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Coches de familia, coches de infancia

Volviendo del cole con Jaime y la bici plegable

Volviendo del cole con Jaime y la bici plegable

¿Cuántos de vosotros habéis cambiado de coche al convertiros en padres recientes o futuros? Muchos, seguro. Algunos cambian de coche ya durante el embarazo. Otros al poco tiempo de nacer su primer hijo. O el segundo. Algunos no han necesitado cambiar de coche porque fueron jóvenes con cerebro y pese a que aún no estaban pensando en tener niños, compraron previsoramente un cuatro o cinco puertas de un tamaño razonable en lugar de uno pequeñito con tres. Muchos han cambiado de coche pese a que podrían haberse apañado con lo que tenían.

Aquí un inciso para dejar un consejo: si tenéis más de 25 años, no habéis descartado tener hijos y os toca comprar coche, plantearos uno en el que pueda caber cómodamente una sillita de bebé con un maletero razonable. ¡Nunca un tres puertas!

Sea como sea, lo cierto es que la paternidad/maternidad va unida con frecuencia a pasar por un concesionario (o por un vendedor de coches de segunda mano). A mí me pasó. Teníamos un Ford Focus algo vetusto y que nos había salido estupendo que cambiamos, después de un viaje a Asturias cuando Jaime tenía pocos meses, por un Honda de seis plazas. Lo cierto es que podríamos habernos apañado con el pobre Ficus (así le bautizamos por su color verde) si no hubiera quedado otro remedio, pero en mi familia además de dos niños tenemos un perro tamaño grande, y ya eran muchas apreturas en los viajes largos.

Sí, en los viajes largos. El maletero era para nosotros el quid de la cuestión de la compra del Honda, la razón por la que no aguantamos con nuestro anterior coche. La prueba es que ahora tenemos un segundo vehículo, un viejo y diminuto Kia Picanto que compré a un amigo de segunda mano y que por lo duro que nos ha salido y su color naranja llamamos ‘El Centollo’, que es el coche que más usamos.

Es frecuente que se nos vea salir de ese minicoche a toda la familia: marido de casi 190 cms, servidora, niño, niña y perro. Y cabemos. Y vamos cómodos. Y así ahorramos combustible y aparcamos más fácilmente. El Honda lo usamos muy poco en comparación. Solo si necesitamos hacer uso del maletero, que en el del centollo no cabe prácticamente nada.

Segundo inciso y segundo consejo: A menos que claramente necesitéis cambiar de coche porque tenéis un Smart o un cacharro de hace 20 años, esperad a que pasen los primeros nueve meses del bebé antes de tomar la decisión de comprar otro. Los agobios de archiperres, cacharros y adminículos infantiles pasan pronto y tal vez os sirva perfectamente lo que tenéis.

Aquí dentro rodamos con frecuencia dos adultos, dos niños y un perro

Aquí dentro rodamos con frecuencia dos adultos, dos niños y un perro

De hecho estoy convencida de que será el centollo el primer coche que Julia y Jaime recordarán. Es curioso lo de nuestros recuerdos infantiles de los coches de nuestros padres. Yo me acuerdo perfectamente, pese a ser muy pequeña, el Ford Fiesta color dorado de mi padre. Ellos también se pasaron a un coche mucho más grande: un Peugeot 505 que era como un barco, larguísimo. En aquella época no existían los monovolúmenes, los típicos coches familiares que ahora llenan las carreteras y garajes.

