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Por aquí han pasado cooperantes de Ayuda en Acción, Cruz Roja, Ingeniería Sin Fronteras, Unicef, Médicos del Mundo, HelpAge, Fundación Vicente Ferrer, Médicos Sin Fronteras, PLAN
Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

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Garantizar el derecho a la educación de los niños y niñas en emergencia

Anne-Marie McCarthy, Gerente de Programas de Emergencia en Plan International

Temperaturas que a menudo superan los 40ºC, mucho polvo, viviendas hechas de paja y láminas de plástico que no ofrecen protección contra el calor, colas interminables bajo el sol para obtener algo de agua… Así es el campamento de refugiados de Minawao, en Camerún, hogar de unos 60.000 desplazados que han huido de sus hogares en Nigeria por culpa de Boko Haram.

Viajé hasta allí para ver cómo se desarrolla el trabajo de Plan International y para conocer de primera mano cuál era la perspectiva de los refugiados y del personal que a diario colabora en la zona.

Campamento de refugiados Minawao, Camerún.

Una vez en terreno, hablé con los padres y madres acerca de la educación de sus hijos e hijas. La mayoría, pese a las duras condiciones del campamento, deseaba que los jóvenes siguieran estudiando. Proporcionar una escuela y material escolar es imprescindible para asegurar que los niños y niñas continúen con su educación y puedan tener un futuro mejor.

«En la escuela vuelven a sentirse niños y niñas de nuevo, como si nada hubiera cambiado», me contó uno de los líderes comunitarios. Nos comentó cuál es el papel de Plan International en el asentamiento y cómo los niños y niñas habían recuperado parte de su infancia. Gracias a la organización, que trabaja por los derechos de la infancia y la igualdad de las niñas, no solo se han podido construir centros de enseñanza, sino también letrinas y aseos para mejorar las condiciones higiénico-sanitarias de los niños y niñas, sus familias y comunidades.

Hablé con más desplazados y todos me dejaron claro que quieren regresar a su hogar. Plan International trabaja para que el regreso de estas familias se produzca lo antes posible: permite que los niños, niñas y mujeres jóvenes puedan seguir formándose en el campamento para que el día de mañana tengan capacidad y medios con los que volver a casa. Además, organiza reuniones con distintos líderes comunitarios procedentes de Nigeria para asegurar que no haya tensiones en el campamento y que la convivencia sea fácil.

Mi trabajo me proporciona perspectiva. Distancia para recordar que soy afortunada, que he podido recibir una buena educación y que eso ha hecho que hoy tenga este trabajo y esta vida. Los 22 millones de refugiados que hay en el mundo no siempre tienen estas oportunidades.

Devolviendo la infancia a niñas y niños con la creación de espacios seguros

Por Fabian Boeckler, Plan International, desde Lago Chad. 

Los espacios seguros para la infancia son lugares en los que las niñas, niños y adolescentes están seguros y protegidos mientras desarrollan actividades lúdicas y deportivas que les permiten generar resiliencia y superar el trauma.

La falta de acceso siempre ha sido el mayor obstáculo a la hora de proporcionar ayuda humanitaria en algunos de los distritos locales de las áreas más afectadas del noreste de Nigeria, impidiéndonos a los trabajadores humanitarios llegar a los niños y niñas vulnerables, así como las mujeres y sus comunidades. Sin embargo, la iniciativa de las unidades móviles nos ha permitido llegar a las poblaciones más inaccesibles para llevar una ayuda muy necesitada.

El equipo de unidades móviles está formado por cinco miembros que incluyen nutricionista, enfermero, trabajadora social, ingeniero y conductor. Una parte esencial de la iniciativa es el espacio móvil de protección a la infancia. Este concepto está ganando fuerza (no sólo en Nigeria sino como componente clave de nuestra respuesta por todo el Lago Chad y en otras zonas). Una vez entendido en la teoría, estoy muy ilusionado de verlo llevarse a la práctica.

Los niños y niñas, sus familias y sus comunidades reciben el apoyo de Plan International, que colabora con ellos creando espacios seguros para la infancia © Plan International

Mi llegada a Watu

Cuando llegué a Watu, mis compañeros y yo paramos en un lugar prácticamente rodeado de edificios que habían sido colegios, donde pude ver incluso señales conmovedoras del conflicto: uno de los colegios había sido destruido. Sin embargo, a pesar de los escombros y la destrucción, pude sentir una atmósfera de alegría.

