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Criamos a nuestros hijos como mejor sabemos o podemos y merecemos respeto, también de los que no comparten nuestros métodos

Los pediatras de Estados Unidos recomiendan que los bebés duerman al menos hasta el año en la misma habitación que sus padres. ¿Por qué? Pues para evitar el síndrome de muerte súbita del lactante. Ese fantasma temible que nos impulsa a los padres recientes a comprobar que nuestros hijos respiran cuando les vemos profundamente dormidos y que se reduce hasta un 50% si dormimos cerca de ellos.

Aconsejan, eso sí, que lo hagan en una superficie diferente. No les parece buena idea que compartan la misma cama que sus padres porque hay factores que pueden incrementar el riesgo de asfixia por aplastamiento. El riesgo radica cuando hay obesidad mórbida, tabaquismo, problemas de alcoholemia o drogadicción o alteraciones del sueño. En esos casos no está recomendado. En condiciones normales, compartir cama con nuestros pequeños es perfectamente seguro

Hoy es noticia un estudio de la universidad de Pensilvania, uno muy discutible (discutido por preeminentes pediatras cuyas recomendaciones escucha la Academia de Pediatría de EE UU, no por mí), que recomienda que a partir de los cuatro meses los niños se vayan a su propio cuarto porque así duermen una media de 46 minutos más.

Que cada cual haga lo que mejor considere con sus hijos, dentro del sentido común, sus circunstancias y el carácter que muestre el niño. Es cierto que yo no me saltaría las recomendaciones de los pediatras yanquis de compartir habitación durante el primer año. Que el niño esté en su propia cuna o que el niño esté colechando con nosotros si no hay factores de riesgo, que lo decida cada cual. Pero que esté en nuestro cuarto, eso sí para reducir el temido síndrome de la muerte súbita.

Yo coleché. Con Jaime intenté brevemente hacer caso a las recomendaciones de tener la cuna junto a la cama. Ni a él le gustaba ni yo descansaba. Tardé pocos días en meterle en la cama a mi lado, poner una barrera como la de la primera imagen, y dormir ambos tranquilos. Compartimos cama hasta que superó los dos años, que se fue a dormir tranquilo y felizmente a su cuarto.

Con Julia, desde el principio, opté por la barrera. No hubo cuna en casa. Descansamos estupendamente las dos. Ella no llegaba a despertarse para mamar un poco y seguir durmiendo. Yo apenas recuerdo despertarme para facilitarle el acceso al pecho. En mi memoria el colecho está muy unido (y facilitado por) a la lactancia. Igual que su hermano, pasados los dos años comenzó a dormir en su cuarto y su cama al tiempo que la lactancia iba despidiéndose hasta desaparecer.

Guardo de toda aquella etapa, de los cinco años de lactancia y colecho, un recuerdo feliz. Parte de las sensaciones más agradables a la memoria de mi maternidad están vinculadas a tener a mis hijos junto a mí. Conozco a padres que aseguran que si volvieran a criar a sus hijos habría aspectos del poner a dormir que cambiarían. Una buena amiga me recordaba este mismo fin de semana que al primero de sus tres hijos lo llevó enseguida a otro cuarto por recomendación de la enfermera de pediatría y la lactancia apenas duró, y que a día de hoy no obraría así.También conozco a otros padres que están encantados con haber tenido a sus hijos en una cuna en su habitación o en otro cuarto. Y padres que intentaron el colecho y no lo disfrutaron ni pudieron descansar.

La verdad es que si yo volviera a atrás no cambiaría nada a ese respecto (tal vez sí en cuanto a otros, pero esa es otra historia).

Hay tantos factores en juego: el carácter del niño, el nuestro, nuestras circunstancias personales, habitacionales, nuestros miedos y creencias… que no hay una fórmula idónea para todos. Lo único que debería haber es respeto.

