Entradas etiquetadas como ‘Unión Europea’

Desarrollo renovable contra viento y marea, una carrera de obstáculos

Por Mª Concepción Cánovas – Experta en energías renovables

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Mucho se ha escrito sobre las consecuencias perversas  que la pasada legislatura ha tenido sobre las energías renovables debido a la adopción de medidas que no han tenido precedentes ni  en el resto de activos del sector energético, ni en los países de nuestro entorno.

Entre estas cabe mencionar la retroactividad aplicada a los activos renovables, frente  al reconocimiento que recogía la Ley del Sector Eléctrico 54/1997 de retribuir a los activos de generación convencional  de acuerdo con lo que  le hubiera correspondido percibir en base a la legislación anterior a lo largo de los 10 años siguientes, lo que demuestra ya de por sí un agravio comparativo importante para las renovables, sin entrar a considerar las elevadas denuncias que estos costes de transición a la competencia (CTC) han provocado consecuencia de la sobre retribución que de hecho supuso para estos activos.

Si comparamos las medidas adoptadas en nuestro país con las de los países de nuestro entorno, vemos como ante bajadas similares de la demanda eléctrica como es el caso de Portugal  optaron por compensar  la menor retribución de los activos en explotación  renovables con su alargamiento en el tiempo, minorando así los efectos perversos que las circunstancias les había llevado a adoptar en contra de estas tecnologías.

A pesar de  los perjuicios que todo lo anterior ha supuesto para el sector renovable, lo más preocupante de cara al futuro y más difícil de recuperar es el daño a la imagen que se ha hecho a las energías renovables, daño intencionado a partir de consignas dirigidas a identificar a las renovables  como el único responsable de los males del sector, justificando así la vulneración a que las mismas se han visto sometidas.

Si bien esta legislatura ha supuesto  no un parón, sino un retroceso en esta carrera por las renovables a nivel nacional, nuestras empresas han consolidado su presencia en todos los mercados internacionales, desde Japón a Chile, llegando en el Reino Unido, según la propia asociación fotovoltaica, UNEF, a conocernos  como la “plaga española”, por nuestro éxito en este mercado, que ha cerrado el año 2015 posicionado como el segundo de Europa después de Alemania.

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Los ayuntamientos tienen la llave para la transición energética

Por Sergio de Otto – Periodista especializado en energía y sostenibilidad

 

El pasado miércoles, coincidiendo con el primer número de la nueva etapa de 20Minutos, tanto en versión papel como en digital, la Fundación Renovables presentaba un manifiesto dirigido a la Alcaldesa de Madrid instándola a llevar a cabo, con el apoyo de todas las fuerzas políticas representadas en el Ayuntamiento, una apuesta decidida para hacer de la capital de España una ciudad sostenible, una ciudad más habitable y comprometida con el futuro. Una iniciativa que la Fundación pretende extender a otras ciudades, y que obviamente deseamos para todas las de nuestro país, si bien consideramos importante que sea la ciudad más grande la que emprenda esa vía en la que otras urbes como Barcelona, Vitoria o Málaga le llevan ya cierta ventaja.

casa consistorial

Casa Consistorial (Iglesia en Valladolid)

Pedirle a la máxima responsable de este ayuntamiento y a los representantes de todos los partidos políticos con presencia en él que aborden medidas valientes, por ejemplo, en movilidad, rehabilitación energética de los edificios o en eficiencia y autoabastecimiento energético no es una ocurrencia puntual. Parte de nuestro convencimiento de que la ciudad va a ser el escenario del cambio de modelo energético, en primer lugar porque es donde vive en la actualidad más de la mitad de la población mundial y para el 2050 se espera que este porcentaje sea del 70%. Hoy en la Unión Europea ya se han alcanzado esos niveles y el 73% de la población vive en las ciudades, porcentaje que en España alcanza ni más ni menos que el 80%. La segunda razón es consecuencia de la primera: el consumo de energía en el ámbito urbano supone ya más del 75% del consumo de energía mundial y en una superficie útil que ocupa solamente el 2% del total.

Estos datos ya los ponía de relieve la Fundación Renovables en noviembre de 2014 cuando presentaba el documento “Ciudades con futuro. Necesidad y oportunidad de un sistema energético sostenible” con una nutrida batería de medidas para debate en la campaña electoral de las municipales de 2015 y guía para los responsables de los gobiernos locales que surgieran de las urnas. Una línea de trabajo primordial para la Fundación que esta misma semana (jueves 26) organiza la Jornada “Ciudades sostenibles, ciudades con futurodirigida a concejales y técnicos municipales implicados en este ámbito y cuyo programa aporta la experiencia de las ciudades que más recorrido han hecho ya como Copenhague, Barcelona o Málaga y las propuestas de actuación en campos como la movilidad, la pobreza  energética, el autoconsumo, la eficiencia, la rehabilitación o la implicación social por parte de expertos vinculados a la Fundación y que tendrá continuidad en los próximos meses en otras grandes ciudades.