Ahora es cuando os confieso, desde mi ignorancia automovilística, los tipos de coches existentes para mí. Obviamente nada que ver con cualquier clasificación profesional:

  • Los coches de familia. Inconfundibles. Altos, frecuentemente con la posibilidad de tener más asientos de los 5 estándar. Esos en los que puedes imaginar perfectamente el DVD integrado para entretener a los niños. El Honda FR-V es un típico coche de familia. Hace muy poco he tenido la oportunidad de probar otro Kia diferente, el nuevo modelo de Carens. Otro coche de familia robusto y fiable en el que llevar perro, niños, abuelos y maletas de diferentes maneras, mucho más divertido de conducir que el que nosotros tenemos (pena que no estaba a la venta entonces).
  • Los barcos. Largos, más bajos. Berlinas de señor, también las llamo. Por lo que parece la opción ideal para aquellos que gustan de vehículos grandes y que, con frecuencia, ya no llevan niños dentro.
  • Deportivos. Ahí meto de todo, desde el Ferrari hasta el Hyundai Coupe. Así soy yo…
  • Albóndigas (con la variante «albóndigas volantes» cuando los vemos pasar a toda velocidad por la autovía). Es una denominación que no solo uso yo, varios miembros de mi familia la utilizamos. Son esos coches pequeñitos, desde mi Picanto hasta un Mini o un Smart pasando por el Clio, el 106, el Toyota Aygo y similares, que llevan primerizos al volante, gente que quiere aparcar fácil…
  • Los medianos. El segmento
  • Todoterrenos. Creo que es la única categoría en la que coincidiría con las revistas y páginas webs profesionales.
  • Esos que parecen todoterrenos pero no lo son. Creo que el nombre que le doy los describe perfectamente. Podrían parecer un todoterreno, pero son tan urbanos como las chicas de Sexo en NY. 

 

¿Qué hacer para que se entretengan en los viajes en coche?

Un viaje largo en coche puede hacerse muuuucho más largo si vamos con bebés o niños de pasajeros. Me atrevería a decir que casi cualquier padre reciente recuerda con horror determinado viaje en el que seis horas parecieron quince.

Los pobres se cansan de estar tanto rato inmovilizados en sus sillitas de seguridad. Es comprensible.

Recuerdo los larguísimos viajes a Asturias cuando yo era niña y lo que agradecía poder tumbarme en el asiento trasero, asomarme entre los asientos delanteros o cambiar de sitio para ver variar el paisaje.

Recuerdo ver a madres en el asiento trasero dando el pecho a su bebé o tumbadas junto a ellos.

Eran otros tiempos. Los coches no tenían siquiera cinturón de seguridad trasero. Lo de las sillas de seguridad sonaba a ciencia ficción.

Pero ahora somos conscientes de la importancia de estar bien sujetos en caso de accidente. Eso es bueno. Así debemos viajar siempre con ellos. Se salvan muchas vidas y muchas lesiones. Pero también se hacen más pesados los viajes.

Pero todos los padres recientes tenemos nuestros trucos para llevarlo lo mejor posible.

A nosotros nos gusta salir de viaje justo tras la comida, para aprovechar la siesta, o tras la cena. El ronroneo del coche les ayuda a dormir y si es un momento en el que su organismo pide sueño es fácil que trascurra gran parte del viaje con los niños dormidos.

También preparamos cuentos, pinturas y papel, algún juguete especialmente entretenido y comida de esa poco saludable pero atractiva tipo patatas fritas, gusanitos o chuches. Nuestro arsenal se redondea con unos cuantos discos de música infantil sonando a todo trapo.

«¡Mamá, esa música no, quiero mi música!» es algo que se suele oir en nuestros viajes cuando, saturados de Cantajuegos, ponemos alguna otra cosa.

Y en el último viaje tiramos también de portátil. Cargado con alguna serie infantil o simplemente mostrando las fotos y los vídeos de nuestras vacaciones distrae bastante. De hecho hay coches familiares que incorporan DVDs portátiles en los respaldos pensando en eso. Y conozco a quien usa el iPad enganchado al reposacabezas como medio de distracción.

Otra buena costumbre es parar con cierta frecuencia. Nosotros tenemos comprobado que un viaje de cinco horas hecho del tirón, algo que a un adulto le puede parecer muy asumible, a un niño le machaca. Simplemente parando una o dos veces a tomar algo y estirar las piernas lo afrontan de otra manera.

¿Cómo lo hacéis vosotros?

