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Haití: Diario fugaz (1)

Por Ricardo Rodríguez Cid (médico, equipo de emergencias de MSF en Puerto Príncipe)

Acabo de regresar de Haití, pero recuerdo bien la que resultaría ser, aunque entonces no lo sabía, mi última guardia de 24 horas en el Hospital Choscal de Cité Soleil. Habían pasado más de dos semanas desde aquel fatídico día en el que el mundo se quedó mudo ante la tragedia, el día que sumergió a Puerto Príncipe en la oscuridad más absoluta y cientos de miles de personas lo perdieron todo.

¿Doscientos mil muertos? ¿Cientos de miles de heridos? No lo sé. Esas son las frías cifras oficiales pero, desde mi llegada pocos días después del terremoto, no hice más que contar, muertos, heridos y personas desesperadas, sumidas en la tristeza y el dolor, ese que no es sólo físico, sino que se siente al perder a tus seres queridos. El dolor por vivir en un país sin futuro ni esperanzas.

Aún puedo sentir a flor de piel la frustración de los primeros días, cuando nos faltaban materiales y medicamentos porque nuestros aviones no conseguían permisos de aterrizaje en el aeropuerto de Puerto Príncipe, mientras otros aparatos sobrevolaban sin cesar el hospital; volaban tan bajo que podíamos ver claramente los distintivos que indicaban su procedencia. Bajo ese atronador ruido, casi sin vendas, morfina ni materiales quirúrgicos, trabajábamos con rabia y esperanzas.

Rabia por no tener a mano los tratamientos y materiales que nuestros aviones nos traían y que a buen seguro habrían salvado la vida de aquellos pacientes que murieron por no disponer de ellos; esperanzas porque es la esperanza lo último que se pierde y porque era lo único que teníamos para enfrentarnos a esa situación. Esperanzas también de que nuestros materiales finalmente llegaran, y esperanzas de un futuro mejor para nuestros pacientes y el resto de la población de Haití… pero eso me temo que no podemos saber si llegará algún día.

Amputaciones, fracturas abiertas, traumatismos craneoencefálicos, fracasos renales causados por el síndrome de aplastamiento, infecciones, quemaduras… un dolor inmenso… Niños, ancianos, embarazadas…y también huérfanos, muchos huérfanos. Gente que ha perdido a su familia y a sus amigos… y todo rodeado de escombros, porque aquí pocas cosas quedan aún en pie. Esa era la visión del día a día.

Pasaban los días, momentos eternos que hoy parecen fugaces. Todo lo que hacíamos parecía una gota de agua en un inmenso océano. Los coordinadores comenzaron a hablar de la conveniencia de que algunos de los que llegamos en los primeros equipos nos volviéramos a casa. Llegaban reemplazos. Muchos regresaremos a Haití en breve, al menos ese es nuestro deseo, pues todo lo que se haga es poco. Así que me consolaba saber que, pase lo que pase, aunque algunos nos fuéramos, otros compañeros se quedaban y otros más iban a llegar.

Por mi mente, como todas las noches antes de dormirme, aquel día ví pasar de nuevo el caos y la confusión de los primeros días, los pacientes, los casos más difíciles, los equipos de cirugía trabajando las 24 horas sin interrupción, el importante trabajo que llevan a cabo los equipos de agua y saneamiento…. y entre todo ello, un sinfín de caras, sensaciones y situaciones que dan vueltas y vueltas

Me acosté sabiendo que en pocas horas me informarían de cómo realizar mi viaje de vuelta. No estaba contento; algo de mí se iba a quedar allí.

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Foto superior: Astride Louissaint, de 25 años de edad. «No hemos encontrado a mi madre, pero siento que ha muerto. Después de tantos días, ya no tengo ninguna esperanza de encontrarla con vida».

Foto inferior: Madre e hija perdieron su casa en el terremoto.

(Ambas Hospital Martissant de MSF en Puerto Príncipe. © Julie Remy)

Haití: La espiral del desastre

Por Javier Fernández Espada (Unidad de Emergencias de MSF en Haití)

Mia Couto escribía en “Tierra Sonámbula” la historia de un viejo y un niño que durante el conflicto mozambiqueño se refugiaban en un autobús quemado; allí todos los días la tierra se movía y les llevaba a una situación diferente mientras que el calcinado autobús permanecía en el mismo lugar.

