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España pierde gas

Por Hugo Morán – Exdiputado

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Este pasado lunes 19 me sorprendía el siguiente titular en un medio de comunicación: “Cepsa da un portazo a España al vender Medgaz y dejarla sin el control del gas”. Pensé que a muchas personas podría resultarles sorprendente el hecho de que una empresa española de referencia pusiese en marcha una operación como ésta, destinada a menoscabar intereses estratégicos de su propio país para beneficiar a terceros. Sería tanto como pegarse un tiro en el pie.

Y efectivamente ésta sería la conclusión normal a la que llegaría cualquier ciudadano que, de buena fe, hubiese venido dando por bueno el discurso que nos han venido endosando durante años las empresas y las propias instituciones, comenzando por el Gobierno de la nación, respecto al carácter estratégico de grandes marcas vinculadas al sector de la energía que son hoy referentes de la marca España a nivel mundial.

Pero basta solo un pequeño saltito, del titular al cuerpo de la noticia, para encontrarse con una sencilla explicación que despejará de un plumazo buena parte de los interrogantes del atribulado lector: “La compañía española controlada por Abu Dhabi responde con la venta del gasoducto a las negociaciones de Industria con Irán para instalar una refinería en nuestro país”. Pues sí, apreciadísimo compatriota, Cepsa, esa empresa cuya españolidad te hacía sacar pecho ante los foráneos como quien presume de selección campeona del mundo, hace años que rinde cuentas ante sus verdaderos propietarios, que asientan sus reales a unos cuantos miles de kilómetros de nuestras fronteras.

Y un poco más adelante se hace el análisis de las consecuencias que se derivarán de la decisión que encabeza el artículo al que me refiero: “España está a punto de perder el control del gas que llega al país y que…Cepsa, la compañía española, pero propiedad de Abu Dhabi desde hace seis años, ha decidido poner a la venta el 42% de Medgaz, la empresa compartida entre el Gobierno español y el de Argelia y que garantiza la energía a la península Ibérica”. Pero no se trata de reproducir en este espacio el resto de la noticia, sino de incorporar una sucinta reflexión sobre cómo hemos llegado hasta aquí.

Hace años que se nos viene bombardeando con la matraca de la enorme oportunidad geoestratégica que supondría para nuestro país el apostar decididamente por el gas como factor de desarrollo económico. España va a convertirse en el gran suministrador de gas para toda Europa, sustituyendo así a Rusia y poniendo fin a la enorme inseguridad que representa para la UE la dependencia de las decisiones caprichosas de Putin y sus oscuros intereses expansionistas.

Pero todo ha sido o una irresponsable ensoñación si la juzgamos benévolamente, o una alevosa mentira si decidimos no aplicar paños calientes.

  •  ¿Cómo podría nunca España, que no cuenta con reservas de gas propias ni para alimentar un mechero, sustituir a la Federación Rusa como suministradora de referencia para todos los países europeos?
  • ¿Con qué criterio se ha podido desplegar el milmillonario reguero de fondos públicos que han financiado infraestructuras gasísticas de todo tipo, alguna de las cuales ni siquiera ha llegado a entrar en funcionamiento, ni lo hará nunca?
  • ¿Qué mentes privilegiadas han sido las que han asentado decisiones de orden legislativo y presupuestario que implicarán prorrogar gravosas cuotas de dependencia energética exterior, en lugar de emplearse en desarrollar la puesta en valor de recursos propios?

En fin, no le demos demasiadas vueltas a la cosa. ¿Por qué nos han engañado de forma tan desvergonzada?, ¿alguien va a responder por ello?

La opinión pública sobre energía y medio ambiente

Por Mercedes Pardo Buendía – Universidad Carlos III de Madrid. Departamento de Análisis Social

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Los valores, creencias, normas, actitudes que los individuos adquieren en los procesos de educación y socialización –es decir, internalización de la cultura de una sociedad-  en un principio en la familia y posteriormente en los ámbitos de amistades, de educación, de medios de comunicación de masas, entre otros, forman lo que se viene denominando como opinión pública.