Cinco días en Eurodisney

Llegamos a casa casi exáctamente la medianoche del sábado. Y el domingo nos levantamos Julia y yo con un buen trancazo. Por eso, por ser un tema largo y por la intendencia propia del día postvacaciones, se ha retrasado este post.

Salimos la madrugada del lunes al martes. Muy de madrugada de hecho. A las cuatro de la mañana estábamos cruzando el portal con los niños en brazos medio dormidos.

Cuando buscamos los billetes de avión miramos dos cosas.
Una era que pudiéramos aprovechar al máximo el primer y el último día. Es decir, llegar pronto e irnos tarde. La segunda era tener unos horarios que invitaran a los niños dormir durante el vuelo.

Nos salió bien. Julia durmió durante los dos viajes y metida en la mochila mientras recorríamos los aeropuertos. Jaime durmió parte del viaje de ida. Pero quiso estar despierto durante el despegue y aterrizaje del avión, que le entusiasmaron como si fueran una atracción más, y durante todo el viaje de vuelta. Le encantó asomarse a la ventanilla mirando las luces.

Por cierto, que dejamos nuestro coche en el aparcamiento de larga estancia del aeropuerto de Madrid que nos salía bastante mejor que un taxi (50 euros los cinco días).

En París nos hizo muy buen tiempo. Hacía frío, pero era perfectamente tolerable con abrigo y bufanda. No hubo viento y no nos cayó una gota de agua. De hecho el sol brilló los cinco días, dejando notar su calor a mediodía.

Teniendo en cuenta las nevadas que vimos en TVE desde allí está claro que en España se estuvo peor.

Soy consciente de que tuvimos suerte. París está muy al norte y la primera semana de marzo no suele ser tan benévola.

Y ahora viene lo difícil: resumir esos cinco días de vivencias y sensaciones en los dos parques Disney.

Unos parques límpisimos, bonitos a rabiar, cuidados al detalle y enormes. Estuvimos cinco días y pese a no tener que hacer colas (la discapacidad de Jaime nos brinda un pase especial que nos las ahorra, y no es poca cosa, había colas de una hora por atracciones que duraban dos minutos) no fuimos capaces de verlos por completo ni de subir a todas las atracciones.

Es cierto lo que algunos apuntábais. Seguro que los niños que más disfrutan de Eurodisney son aquellos que tienen más de cuatro o cinco años, que conocen mejor a los personajes y tienen más capacidad para razonar, maravillarse y recordar.

Pero nuestros peques se lo pasaron bomba.
Julia, a una semana de cumplir dos años, ha vuelto dibujando en sus cuadernos la preciosa atracción Little World. Cuatro veces subimos allí. Y en todas ellas se maravilló. No sabía dónde mirar.

Y también disfrutó de todas las atracciones consistentes en montarte en un barco/tren/vagón… y recorrer escenarios de cuentos y películas, ya fueran Piratas del Caribe, Peter Pan, Pinocho o el mundo futurista de Buzz Lightyear. También espectáculos como Animagique (un minimusical con canciones Disney y luz negra) o el espectáculo con los personajes de Playhouse Disney: Little Einstein, Manny Manitas…

Jaime en cambio es más de emociones fuertes. Todas las atracciones anteriores le gustaron, pero sus favoritas eran Autopia (unos coches que circulan por carriles en los que subió tres veces), alfombras voladoras, lanzamientos en paracaídas o perros elásticos de Toy Story.

Eurodisney de hecho está pensado para toda la familia. No es un lugar para los aficionados al maquinismo. Apenas hay unas pocas atracciones «fuertes». En la práctica totalidad se pudo subir Julia.

Los personajes que circulaban por el parque
a Julia le gustaban, pero de lejos. Muy de cerca le entraba la timidez. En cualquier caso ha descubierto que Buzz es su favorito. Jaime no les hizo el más mínimo caso.

Una ventaja de ir con niños pequeños, como los nuestros, es que se reduce muchísimo el gasto en la infinidad de tiendas que tienen los dos parques de Eurodisney. Es increíble cómo en todos los rincones hay escaparates y todo tipo de merchandising.

