La escena se desarrolla en una farmacia. El local está vacío. Se abre la puerta y entra una mujer en torno a la treintena.
Mujer – Buenos días. Vengo por una prueba de embarazo.
Farmaceútica (con tonillo) – ¿Quieres la normal de toda la vida o la pija que anuncian por la tele?
Presunta embarazada – ¿Merece la pena?
Farmaceútica castiza– ¿Sabes contar hasta dos?
Presunta embarazada preguntándose si la sordera es un síntoma de embarazo – ¿Cómo?
Farmaceútica – Vamos a ver. ¿Eres capaz de distinguir si hay una o dos rayitas en un palo de plástico? Sí ¿Verdad? Pues entonces puedes apañarte con la normal.Y la presunta embarazada compró la prueba normal, por cierto bastante más barata, y puso rumbo al cuarto de baño de su casa.
Una escena similar vivió alguien muy cercano y muy querido hace poco.
Por cierto la prueba, la de toda la vida, dio positivo. La semana pasada acudió a su primera cita con la matrona y este mes tiene su primera ecografía.
Y en la familia estamos todos felices como perdices. ¡Qué bien caen estas noticias!
Imagino que la protagonista lo leerá, así que felicidades de nuevo.
A esas alturas estaba embarazada de unas ocho semanas y aún no lo sabía. El ginecólogo vió algo en la ecografía, pero parecía un