Obvia aclarar que dicha opinión pública es mucho más que la suma de las opiniones individuales, de manera que expresan patrones grupales en sociedades concretas. Además, la opinión de líderes y de instituciones centrales en la sociedad son asuntos clave para la comprensión de los procesos de opinión pública.

El conocimiento de la opinión pública es asunto central en las sociedades democráticas. Una manera de obtener dicho conocimiento es a través de la investigación social sobre dicha opinión pública, que, habitualmente, se lleva a cabo mediante encuestas de opinión.

¿Qué opinión les merece a los españoles la cuestión de la energía? Lo primero a observar es que en España no se han llevado a cabo encuestas recientes sobre el tema; eso ya es un indicador del interés general sobre el asunto. Nos basaremos en la encuesta de la Unión Europea (UE28): Eurobarómetro, 83, mayo 2015, así como en la realizada por PwC a los directivos -CEOs- de 70 grandes empresas en 52 países en el mismo año.

Así, a la pregunta de “¿Qué dos problemas cree Vd. que son los más importantes a los que se enfrenta el país en este momento?”, el medio ambiente, cambio climático y energía lo sitúan los españoles en el último lugar, solamente un 1% de las respuestas, en comparación con el 6% de media Europea. Lógicamente el paro es el primer problema de preocupación (74% y 42% respectivamente).  Sin embargo, cuando se les hace la misma pregunta pero ahora no respecto a España sino a la Unión Europea, los españoles perciben algo más las cuestiones del cambio climático ( 3%), el suministro de energía (4% ), el medioambiente (3%).

Ciertamente no se puede interpretar de la misma manera una elección que se contrapone a cuestiones como el paro, que si se tratara de una pregunta exclusivamente sobre la energía.

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Dependencia energética: donde hay patrón…

Por Hugo Morán – Exdiputado

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Europa viene a gastar del orden de mil millones de euros diariamente para cubrir sus necesidades energéticas. Si consideramos que más del 50% de los recursos que precisa son importados (un 90% del petróleo y un 66% de gas natural), ello supone que los países que integran la Unión dedican anualmente unos doscientos mil millones de euros al capítulo de importaciones de combustibles fósiles. 

La Unión Europea depende del exterior para poder atender con cierta normalidad la demanda de los hogares, el funcionamiento de su industria, la movilidad de sus ciudadanos, la tranquilidad de sus calles o la fiabilidad de sus comunicaciones. Esto es tanto como saber que los europeos han de desembolsar cada día quinientos millones de euros para comprar fuera una cuota nada despreciable de seguridad.

A lo largo de milenios las sociedades hicieron girar sus destinos alrededor del “patrón oro”. Nada había que no pudiese ser comprado con oro; el oro era el motor que movía el mundo conocido. En la medida en que un país era capaz de acumular grandes cantidades del metal dorado, se incrementaban sus posibilidades de dominación, y así cuanto más territorios eran ocupados más metal llenaba sus arcas y mayor era su poderío. Con el oro se pagaban los ejércitos, y con los ejércitos se construyeron inmensos imperios.

Poco podían imaginar aquellas milenarias civilizaciones que un material tan noble, arquetipo de la perfección y sinónimo de belleza, habría de ser sustituido un día por una sustancia viscosa, negruzca y maloliente. Con la irrupción del “oro negro”  se quebró la única forma en que la humanidad había entendido sus juegos de equilibrios de poder; de ahí la pronta adaptación a la era del nuevo patrón. Cambió el color y la textura, pero no cambiaron las formas, aunque eso sí, los equilibrios universales comenzaron a mudar.

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Un Brexit negacionista

Por Hugo Morán – Ex diputado

brexit-1497067_640Aún queda mucho por escribir respecto a la decisión mayoritaria de los súbditos de Su Graciosa Majestad –por los pelos, pero mayoritaria, al fin y al cabo– de abandonar la casa común europea en la que convivían con todos nosotros. A regañadientes y de aquella manera, pero después de todo convivíamos.