Julia quiso una pistola galáctica y un cepillo de dientes de Buzz y un bolsito de Minnie. Jaime nada. La verdad es que gastamos muy poco en ese apartado.

Tampoco recorrimos los restaurantes temáticos.
Sólo estuvimos en uno el primer día, nos pareció precioso en sus decorados pero caro y de calidad regular. Nos apañamos llevando a cuestas la comida, comprando cubos de pasta o bocadillos o escapándonos a un enorme centro comercial que hay sólo a una parada de tren.

Lo cierto es que llegamos a casa deseando pillar un plato de lentejas.

Nos ahorramos también una de las tradiciones más caras del parque: la comida con las princesas Disney.

La mayoría de los personajes pululan por los parques, restaurantes y hoteles dispuestos a hacerse fotos, firmar autógrafos e interactuar con los peques. A las princesas y príncipes Disney sólo se les ve el pelo y de lejos en las cabalgatas.

Para acceder a ellos la única opción es esa comida que cuesta unos 70 euros a cada adulto y cerca de 40 por niño. Allí van las niñas disfrazadas de su princesa favorita (todas las tiendas están repletas de los disfraces, que cuestan entre 45 y 60 euros) y bailan con ellas, se hacen fotos, ven a príncipes y princesas bailar y alucinan.

Un auténtico sacacuartos que diría mi padre. Pero entiendo que una vez allí si a tus hijos les hace mucha ilusión y se puede asumir se pague.

En cuanto al hotel, pues regular sólo.
Nos alojamos en uno de los hoteles del paque. Las dos grandes ventajas es que dista unos doscientos metros de paseo flanqueado por tiendas y restaurantes hasta los parques y que trae incluído el precio de las carísimas entradas y por tanto no sale tan caro. Y era un hotel muy bonito y bien ambientado, con visitas de personajes Disney y piscina cubierta. Pero el servicio dejaba que desear: se equivocaron con otra familia que se llamaba parecido cuando nos adjudicaron las habitaciones, tardaron una eternidad en subirnos las maletas, había que hacer cola para entrar a desayunar y un día se olvidaron de arreglar la habitación. Eso por no entrar en pequeños detalles.

En fin, que ha sido una paliza, que ha merecido la pena, que los niños han disfrutado y nosotros también, que si podemos volveremos cuando sean mayores, pero que nos quiten lo bailao.

¿Habéis ido a Eurodisney? ¿Cómo fue vuestra experiencia?

En verano y con niños, la vida es bella

No me gusta hacer caso a publicidad ni a notas de prensa, bien lo sabéis los que me seguís. Pero La Vida es Bella me ha mandado una propuesta con diez actividades para el verano con niños.

La mayoría me parecen la mar de interesante. Por si a alguno os cuadran geográfica o monetariamente. O simplemente por si os sirven de inspiración para idear alternativas, he decidido ponerlas aquí.

En el apartado de su web dedicado a actividades con niños hay bastantes más.

– 1. Baño con leones marinos (Alicante y Málaga) Es el nombre de una experiencia que consiste en nadar, durante media hora con estos simpáticos y juguetones animales y apreciar sus cualidades acrobáticas. Los niños podrán descubrir que pueden cantar, que su piel es suave, que tienen pestañas y comprobar además su gran inteligencia a través de múltiples juegos. En todo momento estarán acompañados por un cuidador especializado. El precio de esta experiencia es de 35€ por persona y es apta tanto para niños como para padres.

– 2. La Ruta Fría en Burro (Madrid). Es un recorrido por la Sierra Norte de Madrid de una forma diferente pasando por la Dehesa y después de cruzar tres arroyuelos, llegar hasta la Fuente Fría para descansar y refrescarse. Su precio, 35€ por persona para una ruta de 2h.

– 3. Avistamiento de Orcas (Cádiz). Esta es una experiencia educativa y de divulgación medioambiental que pretende promover el respeto y cuidado del medio ambiente. Los barcos son tripulados por profesionales del mar, y las excursiones guiadas por especialistas en cetáceos, que ayudan a los pasajeros a encontrar los animales y a interpretar su comportamiento. Las salidas en barco se hacen desde el puerto de Tarifa. Su precio, 35€ por persona con una duración de 3 horas.

