • La mención a los refugiados sirios (el momento más tenso): Aunque ambos coincidieron en agilizar los trámites para la acogida de refugiados, la contienda llegó con la réplica de Iglesias: «Lo que dices es sensato Albert, pero no entiendo por qué votasteis en el Parlament de Cataluña en 2013 a favor de retirar la tarjeta sanitaria a los inmigrantes», y esto desata la angustia y el estrés de Rivera, que responde muy tenso «Pablo, tu demagogia es insultante».»No te pongas nervioso», le dijo Iglesias. «No me pongo nervioso, me indignas Pablo«A partir de aquí el líder de Ciudadanos comienza un viaje al descontrol sin retorno posible. Comienza a beber agua sin parar, a sudar de igual forma, no puede gestionar su vuelta a la calma. Y para colmo aun le quedaba encajar otro duro golpe.
  • La referencia a Venezuela: Fue la tecla que termina por encender a Albert. La insinuación de que le preocupen más los problemas al otro lado del charco en detrimento de los de España y sus (desafortunados) comentarios sobre el significado de una dictadura, hacen que se perturbe del todo, llegando incluso a elevar el tono de voz. En realidad, ya ambos no cesan de reproducir expresiones de ira, asco y desprecio, entran en un estadio afectivo muy negativo del que no logran recuperarse.

Otros datos relevantes:

  • Los papeles de Pablo Iglesias: No solía recurrir a la lectura, ni a datos, frases literales, porcentajes, etc. Pero en esta ocasión decidió ir acompañado de apuntes a los que apelaba asiduamente como apoyo argumental. Rivera sin embargo prefirió ir libre de guión.
  • A Iglesias le molestaba significativamente que Rivera le acusara de intransigente, ante está ‘tecla’ (utilizada repetidamente), muestra un intenso desprecio.
  • Evasivas de Albert Rivera: En algunas respuestas carece de contundencia, sobre todo, en las que se refiere a los futuros pactos. Le cuesta nombrar a los partidos políticos con los que sí o no pactaría.
  • El bolígrafo sigue adquiriendo el protagonismo en el impacto emocional de Iglesias. En esta ocasión además es muy flagrante su utilidad para descargar tensión y agresividad, cuando escucha a Rivera, literalmente, ‘lo aprieta’.
  • Albert casi siempre toma la posición no ventajista en sus intervenciones de respuesta, por un lado, toma la iniciativa y esto proyecta una imagen positiva, pero por otro lado, le regala constantemente tiempo a Iglesias para pensar mucho mejor sus réplicas.
  • El apretón de manos final: este elemento resulta muy ilustrativo de lo que fue el careo, resume muy bien el estado emocional, sobre todo, de Rivera. Está muy enfadado, ni le mira, ni se inclina, es una acción desdeñosa que realiza por deber protocolario.

cierre cara a cara iglesias-rivera

Pablo Iglesias admite que en el pasado cara a cara entre ambos, en el mismo medio y formato, «lo hizo mejor Rivera», y estoy totalmente de acuerdo, pero en este caso, con estos datos tan dispares, tengo mis dudas sobre por quién decantarme. ¿Qué pensáis vosotros?

 

 

 

Tensión en Sánchez, indiferencia en Rajoy, ironía en Iglesias y respeto en Rivera en el primer debate de investidura

Foto Javier Lizón (EFE)

Foto de Javier Lizón (EFE)

Actitudes variopintas en el primer debate de investidura de Pedro Sánchez celebrado en el día de ayer en el Congreso de los Diputados.  Es especialmente revelador en estos casos no solo el análisis del que habla, sino también de los que escuchan, e identificar el abanico de posibilidades emocionales que se desencadenan en según qué momentos.

