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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La pesadilla de Darwin es un pez

De la misma manera que las Galápagos tienen sus extraordinarios pinzones, el Lago Victoria, donde nace el río Nilo, posee la más asombrosa riqueza de peces exclusivos del mundo, cerca de 500 especies diferentes de cíclidos. Todos distintos y perfectamente adaptados a diferentes maneras de alimentación o supervivencia, y todos descendientes de un mismo ancestro común llegado allí hace no más de 12.500 años.

No existe por lo tanto en el mundo un laboratorio natural más fascinante donde poder estudiar el origen de las especies, un sueño para Darwin que últimamente se ha tornado en pesadilla, pues está en grave peligro. Y la culpa la tiene un pez, la perca del Nilo (Lates niloticus), tan habitual en nuestras pescaderías en forma de limpio fileteado.

Conocido con el sobrenombre de «el elefante acuático«, debido a la gran talla que alcanza, en realidad es un insaciable tigre acuático. Su introducción en Victoria para cría y venta posterior en Europa fue recibida con júbilo por la población, como una fuente importante de desarrollo económico de la región. Pero sin lograr mejorar la economía de los países ribereños (todo se exporta, y quienes lo pescan no lo pueden consumir debido a su alto precio), su voracidad ha provocado un auténtico desastre ecológico: la extinción de más 200 de especies de peces endémicos, situando al resto al borde de la desaparición.

Según la asociación No te comas el mundo, 2 millones de personas del mundo rico comen diariamente perca del Nilo. Esta cantidad cubriría las necesidades básicas de una tercera parte de la población desnutrida alrededor del lago Victoria (15 millones de personas), pero tan sólo les deja los desechos.

Cuando la perca llega a nuestros mercados nos la venden muchas veces como mero fresco. Nos estafan, es cierto, pero mucho peor es la complicidad involuntaria en la que caemos consumiéndolo. Son las miserias de la globalización.

Si os interesa el tema os recomiendo vivamente el documental La pesadilla de Darwin (2004), del director Hubert Sauper, que se puede visionar íntegro en You Tube.

Después de verlo no os quedaréis indiferentes y seguramente apoyaréis las diferentes iniciativas de boicot a este pescado que tan terrible desarreglo social, económico y ecológico está provocando a millones de personas de Uganda, Tanzania y Kenia.

Amenazado el santuario de los flamencos

El mejor refugio del flamenco enano en todo el África Oriental, el Lago Natron en Tanzania, está en peligro. Y con él sus maravillosas aves rosadas de enigmática sonrisa. Allí se concentran las tres cuartas partes de su población mundial, dos millones de aves, pues la comida es abundante y la tranquilidad mucha. Por supuesto, el lugar tiene todas las protecciones posibles. Pero puede no servirle para nada. En los últimos meses, el Gobierno tanzano y la empresa india Tata Chemicals han presentado propuestas conjuntas para construir en su orilla una gran planta de sosa. La factoría consumirá más de 100.000 litros de agua dulce y 550.000 litros de salmuera (agua salada) cada hora, para producir carbonato sódico, un material utilizado en la elaboración de vidrio y tintes. Además será preciso construir una central de carbón, urbanizar la zona y levantar viviendas para al menos los 1.200 trabajadores necesarios para la obra.

Todos los expertos coinciden en que si la megafábrica se pone en marcha, el daño al entorno natural será irreversible y los flamencos, junto a otras muchas especies amenazadas, desaparecerán. Paralelamente, el desarrollo industrial puede dañar gravemente el turismo ecológico de tres países muy necesitados de tan importante fuente de recursos económicos, Tanzania, Kenia y Etiopía.

Ante el peligro inminente, BirdLife International puso en marcha una campaña mundial denominada “Think Pink”, piensa en rosa, diseñada para remover conciencias y evitar el desastre. El pasado viernes estaba previsto que el Consejo Nacional de Ordenación del Medio Ambiente de Tanzania tomase una decisión sobre la conveniencia o no de instalar tan destructiva fábrica. Por suerte, la presión internacional ha ganado la primera batalla y “de momento” la factoría no se hará junto al lago. Sus promotores aceptan buscar un lugar alternativo. Es una estupenda noticia, aunque los flamencos no están todavía a salvo. Uno ya no sabe si las alternativas pueden ser todavía peores, si la sensibilidad medioambiental ha llegado efectivamente a esos remotos lares o si al final acabarán poniendo la fábrica en el lago. Por si acaso, seguiré cruzando los dedos.