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El doble fondo de un modelo energético obsoleto

El cambio climático se ha convertido en un hecho más que demostrado. Los múltiples informes del IPPC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) y de científicos de todo el mundo se acumulan, uno tras otro, demostrando el camino al que estamos abocados si no se hace nada por evitarlo. España, por su situación geográfica y por su climatología, es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Las consecuencias ya se empiezan a materializar y visualizar: los embalses se encuentran en mínimos históricos por el descenso de las precipitaciones, la intensidad y frecuencia de las olas de calor e incendios no dejan de aumentar, las lluvias torrenciales o DANAs que estamos sufriendo este año, etc. Esos daños medioambientales, junto con los graves problemas de dependencia energética que tenemos, llevan asociados grandes problemas económicos que irán a más en los próximos años.

En España, la dependencia energética del exterior no ha descendido del 70% en los últimos años, alcanzando en 2018 alrededor de un 76%. Como es obvio, la mayor parte se debe a la importación de hidrocarburos desde países productores y exportadores. Hay que tener en cuenta que, aunque la energía nuclear se considere autóctona en nuestro país, el uranio se importa del exterior, por lo que la dependencia real asciende a algo más del 80%. Si echamos un vistazo al pasado, la mayor tasa de dependencia energética se alcanzó en los años 2005-2006 y descendió en los años posteriores, durante la crisis económica, debido a un descenso del consumo energético y no por la puesta en marcha de medidas para reducirla. Como consecuencia, una vez pasada la recesión económica, la dependencia energética ha vuelto a ascender a un ritmo acelerado.

En el año 2017 el déficit de la balanza comercial fue de 22.700 millones de euros, de los que el 85% se debió a la compra de combustibles fósiles; en 2018 la cifra ascendió a 33.840 millones y, en este caso, la compra de combustibles fósiles supuso más de 25.000 millones del total, debido a que el precio del petróleo experimentó una subida del 50% respecto a 2017. Esta dependencia ha provocado que nuestra economía sea altamente vulnerable a los movimientos internacionales del precio del petróleo.

La mayoría del consumo de estos combustibles fósiles se concentra en el sector transporte, con un 70%, siendo el sector que más energía consume y alcanzando más del 40% del consumo total. Además, el transporte es el que más contribuye al aumento de la contaminación en las ciudades, dónde se concentran el 75% de las emisiones a nivel nacional. Ante esto, el Ayuntamiento de Madrid redujo, meses atrás, las restricciones de Madrid Central y, en los últimos días, ha comenzado a desmantelar los carriles bici para dejar más espacio a los coches en las calles, tomando justo la dirección contraria que la que están siguiendo todas las grandes ciudades de Europa.

Dejando de lado el transporte, otro de los problemas del modelo energético tradicional basado en combustibles fósiles es que no asume los costes de las externalidades negativas que genera. Una externalidad negativa es la que se produce cuando la acción de un agente financiero, de manera directa o indirecta, acaba afectando económicamente a otro. Un ejemplo de externalidad negativa del uso de combustibles fósiles sería el coste en sanidad. Según la Alianza Europea de Salud Pública, la contaminación atmosférica le cuesta a España más de 3.600 millones de euros al año en sanidad, cantidad que acabamos pagando todos. Es decir, que el coste que la producción de energía con combustibles fósiles tiene para la sociedad (como consumidora) es mayor que el coste que tiene para las empresas productoras.

La ciudadanía paga tanto el coste privado de producción como el coste generado por la contaminación que provocan la combustión de gas, de carbón y de petróleo. Estas externalidades ocasionan ineficiencias y desajustes en el mercado financiero, por lo que debemos exigir, como sociedad, que las empresas que se lucran con la quema de combustibles fósiles internalicen todos los costes derivados.

Solo cabe una solución viable a este cúmulo de problemas: la acción eficaz de un gobierno comprometido con el cambio de modelo energético y políticas fiscales activas. El próximo domingo viviremos unas nuevas elecciones, cuatro en cuatro años, una broma pesada que nos brinda la oportunidad de votar teniendo en cuenta la emergencia climática que vivimos. Si buscamos las propuestas en materia energética de los programas electorales de los principales partidos políticos, observamos que todos ellos tienen alguna mención sobre el cambio de modelo energético. Sin embargo, la mayoría no contienen medidas claras y transversales, con objetivos poco ambiciosos, por lo que parecen más palabras vacías que acciones efectivas. Aún así, la cuestión no es quién hace mejores o peores propuestas en este sentido, ya que todas ellas son insuficientes, sino, precisamente, que la acción energética y medio ambiental no debe depender de un partido u otro.