Pedro Sánchez comienza muy nervioso, su balanceo es constante (y este es el  indicador corporal más flagrante que podemos identificar como filtración de la tensión e inseguridad). No se pueden establecer emociones concretas en su rostro porque lee absolutamente todo el discurso (algo que no suele ser habitual en él), los gestos en la primera mitad de su exposición son artificiales, no consigue reproducirlos de forma natural y espontánea. Todo ello realmente da cuenta de la importancia del momento, es un momento relevante para él y le causa un impacto emocional tal que se bloquea su lenguaje corporal, como decía, sobre todo en la primera mitad de su intervención. Al final encuentra el equilibrio y se estabiliza emocionalmente, retoma la compostura, desprende una mayor firmeza y seguridad en su conducta.

Mariano Rajoy aparece en escena comiendo chicle, ‘ido’ durante toda la jornada, muy indiferente hacia el discurso de su rival político. Incluso podemos identificar expresiones de desprecio tras algunos de los aplausos de los asistentes (de los diputados del PSOE en mayor medida). Sánchez no merece su respeto y se considera en un plano superior a él y al momento en el que se encuentran. Lee el resto de la entrada »

¿Cómo fue el debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en términos de comunicación no verbal?

Mariano Rajoy  y  Pedro Sánchez a su llegada al debate (Juanjo Martín/EFE).

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez a su llegada al debate (Juanjo Martín/EFE).

La esperada aparición de Mariano Rajoy a debate ha llegado, y parece ser que no defraudó en cuanto a polémica se refiere. En materia de comunicación no verbal no vibró tanto. Vaya por delante que, como viene siendo habitual, en esta campaña los líderes políticos acuden a estos encuentros demasiado ensayados en sus formas y discursos, tanto en la elección del color para sus corbatas: ni siquiera en su atuendo improvisan o se salen del redil.

Nuestros candidatos al gobierno pierden la naturalidad y, por tanto, la comunicación no verbal espontánea carece de fluidez y efecto para conectar realmente con los votantes, que lo que ven les resultará plano y aburrido por no poder empatizar con actitudes francas y terrenales. Además el escenario en el que se recrea este debate concretamente no ayuda a que se expresen con soltura y a poder apreciar sus ademanes y verdadero estado emocional.

Mariano Rajoy comienza con la extensión amplia de sus ideas puestas sobre la mesa en formato papel, invade literalmente todo el espacio posible para repartir el esquema que lleva preparado. Este hecho da cuenta de la racionalidad y necesidad de estructuración de pensamiento que necesita y que perfila en él un estilo de personalidad analítica y concisa de los hechos. Se siente seguro con los textos por escrito, son amplísimos y además los consulta constantemente, le dan confianza, aunque en algunos momentos le pierde la necesidad de leer en exceso.

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A veces la parte inferior del cuerpo, piernas y pies, nos dan una información más certera que rostro y brazos, puesto que al estar alejada de nuestra visión y mayor control se convierte en más inconsciente y automática. En este sentido vemos en Mariano Rajoy, cuando el plano nos deja, cómo sacude frenéticamente los pies bajo la silla, aunque la parte superior muestre un semblante sereno, tranquilo e impasible, estos movimientos inconscientes delatan su inquietud, nerviosismo e impaciencia.

A pesar de este detalle, comienza con una actitud general pasiva, muy comedido en sus intervenciones, escuchando más que hablando, esquivo en su mirada con el oponente ante el desafío constante al que le somete y prácticamente paralizado en expresiones faciales y corporales, actitud propia del miedo o tensión extrema. Se mantiene a la expectativa para después reponerse y recuperar el movimiento y la acción en un momento crítico del debate: cuando se siente insultado. En este momento Mariano Rajoy se defiende y despierta corporalmente, muestra expresiones marcadas de asco y desprecio hacia las acusaciones de Sánchez, se siente realmente agraviado y le desprecia por su actitud.

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Este asunto le hace perder el control y su gestión emocional positiva y le desestabiliza ya para el resto del debate.