Cierto que prácticamente todos los análisis argumentados hasta ahora se han centrado básicamente en las consecuencias económicas del Brexit: afectación a las primas de riesgo y al crecimiento, equilibrios presupuestarios, financiación y reprogramación de fondos europeos, movimientos en inversiones y posibles deslocalizaciones empresariales, nuevos marcos fiscales…; en las sociales: la situación en que quedan los ciudadanos europeos que viven y trabajan en el Reino Unido, la de los británicos que residen y votan en municipios españoles, las restricciones fronterizas frente al fenómeno de la inmigración…; y en las geopolíticas: el futuro incierto de la Unión Europea, el posible contagio a otros países como el caso de Holanda, las discrepancias territoriales internas en el caso de Escocia, Irlanda del Norte, Londres o Gibraltar, la relación con terceros países…

Pero poco hemos leído al respecto desde el punto de vista medioambiental, por no decir casi nada, salvo honrosas y acrisoladas opiniones, como por ejemplo la de David Attenborough, junto con la de las organizaciones ecologistas, advirtiendo del riesgo que supone para la conservación de la naturaleza en el Reino Unido el perder el paraguas de las directivas ambientales, recogidas en algunos medios especialmente sensibles en la materia.

Frente al análisis inicial de destacadas personalidades, como es el caso de Christiana Figueres, o la carta abierta del propio embajador del Reino Unido en España, Simon Manley, intentando dejar sentado que el nuevo Gobierno Británico no modificaría ni un ápice su compromiso en la lucha contra el cambio climático en este nuevo escenario, la tozuda realidad ha terminado por imponerse. Y es que durante toda la campaña que precedió al Brexit, si en algo destacaron los más visibles líderes que hicieron campaña en favor del mismo es en sus posiciones marcadamente anti-ambientales, hasta tal punto que buena parte de ellos han mantenido históricamente tesis indisimuladamente negacionistas en relación con el cambio climático.

De esta forma, hemos podido comprobar como entre las primeras decisiones de la nueva primera ministra británica Theresa May ha estado la supresión del Ministerio de Cambio Climático, pese a que el Reino Unido había sido uno de los primeros países en contar con una ley pionera y específica en la materia, o que entre los primeros nombramientos aparezca el de Andrea Leadsom como secretaria de Medio Ambiente, cuando ha sido una de las voces que se ha destacado como “climaescéptica”.

Las consecuencias en el campo de la energía no se demorarán largo tiempo. Desaparecido el problema del cambio climático en el Reino Unido merced a la “benéfica” decisión del Brexit, desaparecen también las urgencias de transitar hacia un patrón económico neutro en emisiones en aquel país, lo que conllevará una revisión estratégica de las empresas concernidas para acomodarse al nuevo escenario político y no se nos escapa que las hay que desarrollan su actividad más allá de sus fronteras y más acá de las nuestras.

Confiemos en que no se cumpla la sentencia de que todo aquello que va mal es susceptible de empeorar. Me refiero al resultado que vayan a arrojar las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

El “brexit energético” del señor Nadal

Por Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables

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Acabo de volver de un corto viaje de trabajo a Londres para una reunión, habitual estos días, del patronato de un Instituto Ambiental para tratar el tema de qué hacer ante el escenario del abandono del Reino Unido de la Unión Europea. El panorama no puede ser mas desafiante e interesante en cuanto a lo que hay que evitar o promover si queremos que un estado, un país, progrese y lo haga de manera sostenible, democrática y cohesiva.

Lo más sorprendente es que incluso gran parte de los que querían salir están en general sorprendidos y preocupados. Parece como si el referéndum hubiera sido más una apuesta de casino en la que lo que se jugaba era ganar o perder lo puesto, es decir, tener razón o no, sin pensar en que lo que venía a continuación ya no era un juego. La prueba de que muchos votantes no sabían de qué iba el tema es que al día siguiente del referéndum la pregunta más hecha según Google fue ¿Qué es la Unión Europea?, es decir, que muchos británicos habían votado salir sin saber lo que significaba.