Para ser sincero, necesité un tiempo para adquirir perspectiva de lo que estaba pasando a mi alrededor, porque no era exactamente lo que me esperaba. Aunque había visto muchos de nuestros espacios seguros para la infancia en todo el mundo, esperaba encontrar una de nuestras típicas casetas grandes y blancas con niños y niñas jugando en su interior. Lo que me impactó al principio fue el gran número de niños, niñas y adolescentes que participaban de forma activa (hay más de 400 personas que forman parte de al menos ocho actividades).

Las chicas jugaban al fútbol; un grupo de chicos estaba perdiendo una partida del juego de la soga contra sus contrincantes femeninas; niños y niñas competían en carreras de sacos. Otros niños jugaban a construir edificios con ladrillos, a modelar arcilla, a hacer ganchillo, a dibujar o hacer los deberes (con el apoyo de varios de los trece voluntarios comunitarios).

Cuando le pregunté a una de las adolescentes a quién le iba a regalar el trabajo de ganchillo que estaba haciendo, contestó: “Hay niños y niñas en la comunidad cuyos padres no tienen dinero para comprarles ropa. La ropa que tejemos es para ellos”.

Mary and Salima son respetadas en la comunidad. Las dos, enfermera y profesora retiradas, son las únicas mujeres miembro de su cerrada comunidad de líderes locales © Plan International

Haciendo que todos los miembros de la comunidad se involucren

Durante mi visita al espacio seguro conocí a Elizabeth, nuestra trabajadora social y miembro de la unidad móvil. Llevaba un niño dormido en los brazos y explicó: “Este niño atrajo mi atención durante las actividades porque se mantenía aislado y no quería participar. Hablé con los voluntarios y, una vez que identificamos a los padres del pequeño, les ofrecimos apoyo y logramos que se implicaran”.

De esta forma se identifican los casos potenciales de menores en riesgo durante las actividades realizadas en el espacio seguro para la infancia. Elizabeth hace hincapié en la importancia del apoyo psicosocial y en la asesoría, pero también se ofrecen muchos otros servicios a través de las unidades móviles. Por ejemplo, los nutricionistas organizan una prueba para detectar la desnutrición infantil (el MUAC, que consiste en la medida de la circunferencia del brazo del niño o niña) de modo que los menores puedan ser remitidos a tratamiento en caso de ser necesario.

No hay refugio para la infancia

La columna vertebral de nuestro proyecto de unidad móvil son los voluntarios comunitarios. Entre ellos está Idris, que dice: “Antes de iniciar las actividades del espacio seguro para la infancia, los niños y niñas tenían mucho miedo de las experiencias que habían vivido. Permanecían en casa y no tenían otro lugar a dónde ir. Ahora, míralos. Están recuperando su infancia”.

Cuando le pregunto por qué es voluntario, Idris contesta: “Somos voluntarios porque es una forma de ayudar a nuestros niños y niñas. Queremos verlos crecer para que puedan ser alguien el día de mañana”. Si nadie se preocupa por la infancia, se estará preparando terreno para un nuevo conflicto. Cuando me despido, Idris me hace una promesa: “Aunque te vayas, nosotros continuaremos”.

Fabian Boeckler, Coordinador del Programa del Lago Chad, ha recorrido el mundo y visitado los espacios seguros para la infancia, un elemento clave en los programas de protección infantil en emergencias de Plan International. Ahora nos cuenta su viaje a Watu, una comunidad del distrito local de Michika en el Estado de Adamawa, que le ha permitido ver el nuevo concepto que Plan International Nigeria está llevando a cabo como parte de la respuesta humanitaria en el noreste del país: espacios de protección de la infancia dentro de sus unidades móviles.

Dos años del terremoto de Nepal: reconstrucción y resiliencia

Nuestro objetivo es apoyar a las comunidades para que Nepal sea resistente y resiliente”

 Por Shreeram KC, Gerente de Comunicación de Plan International en Nepal

Hace exactamente dos años, un terremoto de magnitud 7,8 golpeó Nepal a las 11.56 de la mañana. A consecuencia del desastre casi 9.000 personas perdieron la vida, más de 22.000 resultaron heridas. Además de destruir miles de casas, 8.000 escuelas se redujeron a escombros, interrumpiendo la educación de más de un millón de niños y niñas.

Dos años después, sólo 1.500 de estas escuelas han sido reconstruidas, lo que significa que muchos niños y niñas están aprendiendo en escuelas temporales o todavía no tienen escuela a la que acudir. Aunque la reconstrucción ha comenzado todavía queda mucho por hacer.