Pero el actual presidente también mostró aspectos positivos puntuales que podemos destacar: su tono al hablar era bastante emocional, defendía con vehemencia sus ideas dotándolas de altibajos en el ritmo vocal que ayudan a que se recuerde mejor su mensaje verbal. Previamente a su pérdida de control, se sentía a gusto y orgulloso con sus pequeñas intervenciones, podemos verlo en la sonrisa que expresa detrás de su participación, muy diferente a la sonrisa desdeñosa de Soraya Sáenz de Santamaría (que ya comentábamos del debate a cuatro), en esta ocasión la sonrisa era simétrica y expresaba satisfacción y suficiencia sobre lo dicho.

Por último, utilizó en varias ocasiones significativas un gesto favorable y de aspecto espontáneo “la mano en el pecho”, que influye directamente sobre las conductas y juicios morales de los observadores, este gesto está asociado a la sinceridad y a la honestidad de lo que se verbalice en ese momento.

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El mayor triunfo de Pedro Sánchez en este debate fue el de conseguir desequilibrar, como hemos dicho, la gestión y el control emocional de Mariano Rajoy, aunque empezó fuerte, pero su gesto terminó fatigado de dar tanto golpe, como si de un combate de boxeo se tratara. Inició con soltura su lenguaje no verbal para luego ralentizar su gestualidad y denotar agotamiento: perdió energía. Cierto es que, en general, su conducta no verbal es imponente e impasible, no le captamos en renuncio alguno por el cuál se filtre tensión o una disposición negativa en su estado anímico, aunque para mí, este es su mayor problema, el exceso de perfección. Él mismo ya ha admitido que por ejemplo en su pasado debate a cuatro “le faltó naturalidad” y podemos comprobar cómo sigue sin saber superar esta cuestión de la que él mismo es consciente.

Su mirada es directa, no desciende su cabeza en prácticamente ninguna situación; lee, pero muy poco, al menos en comparación con Mariano Rajoy. Este es un aspecto muy valorado por el público. Utilizó en este debate numerosos gestos ilustrativos que incluso se ejecutaban segundos por delante de lo que iba a decir, este es un elemento que correlaciona con la veracidad de lo que manifieste a continuación.
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Aunque también escogió no pocos gestos de índole agresivo y amenazante, en el fotograma vemos el gesto del “dedo acusador” que utiliza hasta la saciedad, su dureza en la conducta es palpable, acompañada también por una exacerbada inclinación hacia la mesa en ciertos momentos acusadores, daba la sensación que se iba a abalanzar literalmente sobre su oponente. Todo esto es coherente también con repetidas emociones de ira y desdén. En general su conducta no verbal se come a la de Rajoy con un lenguaje corporal brusco y provocador. En definitiva, la fuerza y la firmeza siempre invaden visualmente a la pasividad y el descontrol. Y dicho esto, para gustos los colores sobre una actitud u otra.

Me quedo con el profundo deseo de haber analizado un debate Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias en un ambiente distendido, sin atriles, sin apuntes, en los que realmente hubiéramos podido ver a estos cuatro líderes debatiendo con franqueza, campechanía y sencillez, aspectos que realmente buscamos en un alguien que va a gobernarnos.

¿Qué significa la constante elevación de cejas de Íñigo Errejón?

El debate a nueve del pasado miércoles contó con la participación de (en la fotografía de izquierda a derecha) Íñigo Errejón (Podemos), Andrés Herzog (UPyD), Montse Surroca (Unió), Miguel Puig (Democràcia i Llibertat), Pablo Casado (PP), Antonio Hernando (PSOE), Alberto Garzón (Unidad Popular-Izquierda Unida), Aitor Esteban (PNV), y Marta Rivera (Ciudadanos).
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Si bien es cierto que hay que ser especialmente cautelosos para analizar la conducta no verbal a través de una sola fotografía, ya que los gestos y posturas son como las palabras polisémicas y se deben entender siempre en un contexto, en este caso la podemos unir perfectamente a la secuencia en vídeo del debate emitido en televisión y extraer información emocional de esta captura contrastando siempre estos datos con la conducta en movimiento.