Según las explicaciones que he escuchado, esto obedecería a la situación de auto complacencia o pasividad con la que los ciudadanos vivimos, al parecer, la realidad de la UE. Esta situación no es ajena a algo generalizado y de aplicación a todos los europeos como es la falta de una información pública más continuada, relevante y atractiva por parte de las instituciones europeas, en particular de la Comisión y de los Estados miembros, que parecen participar en el hoy clave debate europeo como en un juego solo apto para políticos y para los lobbies económicos que en Bruselas tienen más presencia casi que las propias instituciones.

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Incertidumbre legislativa en materia energética

Por Mª Concepción Cánovas – Experta en energías renovables

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Las dos votaciones celebradas a lo largo de la semana  pasada, a nivel europeo con el triunfo del Brexit  y, a nivel nacional, con los resultados de las elecciones generales celebradas el pasado domingo  determinan un panorama incierto en materia energética a lo largo de la próxima legislatura.

Así la salida de uno de los países de la Unión Europea con mayor dependencia energética del exterior y también uno de los mayores emisores de CO2 tendrá una serie de implicaciones en el diseño final del mercado de la energía de la Unión Europea difícil de evaluar en estos momentos. Según los expertos llevará unos dos años las negociaciones sobre la posible formula de salida; pero lo que no cabe duda es que la red de conexiones transfronterizas necesarias para garantizar una energía sostenible, segura y asequible a todos los ciudadanos de Unión Europea cambiará en su diseño final surgiendo la oportunidad, por la que tendremos que apostar, de reforzar y acelerar las conexiones  del sudoeste de Europa en detrimento del noroeste.

Respecto al panorama energético en nuestro país tras las elecciones generales, la lógica hace pensar que no pueda continuar la paralización, llegando incluso al retroceso, en el cambio de modelo energético sufrido en la pasada legislatura y ello por los siguientes motivos:

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#Brexit: oportunidad para una Política Energética Común

Por Domingo Jiménez – Presidente de Fundación Renovables

A muchos nos ilusionaba el que el Reino Unido continuara en la Unión Europea con la esperanza de que finalmente conseguiríamos que se integrase en la misma y así contribuir a consolidarla como primer Estado Red y un modelo para una mejor gobernanza global y una globalización más sostenible.

No ha sido así y es hora de hacer de esta nueva situación virtud y hacer buena la tesis de que la UE siempre ha progresado a base de crisis.

Es la hora de decir que Reino Unido nunca estuvo realmente en la UE y que sus excepcionalidades han sido una constante en materia monetaria, contribución presupuestaria, libre circulación de las personas, política social, fiscal, energética, etc. y que ha sido el principal artífice de la Europa de dos velocidades y un lastre innecesario para el progreso en muchas políticas comunes entre las que estaría, sin duda, la energética.

Es hora de que toda la fuerza que desde Europa se estaba poniendo para integrar plenamente a los británicos en la comunidad se emplee en la construcción de una Unión Europea con mas políticas comunes, hasta ahora dificultadas por sus vetos continuos porque no querían mas Europa. Un rechazo que, en particular, era patente en política energética. Ahora es necesaria una Política Energética Común, con competencias y recursos comunitarios; una PEC más necesaria de lo que en su día lo fue la Política Agrícola Común, la PAC, que históricamente ha acaparado gran parte de los presupuestos.

El Reino Unido también ha sido el impulsor y defensor del “principio de neutralidad tecnológica” que permitía a los Estados miembros en materia de descarbonizacion y abandono de los combustibles fósiles optar por la tecnología nuclear, aun conscientes de que eso contravenía el principio u objetivo comunitario de seguridad y sostenibilidad. Esta postura ha lastrado la apuesta decidida por las tecnologías renovables no permitiendo un objetivo vinculante y ambicioso para 2030, lo que ha hecho que Europa esté perdiendo el liderazgo que tenia tanto en inversiones en la propia UE como en el resto del mundo.