 

Niñas en una escuela temporal.©Plan International

Como organización que defiende los derechos de la infancia, responder a las necesidades de los niños y niñas fue nuestra máxima prioridad en el momento del terremoto. Comenzamos nuestra respuesta proporcionando alivio inmediato a los niños, familias y comunidades en las partes más remotas de Nepal. No fue una tarea fácil. Los caminos a estas comunidades no eran buenos incluso antes del desastre, y para acceder a algunas áreas afectadas había que andar dos o tres días en el mejor de los casos, por lo que no pudimos llegar hasta cuatro o cinco días después del terremoto.

Cuando llegamos, todos estaban llorando, preocupados e inquietos. Necesitaban desesperadamente alimentos, agua y refugio, y se encontraban en estado de confusión y pánico porque, en las semanas y meses después del terremoto inicial, nos enfrentábamos a varias réplicas cada día. Algunas de las réplicas fueron de 5,2 en la escala de Richter, por lo que cada día parecía revivirse la catástrofe y la gente no dejaba de preguntarse si el mundo nunca iba a dejar de desmoronarse.

En los meses que siguieron, y hasta nuestros días, nuestra respuesta se ha centrado en ayudar a las personas a reconstruir sus vidas y sus medios de subsistencia, y en restaurar un sentido de normalidad en la vida de las niñas y niños. No debemos permitir que los desastres naturales los dejen en situación de vulnerabilidad, deben tener las mismas oportunidades que todos los niños y niñas para alcanzar su potencial.

Aunque las escuelas están funcionando, carecen de instalaciones suficientes. Del mismo modo, la reconstrucción de viviendas se está retrasando. El gobierno está ofreciendo ayudas, pero el ritmo es lento y muchas áreas de Nepal no parecen diferentes de cómo se veían justo después del terremoto.

Sin embargo, siempre hay esperanza y, en los últimos dos años, nuestro trabajo ha llevado a que se construyan 12 escuelas nuevas –y otras 10 más están en construcción- en las zonas más afectadas por el desastre. Son escuelas que están preparadas para niñas y niños con discapacidad y se están diseñado para soportar futuros desastres. Han sido muy bien recibidas por las comunidades que se están beneficiando de ellas -en total más de 5.000 niños y niñas- así que, de la devastación y la destrucción, ha sido posible crear algo positivo que estará ahí para las próximas generaciones.

Construir colegios no es solo proporcionar estructuras permanentes para la educación, es construir una cultura de seguridad y preparación ante desastres y asegurar que la comunidad se hace cargo de estas escuelas. No podemos prevenir los desastres naturales, pero podemos intentar mitigar los riesgos. Nuestro objetivo es apoyar a las comunidades para que Nepal sea resistente y resiliente.

Siendo Nepal uno de los países con más probabilidades a sufrir desastres, una preparación como ésta es una necesidad. Los riesgos asociados con los terremotos deben ser identificados por adelantado para poder diseñar planes y poner fin a los riesgos. Las comunidades también deben ser conscientes de lo que pueden hacer para prepararse y salvar vidas. Esto solo será posible si los gobiernos y las agencias de desarrollo invierten y continúan trabajando juntos.

Además de los 14 distritos afectados por el terremoto, el gobierno necesita evaluar el estado de las escuelas que permanecen en pie y debe tomar medidas para confirmar que sean seguras.

Desde Plan International hemos trabajado para influir en las políticas y los cambios legislativos, apoyando el desarrollo de una política de colegios seguros que ahora está siendo revisada por el Ministerio de Educación.

El gobierno y otras agencias también deben trabajar para crear un plan de evacuación para asegurarse de que los estudiantes saben qué hacer si vuele a ocurrir un desastre. Esto es lo que nos traerá esperanza en tiempos difíciles y nos hará sentir más fuertes. Si un día como el 25 de abril de 2015 sucede de nuevo, estaremos preparados porque habremos trabajado para crear una nación verdaderamente resistente y resiliente.

 

¿Refugiados, migrantes o personas?

Unni Krishnan, Director de Respuesta ante Desastres de Plan International

“We know where we´re going… We know where we´re from”, cantaba Bob Marley en un contexto y una era diferentes.

Este año 2015  miles de personas, muchas de ellas niños y niñas, han huido de sus hogares en un éxodo global. Son personas que saben de dónde son, algunas sabían su destino, pero no todas lo han logrado. Más de 3.580 personas han muerto o desaparecido en el mar Mediterráneo, y cientos de refugiados siguen atrapados entre los estrictos controles fronterizos.