– 4. Aventura acuática en banana (Valencia). La banana acuática es un neumático arrastrado por una embarcación a motor en el que se va sentado y que provoca sensaciones parecidas a ir en una montaña rusa pero encima del agua. Su precio son 35€ por persona y da derecho a cuatro viajes de 10 minutos.

– 5. Fin de semana de juegos de la infancia (Asturias) Es la experiencia perfecta para vivir en familia. Durante un fin de semana en una casa rural de Asturias se organizarán juegos conocidos por padres para mostrar a los niños: Diábolo, Hula-hop, Saltador, Escondite, Sillas, Zapatilla por detrás, La Comba, Palmitas con palmitas, “Churro, mediamanga, mangotero”, Futbolín (de los de antes, de madera), carreras de Chapas, campeonato de Canicas y muchos otros. Esta experiencia tiene un precio de 375€ para dos personas e incluye dos noches de alojamiento y desayuno, la cena del sábado y todas las actividades.

– 6. Ruta en velero por el litoral murciano. Esta experiencia está pensada para todos aquellos que quieran disfrutar de paisajes naturales, nadar, tomar el sol, fondear en calas solitarias, practicar submarinismo, etc. En todo momento un skipper acompañará a los pasajeros. El precio del alquiler del barco son 1215€ para un máximo de 6 personas durante 3 días y dos noches. El precio incluye patrón, combustible, limpieza, amarres y alojamiento y no incluye la comida. Las rutas se pueden hacer por Formentera, Ibiza y Cabo de Gata.

– 7. Búsqueda del tesoro (Alicante) Tras realizar una travesía en barco hasta la isla de Tabarca y recibir una breve introducción, se da paso a la aventura. A los participantes se les proporcionarán mapas y pistas para que encuentren un tesoro escondido. Se trata de una manera original y divertida de conocer la isla. Al finalizar el día podrán además deleitarse con el plato típico del lugar, el caldero tabarquí. Para realizar esta experiencia se necesita un grupo mínimo de 12 personas. Su precio es de 85€ por persona.

– 8. Vuelo en globo (Madrid, Barcelona, Sevilla) Todo es diferente visto desde arriba. El vuelo en globo es una de las experiencias más demandadas por familias por las sensaciones que provoca: la altura, las vistas, la calma, el viento. Está disponible en varias ciudades y su precio es de 200€ por persona.

– 9. Ruta en piragüa (Segovia). Los padres que quieran realizar una actividad acuática con sus hijos sin ningún riesgo, pueden realizar un paseo en piragüa por el río Duratón desde el área recreativa de Los Nogales en Segovia. Durante el recorrido, tendrán la posibilidad de ver buitres leonados así como poblaciones de águilas reales. El precio de esta experiencia es de 45€ para dos personas e incluye el paseo de 3 horas y un kit compuesto de una bolsa estanca, cámara fotográfica acuática y gafas de buceo.

– 10. Fiesta temática en casa. Una fiesta pirata, una de indios y vaqueros, una fiesta mágica o una divertida con payasos. Si lo que se desea es entretener a los más pequeños durante unas horas y que además no lo olviden, La Vida es Bella propone varias opciones de fiestas temáticas. Su precio, alrededor de 250€ a la hora por animador.

Italia y Holanda

Ciudadano cojo es el blog de una buena amiga y también madre reciente. La única que conservo del colegio.

En su último post ha publicado el pequeño cuento «bienvenidos a Holanda».

Un precioso relato al que llegué gracias a Inma Cardona hace casi un año. Inma también tiene un blog, Miguel, autismo y lenguaje, es logopeda y madre de tres niños, uno de ellos con autismo.

Creo que todos los que tenemos un hijo con una discapacidad hemos llegado antes o después a este pequeño relato, que años después tuvo una continuación.