Esta historia me recuerda de alguna manera al desastre de Haití y no sólo la parte literal, sino algo más profundo: lo que ha ocurrido en Haití es como cuando una piedra cae en agua calmada. Las ondas crecen en círculos alrededor y al final toda el agua del estanque se mueve y tarda su tiempo en volver a la tranquilidad. Seguro que no soy la primera persona que utiliza esta metáfora, pero no puedo evitar hacerlo. Eso es lo que he visto en los últimos días.

La ‘zona cero’ del terremoto que ha sacudido Haití está muy cerca de la capital. Allí, en Puerto Príncipe, Jacmel y otras ciudades de los alrededores, se han producido la mayoría de las decenas de miles víctimas que ha dejado la catástrofe. Allí es donde Médicos Sin Fronteras ha abierto la mayor parte de los hospitales que se han habilitado para ayudar a las víctimas.

Sin embargo el trabajo que yo he realizado durante la última semana está muy lejos del epicentro. Mi función ha sido la de evaluar las consecuencias indirectas que ha habido en zonas donde el terremoto no pasó de un estremecedor temblor.

Decenas de miles de haitianos salieron huyendo de Puerto Príncipe, escapando del desastre y buscando lugares más seguros donde quedarse, la mayoría de ellos hacia la frontera con la República Dominicana. Miles de almas que se han repartido por toda la geografía del país buscando cobijo.

Esta diáspora ha producido colapsos en los ya precarios sistemas de salud del país, colas eternas de gente durmiendo bajo los árboles esperando la llegada de un autobús que los alejara del horror, personas saltando por las ventanas de segundos pisos ante las replicas que se produjeron los días precedentes, roturas de stock de los más básicos medicamentos en todas esas zonas donde repentinamente llegaron miles de desplazados, la amenaza del hambre… y así hasta la saciedad.

Mi camino se ha acabado en Jimaní, localidad dominicana fronteriza donde hace pocos años unas riadas se llevaron una noche a miles de vecinos. Muy pocos de nosotros nos podríamos acordar de aquella noche triste, pero los dominicanos todavía notan los efectos de las ondas sobre el estanque de la misma manera que los haitianos lo harán durante muchos años.

Por aquí hay un dicho que afirma que tropezarse sirve para aprender a saltar, eso es lo que les toca hacer a los haitianos, saltar una vez más, como ya hicieron tras ciclones, huracanes, esclavitudes y dictaduras. Lo que ha ocurrido estos días no se olvidará así que pasen mil años. Esperemos que mañana, cuando la tierra vuelva a moverse dormida, lo haga para traer a este pueblo un futuro mejor.

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Fotos: Asentamientos improvisados por los desplazados en Jacmel, Haití (© Julie Remy)

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (9)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

Ayer os hablaba de un milagro. Os cuento hoy una proeza humana, que conocí a través de una conversación, una larga charla con uno de los compañeros haitianos que trabajan con nosotros como conductores, Christobal.

Le pregunté lo que llevo días preguntando: cómo había vivido el terremoto. Me contó que, si bien su casa se había derrumbado, su mujer y sus dos hijos se habían salvado, y que ahora los cuatro estaban durmiendo en la calle, como todo el mundo.

Luego me contó que al día siguiente del terremoto, al ir a la oficina de MSF se enteró de que una de las trabajadoras internacionales, Danielle, estaba enterrada viva bajo los escombros de la casa en la que vivía parte del equipo. Uno de los compañeros había escuchado sus gritos ahogados, procedentes de debajo de las ruinas en que se había convertido el edificio de dos plantas.

Christobal y otros tres compañeros haitianos convencieron al jefe de misión para que les dejara intentar sacarla de allí. La alternativa era esperar a que llegara algún equipo especializado en rescate, pero las posibilidades de que pudieran llegar antes de 48 horas eran escasas.

Obviamente carecían de herramientas, pensaban retirar los escombros con las manos. Había un gran riesgo de derrumbe de lo poco que quedaba en pie de la casa, pero aún así se arriesgaron.