Siria es el escenario de un conflicto cuya violencia y sufrimiento ha afectado y afecta a 13.5 millones de personas, de las cuales la mitad son niños y niñas. El mundo está siendo testigo del mayor desplazamiento de personas desde la Segunda Guerra Mundial.

Plan International trabaja para proteger a los niños y niñas refugiados sirios. Copyright Plan International

Bombardeos, balas y barcos

Selam es una niña de 10 años procedente de Damasco. Los continuos bombardeos llevaron a su familia a tomar la decisión de huir. Desde Turquía, cogieron una embarcación hacia las costas griegas pero tras dos horas de navegación el barco se hundió. Los guardacostas griegos les rescataron y les llevaron a la isla de Lesbos desde donde fueron traslados a la península en ferry. “Las bombas eran peores que el barco hundiéndose”, afirmaba Selam.

Su historia es solo un ejemplo del sufrimiento generalizado de todos los niños y niñas que han tenido que abandonar sus hogares, su cultura y su infancia . ¿Por qué la humanidad sigue sin abordar la crisis de los refugiados y migrantes? Las discusiones en torno a este tema se centran en la definición que se da a las personas que llegan a Europa, bien como refugiadas -persona obligada a dejar su país para escapar de la guerra, la persecución y la violación de los derechos humanos-, o bien como migrantes -persona que llega a otro país en busca de un trabajo y unas condiciones de vida mejores-.

¿Realmente importa esta diferenciación? Los términos deshumanizan a los miles de niños y niñas, así como a familias cuya crisis humanitaria ha llegado a nuestro continente. La guerra y la violencia han puesto fin a la vida de muchos niños y niñas que no podrán volver al colegio a corto plazo o que no volverán a ver a sus amigos o familiares.

Copyright Plan International

Necesitamos más

Entre 2014 y 2015, unas 900.000 personas han llegado a Europa cruzando océanos en peligrosas embarcaciones, atravesando campos desiertos y haciendo largas colas en los controles fronterizos. El 51% de las personas que han sobrevivido a la travesía provienen de Siria. El éxodo de nuestro tiempo se guía por la esperanza, el instinto de supervivencia y, normalmente, un teléfono móvil.

Esta situación  internacional precisa comprensión, respeto y el cumplimiento de las leyes internacionales que protegen los derechos de refugiados, migrantes y, en definitiva, de todas las personas. La Carta Humanitaria recuerda al mundo que los derechos, la ayuda, la dignidad y el respeto hacia las personas son inseparables. Las Leyes Humanitarias Internacionales dictan la protección de todos los civiles, especialmente de las mujeres y los niños y niñas.

Sin embargo, las dificultades legales y la semántica no deberían entorpecer las acciones políticas. La asistencia humanitaria y la protección son derechos que todo el mundo debería respetar. Según Antonio Guterres, Alto Comisario para los Refugiados de la ONU, “nos encontramos ante una batalla de valores: la compasión contra el miedo”.

La riqueza de la humanidad se centra en la compasión y la preocupación por otros seres humanos por lo que deberían priorizarse los valores que sirvieron para crear las reglas y leyes.

Avanzando

La coordinación, coherencia y humanidad para responder a la crisis de los refugiados ha fallado. La falta de acciones por parte de los gobiernos quedará en la memoria colectiva, pero también lo harán las respuestas que todavía se pueden tomar.

Las políticas del miedo tienen que dejar paso a la esperanza fundada en la educación sobre cómo recibir a los refugiados. La organización en defensa de los derechos de la infancia, Plan International, presta ayuda a los refugiados en Alemania y Egipto y tiene previsto desarrollar proyectos a largo plazo ya que esta crisis no va a desaparecer.

Plan International España trabaja desde 2013 en Egipto para ayudar a los niños y niñas sirios refugiados, así como a sus familias, en las provincias del Gran Cairo, Alejandría y Damieta. Según Concha López, directora de Plan International España, es necesario proteger y garantizar los derechos de todos los sirios, pero en particular de las niñas, que son las más vulnerables a sufrir violaciones de sus derechos como la falta de acceso a la educación, el maltrato y el matrimonio infantil.

Plan International trabaja en Egipto para proteger los derechos de los niños niñas refugiados sirios. Copyright Plan International v2

La ONU espera que las cifras de refugiados se mantengan en 2016 ya que “las causas que obligan a las personas a huir van a seguir existiendo”.

El mundo tiene que responder a esta crisis centrándose en la seguridad y protección de los más pequeños, ya que muchos de ellos viajan solos. Además, hay que saber responder a los traumas psicológicos que los bombardeos, la violencia y el miedo vivido en los botes han causado en los niños y niñas.