 Si dormís juntos, disfrutadlo haciendo oídos sordos. Ni caso a los agoreros. Si sois de los que por el motivo que sea habéis descartado el colecho, pues ni caso tampoco.

Criamos a nuestros hijos como mejor sabemos o podemos y merecemos respeto y apoyo, también de aquellos que no comparten nuestros métodos.

(GTRES)

GTRES.

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De lado, boca arriba, boca abajo

Así dormimos todos. En alguna de esas posturas o en varias. Yo soy de dormir de lado o boca arriba, según me plazca.

Pero a los bebés no les dejamos elegir. Para reducir el riesgo de muerte súbita, el coco de las madres recientes, les forzamos a dormir boca arriba.

Y conviene hacerlo, eso por supuesto que no se discute.

Pero no siempre es fácil.

Tal vez cuando son recién nacidos es posible con algún sistema antivuelco como el de la foto (o con toallas liadas o el brazo de mamá, más barato).

Pero pronto desarrollan el superpoder de hacer la croqueta y poco se puede hacer.

Con el peque no hubo problema. Alguna vez se ponía de lado pero por lo general aguantaba boca arriba. Pero con Julia no hay manera: quiere estar de lado, que es menos peligroso que boca abajo pero no es lo óptimo.

Ya me he rendido.

Hace dos días una madre reciente me decía lo mismo, que se rindió, pero en su caso su hijo se las apañaba para dormir boca abajo.

Y no paraba de acudir a su cuna a comprobar que estaba bien.

Lo dicho, no siempre es fácil.

Lo que favorece o reduce el riesgo de muerte súbita

Tras leer los comentarios del post ayer he decidido retomar hoy el mismo tema para mostrar un listado con los factores que reducen el riesgo de muerte súbita.

Y después de este post de hpy dejaré que el tema descanse, que no quiero parecer obsesionada (que no lo estoy) ni obsesionar a nadie.

En la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria tienen un artículo interesante sobre la muerte súbita del lactante en el que dan bastantes datos estadísticos. Os pongo algunos fragmentos.

En los países desarrollados es la causa más frecuente de mortalidad infantil entre los 30 días y los 12 meses de edad. El SMSL es más común entre los 2 y 5 meses de edad. Alrededor del 80 % de las muertes ocurren entre el primer y sexto mes. Entre los 6 y 12 meses acaecen el 15 % de las muertes y después del primer año de vida del niño, tan solo el 5 % de ellas. En la década de los 80, la incidencia del SMSL era de 2 por cada 1.000 recién nacidos vivos. Alrededor del 60 % son varones y un 40 % mujeres.

Para reducir riesgos:

1. Poner al bebé a dormir boca arriba. Dormir de lado es más seguro que hacerlo boca abajo, pero no tanto como dormir boca arriba.

El riesgo del SMSL aumenta considerablemente cuando el niño duerme boca abajo (en posición prona). Numerosos trabajos científicos demuestran que el riesgo de muerte aumenta hasta 14 veces cuando el bebé duerme boca abajo.

Los estudios demuestran que, después de las campañas para «reducir el riesgo» poniendo a dormir a los niños boca arriba, durante la década de los 90, la mortalidad por SMSL disminuyó inmediatamente alrededor de un 50%.

2. No fumar durante el embarazo ni tras el parto.

Si la madre fuma durante el embarazo y durante el primer año de vida del bebé, el riesgo del SMSL se multiplica por cuatro. Si ambos padres fuman, el riesgo se incrementa casi por dos veces y media.

3. No cubrir al niño con ropa de cama. Como mucho debe tapársele hasta las axilas. Si duerme en una cuna recomiendan colocarle con los pies pegados a la parte inferor para que no pueda deslizarse bajo la ropa de cama.

4. Usar un colchón firme y evitar cojines y almohadas.

5. Emplear chupete. Aquí hay instrucciones sobre cómo usarlo de manera segura.

6. Evitar el exceso de calor o frío.

7. El colecho en sus diferentes modalidades. El ritmo respiratorio de un adulto cerca parece ayudar.

8. Aunque no está tan aceptado que la lactancia materna reduzca la incidencia de muerte súbita lo recomiendan, ya que beneficia indiscutiblemente el estado de salud del bebé.