Y no podemos obviar que el Reino Unido se ha resistido numantinamente a que haya tasas o impuestos comunitarios en materia energética totalmente necesarios para los carburantes, como el queroseno de aviación o en general de transporte, y también en electricidad, ante la urgente necesidad de que el mercado comunitario se armonice en esta materia y se generen recursos gravando lo que se quiere desincentivar, los combustibles fósiles y la nuclear, e incentivando lo que es y será el gran activo de la UE, las energías de fuentes renovables, tanto para ser autosuficientes energéticamente (hoy depende en más del 50% del exterior) como para consolidar su liderazgo global en renovables y en mitigación del cambio climático.

Hay que incentivar lo que es y será el gran activo de la UE, las energías de fuentes renovables, tanto para ser autosuficientes energéticamente (hoy depende en más del 50% del exterior) como para consolidar su liderazgo global en renovables y en mitigación del cambio climático

La salida del Reino Unido es, en materia energética, una oportunidad para una nueva UE: la Unión Energética, con una nueva Política Común, la PEC, y una UE más vigorosa y cohesionada con la energía como vector de cambio como proponemos desde la Fundación Renovables. Una apuesta ilusionante frente a la desilusión del “Brexit”.

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Imagen: Comisión Europea

¿Y si hablan más de energía?

Por Joan Herrera – Abogado

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Tenemos una de las energías más caras de Europa. Nuestras empresas, especialmente pequeñas y medianas, tienen serios problemas por el precio de la electricidad. Pero de energía casi ni se habla en esta campaña.

El primer Informe sobre el Estado de la Unión de la Energía (State of the Energy Union) deja a España en un lugar muy negativo. Sacamos mala nota en materia de dependencia energética: nuestra dependencia de las importaciones de combustibles fósiles está diecisiete puntos por encima de la media de la UE-28. Suspendemos también en materia de cumplimiento de los objetivos de energías renovables y además tenemos una pésima nota en materia de precios de la electricidad. Por poner algún ejemplo: la oficina de estadísticas de la Unión Europea, Eurostat, revela que España es, a día de hoy, el país de la Unión Europea en el que más cara es la electricidad que pagan las pymes del sector industrial. Solo en los últimos tres años (entre 2011 y junio de 2014) ese precio ha subido más de un 30%. Pero de energía casi no se habla en esta campaña.

Es en el sector eléctrico donde se ha producido, en volumen, el que, a mi entender, es el mayor caso de corrupción en la historia de este país. Nunca se aclaró por qué se perdonó a las eléctricas una deuda de entre 2.500 y 3.500 millones de euros por lo cobrado de más por los Costes de Transición a la Competencia (CTC) pese a que un informe de la Abogacía del Estado de marzo de 2008 así lo avalaba. Pero de energía casi no se habla en esta campaña.

La propuesta es simple: hablen de energía, porque el debate sobre la cuestión energética no es solo (que también) un debate ambiental, es un debate económico, social, y sobre todo, un debate democrático.

En la energía y su marco normativo nos encontramos el ejemplo paradigmático de que unos pocos influyen en una legislación a su favor en detrimento del interés general. Y es, por ese comportamiento de una élite extractiva que capta la voluntad del legislador, por el que España y el conjunto de su economía se resiente profundamente. Las derivadas significan no solo una energía más cara, sino también la pérdida de oportunidades: la ocasión de generar consumo propio y autosuficiente, la oportunidad de crear ocupación no deslocalizable, la conveniencia de modernizar el tejido productivo y el momento de que nuestras empresas no tengan un sobrecoste en la factura energética.

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Campaña electoral: La hoguera de las vaguedades

Por Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga

 

electionsComo quiera que estamos de nuevo en vísperas de otras elecciones generales para elegir a nuestros representantes políticos, me he propuesto comprobar si, esta vez, las propuestas que venimos defendiendo desde la Fundación Renovables, sobre el necesario cambio de modelo energético, han sido recogidas en los diferentes programas electorales.