El año nuevo es una fecha en la que predomina el deseo de construir un mundo mejor. Hay muchas historias de individuos y personas que han mostrado compasión y han ayudado a los refugiados y migrantes que han llegado a Europa, un continente con una larga historia de  acogida de refugiados.

Ningún niño o niña nace con el título de refugiado o migrante. Ningún niño es ilegal. Los menores tienen el derecho de ser cuidados y protegidos. Los gobiernos tienen que centrarse en el cuidado de los que más lo necesitan y dejar a un lado las políticas y los problemas burocráticos. La policía fronteriza necesita mostrar humanidad ya que, después de todo, no somos definidos por cómo describimos a los otros, sino por cómo elegimos responderles.

 

Día de la Juventud: Los jóvenes dan voz a ‘los niños del milenio’

* Por Sullay Kalokoh, miembro del Comité de Asesores Juveniles de Sierra Leona y productor de ‘Los Niños del Milenio

Sullay Kalokoh, con 22 años y de Sierra Leona, se ha convertido en productor de cine tras ayudar a Plan Internacional en el rodaje del proyecto ‘Los Niños del Milenio’. Gracias a la grabación de las entrevistas y la búsqueda de historias, Sullay se ha convertido en un experto en producción cinematográfica. Ahora quiere utilizar sus nuevos conocimientos para dar voz a las mujeres y mostrar las adversidades a las que se enfrentan en todo el mundo.

Plan Internacional

La participación es clave para que los jóvenes, incluyendo mujeres y niñas, puedan tener éxito. En la actualidad la población de Sierra Leona sigue sin aceptar el potencial de las niñas. Cuando Plan Internacional propuso a nuestro Comité de Asesores Juveniles (CAJ) colaborar en el proyecto ‘Los niños del milenio’, no nos lo pensamos dos veces.

La segunda película, dividida en dos capítulos, se centraba en impulsar el potencial de las niñas, un tema muy importante para nosotros.

Diez de los miembros del CAJ participamos en el proyecto. Nuestro trabajo consistía en buscar historias de niños y jóvenes de su barrio. Teníamos que encontrar a una adolescente de 15 años y a un adulto con autoridad en su comunidad y entrevistarlos. Además, debíamos seleccionar a diferentes estudiantes, de entre 7 y 14 años, que quisieran abrir las puertas de sus hogares y mostrar cómo viven.

Nuestra búsqueda comenzó preguntando a nuestros amigos si conocían a chicas o mujeres que tuvieran una historia que contar. Gracias a este proyecto muchas adolescentes tuvieron la oportunidad de contar su historia y de promover la solidaridad, la unidad y el desarrollo de su comunidad. Las participantes mostraron la importancia de la determinación, la valentía y la perseverancia y cómo, mediante la superación de las dificultades sociales, es posible tener oportunidades y ayudar a otros a hacer lo mismo.

Una vez elegidas las historias, entrevistamos a los protagonistas y nos aseguramos que compartieran con nosotros sus experiencias reales, así como mensajes que pudieran motivar a otros jóvenes. La variedad de las entrevistas realizadas, de opiniones y recomendaciones nos ha permitido abordar el tema desde una perspectiva realista.

Quedé impresionado con las vivencias personales que motivaron a nuestras protagonistas a rebelarse y, sobre todo, admiro su valentía para enfrentarlas. Una de las historias más impactantes fue la de Fatim. Cuando era adolescente se quedó embarazada y fue obligada a dejar el colegio. Tras dar a luz, Fatim decidió volver a estudiar, consideraba que la educación era la clave para el éxito. “Aunque tengo muchas dificultades, como cuidar de mi bebé, me sigue gustando ir al colegio”, afirma Fatim y añade: “Creo que en el futuro ayudaré a mi país y a mi gente”.

Gracias a este proyecto, he aprendido a utilizar una cámara de vídeo, ya que teníamos que grabar las entrevistas, así como la vida diaria de los protagonistas. Gracias a este trabajo, ahora me considero un auténtico cámara de cine. Ha sido una experiencia extraordinaria.

Escuchar los relatos de los protagonistas fue muy duro pero me hizo darme cuenta de que quiero aportar mi granito de arena para que las niñas y mujeres tengan las oportunidades que se merecen. Además, me gustaría que los varones, tanto niños como adultos, se involucraran en este reto.

Me gustaría trabajar con las comunidades y los gobiernos locales para que las niñas y las mujeres sean visibilizadas como agentes sociales de cambio. Confío que con la ayuda y el apoyo necesario puedan superar las dificultades que enfrentan.