Os dejo con el post de mi amiga, que incluye el relato, por que es breve y hermoso:

Este es el cuento de la escritora Emily Pearl Kinsgley, ella es madre de un niño con síndrome de Down y escribió este cuento para describir la experiencia de educar a un hijo que en nuestro Sistema Educativo se define como un alumno con necesidades educativas especiales:

Esperar un bebé es como planear un fabuloso viaje de vacaciones a Italia: compras muchas guías de turismo y haces unos planes maravillosos: el Coliseo, el David de Miguel Ángel, las góndolas de Venecia… También puedes aprender algunas frases en italiano. Todo es muy excitante. Después de meses de preparación, finalmente llega el día: haces la maleta y estás muy nervioso. Algunas horas después, en el avión, la azafata dice: «Bienvenidos a Holanda»:

«¿Holanda?», preguntas. «Cómo que Holanda? ¡Yo pagué para ir a Italia! Toda mi vida he soñado con ir a Italia!».

Sin embargo, ha habido un cambio en el plan de vuelo, el avión ha aterrizado en Holanda y ahí te tienes que quedar. Así que tienes que salir y comprar nuevas guías de turismo, incluso tendrás que aprender un idioma nuevo. Lo importante es que no te han llevado a un lugar horrible: se trata simplemente, de un lugar diferente. Es más lento y menos deslumbrante que Italia. Pero después de pasar allí algún tiempo y de recuperar la respiración, empiezas a mirar a tu alrededor y te das cuenta de que Holanda tiene molinos de viento, tulipanes, incluso Rembrandts… Pero todos tus conocidos están ocupados yendo y viniendo de Italia, presumiendo de los días maravillosos que han pasado. Y durante el resto de tu vida, te dirás: «Sí, ahí es donde se suponía que iba yo. Eso es lo que yo había planeado.»

Pero si te pasas la vida lamentándote por el hecho de no haber podido visitar Italia, es posible que nunca te sientas lo suficientemente libre como para disfrutar de las cosas tan especiales y tan encantadoras que tiene Holanda.

No es mi experiencia personal, pero sí conozco a una madre que ha sabido aceptar con entereza esa primera situación en la que descubres que tu hijo tiene un trastorno concreto que le va a acompañar en su trayecto vital. Ella ha sabido darle un tiempo muy limitado a ese «duelo». Ha comprendido que cuanto antes se repusiese, antes podría empezar a ayudar a su hijo y a trabajar junto a él en este camino.

Por eso ella tendrá la gran suerte de disfrutar de Holanda, mucho más de lo que quizá yo nunca disfrutaré de Italia.

Como le he dicho a ella. ¿Para qué «dolerse» de saber al fin lo que sucedía a mi pequeño gran amor? ¿Qué sentido tiene perder el tiempo «doliéndose» cuando podrías dedicar ese tiempo a trabajar en su provecho? Y todo ésto no quiere decir que no duela. Pero incluso el primer día le decía a mi santo que en un mes ni nos acordaríamos de la pena. Que seguíamos teniendo el mismo niño del que estábamos enamorados y además ahora sabíamos cómo ayudarle. Fue menos de un mes.

Negación si hubo. Más de medio año perdido y autoconvenciéndome de que no pasaba nada, que simplemente era más lento en algunas cosas. Si de algo me lamentaría sería de eso. Pero tampoco tiene sentido hacerlo.

Yo además tengo suerte. Podré disfrutar tanto de Italia como de Holanda.

En octubre de 2008 escribí un post en el que contaba lo siguiente:

Parece que hay gente que nace programada para ser feliz pese a que la vida les vapulee y hay otros que lo tienen muy difícil, aunque les toque la euromillonaria y no tengan problemas graves de salud, familia o amores.

Yo, afortunadamente, soy del primer grupo de serie. La botella siempre está medio llena. Esa suerte que tengo. Y mi santo va por el mismo derrotero.

Así que ojalá mis peques hereden esa misma disposición ante la vida. Creo que es lo mejor que puedo darles en herencia.