Dicho esto, en esta imagen hay una clara “posición de ganador”, Iñigo Errejón lidera el primer puesto de la fila pero no solo destaca por su aventajada posición sino por su postura única y distintiva de las demás personas. Su figura provoca total seguridad y buena disposición en el hacer, es un “aquí estoy yo” bien marcado por su postura erguida, estable, abierta y con apoyo firme y simétrico de las piernas (ligeramente abiertas pero con mayor apertura que los demás) y sus manos en la cadera, si sus brazos estuvieran “en jarra” indicaría un mayor grado de agresividad e impulsividad, pero si observamos, este ademán es relajado, resulta incluso seductor, le favorece puesto que aumenta su presencia física, se hace más visible, atribuyéndole un halo de superioridad frente al resto, aspecto que interesa para liderar jerárquicamente en una fotografía política. Su orientación es absolutamente frontal, hacia el público, y aún destaca más en contraposición con Marta Rivera que aparece en su misma situación posicional, pero ésta evita exhibir su figura del todo y esconde un lado de su cuerpo.

En general, podemos continuar exponiendo que los representantes políticos que aparecen sin los brazos o manos por delante cubriendo alguna parte de su cuerpo, generarán mayor confianza en el observador ya que no se tapan o ponen barreras a su exposición corporal. Destaca también la expresión facial muy similar entre todos, gesto serio pero afable, salvo Pablo Casado, con una sonrisa de apertura intensa en la boca pero sin acción orbicular del ojo representando solo un gesto fingido y no un indicador de alegría real, esto no tiene nada de malo (todos intentamos sonreír para una foto) pero la intenta exagerar demasiado denotando excesiva pose, aspecto que no le favorece transmitir.

Pero Errejón no solo destaca por su lenguaje no verbal en la fotografía; en movimiento (en la secuencia de vídeo del debate y de otras intervenciones televisadas) también tiene unos puntos muy fuertes que le hacen sobresalir frente a sus adversarios, e incluso diría más, frente a sus compañeros de partido. Al contrario que el líder de Podemos Pablo Iglesias y su ceño fruncido, nos encontramos en el rostro de Errejón una constante e intensa elevación de las cejas cuando habla, el resto de su musculatura facial está muy relajada y esta acción de las cejas denota curiosidad, énfasis e ilustración de su mensaje, reforzando sus ideas con convicción y pasión, este indicador le muestra como alguien interesado y con cierta afectación por lo que escucha, dice u ocurre a su alrededor.

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Sus expresiones faciales son de valentía más positiva, no abusa de la expresión asociada a la ira (que ya hemos analizado en Iglesias) o de la de desprecio (baste notorias en Pedro Sánchez o Soraya Sáez de Santamaría en el debate a cuatro por ejemplo), sus movimientos lentos, pausa al hablar, son acciones coherentes con sus expresiones, transmite un rol moderador más sincero que el de sus compañeros de partido.

Igual ocurre con sus gestos, son más espontáneos y prescinde de objetos que continuamente le ayuden a descargar o canalizar la tensión, no los necesita, se siente cómodo y relajado en sus intervenciones políticas en diferentes formatos lo que le hace parecer más seguro de sí mismo en su comunicación.

En definitiva, dejando a un lado la trayectoria o ideología política del personaje, Íñigo Errejón lideró el debate a nueve y más allá de esta situación destaca favorablemente entre sus colegas y líder de Podemos, puesto que su gestión emocional y moderación en las formas son más positivas, naturales y espontáneas.

