Ir en coche con un bebé recién nacido puede ser una odisea. O les encanta y se duermen nada más empezar a rodar, o berrean como locos y se retuercen queriendo salir de la silla de seguridad.
Y claro, no los puedes sacar. Tienes que intentar contentarlos como puedes o acabar haciendo el viaje a paso de procesión de tantas paradas como te ves obligado a hacer.
Mi peque tuvo las dos etapas: con dos y tres meses nos aguantó dos viajes de quinientos kilómetros sin rechistar y también hubo trayectos de diez minutos en los que tardamos una hora.
Ahora que es mayor le encanta ir en coche y va la mar de entretenido con sus cuentos, mirando el paisaje, con sus juguetes o el cantajuegos sonando y todos cantando a grito pelado.
La peque es otra historia. Si no se duerme estás perdido. Y entretener a una niña con cuatro meses recién cumplidos. Ya no recordaba lo que era un bebé a grito pelado y tú conduciendo de los nervios y buscando desesperada el primer sitio en el que poder parar con seguridad.
Y piensas que cuando nosotros éramos bebés los viajes eran sencillísimos en brazos de nuestras madres, aunque estábamos muy expuestos a los accidentes de tráfico.
No hay que volver a aquello, está claro. Pero estoy temiendo irme de vacaciones…