El cambio hacia un modelo energético limpio, sostenible y justo no es una cuestión ideológica, sino un cambio urgente y necesario que beneficia a toda la ciudadanía y que todos deberían asumir. Por todo ello, es necesario crear una legislación integral asumida por todos los partidos políticos bajo un Pacto de Estado de Energía.

Fernando Martínez Sandoval – Técnico de Proyectos de Fundación Renovables

Continúan con el serrucho: malos síntomas para las grandes petroleras

Por Manuel Peinado Lorca – Catedrático de la Universidad de Alcalá 

Las multinacionales petroleras más grandes del mundo están en serios problemas porque sus balances económicos acusan los mayores costes de producción, la caída de los beneficios y el aumento vertiginoso de la deuda financiera acumulada tras años de pérdidas. Para mitigar las pérdidas y poder seguir alimentando a sus accionistas, las compañías están también descapitalizando sus gastos de capital en activos productivos (CAPEX).

Según varios analistas energéticos, 2018 será un año de cambio para las principales compañías petroleras. Puede que sea así desde una perspectiva exclusivamente productiva, pero el destino del precio del petróleo y de las compañías petroleras está vinculado a mercados más amplios. Cuando los mercados suben, es bueno para las compañías de energía y para el precio del petróleo, mientras que cuando los mercados caen, sucede todo lo contrario. La próxima oleada de ventas en los mercados bursátiles probablemente provocará daños irreversibles a la industria petrolera mundial.

El mes pasado, Wall Street continuó con su caída en un pozo sin fondo de -425 puntos, lo que provocó por primera vez una caída acumulada en lo que va de año de dos cifras (10%), y la Tasa de Interés de la Reserva Federal Estadounidense subió un 0,25% la semana pasada. Mientras que en el primer caso se está produciendo un reajuste corrector del valor de los activos, la combinación de ambos indicadores parece indicar la inminente llegada de una hiperinflación en la economía estadounidense.

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La energía y el colesterol

Fernando Ferrando – Presidente de la Fundación Renovables

Contaminación
Si hay algo que en la actualidad forma parte de las preocupaciones cotidianas de nuestra salud es controlar los niveles de colesterol. Conforme la ciencia médica ha ido avanzando, la medición y la importancia del nivel de colesterol se ha ido disociando con la necesidad de minimizar el denominado colesterol malo (LDL) y maximizar el definido como bueno (HDL).

Quiero aclarar que ni me he equivocado de blog ni me he olvidado que mi experiencia y formación están relacionadas con la energía y no con la medicina. La razón de esta introducción está provocada por la similitud que existe entre la relación de la energía con el funcionamiento de la economía y el mantenimiento de unas condiciones de vida dignas y la del colesterol con el funcionamiento del cuerpo humano.

El exceso de consumo energético de un país por unidad de producto (intensidad energética) y la no disponibilidad de fuentes de energía propias introduce una componente de alto riesgo tanto en la competitividad como en la cobertura de las necesidades energéticas en condiciones saludables, exigiendo la adopción de medidas urgentes para paliar dicha anomalía.

España no es un país eficiente en materia energética ya que tenemos una intensidad energética por encima de la de nuestros vecinos si consideramos en la comparación la diferente estructura productiva de cada país y el peso que la industria tiene en la formación del PIB. De hecho, nuestra mejora en el índice de intensidad energética ha estado motivada más por el descenso del peso de la industria debido a la crisis que por las medidas adoptadas en materia de eficiencia.

Siguiendo con el símil del colesterol, en materia energética también podemos diferenciar por un lado las fuentes de energía de uso final nocivas para la salud, para la economía y para el medioambiente y que por tanto hay que minimizar como son los combustibles derivados del petróleo y el gas natural y por otro las fuentes que, por su carácter autóctono, renovable y de generación de empleo habría que maximizar, como es el caso de la electricidad. La electricidad es la energía final del futuro que deberíamos estar apoyando tanto por ser más eficiente como por sus emisiones cero en uso que, obviamente, deben ser correspondidas con sistemas de generación no contaminante.