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Fotos: GTRES

En el debate a cuatro ganó la preparación y perdió la naturalidad

El de ayer fue el debate de lo aprendido, en el que en términos de comunicación no verbal ganó la preparación y la pose estudiada y perdió la naturalidad. No sé dónde queda la espontaneidad en nuestros líderes políticos, todo está tan preparado y mecanizado que es casi imposible detectar conductas súbitas que aparezcan de forma involuntaria, su comunicación es artificial dando lugar a una interacción insípida y carente de emociones para con el espectador.

Voy a repasar la actuación de los cuatro intervinientes desde mi especialidad, aquí y aquí hay más lectura para los interesados en lo que dijeron y quién quedó mejor parado desde el punto de vista del contenido.

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SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA, BIEN APRENDIDA DE CASA

Su gestión emocional es brutal, controla y racionaliza constantemente su actitud, su pensamiento analítico se filtra a través de su cuerpo, postura y discurso, ya que las pausas y el ritmo del habla denotaban un aprendizaje mnemotécnico anterior intenso. Sí que se le escapó algún suspiro cuando le preguntaban o referían la sustitución inadecuada por actual presidente Mariano Rajoy, síntoma de cansancio y desdén hacia el tema.

Pero sin duda, hubo una expresión en su rostro que fue incontrolable y típica de ella: si os fijáis en el vídeo después de cada una de sus intervenciones en el debate muestra una sonrisa, pero no una sonrisa reflejo de felicidad u orgullo que sería simétrica y con acción en la zona orbicular del ojo (veríamos marcadas las “patas de gallo”); la que expresa tiene solo acción unilateral, elevando de un solo lado la comisura de la boca, es una sonrisa desdeñosa que expresa, al igual que en el caso de Sánchez (que lo hace de forma puntual y hacia Pablo Iglesias) superioridad, es una falta de respeto o reconocimiento hacia sus rivales políticos de forma persistente, después de cada una de sus alegaciones se manifiesta irónica, definida esta ironía como una burla fina, ingeniosa y disimulada; una forma de ataque elegante, fría e intelectual de herir al opuesto.

Soraya

LA ANSIEDAD DE ALBERT RIVERA

El punto fuerte de Albert Rivera, como nos tiene acostumbrados ya, fueron sus gestos genuinos con los brazos, un baile en total armonía con lo que dice, que produce una comunicación agradable de seguir, ilustrativa y creíble, congruente siempre con su mensaje verbal. Pero, no es necesario ser un experto analista para darse cuenta de lo nervioso y descontrolado que estaba el representante de Ciudadanos, las reacciones fisiológicas, para su desgracia, son incontrolables, es lo único que no pueden gestionar los candidatos con antelación. La sudoración excesiva (hiperhidrosis) se relaciona con la ansiedad. La ansiedad tiene una función muy importante relacionada originalmente con la supervivencia para conservar nuestra integridad física ante amenazas del medio, en términos generales, significa miedo. Rivera esta noche percibía peligro en la situación a la que se enfrentaba. ¿Por qué? Quizás porque había mucho en juego, porque le resultaba estresante la confrontación o porque simplemente le faltaba la seguridad de la ventaja frente a sus adversarios. Todo en él se revelaba ya acorde con este indicador de una tensión intensa: no paraba de moverse, su cuerpo era incapaz de serenarse y se mantuvo en un balanceo intenso, se colocaba el traje, se retorcía las manos, se cogía el dedo meñique, se colocaba el traje, cogía papeles, los volvía a dejar… pura tensión.

Aquí viene la lectura positiva de todo esto, es el único que nos dejaba entrever que era humano. El resto de candidatos en sus ademanes hieráticos parecían de otro planeta, es fundamental tener en cuenta que el público puede empatizar con Albert, entendiendo que cualquiera de nosotros estaría así en esa situación y despertar en ellos comprensión y ternura con la zozobra que nos mostraba. Que quede claro, para la gente de casa pudo despertar sensibilidades y afecto pero desde el punto de vista del marketing, comunicación y psicología persuasiva no había por donde cogerlo.