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En la segunda vuelta electoral, sí toca hablar de energía

Por Fernando Ferrando – Vicepresidente de la Fundación Renovables

Algo ha cambiado y para bien en la política española en materia energética. Si analizamos estos casi cuatro meses de legislatura hemos podido ver como en el Parlamento se han discutido y votado iniciativas y Proyectos No de Ley (PNL) que eran impensables en los anteriores periodos de sesiones en los que tanto el Partido Popular como el PSOE habían mantenido un perfil bajo en la adecuación de nuestro modelo energético.

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Las razones de por qué hemos vivido un proceso tan inmovilista hay que buscarlas, por un lado, en la servidumbre política en el mantenimiento de los privilegios del sector energético tradicional y, por otro, en la inexistencia de un compromiso con la sostenibilidad.

La energía es un bien básico, cuyo acceso universal no está garantizado en España principalmente porque la liberalización, mediante un proceso de desregularización del sector energético, ha supuesto anteponer la libertad del mercado a su consideración como bien de utilidad pública. Podríamos decir que ha primado el negocio frente a la cobertura de las necesidades sociales.

La energía también es el motor del desarrollo económico y su incorporación como coste en la producción de bienes y servicios es uno de los elementos principales que define la competitividad de nuestra economía.

España es uno de los países energéticamente más dependientes de nuestro entorno económico, con más de 20 puntos porcentuales de diferencia con la media de los países de la Unión Europea. En los últimos años más del 75% de la energía que consumimos la tenemos que comprar al exterior, con el consiguiente déficit de nuestra balanza comercial y con las incertidumbres añadidas por depender de fuentes de energía con alta volatilidad en precio. Nos gastamos más de 60.000 millones de euros todos los años en energía como producto final y las importaciones han llegado a superar el 4% de nuestro PIB.

No pretendo hablar del pasado sino de la necesidad de que la energía sea uno de los elementos que configuren el compromiso de los distintos partidos políticos con la sociedad en estas próximas elecciones. La composición del futuro Parlamento exigirá, afortunadamente, un mayor diálogo y consenso, también en materia energética, pero apostar por el consenso y por el dialogo no es suficiente, necesitamos saber cuál es el compromiso y las posiciones de partida de cada uno de los grupos políticos que se presentan a las elecciones y cuáles son los elementos que configuran su propuesta energética.

Propuestas y compromisos que permitan erradicar la pobreza energética mediante el establecimiento de una tarifa social para las rentas más bajas y que conviertan a la electricidad en el vector energético de futuro, con una profunda revisión de las normas de funcionamiento del sistema eléctrico y de la configuración y composición del precio de la electricidad.

Propuestas y compromisos que fijen objetivos con carácter vinculante en materia de ahorro y eficiencia energética, porque la estructura de consumo en España es ineficiente y con las tecnologías disponibles podríamos reducir la demanda en más de un 40%, actuando principalmente en la edificación y el transporte que suponen las dos terceras partes del consumo.

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La batalla oculta por las interconexiones eléctricas

Luis Mª de la Maza – Socio Protector de la Fundación Renovables

Flickr Ramón

Es de dominio público que España es casi una isla energética por su escasa interconexión con los países vecinos. Son muchas las razones que históricamente han dado lugar a ello, empezando por nuestra situación geográfica, periférica y básicamente con un solo país (Francia) con el que buscar soluciones a los problemas que ello conlleva: inseguridad de suministro, falta de flexibilidad, precios elevados, etcétera.

En lo que respecta a nuestro sistema eléctrico, se sigue estimando que en 2020 seremos el único país de Europa continental por debajo del objetivo del 10% de capacidad de interconexión recomendado por la Unión Europea. Hoy en día nos situamos algo por encima del 4%, siendo las potencias eléctricas intercambiables con los países vecinos de 1.400 MW con Francia, 2.300 MW con Portugal y 600 MW con Marruecos (frente a más de 100.000 MW de potencia de generación instalada).