Empezaron a sacar piedras, cemento y vigas unas quince horas después del seísmo, y consiguieron despejar un pequeño túnel por entre las ruinas, por el que apenas podía arrastrarse una persona. Mientras excavaban y uno de ellos se encontraba dentro del túnel, llegó a producirse una réplica, y el edificio tembló, pero sin que cayeran más escombros.

Tras cinco horas, consiguieron llegar hasta Danielle y lentamente la fueron sacando por el túnel. Tenía algunos cortes y magulladuras, pero ningún hueso roto.

Lo que hicieron Christobal y sus dos compañeros fue extraordinariamente valiente, y le pone a uno en su lugar. Literalmente arriesgaron sus vidas para sacarla de allí. No sé si yo habría tenido el valor de hacer lo mismo.

Lo que él me dijo fue, simplemente, esto: “No hay mañana. Sólo hay hoy, y vivir para el hoy. Porque no sabemos lo que puede ocurrir mañana”.

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

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Foto superior: uno de tantos edificios derruidos en Puerto Príncipe.

Foto inferior: Christobal, que arriesgó su vida junto con otros dos trabajadores haitianos de MSF para rescatar a una compañera.

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (8)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

En una tragedia como esta siempre hay algún milagro. Ayer tuvimos dos.

Llevamos un par de días en carretera. Salimos hacia el noreste para evaluar las necesidades de salud de los haitianos que tras el terremoto se marcharon de Puerto Príncipe para buscar la asistencia médica que los desbordados hospitales de la capital no les podían ofrecer. Este éxodo ha empujado a miles de personas hacia los centros médicos rurales, que ahora también están saturados.

El hospital de Dajabon se encuentra al otro lado de la frontera, en territorio de la República Dominicana, a unas 10 horas en coche desde Puerto Príncipe.

Al entrar en el ala de postoperatorio, una mujer muy joven empezó a hacerme gestos desde su cama para que me acercara. Al llegar junto a ella me susurró algo que apenas pude oír. Hablaba en castellano pero pude ver que en realidad era haitiana.

“Soy enfermera -me dijo-. Y estaba trabajando con MSF en Puerto Príncipe cuando el terremoto”. “¿Trabajabas en la maternidad?”, le pregunté. “Sí, resulté herida, fue mi familia quien me encontró y me trajo aquí”… Había tan pocas posibilidades de que pudiéramos encontrarla, y sin embargo así fue, casi de casualidad.

Otros compañeros haitianos no tuvieron tanta suerte. Ayer precisamente guardamos un minuto de silencio en memoria de nuestros colegas fallecidos. Sabemos que ocho al menos han muerto y otros dos siguen desaparecidos.

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

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Foto: Dos enfermeras de MSF se apoyan mutuamente en el hospital Martissant de Puerto Príncipe (© Julie Remy)

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (7)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

Por fin estamos trabajando desde el nuevo hospital de campaña. Tardamos más de lo previsto en ponerlo en funcionamiento ya que su llegada a Puerto Príncipe se retrasó por el atasco en el aeropuerto. Hubo que llevarlo a República Dominicana y desde allí en camiones.

Pero ya lo tenemos funcionando: recibimos a los primeros pacientes el pasado domingo, algunos procedentes de otras estructuras gravemente dañadas en el terremoto, como Trinité y Pacot. Ya hay unas 180 personas ingresadas.

El Saint Louis ha sido levantado en un campo de fútbol detrás del colegio del mismo nombre, en el barrio de Delmas. Los equipos de logistas trabajaron sin descanso durante dos días para ponerlo a punto.

Como está instalado bajo tiendas hinchables, es una estructura ideal para trabajar en áreas que han sido golpeadas por un terremoto tan grave como este, ya que la gente suele estar demasiado asustada como para poder ser atendida, y para trabajar, dentro de edificios dañados.

Consta de nueve tiendas, bajo las cuales están operando dos quirófanos, “alas” de hospitalización, consultas, salas de cura, una farmacia, equipos de rayos X…

MSF ha instalado este tipo de hospitales de campaña en otros desastres similares, como el terremoto de Mansehra, en Pakistán, en 2005, y en otras crisis recientes que necesitaban de una intervención inmediata fuera de estructuras de salud regulares, como Gaza, República Democrática del Congo o Sri Lanka.

