Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Somalia, Pakistán, Sri Lanka… récord de desplazados internos por la guerra

El último informe del ACNUR sostiene que en 2008 alcanzó una cifra sin precedentes de desplazados internos a los que la organización brinda ayuda: 14,4 millones. Personas que se han visto obligadas a dejarlo todo y buscar refugio en sus propios países como consecuencia de la violencia. La cifra de 2007 era de 13,7 millones.

Fuera del ámbito de acción de Naciones Unidas, se estima que hay 11,6 millones de personas que son ayudadas por otras agencias o que no reciben asistencia alguna. Esto hace que el número total de desplazados internos a nivel mundial se situara en 26 millones en 2008.

Las perspectivas para el 2009 resultan poco alentadoras si tomamos en cuenta los conflictos que han tenido lugar en los últimos meses:

1. PAKISTÁN. Los recientes combates entre fuerzas gubernamentales y los talibanes en el Valle del Swat han provocado dos millones de desplazados internos.

2. SRI LANKA. La derrota de los tigres tamiles del LTTE tras casi tres décadas de conflicto ha llegado a un altísimo precio no sólo en muertos y heridos, sino en desplazados. Se estima que más de 250 mil civiles tamiles se han visto obligados a huir de la violencia.

3. SOMALIA. Sólo a lo largo del último mes, los enfrentamientos entre las milicias islamistas de Al Shabab y el gobierno elegido en enero del moderado Sharif Ahmed, empujaron a 117 mil personas a abandonar Mogadiscio, la mayoría de las cuales son mujeres y niños.

El asesinato del Ministro de Seguridad Interior, Omar Hashi Aden, que tuvo lugar el pasado jueves, así como el desesperado pedido de ayuda armada a los países vecinos realizado hoy mismo por el parlamento somalí, no indican más que la violencia continuará y que más desplazados se sumarán al millón y medio que hay en estos momentos.

4. CONGO. El pasado mes de enero las tropas ruandesas entraron en la República Democrática del Congo para detener al líder rebelde tutsi Laurent Nkunda, pero también para atacar a los hutus del FDLR. Según un informe de OCHA, la ofensiva ruandesa y la respuesta de los hutus provocaron 800 mil nuevos desplazados internos en los Kivus.

Solamente en Kivu Norte, esto hizo ascender la cantidad de personas sin hogar a 988.629, de las que 70.661 se encuentran en los campos de desplazados en Goma, y el resto en Masisi, Lubero, Walikale y Rutshuru. El número total de desplazados internos en el Congo es de 1,5 millones.

Esperar el regreso

El tiempo que tardarán en volver a sus hogares dependerá tanto del final de los conflictos como de la ayuda internacional. En Colombia hay tres millones de desplazados internos. En Irak 2,6 millones (en 2007 había 2,4 millones).

El informe del ACNUR también analiza la situación de los refugiados, que son aquellos que han tenido que abandonar sus países. La cifra total en 2008 superaba los 16 millones. Esto hace que a nivel global, entre refugiados y desplazados internos, se situaran en 42 millones las personas que en algún momento tuvieron que abandonarlo todo y huir empujadas por las armas.

Sin hogar en Kenia

Más de 300 mil personas han tenido que abandonar sus hogares en Kenia desde el comienzo de la crisis post electoral que ya ha terminado con la vida de mil kenianos.

En los accesos a Nairobi se ven familias con carros de los que sobresalen camas de madera, mantas, botes de plástico, bártulos para cocinar. Algunas permanecen a un lado de la carretera, exhaustas, sentadas sobre los pocos muebles que han podido salvar del naufragio. Otras avanzan lentamente, con gran esfuerzo. Se dirigen hacia Jamuhuru Park, el lugar en el que Gobierno está albergando a los desplazados en la capital.

Jamuhuru Park es una suerte de IFEMA, con pabellones para eventos agrícolas y un gran estadio. Las miles y miles de familias que han venido aquí en busca de refugio pasan las noches en las cuadras donde regularmente se exponen caballos y vacos. El lugar, tapizado de plásticos de UNICEF, desprende un insoslayable olor animal.

El resto del día los desplazados esperan a que les den la noticia de que ya se pueden marchar, de que el gobierno o la Cruz Roja han puesto a su disposición los medios de transporte que tanto ansían. Para ello se agrupan según el lugar de procedencia y anotan sus nombres en una lista.

Un colega keniano me dice que Jamuhuru Park se encuentra en calma en comparación con otros campos de desplazados que ha visitado. Allí ha recogido denuncias de abusos sexuales, de enfrentamientos. Lo paradójico de la situación es que desplazados kikuyus y lúos terminan en los mismos sitios.

No me sorprende descubrir que para matar el tiempo los niños juegan en todas partes, corren, gritan. Tanto es así que se han montando improvisados toboganes con tablas de madera sobre un montículo de tierra. La misma clase de escapatoria lúdica, de abstracción en el universo de la infancia, he descubierto en los campos de Uganda, de Sudán o Gaza.

Tampoco me llama la atención ver que las mujeres lavan la ropa, rebelándose así mismo contra la decadente realidad que las rodea. Tratan de dar cierta normalidad a una situación tan traumática.

Anne Atieno es oriunda de Kisumu, donde la mayoría de la población es lúo. Pero hace años se mudó a Tikha, una región predominantemente kikuyu. Con esfuerzo trabajó para progresar. Tenía un puesto de venta de pescado.

Cuando comenzaron los enfrentamientos, los kikuyus quemaron su casa, destruyeron su negocio, y la obligaron a marcharse junto a sus cuatro hijos. Ahora, Anne vuelve a su tierra ancestral con las manos vacías. Tiene 34 años y se verá obligada a empezar de cero.

Marta Auvino es un poco mayor, cumplió 40 años hace poco tiempo. Su historia se parece a la de Anne. Entre golpes e insultos cogió lo poco que pudo y dejó atrás su casa, que rápidamente fue incendiada por la multitud.

“Tenía tanto miedo que no me importaban la cosas. Lo único que quería era escapar con mis hijos. Pensaba que íbamos a morir”, afirma. Y, a continuación, cuando le pregunto qué siente hacia los kikuyus, me responde: “No tengo odio, sólo tristeza, una gran tristeza”.

Comienza a anochecer en Jamuhuru Park. La gente hace cola en el estadio para recibir una ración de alubias. Se empuja, se impacienta. Los jóvenes voluntarios mantienen a la multitud a raya empleando palos de madera.

Con resignación, la gente vuelve a las cuadras recubiertas de plásticos o se sienta en el césped del estadio a comer con las manos.

Las elecciones democráticas que pensaban que los iba a acercar a la prosperidad de la que goza otra parte del país, a través del gobierno de Raila Odinga, los han sumergido aún más en miseria. Los han dejado sin nada.