En 2020, una vez finalice la construcción de las interconexiones previstas (con Portugal, Andalucía-Algarve y Galicia-Minho, y con Francia a través de los Pirineos Orientales), la capacidad de interconexión se incrementará sólo hasta 6-7%. Está en estudio también una nueva interconexión con Francia mediante cable submarino a través del Golfo de Vizcaya. Pero todas estas conexiones son proyectos muy complejos y de muy largo plazo de definición, aprobación y ejecución.

La Unión Europea, dentro de sus planes hacia la Unión Energética en el continente, está propugnando e incluso “favoreciendo” el desarrollo de estas infraestructuras. Subsisten, sin embargo, viejos problemas que dificultan su materialización tales como la heterogeneidad de legislaciones y, de manera muy destacada, la existencia de enormes intereses nacionales, públicos y privados. Hasta cierto punto, hay actores en este “teatrillo” a quienes la implementación plena de estos planes no les interesa en absoluto.

Si obviamos la preocupación por la seguridad de suministro, cubierta en España por una enorme sobrecapacidad de generación, las interconexiones eléctricas deben permitir responder a la demanda con soluciones más eficientes, en términos de precio en primer lugar, pero también bajo la consideración de los aspectos medioambientales. En efecto, con mayor capacidad de intercambio sería factible una mayor integración de las renovables en el sistema dando salida a excesos puntuales de generación renovable en lugar de recurrir, como en la actualidad, a parar instalaciones, eólicas sobre todo, cuando la oferta de energía sobrepasa la demanda a nivel nacional o regional.

Hoy en día, sigue siendo problemático el desarrollo de estas infraestructuras por dificultades orográficas, protecciones medioambientales o “hipersensibilidad” de la población del entorno. Pero también, aunque de manera no tan evidente, porque hay una batalla oculta por esa capacidad de interconexión entre fuentes de energía convencionales (nucleares y termoeléctricas de carbón) y fuentes renovables (eólica y fotovoltaica).

En último extremo, la implementación masiva de energías renovables no habrá quien la pare, por necesidades medioambientales y por exigencias sociales; la derrota de las fuentes convencionales en esa batalla por las redes está cantada y sólo cabe esperar su rendición en un plazo corto, si no queremos que el planeta se nos vaya al garete antes. Eso sí, nos hacen falta gobiernos ambiciosos que establezcan una dirección clara para el futuro del sistema eléctrico europeo basado en la energía renovable y en la eficiencia energética.

  • Imagen: Flickr / Ramón

Déjennos soñar con una verdadera Unión Europea, la de la Energía

 Domingo Jiménez

Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables 

Hace ya casi 60 años nacía lo que hoy es la Unión Europea y lo hacía de la necesidad de crear nexos socioeconómicos entre los Estados europeos, en particular Francia, Alemania, Italia y el Benelux, para prevenir conflictos bélicos después de dos grandes guerras en 30 años. Lo curioso es que el nexo original fue energético, con el llamado Tratado CECA, Comunidad Europea del Carbón y del Acero, al que se uniría luego el Tratado Euratom para la energía nuclear, que subsistieron como tales hasta que estas comunidades europeas se refundieron en lo que hoy es la Unión Europea (UE).

Esta UE, regida por el Tratado de Lisboa y que fue y sigue siendo un ejemplo precursor de lo que el sociólogo Antonio Castell lama “Estado Red” destinado a suplir a los estados actuales que cederían partes crecientes de sus competencias y poderes a cambio de una mayor eficacia y eficiencia en sus políticas y mayor peso y competitividad en la creciente globalización, se vuelve a encontrar en la encrucijada.

Vassilis

La UE debe decidir ya si lo que queremos es más Europa o más o menos “Estado Red”, partiendo de que la crisis hubiera sido menor si hubiera habido más armonización fiscal y mas unión económica y no solo monetaria, aunque esto nunca interesó ni interesa al Reino Unido que vería peligrar su ventajista City londinense que tan pingües beneficios les genera a costa de perjuicios generalizados para los otros Estados; algo a lo que no sería ajeno el llamado proceso “brexit” de salida de Gran Bretaña (Britains exit).

Hay además otras políticas como la ambiental, por no hablar de la agrícola, cuya comunitarización progresiva ha sido beneficiosa para todos los Estados y ninguno, incluso los más progresistas como Dinamarca o pragmáticos como el Reino Unido, puede decir que hubiera progresado más fuera de la UE. Y esto es válido para las políticas de cambio climático en las que el liderazgo de los Estados dentro de la UE es patente, así como el correspondiente en políticas energéticas para un futuro “descarbonizado” (sin combustibles fósiles) y con ventajas claras para la industria europea de renovables muy presentes en mercados como el de Estados Unidos.

