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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

¿A dónde va la ropa que ya no usamos? A liarla parda

Ropa usada amontonada en un vertedero. Foto: Greenpeace

Casi un millón de toneladas de ropa salen de nuestros armarios todos los años con destino incierto. El 88% va al cubo de la basura y acaba en vertederos, según el informe Análisis de la recogida de la ropa usada en España. El otro 12% lo llevamos a esos contenedores de ropa usada gestionadas por ONG solidarias donde se supone que las mejores tendrán una segunda vida y el resto irá a modernas plantas que seleccionarán las prendas para ser recicladas. Pero no es así.

La mayor parte de la ropa usada no llega a tener una segunda vida, según una investigación realizada por Greenpeace durante meses con geolocalizadores en 29 prendas depositadas en contenedores municipales y tiendas de Zara y Mango.

El estudio concluye que solo una de esas 29 prendas de ropa usada fue adquirida en una tienda de segunda mano en Rumanía.

Tras cuatro meses de seguimiento, muchas prendas siguieron moviéndose y habían llegado a su último destino, aunque recorrieron miles de kilómetros a lugares tan lejanos y diversos como Chile, Pakistán, India o Togo, o se encuentran en almacenes en polígonos industriales de España.

Mapa donde se comprueba el recorrido de las prendas usadas y geolocalizadas por Greenpeace.

La vuelta al mundo de un pantalón viejo

Entre julio y agosto Greenpeace colocó dispositivos de seguimiento convencionales tipo botón en 29 prendas aptas para una segunda vida (ropa y calzado) que luego depositó en contenedores de once provincias españolas, situados tanto en la vía pública como en tiendas de Zara y Mango.

La primera gran sorpresa fue que ambas vías siguen el mismo proceso, debido a que las entidades de gestión en ambos casos son las mismas. Un ejemplo claro es que prendas procedentes de ambos sistemas de recogida han sido localizadas en Emiratos Árabes Unidos, que al igual que Pakistán, cuenta con centros de recepción internacionales de ropa ubicados en zonas francas, lo que facilita su reexportación.

Las prendas seguidas por Greenpeace también han sido localizadas en África. En concreto, han aparecido en Egipto, Togo y Marruecos. Cabe destacar que, según la Agencia Europea del Medio Ambiente, el 46 % de los textiles usados exportados desde la UE tienen a países africanos como destino, donde son revendidos alrededor del 60 %, mientras que el resto es desechado, muchas veces directamente en el medio ambiente como Greenpeace pudo comprobar en otra reciente investigación.

Cabe destacar que esta práctica, aun pareciendo buena, es muy perjudicial para las economías locales que ven cómo la ropa usada “barata” europea, que inunda los mercadillos de numerosos países, impide el desarrollo de una industria textil local. Otra de las prendas ha llegado a Chile, a pesar que América no es un destino habitual de la ropa usada que se genera en España. Chile posee uno de los casos mundialmente más reconocidos de contaminación textil por las montañas de ropa usada que se acumulan en el desierto de Atacama.

Según las investigaciones de Greenpeacela ropa usada procedente de España que se envía a países europeos, suele tener un valor económico muy superior a la que se envía a países como Marruecos o Emiratos o Pakistán (que son de los principales destinos de las exportaciones), lo que también indicaría una peor calidad, lo que le resta posibilidades de una segunda vida y un mayor riesgo de acabar siendo desechada, con el consiguiente impacto medioambiental.

Un sistema que no funciona

Durante el desarrollo del trabajo, la organización ecologista también ha detectado la presencia de un circuito irregular de gestión de residuos textiles, es decir, que se escapan a la gestión autorizada por los ayuntamientos, que tienen la competencia de la recogida selectiva de residuos.

Alrededor de la mitad de los dispositivos de seguimiento no han salido de España, aunque sí se han movido una o varias veces de lugar. Esto es debido a que los cuatro meses de investigación que han transcurrido hasta ahora no son suficientes para realizar el seguimiento completo hasta el destino final de la prenda de ropa que se deposita en un contenedor. Por esta razón, Greenpeace permite que desde su web se realice el seguimiento de los trackers que aún no han llegado a destino actualizando diariamente su localización o hasta que se confirme que las limitaciones de la metodología no han permitido conocer correctamente su localización.

Greenpeace cree que la investigación pone de manifiesto la necesidad de cambiar radicalmente el modelo de producción y consumo de ropa y evitar caer en falsas soluciones o parches que retrasen este cambio. La gestión efectiva de la ropa usada para que no suponga un problema medioambiental y social cada vez mayor, a la que las marcas de ropa estarán obligadas a partir de 2025 tiene que estar acompañada de una reducción drástica de la producción, un aumento de la durabilidad y la calidad de las prendas.

El coste de la «fast fashion» vs. la ropa sostenible

El precio es uno de los principales argumentos que favorecen el consumo de «fast fashion» frente a vestirse de forma sostenible. Greenpeace ha comparado 10 prendas básicas de marcas de «fast fashion» con prendas equivalentes de moda sostenible, tomando como referencia el presupuesto medio de ropa y calzado por persona al año según datos del INE 2022.

Partiendo de la reducción del consumo como primer paso de compra sostenible, se ha comprobado que es posible vestirse de forma sostenible sin salirse del presupuesto medio, combinando prendas nuevas de marcas sostenibles con alternativas de consumo circular (como el alquiler y la reutilización) y evitando así los costes ambientales y sociales de la «fast fashion».

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