Tengo que confesaros que no estoy especialmente contento.

Una primera lectura de los programas electorales puede llevar a la conclusión de que nuestras propuestas han sido asumidas por los partidos políticos. Las energías renovables parecen estar en el centro de todos los programas electorales cuando hablan de energía. Conjuntamente las palabras más utilizadas son ahorro, eficiencia y desarrollo de las energías renovables. Las vamos a encontrar muchas veces en todos los programas… y aquí acaban las buenas noticias.

Cuando entramos en los detalles, encontramos una serie de medidas generales, seguramente bienintencionadas, muy pocos compromisos reales, casi ningún objetivo a medio y largo plazo y ninguna hoja de ruta clara que nos permita imaginar cómo se van a llevar a la práctica las promesas electorales. También he encontrado contradicciones importantes, dentro de un mismo programa electoral.

Algunos ejemplos:

  • “Impulsar el desarrollo de las renovables, especialmente de la biomasa, por ser especialmente intensiva en mano de obra”. Los últimos informes del IRENA hablan de que en todo el mundo la mayor cantidad de puestos de trabajo los crea la fotovoltaica, algo así como tres veces los que se generan con biomasa.

 

  • Conseguir el 25% de energías renovables en 2020 y una planificación a largo plazo para llegar al 100% en 2030” y unas líneas después…”reducción de emisiones de al menos un 30% para 2020 y del 100% en 2050”. Cómo si las dos cosas no tuvieran nada que ver. Cómo si se pudiera pasar del 25 al 100 % en diez años. De todas formas, como no se dice cómo se van a conseguir estos objetivos, todos tan contentos.

 

Hay que destacar, que este ejercicio de decir mucho y no comprometerse a casi nada que tanto gusta a nuestros políticos en épocas electorales, tiene su máximo exponente en el programa electoral del PP, que incluye un catálogo de buenas intenciones, sobradamente incumplidas todas en los últimos años: seguir apostando por las renovables, seguir cumpliendo con los compromisos internacionales relativos a la reducción de emisiones, apostar por la eficiencia, por el ahorro, etc..  Están orgullosos de la política energética que ha llevado el gobierno en los últimos años y piensan continuar con ella por el bien del país. Faltaría más, a lo que yo añado, arreglados vamos.

También es cierto, que según nos vamos desplazando desde el PP hacia la izquierda parlamentaría aparecen más propuestas y alguna que otra medida más concreta para llevar los programas a la práctica, pero sin pasarse tampoco, no vaya a ser que luego nos exijan cumplirlas y también encontramos alguna que otra contradicción importante.

Ciudadanos propone impulsar un Plan Estratégico de transición energética basado, cómo no, en las renovables, el autoabastecimiento y el ahorro energético, quitar el impuesto al Sol y disminuir los costes eléctricos para pymes y familias y crear una Secretaria de Estado de Energía y Medioambiente.

En las propuestas de PSOE y Unidos Podemos encontramos muchas similitudes. Sus programas dejan clara la necesidad de un nuevo modelo energético que luche contra el cambio climático, apostando por el ahorro, la eficiencia y las renovables. Entre los aspectos positivos, la derogación del decreto actual de autoconsumo y el compromiso a una nueva ley que facilite su impulso, la necesidad de realizar un plan energético nacional que incluya la necesaria reforma del sector eléctrico. Empiezan a diferir, sin embargo, en los objetivos. Mientras que Unidos Podemos se fija como objetivo, un escenario a 2050 con una energía 100% renovable, el PSOE propone una disminución de la intensidad energética y reducción de emisiones de acuerdo con la UE y una penetración de las renovables en el sector eléctrico del 70% en 2030. A la vez, el PSOE en un ejercicio de malabarismo, hace un apoyo explícito a continuar quemando carbón nacional y propone un cierre de centrales nucleares tras cumplir sus 40 años de vida, incluye restringir autorizaciones para nuevas prospecciones de gas y petróleo y se opone al Fracking.