Así que una política energética y de cambio climático, es decir, baja en fósiles e intensa en eficiencia y renovables, en manos hoy de un Comisario español, Arias Cañete que se confiesa converso (otrora fue escéptico activo frente a las renovables) es ya un potente activo de la UE, pudiendo serlo mucho más, y que sin duda se perdería el Reino Unido si se produce su salida de la UE como bien ilustra el informe del IEEP de Londres sobre las consecuencias ambientales y  para las políticas afines de dicha salida.

En esto no se equivocó el Presidente de la Comisión Europea, Juncker,  cuando  definió al iniciar su mandato como su segunda prioridad, después del crecimiento y el empleo, una Unión (europea) de la Energía como buque insignia de su relanzamiento estratégico y de “empoderamiento” (energía en inglés es “power”, poder), dada su dependencia energética (del 50% para la UE y de más del 80% para España si no incluimos como autóctona la nuclear) y por tanto vulnerabilidad, y el importante incremento de los  beneficios económicos y sociales en el caso español.

En la visión de Juncker esta Unión de la Energía implicaría “poner en común los recursos”, “combinar nuestras infraestructuras” y “la unión de los poderes de negociación frente a terceros países”, lo que nos hizo soñar con una Política Energética Común, una PEC, similar a la Política Agrícola Común, que España conoce bien y disfruta aún más, con regulación y recursos financieros comunitarios que podrían incluso provisionarse con una fiscalidad energética comunitaria.

Imaginémonos un apolítica energética y de cambio climático alejada de Ministerios clientelistas como el nuestro de Industria y Energía, muy influido por los oligopolios energético y eléctrico y sus intereses, como lo ha estado en las dos últimas legislaturas, una del PP y otra del PSOE, y en las que los pocos progresos se han debido a la incipiente política energética comunitaria.

Imaginémonos una Política Energética Común que hubiera estado vigente en el último decenio: según las propuestas de la Comisión Europea, hasta ahora abortadas por sus limitadas competencias, habría elevado los objetivos para energía y cambio climático de 2020, así como de 2030 que son los comprometidos con Naciones Unidas, lo que habría evitado que en 2015 la UE fuera la única región en el mundo en la que bajaron las inversiones en renovables, con todo lo que esto representa para el pujante sector  europeo, y en el caso español, el déficit de tarifa, unos precios de la electricidad superiores a la media europea, una regulación deficiente de las renovables cuyos efectos finalmente tienen que pagar los pequeños inversores, y favorecido una participación muy superior de las renovables en la generación eléctrica con una mayor participación del autoconsumo, potenciado en vez de frenado, y que en el caso de la fotovoltaica nos habría situado al menos al nivel de Alemania, con ocho veces más de potencia instalada que España cuando su nivel de irradiación solar es muy inferior, mayores y mejores interconexiones …y mucho más.

Y sobre todo imaginemos el futuro si la visión del Presidente Juncker se hubiera ya traducido en una propuesta de Política Energética Común, como perfilaba en su discurso y pedía la Fundación Renovables en su propuesta para las elecciones al  Parlamento Europeo, en lugar de en un reforzamiento de las políticas energéticas actuales (aunque sea importante en materia de interconexiones entre los Estados miembros) como plantea  la propuesta  de la Comisión “para una energía segura, sostenible, competitiva y asequible para todos los europeos“ en la que se ha concretado la Unión de la Energía de Juncker.

Tanto por la última comunicación de la Comisión sobre el Estado de la Unión de la Energía, que por cierto muestra como el empleo en el sector de las energías renovables ha caído en picado en España, con un porcentaje sobre el total de un tercio de la media comunitaria, como por una reciente reunión con el Vicepresidente de la Comisión Maroš Šefčovič, responsable de la Unión de la Energía, hemos podido comprobar que la Comisión parece haberse plegado, al menos por el momento, a las presiones de los países más resistentes a lo que sería una política energética y de cambio climático más ambiciosa que derive en una Política Energética Común.

Afortunadamente, en esta poco ambiciosa Agenda de la Comisión para 2016, una prioridad es el diseño y la regulación del mercado eléctrico a nivel comunitario, ya que lo piden hasta empresas eléctricas españolas como Iberdrola, ante los escasos avances en su liberación y el persistente caos regulatorio entre los Estados miembros, lo que podría, debidamente planteado, avanzar en la legitimación de la Comisión y en esta ensoñación de una Política Energética Común. Una PEC que seguro sería un vector de cambio del modelo energético y con ello del modelo de progreso de la UE y de España que bien lo necesitamos y podría contribuir a recuperar el músculo de la UE e ilusionar a los ciudadanos europeos ya que para la Comisión la Unión de la Energía implica colocar en el centro al ciudadano, al usuario, “empoderándolo” en particular con el autoconsumo, que bien merecería regularse a nivel comunitario. A ver si el Comisario Arias Cañete nos echa una mano.