Tenemos capacidad para ingresar a 100 pacientes, y además de la capacidad, está la tranquilidad de poder trabajar sin estar pensando en que de un momento a otro alguna pared maltrecha o algún techo con fisuras se nos caerá encima: fundamental para el personal haitiano y para los pacientes que pasaron por horrorosas experiencias como el derrumbe del hospital Trinité

Y hay algo que se hace incluso raro en medio de tanto escombro: el hospital huele a nuevo.

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

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Fotos: Montaje del hospital de campaña de Saint Louis en Puerto Príncipe (© Benoit Finck/MSF).

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (6)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

Las cosas cambian poco a poco por aquí. Cada día, cuando me dirijo a nuestros hospitales, veo algunos detalles diferentes, una pizca más de orden entre tanta locura. Afortunadamente, cada vez hay más organizaciones iniciando actividades. Los suministros médicos empiezan a llegar, y nuestros proyectos también evolucionan.

Hablando con un experto en salud mental, me comentaba que en esta primera fase, lo importante es difundir información: asegurarnos de que la gente sepa dónde conseguir atención médica, por ejemplo. Y sólo cuando ellos estén preparados, podremos empezar a hablar de lo que ha pasado y de lo que sienten.

Muchos ni siquiera han asumido aún lo sucedido, y a lo mejor pasarán algunos días, semanas incluso, antes de que comprendan lo que significa haber perdido a sus seres queridos, sus casas, sus pertenencias, el trabajo… todas las referencias de su anterior vida.

Desde el punto de vista médico, nos adentramos también en una nueva fase, en la que los pacientes que aún no han recibido asistencia están empezando a padecer septicemia, y en la que aquellos que sí la han recibido deben someterse a más curas de sus heridas y cambio de vendajes.

Los equipos siguen trabajando a destajo para atender al máximo de personas posible… intentado salvar el máximo en tantos y tantos cuerpos heridos: la decisión de amputar un miembro nunca es fácil, y los médicos intentan preservarlos siempre que es posible.

Pero el tejido gangrenado pone en peligro la vida del paciente, ya que la infección se extiende al resto del cuerpo. Las amputaciones son traumáticas para los pacientes, pero a veces son la única salida para salvarles la vida.

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

Haití en el corazón de Colombia

Por Javier Fernández Espada (Colombia, MSF)

Llevo muchos días sin escribir en el blog, al punto que ya no sé si esto que estoy haciendo es un blog o un informe mensual. Unas veces ha sido por falta de inspiración, otras por falta de tiempo, y el caso es que hoy que estoy a punto de salir para Haití acuden a mí las musas, que no el tiempo, y a horas intempestivas me dedico a escribir estas líneas.

La Colombia que yo conozco se queda dormida durante las Navidades, el Diciembre que se dice por aquí; el país se paraliza y durante un par o tres de semanas se entra en un estado similar a una hibernación donde los impulsos vitales se reducen a la mínima expresión y el país entra en fase de aletargamiento, pero esta vez el despertar del sueño ha sido dramático. A no muchas millas al norte, en medio del Caribe un terremoto ha devastado el país más pobre de esta parte del mundo y uno de los más necesitados del planeta.

No puedo hablar de Haití porque no lo conozco todavía, pero puedo hablar de cómo los colombianos han sufrido este desastre. ¿Anonadados? ¿Estupefactos? ¿Aterrorizados? Probablemente no exista el adjetivo, y si existe yo no lo conozco, pero son increíbles las muestras de afecto y de solidaridad que he vivido en la última semana, gente llamando a las puertas de Médicos Sin Fronteras ofreciéndonos comida o dinero para que lo llevemos a Haití; médicos, psicólogos, enfermeros brindándose voluntarios para ir a Puerto Príncipe a apoyar a este pueblo caribeño; empresas privadas colaborando hasta límites insospechados…

Pero lo que más me ha puesto los pelos de punta no han sido estas señales de indiscutible solidaridad ni tampoco las acciones de instituciones oficiales en apoyo de Haití. Lo que me ha erizado la piel han sido los humildes, los más parias del país, que sin recursos para sobrevivir ellos mismos, se hacen cruces y claman al cielo un poco de paz y de tranquilidad para sus hermanos haitianos. Sí, “hermanos”. Así me los han definido muchas veces, una gente de color e idioma diferente pero que, por el simple hecho de habitar el mismo continente o el mismo planeta, son para ellos sus hermanos.