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Claves para salir de la crisis, orientados hacia la sostenibilidad energética y en general

Por Domingo J. Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables

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Hace unos días me pidieron intervenir en un evento sobre el tema que reza el titular, el cual me pareció no solo desafiante sino oportunísimo. La idea era hacer algo imitando a Iniesta o Isco que, cuando reciben el balón, su primer toque es para salir ya orientados hacia la meta o, en cualquier caso, para dar salida al balón. Esto es precisamente lo que necesitamos ahora en España, que las acciones inmediatas que se emprenden para responder a la crisis formen parte de un proyecto de futuro que nos permita no volver a ella o, lo que es más deseable, que inicien el proceso hacia un “progreso sostenible” que, actualizando la definición original de la Comisión Brundtland, significa: “progreso ahora y en el futuro y para una mayoría creciente y tendente al pleno empleo”. Es decir, un progreso justo y duradero como piden algunos políticos más avezados, ¿alguien puede dudar de que esto es lo deseable para España?

Se me ocurría que, dada la situación de insostenibilidad de la desnortada socioeconomía española, minada por el cortoplacismo y el desgobierno, debíamos abordar dos procesos paralelos, aunque coincidentes en su tramo inicial:

  • Un proceso a largo plazo. Poner las luces largas para, con “propósito, visión y sentido de la dirección”, establecer la hoja de ruta hacia el progreso sostenible de aquí hasta 2050 (por poner un hito en el que se nos ha emplazado con el desafío del cambio climático) que implicaría, tanto para la Unión Europea como para España, la descarbonización, y por ende desenergización y desmaterialización de la economía a través de la innovación. Estamos hablando de un cambio del modelo de producción y consumo al que bastaría añadir la dimensión de cohesión, justicia social y pleno empleo para poder hablar de un escenario de progreso sostenible. Se trata simplemente de tener un “proyecto de país”, como reivindicaba hace poco, como gran carencia de España, Iñaki Gabilondo en una entrevista del Gran Wyoming.
  • Otro proceso, o más bien acción, a corto y medio plazo. Un plan de choque que implicaría simplemente reorientar las prioridades actuales de nuestra economía para, simplemente con los recursos económicos, tecnológicos y humanos disponibles, avanzar en sectores que forman inexorablemente parte de ese escenario de progreso sostenible. Como repite Naciones Unidas la crisis no es de recursos, no faltan recursos, la crisis es simplemente de gestión.

En este artículo me centraré en el plan de choque. Se trataría de un proceso que identifico como “destetar la economía para energizarla”: destetarla de las 3 tes para energizarla con 3 ees.

Destetarla de las tres tes, reduciendo su adición al abuso del turismo (sobre todo de masas y residencial), del Territorio (urbanización a tope, sobre todo para el turismo y uso residencial y agricultura intensiva) y consiguientemente del Tráfico y transporte sobre todo por carretera. Las tres tes, que, aunque fueron las que nos llevaron a mayorar en España la crisis global de 2008, siguen siendo el recurso que ahora se vuelve a utilizar para salir de la crisis y por tanto nos condenan a repetirla. Curioso, ¿no?

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Las renovables ya son más baratas que el carbón o el gas

Por José Luis García – Área de Energía y Cambio climático de Greenpeace

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Hace ya tiempo que se viene hablando (y constatando) la importante y rápida reducción de precios que ha experimentado la electricidad generada con fuentes renovables. También es una evidencia que, una vez construidas, las instalaciones que utilizan el sol, el viento o el agua son capaces de generar electricidad a un precio muy inferior al de las que hacen lo mismo quemando combustibles.

Pero también es cierto que, para construir esas instalaciones, hace falta una fuerte inversión, y durante mucho tiempo ha hecho falta un apoyo para que la inversión en generación renovable fuese rentable. Cuando una central funciona, tiene que recuperar lo que costó construirla, más lo que le cueste hacerla funcionar, más lo que le cueste el combustible, más lo que le cueste deshacerse de sus residuos o emisiones. Estos dos últimos conceptos solo afectan a las energías sucias, pero aún así, las renovables necesitaron apoyo para poder competir, entre otras cosas, porque contaminar ha sido y es demasiado barato.

Sin embargo, quien quiera invertir ahora en una instalación de producción de energía, se encuentra un panorama bien diferente. Un reciente estudio de Carbon Tracker Initiative (CTI) compara el coste de distintas instalaciones, renovables y no renovables, para valorar la rentabilidad de una inversión que se haga ahora. Para hacer la comparación, no solo hay que mirar todos los costes que hemos citado, sino mirar además del coste presente el coste que tendrá a lo largo de la vida útil de la instalación. Es lo que se llama “coste normalizado de la electricidad producida”.