No nos hacemos idea de cuánto CO2 emiten nuestros coches

carlosbravomini

Carlos Bravo – Gerente de la Fundación Renovables 

¿Qué pensarías si, después de hacer un viaje en coche de Barcelona a Madrid (624 kilómetros, según Google Maps, por el recorrido más corto) tuvieras que recoger del tubo de escape de tu vehículo una bolsa con 72 kilos de dióxido de carbono (CO2), el principal gas responsable del calentamiento global del planeta y por tanto causante del cambio climático?

Esos 72 kg. de CO2 sería la cantidad que generaría en ese viaje el coche promedio español ya que, según los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), el promedio de emisiones de CO2 de los vehículos en España en 2015 fue de 115,3 gramos de CO2/km.

Tubo de escape

Ya prácticamente todo el mundo reconoce que el cambio climático es un problema grave y que urge resolver, pero al mismo tiempo casi nadie al que le pregunto es consciente de la cantidad de CO2 que emitimos cuando usamos el coche y, en consecuencia, de la contribución que con ello hacemos al calentamiento global del planeta, muchas veces absurdamente, pues el coche se utiliza cada vez más para hacer desplazamientos cortos, que podrían evitarse fácilmente si nos trasladáramos a pie, en bicicleta o transporte público. Cada 8-9 km que hagamos andando o en bici en vez de en coche, es un kilo menos de CO2 que echamos a la atmosfera.

Y ello por no hablar de otras sustancias contaminantes. Lamentablemente, la inmensa mayoría de los coches en circulación siguen teniendo motores de combustión interna que usan sólo gasolina o gasoil como combustible. Por sus tubos de escape se desprende a la atmósfera una serie de sustancias muy nocivas para el medio ambiente y la salud: el ya citado dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx), los compuestos orgánicos volátiles (COV), hidrocarburos no quemados (HC), compuestos de plomo y otros metales pesados, anhídrido sulfuroso y partículas sólidas.

Es verdad que hay diferencias a ese respecto entre los vehículos de motor diésel y los de gasolina. Estos últimos emiten más CO2, CO y compuestos de plomo que los primeros. Pero los que utilizan diésel emiten más NOx y micropartículas sólidas en forma de hollín, hidrocarburos no quemados y dióxido de azufre (SO2). Es decir, un verdadero asco todos.

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De la Europa de la crudo-dependencia a la sociedad de la electro-suficiencia


HugoMoranFernandez

Hugo Morán – Exdiputado

A punto de cumplirse una década de crisis, las instituciones que se encargan de las gobernanzas política y económica siguen dando tumbos, ora diciendo una cosa, ora predicando la contraria. De la política expansiva a la austeridad monacal, de la reinvención del capitalismo como modelo al cuestionamiento del Estado del Bienestar.

Plataforma petrolífera - EFE archivo

Gatopardismo de gallináceo vuelo: que todo cambie para que todo siga igual; pero con un límite sacrosanto: aquél que viene fijado por los mercados del dinero y por el precio que ha de pagarse para disponer de un cierto margen de endeudamiento. El plan de los grandes visionarios de la geopolítica y de la geo-economía pasa por salir de la recesión aplicando como solución las mismas prácticas que estuvieron en su origen, insuflando crédito a las mismas estructuras productivas que son causa de esta crisis, igual que lo fueron de las anteriores.

Y es que quienes deberían ocuparse de las personas, se dedican a contar billetes, y quienes deberían preocuparse por el bienestar de la sociedad, anteponen a ello la rentabilidad de las empresas, con el agravante de que nos venden que es prioritario tener un sistema financiero saneado para poder atender luego (si acaso) al desarrollo humano. Conceptos abstractos que liberan a quienes los manejan de dar mayores explicaciones a la desconcertada ciudadanía. Y por estos derroteros deambula una noqueada Unión Europea que balbucea respuestas cuando se le reclaman explicaciones por la estafa masiva de los bancos, por los trucos de prestidigitación con paraísos fiscales y paraísos legales, respecto a compromisos climáticos que no son sino humo cuando se trata de controlar los tubos de escape, o que se escabulle de forma vergonzosa cuando se estrella con las consecuencias de las últimas guerras del petróleo. Lee el resto de la entrada »