Me resulta conmovedor ver a gente tan terriblemente pobre compungirse de esta manera por el desastre haitiano, colombianos que han sufrido guerras, desplazamientos, masacres, confinamientos… personas que saben lo que es el dolor, la desesperación, lo irreversible.

Existe una tendencia general a pensar que las clases acomodadas sufren más con las desgracias ajenas porque no están acostumbrados al dolor. No estoy en absoluto de acuerdo.

Quienes sufren con el dolor son aquellos que lo han vivido en sus carnes, que han perdido a sus seres queridos y no los han visto nunca más regresar, los que vieron cómo les abandonaban sus amigos porque no había ese médico que les ayudara a quedarse, los que trabajaban de sol a sol por un puñado de arroz o para pagar unos antibióticos, los que no han tenido una segunda oportunidad. Aquellos que, como decía el poeta, “valen menos que la bala que los mata”.

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Foto superior: El hospital Trinité de MSF en Puerto Príncipe resultó gravemente dañado por el terremoto y tuvo que ser evacuado (con © Julie Rémy).

Foto inferior: Paciente ingresado en el hospital Trinité de MSF en Puerto Príncipe, Haití (© Julie Rémy)

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (5)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

Me gustaría que pudierais haceros una idea de cómo se organiza aquí la atención médica. Al hospital de campaña de Carrefour, improvisado a las puertas del edificio original, se entra por unas espesas cortinas de plástico gris, atadas a dos árboles situados a ambos lados de la calle.

Por aquí se entra a la zona donde los equipos hacen una primera evaluación del paciente para determinar la urgencia de su estado. Además es la zona en la que se desinfectan heridas y cambian vendas a los pacientes ya atendidos, y también es donde los pacientes que lo necesitan quedan ingresados.

Resulta doloroso ver aquí a tantas personas heridas, y tantos niños entre ellos, muchos gritando de dolor cuando se les cambian las vendas. Padecen quemaduras graves, brazos rotos, profundos cortes en la cabeza, piernas gangrenadas, y la lista sigue y sigue…

Seguimos camino y pasamos ya al patio del hospital. Aquí es donde hemos instalado el “ala” de cirugía, que básicamente es una serie de camas protegidas por una lona de color azul y algún árbol.

Aunque el hospital quedó en pie tras el terremoto, el miedo a nuevos temblores y el trauma por lo ocurrido son tan grandes, tanto entre los pacientes como entre nuestro personal, que hemos tenido que dejar los quirófanos en la calle.

A un lado hay varias mujeres ya preparadas para dar a luz o para ser sometidas a cesáreas. Al otro lado, tres camas más para intervenciones más graves, como amputaciones, que están siendo cada vez más habituales.

A pesar de las limitadas condiciones, en las cinco horas que permanecí en el hospital, el equipo quirúrgico practicó tres amputaciones, dos de ellas en niños. Una paciente fue intervenida para quitarle tejido necrótico de un muslo, y a otra mujer le fue practicada una cesárea.

El equipo está agotado. Trabajan horas y horas en un calor agobiante, con ruido y sometidos al constante estrés de no llegar a todo. Afortunadamente hemos encontrado un poco más abajo en esta misma calle un gran colegio que no resultó afectado por el terremoto, un edificio nuevo además, al que esperamos poder trasladarnos en los próximos días.

La única alegría que tenemos en los hospitales, en medio de todo este sufrimiento físico y emocional de nuestros pacientes, es el nacimiento de bebés sanos. Aquí en Carrefour han nacido ocho en un solo día, y los necesitamos a todos y cada uno de ellos para traer algo de esperanza a este país desgarrado.

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

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Foto Superior: Pacientes ingresados en el hospital de campaña de Carrefour.

Foto inferior: Quirófanos improvisados en Carrefour.