PABLO IGLESIAS, ALGUNOS ERRORES IMPORTANTES

Siguiendo con la sudoración visible, nos encontramos a Pablo Iglesias, tremendamente desafortunado en la elección del color de su camisa. Esto puede parecer un elemento superficial e irrisorio, pero no lo es, el canal expresivo de apariencia es vital en la formación de impresiones sobre alguien y el aspecto de pulcritud, cuidado y esmero en la imagen que proyectamos es muy valorado y significativo para causar sensaciones positivas.

Otro elemento destacable de su atuendo era el bolígrafo; parecía que este objeto era ya una extensión de su cuerpo. Entró con él en la mano (incluso en momentos previos a plató) y no lo soltó durante todo el todo el debate. Esto forma parte de lo que conocemos como ‘gesto manipulador’, la persona necesita sostener algo entre manos para canalizar y aliviar la tensión del momento, este acto distrae al observador y además le impide gesticular con naturalidad e ilustrar el mensaje.

El punto fuerte de Iglesias vuelve a ser el tono con el que afronta el diálogo, la serenidad, calma y ritmo pausado en su discurso le dotan de un halo tranquilo, de seguridad en su mensaje y de su rol conciliador. Para mí, en esta ocasión ya algo forzado, el líder de Podemos es consciente de que este aspecto es el uno de los que le hizo destacar en el anterior debate a tres, y en esta intervención abusaba ya de los signos de calma para referirse a la participación de sus contrincantes. Si os fijáis en ciertos momentos esta llamada al sosiego no tiene demasiado sentido, la usa sin ton ni son, simplemente para volver a recrear esta figuración mediadora que le hace ilustre en sus apariciones públicas.

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PEDRO SÁNCHEZ, ARTIFICIAL, CONFIADO Y ALTIVO

Ya he comentado en varias ocasiones la asociación irremediable que evoca Sánchez con el estilo estadounidense. Pues bien, en esta ocasión se caracterizó hasta por los colores de la bandera de EEUU en su atuendo (rojo, azul marino y blanco) por cierto, recurso muy utilizado por los presidentes Obama y Bush en momentos críticos en los que hubieron de dirigirse a la nación para afianzar su bandera y patriotismo. Eso sí, su imagen pulcra y cuidada, hecha a medida, sugiere elegancia, formalismo, seriedad y distinción respecto a los demás.

Podemos captar en su rostro expresiones de asco y desprecio, sobre todo, dirigidos hacia Pablo Iglesias cuando éste le rebatía cualquier argumento. Estas emociones significan un profundo rechazo hacia lo que escuchamos de nuestro interlocutor y además la certeza de que se considera en un planto intelectual y moralmente superior a él. Estos ademanes de vanidad le restan cercanía y afabilidad para quién lo observa.

Sus gestos y posturas estaban demasiado bien articulados, robotizados, la excesiva perfección corporal le aleja de lo terrenal y no podemos conectar con él. Un gesto muy significativo al inicio fue el de frotarse profusamente las manos, es un gesto que denota expectativas positivas, ganas de comenzar por la confianza que sentimos, estaba listo para la acción y además iba a disfrutar con ello.

* Fotos: la primera imagen es de EFE, las otras son capturas de momentos del debate.

Un debate a tres sin claro vencedor, pero con una intervención destacable de Pablo Iglesias

DEBATE DE 'EL PAÍS' CON CANDIDATOSEste año me lo ponen difícil, los candidatos no arriesgan demasiado, van a lo seguro y no se salen de las pautas marcadas previamente, lo preparan todo con mucha cautela, no se rinden fácilmente a sus pasiones e incluso en el caso de Rajoy ni siquiera se exponen a ello.

Yo diría que en el debate a tres del pasado lunes no hay un claro vencedor si tenemos en cuenta todos los canales expresivos, todos aciertan y fallan en algún momento. Pero, sin duda, sí es destacable la intervención de Iglesias por encima de sus adversarios en base a su actitud, su proceder mediador es el que le ha hecho ganador en prácticamente todas las encuestas de opinión, vamos a ver por qué.