Un futuro incierto para los niños y niñas huérfanos de Burundi

* Por Alice Rwema, Plan Internacional Ruanda

Beza, niña nuérfana de Burundi, en el campo de refugiados de Mahama en Ruanda.

Beza, niña nuérfana de Burundi, en el campo de refugiados de Mahama en Ruanda.

Quiero ser enfermera, dice con una voz insegura, inclinando la cabeza. Con lágrimas en los ojos, mira hacia arriba y añade: “pero primero quiero que todos mis hermanos vayan al colegio”.

Beza, de 15 años, es una joven huérfana que abandonó Burundi hace dos meses por el estallido de violencia que comenzó hace semanas en el país al acercarse las elecciones. Estaba en primero de educación secundaria cuando huyó de su país y ahora vive en el campo de refugiados de Mahama, cuidando de sus dos hermanos pequeños.

Caminamos durante 12 horas cuando cruzamos Ruanda.  A mi hermano pequeño se le hincharon las piernas y eso nos hizo ir más despacio. Hacíamos turnos para llevarlo a nuestra espalda. Sólo teníamos 2.000 francos burundeses (1,5 dólares)”, explica.

La vida no fue fácil cuando llegamos al centro de recepción de refugiados de Bugesera y era muy complicado conseguir comida. Les realojaron en el campo de refugiados de Mahama una semana después, donde ahora viven más de 26.000 refugiados burundeses, de los más de 31.000 que hay en Ruanda.

Aquí la vida es más fácil porque podemos conseguir comida con más facilidad. Hay agua cerca y podemos coger leña, aunque yo no puedo cortarla. Me ayudan mis vecinos y mis hermanos”, añade Beza.

La organización de defensa de los derechos de la infancia Plan Internacional organiza actividades de ocio y juego para ayudar a los niños y niñas refugiados a relacionarse y aprender juntos, aunque Beza nunca puede ir a estas actividades porque tiene mucho trabajo. 

Por la mañana me levanto y barro, limpio la tienda, preparo gachas, cocino la comida y después me doy un baño y sirvo la comida a mis hermanos. A veces me ayudan a ir a por agua. Me gustaría ir a jugar, pero es que no tengo tiempo. Mis hermanos a veces van”, dice.

Plan Internacional trabaja con ACNUR identificando a los niños y niñas que llegan sin acompañantes o son separados de sus padres. Ya se han identificado 1.195 en el campo de Mahama y los centros de recepción de Bugesera y Nyanza. Al menos 258 se han reunificado con sus padres, cuidadores temporales o  familiares.

Encontrar cuidadores temporales es todavía un reto en el campo de refugiaos de Mahama, aunque Beza y sus hermanos sí que han encontrado uno.

Nos ayuda un montón, nos da de su leña cuando se nos acaba la nuestra, nos da otro tipo de comida cuando nos cansamos de comer maíz y judías. Casi siempre me ayuda con las tareas de la casa. Estoy contenta”.

Los cuidadores temporales hacen visitas periódicas a los niños y niñas no acompañados para evaluar su situación en informar a Plan Internacional. Muchas veces son los cuidadores quienes saben si los niños y niñas necesitan comida, atención sanitaria, ropa y a veces son capaces de resolver pequeños conflictos que surgen entre los niños y niñas que viven juntos en la misma tienda.

Para los que no tienen cuidadores temporales, Plan Internacional ha asignado movilizadores comunitarios de refugiados que los visitan regularmente para comprobar su estado.

Necesito crema para la piel y la ropa que traje no es suficiente. No tengo tiempo de jugar y conocer a otros niños y niñas. A veces me siento sola”, cuenta Beza, enumerando los retos a los que se enfrenta.

No estoy esperando a mis padres, soy huérfana y mi futuro aquí es incierto. No sé si podré volver al colegio alguna vez, tengo que cuidar de mis hermanos”.

Plan Internacional ayuda a los niños no acompañados y separados de sus padres asegurando que reciben los cuidados y la protección adecuada a sus necesidades específicas y que prima su interés superior. Esto se lleva a cabo a través de identificaciones, documentación, seguimiento y reunificación familiar, consiguiendo cuidados y apoyo interno o alternativo, manejando los casos de conflictos, haciendo visitas de seguimiento y dando apoyo psicosocial cuando es necesario. Plan Internacional también atiende a los niños y niñas no acompañados en el acceso a servicios básicos como el registro, la distribución de comida y otros materiales y atención sanitaria.