Hay mucha más información en la página Sids Argentina.

Yo me quedo para finalizar con la frase que me dijo la estupenda pediatra que trató y dio el alta a la niña en el hospital y que se me quedó grabada a fuego:

En brazos de su madre no existe la muerte súbita.

Regresa el fantasma de la muerte súbita

Cuando nuestro recién nacido está sumido en un sueño profundo de esos que sólo tienen los bebés empiezas a pensar: ¿no está demasiado quieto? ¿no está demasiado tranquilo?

Y te ves obligado a levantarte y comprobar que sigue respirando.

Yo ponía la mano delante de su nariz, para notar su respiración, pero me consta de gente que ha llegado a menearles hasta despertarles.

Es irracional. Ridículo. Pero inevitable.

No sé si es algo que hacemos desde la época de las cavernas o si responde al miedo que nos meten ahora con la muerte súbita, un tema que por cierto no es como para tomarse a broma.

¿Cuando se deja de hacer? En algún momento indeterminado entre los 4 y los 5 meses. Al menos en mi caso.

Dudo que haya una sola persona entre todos los padres y madres que me leen que no lo haya hecho alguna vez, al menos con su primer hijo.

Escribí ese post, titulado «¿Respira?», en enero de 2008.

Entonces mi peque estaba a punto de cumplir año y medio y ese temor era un recuerdo lejano.

Mi santo coincide conmigo, con el segundo cambian muchas cosas. Ahora con Julia ha vuelto, pero tengo que confesar que en mucha menor intensidad. Mi santo coincide conmigo.

Pero aunque mucho más leve, ese fantasma sigue estando ahí.

¿Con el tercero o el cuarto desaparecería del todo? Lo dudo.

«Boca arriba para dormir, boca abajo para jugar»

Un lector ha escrito al periódico enviando un artículo firmado por el Dr. Santiago García-Tornel, Jefe Clínico del Servicio de Pediatría del Hospital San Joan de Déu de Barcelona.

Y al final ese correo me ha acabado llegando a mí.

Seguro que todos habéis visto bebés circulando en sus carritos con unos cascos ortopédicos moldeándoles la forma de la cabeza.

Al menos yo sí.

Pues de eso va el artículo: de la plagiocefalia. Me ha parecido interesante, así que aquí os lo dejo.

En 1992, la Academia Americana de Pediatría (American Academy of Pediatrics, AAP) recomendó que los bebés durmieran boca arriba o de costado para reducir el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (su sigla en inglés es SIDS) bajo el lema “Back to Sleep” (Dormir boca arriba). Desde entonces ha aparecido un trastorno, fácil de prevenir, pero que si no se toman unas medidas sencillas deforman la cabeza del niño hasta extremos de requerir ortesis – casco moldeador- de un costo elevadísimo y no subvencionado por la Seguridad Social. La combinación de dormir de espaldas y de pasar largos períodos en esta postura hace que el peso de la cabeza del bebé sobre una superficie provoque áreas de achatamiento en la zona posterior de la cabeza deformando también la frente trastorne que se conoce como plag! iocefalia posicional.

El aumento exponencial -más del 14% de bebés- de esta deformación está haciendo saltar todas las alarmas en los servicios de Neurocirugía Infantil que se ven desbordados por un trastorno cuya prevención es sencillísima. Las autoridades sanitarias han iniciado una campaña para que los padres pongan a los bebés boca abajo (Tummy Time) como hacían nuestras abuelas. Muchos de los lectores deben tener fotos suyas de bebes desnuditos, boca a bajo, con el culito al aire con la cabeza erguida y apoyado sobre los codos. En síntesis, el tiempo de barriga consiste en ponerlo boca abajo cuando el bebé esté descansado y contento en periodos cada vez más largos de tiempo empezando por 5 minutos hasta que llegue a estar unos 20 sin protestar. De esta forma se desarrolla su musculatura de ka espalda, se evita la compresión de la cabeza y se favorece el desarrollo neuromotor.