DEBATE DE 'EL PAÍS' CON CANDIDATOSEn Albert Rivera nos encontramos, como suele ser habitual en él, proactividad e iniciativa, respuestas ágiles y una habilidad extraordinaria para rebatir las réplicas del adversario con inteligencia y peso en su argumentación. Siempre está alerta, visible en una expresión facial muy tensa y en un tono de voz muy agudo que no le beneficia ni le dignifica, no llega a relajarse en ningún momento, dota de mucha seriedad e importancia este encuentro, se juega mucho y esto se transmite a través de su nerviosismo constante.

Le puede su impulsividad, me llamó la atención que después de la introducción del moderador justo al inicio del debate, Albert Rivera entró en materia directamente, sin un buenas noches o agradecimientos, descuidaba las formas y le interesaba solo el contenido y este proceder se prolongó en casi toda su participación. La apariencia tampoco le iba muy a su favor, era el más formal de los tres pero resultaba algo desaliñado por su rostro cansado, al final sobre todo, y por el sudor que podíamos apreciar en su frente, en los otros dos adversarios, a pesar de que su energía también decaería de forma natural, estos indicadores no era tan visibles como en Rivera.

DEBATE DE 'EL PAÍS' CON CANDIDATOSPedro Sánchez procedió a la americana, muy cuidado en las formas y en dotar de teatralidad su discurso, mira con fuerza y constantemente a cámara, no seremos capaces de contabilizar más de un par de vistazos descendentes o consultar sus apuntes. Su actitud traspasa la pantalla, formula preguntas directamente al público de casa, se compromete con ellos y garantiza el cumplimiento de sus propuestas. Mantiene también seriedad y formalidad toda su intervención en su actitud, gestualidad y apariencia.

Quizás en América hubiera sido el claro ganador del torneo, pero en España somos más de “andar por casa” y valoramos mucho la naturalidad.

Lo que destaca en Pablo Iglesias es una “absoluta tranquilidad”; en el pasado me ha llamado poderosamente la atención el buen humor del que adolecía el candidato de Podemos, ya que nos tenía acostumbrados a la seriedad y al ceño fruncido, esta vez ha sabido combinar a la perfección la serenidad, la broma, emociones positivas, gracia e ingenio en su alegato. Además resultó ser más conciliador que otra cosa, huyó de la agresividad y dureza cuando intervenían Sánchez y Rivera, hasta en dos ocasiones les insta a que por favor mantengan la calma y esto sea un diálogo sin subir el tono de la conversación, es reseñable que estas indicaciones van acompañadas de un gesto coherente con lo que dice, enseñar las palmas de las manos.

DEBATE DE 'EL PAÍS' CON CANDIDATOS

Este gesto en su origen más primitivo se utilizaba para demostrar “que no se llevan armas” que quién lo ejecuta no tiene nada que ocultar, transmite transparencia y sinceridad y expresa una posición lejos del ataque, por tanto vemos como es bastante congruente con lo que advierte en sus palabras. Y otro aspecto reseñable es la forma que tiene de encajar las críticas, en esta ocasión, sonríe, sí, muestra un afecto positivo por quien le ataca, se encuentra bien y seguro consigo mismo, parece que nada le afecta y así lo transmite en su lenguaje corporal.

En definitiva, Iglesias “destaca en su comunicación” porque resulta agradable escucharle, tuvo chispa, mantiene la calma y esto es señal de que sabe de qué habla, construye un discurso civilizado, sin gritos, es respetuoso con los turnos de palabra, el tono de voz es adecuado, pausado y grave, su escucha es activa sin un impulso visible por responder y mantiene el tipo en todo momento.

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* Fotos: EFE/ Juanjo Martín