“Me gusta que el personal de Plan Internacional venga a visitarnos y cuando estoy triste voy a verlos para que me aconsejen”, dice Beza.

Desde el 31 de marzo de 2015, Plan Internacional Ruanda ha recibido un llegada masiva de refugiados burundeses que huyen de la violencia desatada en su país por las elecciones presidenciales y los conflictos provocados por un grupo armado que apoya al partido en el gobierno.

El Gobierno de Ruanda ha establecido tres centros de recepción de refugiados en Bugesera (provincia oriental), Nyanza (provincia meridional) y Rusizi (provincia occidental). El 22 de abril se abría un nuevo campo de refugiados en el distrito de Kirehe, provincia oriental, para dar alojamiento al creciente número de refugiados. De los más de 31.000 refugiados en Ruanda a 10 de junio de 2015, más de 15.700 son niños y niñas.

Un mes después del terremoto de Nepal: la esperanza que traen las nuevas vidas

Por Matt Crook, comunicación de Plan Internacional

Maya Danukhe dio a luz por cesárea el 1 de mayo

Maya Danukhe dio a luz por cesárea el 1 de mayo en el hospital de Gaurishankar de Dolakha

 

Hoy hemos atendido tres partos, y ayer cuatro”, comenta el doctor Binod Dangal. A pesar de sus 29 años, Dangal dirige el Hospital General Gaurishankar en Dolakha, un distrito rural y montañoso a cinco horas de Kathmandu, la capital de Nepal.

Junto a otros tres médicos, personal sanitario y un grupo de monjas, el doctor Dangal ha estado trabajando a contrarreloj todo el mes, desde que el pasado 25 de abril un terremoto de 7,8 grados sacudió el país y la tierra volvió a temblar de nuevo el pasado 12 de mayo. “Este es el único hospital donde se puede operar en una distancia de 4 o 5 distritos. Trabajamos todos los días”, añade.

Dangal y su equipo de jóvenes médicos trabajan bajo gran presión. Esto ha hecho posible que muchos partos se desarrollen sin incidentes. “La gente confía en nosotros. Por eso vienen hasta aquí”. Por ello, numerosas mujeres embarazadas recorren kilómetros de distancia para dar a luz en este hospital.

Desde las montañas

Nindiki Sherpa, de 35 años, caminó sola durante dos días para poder dar a luz en el hospital. “Después del terremoto, todas las carreteras quedaron destrozadas”, explica Nindiki, con su hija recién nacida a su lado.

El hijo recién nacido de Nimdiki Sherpa, que caminó dos días hasta el hospital

El hijo recién nacido de Nimdiki Sherpa, que caminó dos días hasta el hospital

Bagwati Khadka, de 21 años, dio a luz a su primer bebé por cesárea el pasado 3 de mayo. Su historia tiene mucho de increíble.Estuve caminando durante 4 horas, alrededor de 5 o 10 kilómetros, cuenta. “Después de que nuestra casa fuera destruida por el terremoto, nos refugiamos en un cobertizo junto a ovejas, vacas, búfalos, gallinas y otras 21 personas. Cuando me desperté de la cesárea me asusté al ver las grietas de las paredes”. Esas grietas son solo uno de los muchos desperfectos causados por el terremoto y con los que el doctor Dangal y su equipo tienen que enfrentarse.

Desafíos diarios

Tras el terremoto, el hospital quedó inhabilitado y los pacientes eran tratados en las calles. Tan pronto como el hospital reabrió, una marea de pacientes empezó a presentarse con todo tipo de problemas. “Cuando abrimos atendimos primero a pacientes con traumatismos graves”, explica el doctor Solab Chitrakar, de 26 años. “Tras ellos vinieron heridas infectadas y diferentes dolencias. No estábamos preparados para todo eso. Ahora la mayoría de pacientes vienen con diarreas y deshidratación”.

Con 50-60 pacientes diarios, los médicos y monjas no dan abasto. El hospital y sus instalaciones son reliquias de la historia de la medicina y las réplicas del terremoto empeoran aún más la situación. “La sala de rayos X es tan vieja que nos preocupan los efectos de la radiación. Los pacientes tienen que cubrirse con una tabla de madera y una chaqueta”, añade el doctor Chitrakar.