Así que el nuevo lema es: “Boca arriba para dormir, boca abajo para jugar”

Y aquí un reportaje sobre plagiocefalia.

No sé vosotros, pero yo he tomado nota mental para cuando nazca Julia.

Boicot a las guarderías y ludotecas basura

En un par de ocasiones os he hablado de la normativa que pretenden implantar en Madrid y que permitirá la creación de «guarderías basura».

El borrador de la consejería que dirige Lucía Figar sube el número de alumnos de 12 a 14 en las aulas de 1 y 2 años. Y de 16 a 20 niños y niñas en las aulas de 2-3 años.

También mengua el espacio, autorizándose centros con una superficie inferior a 30 m2: se pasa de los actuales dos metros cuadrados por niño a “al menos” uno y medio. Y ya no será necesario que dispongan de patio propio, cuando ahora se exigen 70 m2.

Y más reducciones: se reconocerán titulaciones con cualificación inferior a las actualmente en vigor.

Por último, se disminuye el número de educadores de apoyo: para los centros de tres o menos aulas no es necesario ninguno; para los que alberguen más de tres aulas, un apoyo por cada tres clases. La situación actual fija un tutor por aula y un apoyo por cada dos.

Cuando saqué el tema algunos de vosotros me comentasteis que ese tipo de guarderías de mínimos ya existían en Barcelona con el nombre de ludotecas.

Las ludotecas son centros para niños de hasta tres años que no tienen categoría de guardería ya que en ellas no se imparte formación, sino que sólo se vigila a los niños y se les mantiene distraídos.

El Síndic de Greuges ya denunció en 2005 la falta de regulación, y por lo tanto de inspección, de este tipo de centro donde se cuidan bebés de 0 a 3 años por lo que su proliferación y el intrusismo están a la orden del día.

Ayer una de esas ludotecas ha sido noticia tristemente por la muerte súbita de uno de los bebés que cuidaba, de apenas cuatro meses.

Una tragedia para sus padres. A los que recomiendo buscar apoyo en asociaciones modestas pero útiles como la que hay en Madrid: APMSL.

Pero lo que realmente me empuja a escribir no es esa desgracia fortuita, ha sido ver las imágenes de las instalaciones de la ludoteca. Aquí os pongo el vídeo.

El centro Winnie The Pooh donde murió el bebé no tenía ni un cartel en la portería que indicará qué actividad se hacía allí y su fallecimiento ha provocado que se descubran numerosas irregularidades en la gestión.

El diario La Vanguardia publica hoy que en el local había una treintena de menores en el momento de producirse el fallecimiento del bebé, cuando sólo tenía permiso para diez menores.

El rotativo indica que en el centro supuestamente se servían comidas cuando tampoco contaba con los permisos para ello, y no está claro que tuviera un seguro apropiado.

El local había abierto hace unos dos meses en el barrio de Horta-Guinardó de Barcelona .

Por favor, cuidado con la guardería en la que metéis a vuestros hijos.

En otras cosas se puede ahorrar dinero: se puede salir menos, comprar un coche peor, quedarse sin vacaciones….

Lo que sea con tal de tener la certeza de que vuestro hijo está atendido correctamente en un buen centro.

Como ya dije en el pasado, no dar negocio a esos centros es el único modo de protestar que tenemos. Y funcionaría.

El polémico método Estivill

Ayer mencioné de pasada al recomendar a Rosa Jové y a Carlos González esté popular y polémico método conductista para hacer dormir a los niños, y me consta que levantó más ampollas de las que se pueden leer en los comentarios.

