Hace tres meses, el Diario de Avisos de Tenerife publicó en su sección «Avisos urgentes» la fotografía de un perrito abandonado. No tenía nombre, estaba ciego y muy enfermo. Lo habían encontrado en las inmediaciones de Agua García miembros de la asociación protectora de animales ANDA-Tenerife. Llevaba varios días caído en el fondo de la excavación de una casa derruida, a modo de gigantesca trampa, sin posibilidades de escape. Coincidió además con un violento temporal de viento y lluvia que duró varias semanas. Algunos vecinos le tiraban comida, que el pobre animal localizaba torpemente entre el barro gracias a su olfato. Cuando lo rescataron estaba a punto de morir.
En el anuncio del periódico daban un teléfono para que su dueño lo recogiera, pues el animal tenía collar y nadie podía imaginarse que una persona medianamente sensible había sido capaz de abandonar a su suerte a un ser tan indefenso. Por supuesto, el dueño no apareció.
A mi amiga Eva se le saltaron las lágrimas al leerlo. No se lo pensó dos veces. Si seguían sin tener noticias del propietario, ella se comprometía a cuidarlo. Parece lógico, pero con dos niños, un marido hiperactivo y una perra de 13 años, aumentar la familia es todo un acto de valor.
Hoy he conocido a Griso, como han rebautizado al perrito, y el emocionado he sido esta vez yo. Al entrar en la casa tropecé sin darme cuenta con él, pues lógicamente no me había visto. Pero venía precioso de la peluquería, después de varios meses de duros tratamientos veterinarios, y se le veía contento. Incluso me pareció descubrir una chispa de presumida coquetería en su blanca mirada.
El mérito, lógicamente, es exclusivo de Eva. Quien por suerte para Griso, trabaja como educadora de niños ciegos.
-«Con el perro he utilizado el mismo método que con los niños y ha funcionado a las mil maravillas» -me explica mientras tomamos una infusión en el salón de su casa. «El arnés de la correa sirve perfectamente como bastón. Si le doy un tironcito hacia arriba sabe que hay escaleras y levanta las patas. Si doy una palmada y digo bajar lo entiende a la primera. Al principio fue un poco difícil, pues no conocía la casa y se chocaba con todas las cosas, pero ahora, si no te explico que es ciego no te enterarías«. Y añade a modo de complemento pedagógico: «La comida y su cesta deben estar siempre en el mismo sitio. El orden es fundamental para un ciego».
Como siempre, me gusta hacer de abogado del diablo. -¿Y no hubieses preferido otro perro mejor, de raza, sin discapacidad alguna, más joven al menos?
-«Precisamente fuimos a por él porque sabíamos que nadie lo iba a querer. Al lado tenían un precioso cachorro de Yorkshire, y la verdad es que con Griso llevamos gastado más dinero que si tuviese el mejor pedigree, pues padecía una neumonía, tenía parásitos e incluso problemas de próstata, pero le queríamos a él».
-¿Y no os habían dicho que era un joven de tan sólo dos años?
-Eso en teoría. El veterinario le calcula más de 10 años.
Eva se siente muy contenta con este nuevo miembro de la familia, quien sabedor de a quién debe agradecer su actual buena suerte no la deja ni a sol ni a sombra allí por donde va. No la puede ver con sus vacíos ojos, pero sí con el corazón, y ese no miente.