Y si no lo heredan, o lo hacen en menor medida que su madre, que al menos sean capaz de racionalizarlo para vivir tranquilos y felices.

Espero que me perdonéis la introspección.

Y para terminar ahí tenéis un vídeo un poco largo pero que merece la pena ver:

Unos viajes muy largos

Ir en coche con un bebé recién nacido puede ser una odisea. O les encanta y se duermen nada más empezar a rodar, o berrean como locos y se retuercen queriendo salir de la silla de seguridad.

Y claro, no los puedes sacar. Tienes que intentar contentarlos como puedes o acabar haciendo el viaje a paso de procesión de tantas paradas como te ves obligado a hacer.

Mi peque tuvo las dos etapas: con dos y tres meses nos aguantó dos viajes de quinientos kilómetros sin rechistar y también hubo trayectos de diez minutos en los que tardamos una hora.

Ahora que es mayor le encanta ir en coche y va la mar de entretenido con sus cuentos, mirando el paisaje, con sus juguetes o el cantajuegos sonando y todos cantando a grito pelado.

La peque es otra historia. Si no se duerme estás perdido. Y entretener a una niña con cuatro meses recién cumplidos. Ya no recordaba lo que era un bebé a grito pelado y tú conduciendo de los nervios y buscando desesperada el primer sitio en el que poder parar con seguridad.

Y piensas que cuando nosotros éramos bebés los viajes eran sencillísimos en brazos de nuestras madres, aunque estábamos muy expuestos a los accidentes de tráfico.

No hay que volver a aquello, está claro. Pero estoy temiendo irme de vacaciones…

En el auto de papá (o de mamá)

Por su coche los reconocerás. A los padres recientes digo. Basta con echar un vistazo al interior para saber si ese coche transporta peques con frecuencia o no.

Lo más obvio es la sillita de seguridad, pero aunque la silla no estuviera, también habría pistas suficientes.

Cada coche tiene las suyas. En nuestro caso sería fácil llegar a la conclusión de que tenemos bebés observando algunos gusanitos en el piso del coche, los bolsillos de los asientos delanteros llenos de cuentos y juguetes para entretener los viajes.

Y si encendieran el reproductor de CDs sonaría el tercer volumen del Cantajuegos en lugar de U2 o Chenoa (por poner un par de ejemplos antagónicos de música para adultos).

En otros será el parasol de los lunnies o Pocoyo para los asientos traseros, la pegatina de bebé a bordo en cualquiera de sus mil modalidades o el espejito que se adapta al retrovisor para controlar lo que sucede en el asiento trasero que nosotros no usamos.

Desde luego nuestro coche por dentro ha cambiado bastante desde que no teníamos hijos.

Cuando no es el coche entero el que cambia claro, que esa es otra.

Tener un bebé es mejor que cualquier campaña de la DGT

Nunca he sido una fitipaldi al volante, pero siempre me ha gustado conducir.

Aún no había cumplido 17 años y ya estaba sacándome el carnet de conducir. Con 18 años me estrené con el viejo Renault de mi abuelo.

Nunca he corrido en exceso, siempre he sido respetuosa con la normativa y el resto de conductores, pero me ha gustado conducir en curvas, frenar con el motor, apurar las respuestas del coche.

Pero desde que tengo un bebé, sobre todo cuando voy con él en viajes largos, he cambiado radicalmente como conductora.

Soy mucho más prudente en todas las maniobras, voy más despacio.. y hay algo aún peor.

En el pasado siempre me hizo gracia ver a mi madre, a mi suegra… diciéndoles a sus maridos conductores constantemente «ve más despacio», «ten cuidado».

Pues me he descubierto a mi misma diciéndole a mi santo cuando viajamos con el peque y va él conduciendo: «ve más despacio», «ten cuidado».

Es el miedo incontrolable que me nació al nacer mi peque. Pero en este caso manda narices: él siempre ha conducido más pachón que yo.

Al comentarlo con algunos padres y madres recientes, todos coinciden conmigo: la paternidad ha cambiado su manera de conducir.