El enlace al que conducía es un artículo bastante bueno en bebesymas.com, que habla de sus pros y contras:

Por un lado, los fans a ultranza del método del Dr. Eduard Estivill. Padres que han seguido las indicaciones al pie de la letra y les ha dado éxito dicen que llevan al niño a la cuna y se duerme sólo sin llorar, que se acabaron las luchas a la hora de dormir y que ahora duerme el niño y ellos también.

Por el otro, los que critican sin pelos en la lengua. Opinan que es un método de adoctrinamiento que no trata los trastornos del sueño y que somete a los niños a los deseos de los padres, haciéndolos insensibles a sus necesidades básicas.

Antes de tener niños, antes incluso de plantearme tenerlos, el primer libro que compré para regalar a la primera de mis amigas que se quedó embarazada fue «Duérmete niño» de Eduard Stivill, responsable de la Unidad de Alteraciones de Sueño del Instituto Dexeus de Barcelona.

Es un libro tan pequeño que me lo leí de una sentada antes de regalárselo a mi amiga. Y me pareció que todo lo que contaba era de lo más razonable. Claro, que para mi un bebé era algo sólo un poco menos extraño que un selenita.

Luego tuve a mi propio bebé y me enteré de lo que era críar un niño en primera persona. Ni loca lo hubiera puesto en marcha.

La cosa consiste básicamente en dejar al bebé en la cuna. Y si llora que llore. Ya se acabará durmiendo.

Existe una serie de cosas que se pueden hacer: darle un osito, organizarle una rutina de sueño, si llora mucho asomarse por la puerta de su habitación y decirle cosas como «Cariño, mamá te quiere mucho, pero tienes que dormir solito».

Creo sinceramente que sirven más para consolar a los padres que al bebé.

Imaginen dar un osito, una rutina de sueño y una charla a un bebé de pocos meses aterrorizado por verse solo y que está pidiendo a gritos a sus padres que acudan a proporcionarle amor y seguridad con su presencia.

Claro que funciona, se dormirá seguro. Pero se dormirá sintiéndose abandonado, desatendido por sus padres.

Durante millones de años, si un bebé pasaba a solas la noche, casi con toda seguridad acabaría muerto: devorado por cualquier fiera, congelado, mojado…

Nosotros sabemos que está completamente a salvo en la cuna de su habitación. Él no lo sabe. Su instinto le dice que si de noche no está con sus padres, no verá la luz del día siguiente.

Tan sólo hay que ponerse en su lugar.

Un bebé que llora por que no quiere dormir solo, no sufre insomnio ni alteraciones del sueño, que es en lo que es experto Stivill. Puede dormir perfectamente si está acompañado, que es lo que su instinto le pide.

Y que nadie se me soliviante. No juzgo a los padres que lo han aplicado, juzgo el método mismo.

¿Queréis saber otro método infalible para hacer dormir a esos niños que se niegan a conciliar el sueño en su cuna sin llorar?

El colecho, que de paso reduce drásticamente el riesgo de muerte súbita. Ya hablaré al respecto largo y tendido en el próximo post.

¿Respira?

Cuando nuestro recién nacido está sumido en un sueño profundo de esos que sólo tienen los bebés empiezas a pensar: ¿no está demasiado quieto? ¿no está demasiado tranquilo?

Y te ves obligado a levantarte y comprobar que sigue respirando.

Yo ponía la mano delante de su nariz, para notar su respiración, pero me consta de gente que ha llegado a menearles hasta despertarles.

Es irracional. Ridículo. Pero inevitable.

No sé si es algo que hacemos desde la época de las cavernas o si responde al miedo que nos meten ahora con la muerte súbita, un tema que por cierto no es como para tomarse a broma.

¿Cuando se deja de hacer? En algún momento indeterminado entre los 4 y los 5 meses. Al menos en mi caso.

Dudo que haya una sola persona entre todos los padres y madres que me leen que no lo haya hecho alguna vez, al menos con su primer hijo.