Unidos Podemos habla de un cierre paulatino de las centrales térmicas de carbón y de un cierre progresivo de las centrales nucleares, para que todas estén cerradas en 2024 y también se opone al Fracking.

En resumen, las propuestas en materia de energía de los partidos políticos adolecen en general de compromisos concretos y no presentan una hoja de ruta creíble. No parece mucho a la vista de los graves problemas a los que nos enfrentamos. Si lo que produce el cambio climático son las emisiones debidas al uso de los combustibles fósiles y este es un problema global que nos afecta a todos, parecería razonable que cada partido político nos dijera de manera clara y coherente, qué medidas reales va a tomar para abandonar de forma rápida y urgente el uso de estos combustibles y ahí sí podríamos evaluar las ventajas e inconvenientes de cada una de sus propuestas.

El cambio de modelo energético debe ser a la vez un cambio económico y social. Deberíamos ser capaces de dejar de mirar a izquierda y derecha y mirar hacia adelante, sobre todo porque el tiempo se nos acaba y el problema se agranda día a día. Si todos estamos de acuerdo en la causa del problema, ¿qué impide alcanzar la solución?

Esperaba mucho más de los programas electorales.

  • Imagen: Christian Schwier – Fotolia

 

Los ciudadanos y la transición energética

Por Juan Castro – Gil – Abogado y Secretario de ANPIER

Imagen de Amsterdam (Flickr/Labé)

Imagen de Amsterdam (Flickr/Labé)

El año pasado, una pequeña asociación formada por ciudadanos holandeses, decidió liarse la manta a la cabeza, implicar a un abogado con extrema conciencia social y demandar a su Estado ante los tribunales, exigiendo que, de forma inmediata, se tomasen medidas legislativas más ambiciosas de las que tenían comprometidas con la Unión Europea para combatir el cambio climático, que en Holanda, además de envenenarlos, los está metiendo bajo el agua.

Pese a los esfuerzos del gobierno holandés, que juraba por los dioses de los tulipanes que lo estaban haciendo requetebién y mantenía que el populacho no tiene capacidad para obligar a semejante ignominia a su todopoderoso Estado, un Tribunal les dio la razón a aquel grupito de valientes ciudadanos, y el gobierno holandés ha tenido que cambiar sus insostenibles políticas medioambientales.

Hace tan solo unos días, medio centenar de adolescentes de Boston y alrededores liaron a una abogada, a la que pagaron con toda la ilusión que cabía en el mismísimo océano Atlántico, e hicieron lo mismo contra el Estado de Massachusetts. Por supuesto, los argumentos que defendían sus gobernantes fueron los mismos que en el caso holandés: ¿qué van a saber estos niñatos del cambio climático? La contestación de James Miller, de 17 años, fue tan convincente que resultó sonrojante: «los políticos siempre dicen que el futuro es de los jóvenes; si es así, tenemos derecho a que las decisiones de los gobiernos actuales no nos lo estropeen”. Curiosamente, la Corte Suprema también les dio la razón.

Estas dos historias se han reproducido con parecido éxito en lugares tan dispares como Pakistán o el Estado de Washington y están en marcha en países como Bélgica o Noruega.

En España, seguramente porque ha sido la fotovoltaica la tecnología que ha puesto patas arriba al sector eléctrico, al permitir que cualquier persona pueda producir energía, la asociación que aglutina a varios miles de pequeños productores (Anpier), ha cogido ese guante y avanza en un ambicioso proyecto con personalidades de muchas disciplinas, para demostrar que la transición energética a sistemas de generación 100% renovable no solo es posible, sino también obligatoria.

Al igual que en el resto de latitudes, confiamos en que en nuestro país, tengamos políticos y jueces valientes, que sepan afrontar este problema en la verdadera dimensión que requiere. Cualquier otra opción, no nos conducirá a nada bueno.