Y con los datos de hoy y con las tendencias que se proyectan, los resultados muestran que las instalaciones que utilizan el viento o el sol son ya mucho más rentables para quien invierta en ellas que las que utilizan el carbón o el gas. Sin necesidad de introducir ayudas. Y la diferencia se va agrandando con el tiempo. Si además se considera lo que tendrá que ocurrir para poder cumplir lo comprometido en el Acuerdo de París, es decir, que hay que limitar el calentamiento global a bien por debajo de 2ºC (y hacer lo posible para que no supere 1,5 ºC), entonces la diferencia a favor de las renovables es mayor aún. Por ejemplo, en 2020 y contando el efecto de París, producir un megavatio-hora con energía solar costará, según el estudio, unos 50 dólares, con eólica 44, con gas 88 y con carbón 102.

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Dependencia energética: donde hay patrón…

Por Hugo Morán – Exdiputado

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Europa viene a gastar del orden de mil millones de euros diariamente para cubrir sus necesidades energéticas. Si consideramos que más del 50% de los recursos que precisa son importados (un 90% del petróleo y un 66% de gas natural), ello supone que los países que integran la Unión dedican anualmente unos doscientos mil millones de euros al capítulo de importaciones de combustibles fósiles. 

La Unión Europea depende del exterior para poder atender con cierta normalidad la demanda de los hogares, el funcionamiento de su industria, la movilidad de sus ciudadanos, la tranquilidad de sus calles o la fiabilidad de sus comunicaciones. Esto es tanto como saber que los europeos han de desembolsar cada día quinientos millones de euros para comprar fuera una cuota nada despreciable de seguridad.

A lo largo de milenios las sociedades hicieron girar sus destinos alrededor del “patrón oro”. Nada había que no pudiese ser comprado con oro; el oro era el motor que movía el mundo conocido. En la medida en que un país era capaz de acumular grandes cantidades del metal dorado, se incrementaban sus posibilidades de dominación, y así cuanto más territorios eran ocupados más metal llenaba sus arcas y mayor era su poderío. Con el oro se pagaban los ejércitos, y con los ejércitos se construyeron inmensos imperios.

Poco podían imaginar aquellas milenarias civilizaciones que un material tan noble, arquetipo de la perfección y sinónimo de belleza, habría de ser sustituido un día por una sustancia viscosa, negruzca y maloliente. Con la irrupción del “oro negro”  se quebró la única forma en que la humanidad había entendido sus juegos de equilibrios de poder; de ahí la pronta adaptación a la era del nuevo patrón. Cambió el color y la textura, pero no cambiaron las formas, aunque eso sí, los equilibrios universales comenzaron a mudar.

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De la Europa de la crudo-dependencia a la sociedad de la electro-suficiencia


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Hugo Morán – Exdiputado

A punto de cumplirse una década de crisis, las instituciones que se encargan de las gobernanzas política y económica siguen dando tumbos, ora diciendo una cosa, ora predicando la contraria. De la política expansiva a la austeridad monacal, de la reinvención del capitalismo como modelo al cuestionamiento del Estado del Bienestar.

Plataforma petrolífera - EFE archivo

Gatopardismo de gallináceo vuelo: que todo cambie para que todo siga igual; pero con un límite sacrosanto: aquél que viene fijado por los mercados del dinero y por el precio que ha de pagarse para disponer de un cierto margen de endeudamiento. El plan de los grandes visionarios de la geopolítica y de la geo-economía pasa por salir de la recesión aplicando como solución las mismas prácticas que estuvieron en su origen, insuflando crédito a las mismas estructuras productivas que son causa de esta crisis, igual que lo fueron de las anteriores.

Y es que quienes deberían ocuparse de las personas, se dedican a contar billetes, y quienes deberían preocuparse por el bienestar de la sociedad, anteponen a ello la rentabilidad de las empresas, con el agravante de que nos venden que es prioritario tener un sistema financiero saneado para poder atender luego (si acaso) al desarrollo humano. Conceptos abstractos que liberan a quienes los manejan de dar mayores explicaciones a la desconcertada ciudadanía. Y por estos derroteros deambula una noqueada Unión Europea que balbucea respuestas cuando se le reclaman explicaciones por la estafa masiva de los bancos, por los trucos de prestidigitación con paraísos fiscales y paraísos legales, respecto a compromisos climáticos que no son sino humo cuando se trata de controlar los tubos de escape, o que se escabulle de forma vergonzosa cuando se estrella con las consecuencias de las últimas guerras del petróleo. Lee el resto de la entrada »