Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Calor, moscas y tedio en la base estadounidense de Tagab

La base Kutschbach da la impresión de ser una suerte de fortín del Lejano Oeste, de avanzadilla militar en medio de un territorio hostil. No sólo por los ataques de los talibán con proyectiles, sino por las bombas, los lanzamisiles RPG y los AK47 que esperan a los soldados cuando salen un sus misiones.

Aquí todo parece responder a un acrónimo. Inclusive este cuartel militar, situado en el valle de Tagab, es lo que se conoce como FOB (Forward Operating Base). Creado hace un año, lo han rebautizado con el nombre del sargento Patrick Kutschbach, de las Fuerzas Especiales, que murió el pasado noviembre.

La última víctima fue el sargento Isaac “Palo” Palomarez, que perdió la vida hace menos de un mes. Un RPG alcanzó la puerta del humvee en el que viajaba. Algunos de sus compañeros en la base llevan una pulsera con su nombre.

La relación que los unía se había forjado en este lugar, pero también en los EEUU, en el cuartel general de la 101 División Aerotransportada, con base en Kentucky, de la que vienen todos los que aquí están destinados.

Mejor estar en prisión

“Si me mandan a la cárcel seis meses, voy sin problemas”, exclama uno de los soldados en el comedor, mientras de fondo se suceden en la televisión imágenes pertenecientes a la cadena AFN, de las Fuerzas Armadas de EEUU, que combina deportes, series, informativos, con anuncios destinados a los militares. En esta ocasión: un partido de beisbol.

El soldado, que lleva en la muñeca una de las pulseras en recuerdo de Isaac “Palo” Palomarez, abre las cajas en las que vienen los alimentos y continúa: “Al menos en prisión te dan buena comida, no como aquí”.

La vida en la base Kutschbach es dura para los 167 hombres, y una mujer, que vienen aquí destinados durante 15 meses, con 18 días de permiso para volver a ver a sus familias.

De desayuno y almuerzo se sirven en la escueta cantina, que se conoce como DFAC (dining facility), comida que en su mayor parte podría ser considerada “chatarra”. Bollos, gaseosas, pizzas congeladas. Sólo la cena ofrece un menú más variado, que es preparada por cocineros afganos.

Moscas, moscas y moscas

Otro de los incordios de la base son las moscas. Las hay por millones. Y parecen infatigables en su deseo de molestar. Del techo del comedor hay colgadas cintas con pegamento de la marca Fly Revenge , en las que se inmortalizan los insectos y a las que resulta mejor no mirar demasiado sin uno no quiere que se le atragante la comida.

Las mismas cintas que se encuentran en los baños, donde para evitar la concentración de bichos hay un cartel que ordena literalmente: “Para que no vengan las moscas, los cagones tienen vetado el acceso de 8 am a 8 pm”. Como consecuencia, entre esas horas, los susodichos deben hacer sus necesidades fuera, en las letrinas de plástico que se cocinan bajo el sol y en las que el hedor resulta difícil de soportar.

El calor es el tercer elemento que dificulta el día a día en esta parte del mundo. Un calor implacable, seco, polvoriento, que merma las energías, que hace que los soldados, en su mayoría jóvenes de la América profunda que cuentan las horas para volver a sus hogares, pasen el tiempo muerto en las barracas, comiendo, jugando a las cartas, viendo películas en sus ordenadores, hasta que llega el momento de salir en misión.