Ambas © Julie Rémy

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (4)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

La réplica de ayer causó una gran alarma, aunque no parece que haya habido graves daños adicionales en las estructuras en las que trabajamos.

Sin embargo, en uno de los hospitales, el de Choscal, los pacientes estaban tan asustados que el equipo tuvo que evacuarlos fuera del edificio. Las intervenciones quirúrgicas continuaron, pero como han aparecido nuevas fisuras en las paredes, nos planteamos la posibilidad de sacar los quirófanos también al exterior e instalarlos bajo tiendas.

En el hospital de Carrefour, del que ya os he hablado, los equipos trabajan a destajo: apenas 24 horas después de establecerse, habían sido atendidas 500 personas, y se habían realizado 90 cirugías mayores. Y el trabajo había comenzado sólo dos horas después de realizarse la evaluación de la situación en el barrio y en el hospital, que había quedado vacío tras el terremoto.

A día de hoy, este hospital está atendiendo a una media de 300 personas al día, incluyendo a pacientes que necesitan intervenciones quirúrgicas urgentes. El apoyo en salud mental también ha comenzado para los pacientes, sobre todo para aquellos que han sufrido amputaciones, y sus familias.

En las calles hay ya un poco más de tráfico y algunas personas vendiendo comida en puestos improvisados. Cada vez hay más organizaciones trabajando, los escombros se van retirando, pero quién sabe cuánto se tardará en sacar a los desaparecidos de las ruinas de los edificios. Lo que también es constante es el sonido de los helicópteros.

En las afueras de Puerto Príncipe también se están realizando evaluaciones. Hemos llegado hasta Leogane, Gran Goave, Petit Goave, Jacmel y Saint-Marc, ciudades que resultaron también gravemente afectadas por el seísmo. El día que regresábamos de Leogane (a una hora en coche de la capital haitiana), ya de noche, nos encontramos con algunos controles de carretera improvisados por la población.

Estaban subidos en un camión que llevaba cadáveres, y querían impedir que el conductor los dejara allí. A media que seguíamos camino, nos fuimos encontrando con más controles de este tipo, y he de decir que no me extraña nada: sinceramente, yo haría lo mismo. A nosotros, por el contrario, no nos pararon y nuestro vehículo fue respetado…

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

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Fotos: Pacientes atendidos en el hospital de Carrefour (© Julie Rémy).

Emergencia en Haití: Noticias desde el terreno (3)

Por Isabelle Jeanson (MSF, desde Puerto Príncipe)

En el hospital Trinité tenemos a una bebé de mes y medio. Reposa de costado ya que hubo que amputarle el brazo derecho. La enfermera me contó su historia, milagrosa y triste a la vez. La pequeña ya estaba ingresada en el hospital antes del terremoto. Cuando el suelo bajo su cama se derrumbó, ella cayó varios pisos hacia abajo. Resulta difícil de creer que sobreviviera y pudiera ser rescatada de entre los escombros. Su madre, sin embargo, no aparece, así que tememos que haya fallecido.

Un hombre fue traído al hospital en camilla. Tenía una herida de bala en el cuello, por lo que fue atendido inmediatamente por dos médicos, que comprobaron si estaba consciente, y si podía sentir brazos y piernas. Determinaron que a pesar de su estado era “operable”, es decir que, en las limitadas condiciones de nuestros quirófanos improvisados, tenía alguna esperanza de ser salvado.

Muchas de estas personas a las que atendemos saldrán del hospital de una forma muy diferente a cómo vinieron: a muchos habrá que practicarles amputaciones, porque sus piernas están tan aplastadas que no hay forma de salvárselas.

Y para mí, lo más sorprendente no es lo rápido que pudimos reorganizarnos, sino que todo el mundo aquí, empezando por el personal haitiano muchos han perdido a sus familias en el terremoto— están únicamente centrados en un objetivo común: salvar al máximo de personas posible.

(Isabelle Jeanson es responsable de prensa de MSF en la catástrofe de Haití)

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Foto superior: Quirófanos improvisados fuera del edificio del hospital Carrefour de Puerto Príncipe (© Julie Remy)

Foto inferior: Personal haitiano en el hospital Carrefour (© Julie Remy)