¿A ti también te ha pasado?

Algunos consejos para viajar con un bebé

Un amigo ha escrito en su blog de viajes una serie de diez recomendaciones para viajar con un bebé.

Me ha parecido interesante dado la fecha en la que estamos. Así que aquí os dejo resumidos algunos de sus consejos:

1. Para viajar en avión, incluso en vuelos dentro de España, es necesario algún tipo de documentación con fotografía (DNI o Pasaporte). Excepcionalmente puede servir el Libro de Familia, pero dependerá de la compañía y yo no me arriesgaría.

Para desplazamientos por Europa en tren o barco también debe ir convenientemente identificado.

2. Tenga en cuenta que un niño (sobre todo los más pequeños) nos retrasará en cualquier actividad que emprendamos, así que planifique su viaje dándose tiempo si quiere que su planificación se cumpla.

3. Los viajes programados no están pensados para los niños.

4. No todos los hoteles están pensados para viajar con la familia. Infórmese.

5. Reproducir en parte el ambiente y las rutinas de su casa puede ser una buena idea: apartamentos, aparthoteles o casas rurales estarían en esta categoría.

6. Los buffets libres y los autoservicios son una alternativa muy interesante a la hora de dar de comer a un niño: variedad, muchos platos para elegir, la posibilidad de ver lo que vamos a pedir…

Yo añadiría uno de mi propia cosecha: menos es más.

Cuando se viaja con un bebé hay que preguntarse antes de meter un cacharro en el coche o en la maleta si es absolutamente necesario.

Mi peque tiene 21 meses, ya hemos estado con él en Asturias, Galicia, Sevilla, Cádiz, Almagro, Valencia y Castellón.

Fuera pequeño o grande, acudiéramos a una casa o a un hotel, no hemos llevado más que lo imprescindible.

No hay necesidad de cunas o de bañeras de viaje o de tronas portátiles: puede dormir y bañarse con nosotros y comer en nuestro regazo.

Comida, ropa, productos básicos de higiene, el carrito y algunos juguetes es lo único que nos ha hecho falta.

También tenemos nuestra novatada como padres recientes viajeros: intentamos entrar en Gibraltar sin tener más identificación para el niño que la tarjeta de la seguridad social y, claro, no hubo manera.

En la puerta nos quedamos con cara de tontos después de haber llegado hasta allí y haber hecho la cola.

¿Viajar por el mundo con un bebé?

El domingo unos muy buenos amigos que están embarazados de unas 20 semanas me contaban su planes de escaparse al Caribe una semanita.

Conocemos a esta pareja desde hace tantos años que pensar cuántos nos hace sentir viejos. Por una mezcla de buen hacer y buena suerte tienen más fácil que el común de los mortales agarrar un avión y salir volando a cualquier rincón del mundo.

Y eso llevan haciendo, y muy bien hecho, desde hace años.

Planean escaparse en plena preñez. Y seguramente continuarán recorriendo el planeta con su bebé y un buen cambiador de viaje en el bolso.

Nosotros, dentro de nuestras posibilidades, también hemos sido bastante correcaminos, pero desde la primera ecografía y hasta ahora que mi peque tiene 18 meses nuestros viajes han sido todos patrios: Cádiz, Asturias, Sevilla y Galicia.

Ya me atrevería a viajar por Europa. Y lo siguiente sería EE UU, que hoy me echa para atrás por el número de horas de avión.

No me iría, por ejemplo, a ver Vietnam o Kenia con un bebé tan pequeño.

Primero porque no podríamos disfrutar del viaje como querríamos, segundo porque me parece mucho tute para un enano y tercero porque con un bebé prefiero viajar a países en los el sistema sanitario me inspire confianza.

Así que hasta que el peque tenga 8 o 9 años nos hemos quedado sin viajes exóticos.

Lo que sí os prometo es que no me veréis en el mismo chiringuito de la playa todos los veranos.

¿Viajarías por el mundo con un bebé? ¿Lo harías embarazada? ¿Dónde irías y dónde no?