Nimdiki Sherpa con su hijo recién nacido

Nimdiki Sherpa con su hijo recién nacido

La máquina de rayos X tiene 25 años y está totalmente oxidada, mientras que la sala de operaciones parece no haber sido limpiada en años. “Hay continuos cortes de electricidad. Si la luz se va mientras estamos operando, tenemos que usar el generador que a veces también se apaga,” cuenta Chitrakar. “Tenemos dos ambulancias que no funcionan desde hace unos dos años. Los vecinos han robado algunas de sus piezas para construirse refugios”.

Ante todo este caos, las pacientes embarazadas se convierten en las más vulnerables. Y es que la comida es insuficiente y los riesgos de contraer infecciones, altos. Ni si quiera cuentan con mantas suficientes para los recién nacidos.

Maya Dhanuke, de 20 años, dio a luz por cesárea. Estaba muy contenta porque su hijo estaba sano. Sin embargo, su estancia en el hospital fue de todo menos confortable. “Estoy feliz porque he podido recibir cuidados médicos durante mi parto, pero la cama era muy incómoda y mi habitación estaba llena de grietas”, comentó.

 

Y ahora, ¿qué?

Todos los pacientes, las embarazadas, los que sufren deshidratación o la mujer mayor con líquidos en los pulmones, se preguntan: ¿dónde iremos ahora?

Más del 80% de los edificios de Dolakha han sido destruidos o dañados. Unas 28 instalaciones médicas fueron totalmente destruidas por el terremoto y 18 quedaron afectadas, por lo que los servicios en estas comunidades han quedado muy limitados. La demanda de tiendas de campaña se ha disparado, creando centros sanitarios improvisados.

Bagwati Khadka, de 21 años, madre primeriza después del terremoto

Bagwati Khadka, de 21 años, madre primeriza después del terremoto

Indu Sharma, experta en nutrición y salud de Plan Internacional en Nepal, ha afirmado que lo vital en estos momentos es ayudar a mujeres embarazadas en periodo de lactancia y a niños menores de cinco años. “El estrés provocado por un terremoto aumenta inimaginablemente en caso de embarazo. Mujeres embarazadas y recién nacidos necesitan atención urgente para asegurar que los partos son seguros y que madre e hijo/a evolucionan favorablemente”.

Plan Internacional ha abierto una oficina temporal en Dolakha para cubrir las necesidades de niños, niñas y familias.

Desde el 25 de abril, hemos repartido 26.151 kits de refugio temporal, 11.834 paquetes de comida y 4.700 kits de agua potable y continuamos con las labores de reparto de ayuda de emergencia entre las familias y los niños y niñas más vulnerables.

Mientras el polvo se asienta y los nepalíes comienzan a recuperarse, hay esperanza para esas nuevas vidas y su futuro. “Espero que mi bebé crezca sano y tenga una buena educación. Solo quiero que vaya al colegio,” dice Maya.

Para que niños como el de Maya, el de Bagwati o Nimdiki tengan derecho a la educación, Plan Internacional ha puesto en marcha seis «Espacios Amigos de la Infancia», donde los niños pueden aprender, jugar y divertirse, y prevé desarrollar hasta 100 en todo el país, que tendrán cabida para que más de 20.000 niños y niñas puedan olvidar por un momento que la tierra tembló tan fuerte que les cambió la vida.

Infografía Nepal un mes después Plan Internacional

Infografía Nepal un mes después Plan Internacional

Terremoto en Nepal – Asmita, 10 años: «El día en que todo mi mundo cambió»

* Por Asmita, 10 años, participante en un programa de Plan Internacional en Nepal. 

[Historia documentada y transcrita por Ananda Raj Katuwal, Coordinadora del Programa de medios de vida y microfinanzas de Plan Internacional en Nepal, que se encontraba en una visita en terreno en la región de Ratmate cuando ocurrió el terremoto.]

Asmita, con su abuela, en la tienda de campaña en la que viven tras el terremoto que derrumbó su casa.

Asmita, con su abuela, en la tienda de campaña en la que viven tras el terremoto que derrumbó su casa. Plan Internacional.

Estaba muy asustada, pensé que todo y todos los que estaban a mi alrededor iban a morir. El suelo se sacudía tan fuerte…había mucho ruido. No pude dormir en toda la noche”, dice Asmita, una niña de 10 años que participa en un programa de Plan Internacional en la región de Ratmate, en el centro de Nepal.

Cuando el terremoto sacudió Nepal el 25 de abril, la pequeña casa de la familia de Asmita se vino abajo inmediatamente, matando además a la cabra que poseían, que estaba dentro cuando la tierra tembló.
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“Que la próxima vez, la historia sea diferente”

Unni Krishnan, Dir. de Preparación y Respuesta ante Desastres de Plan Internacional

El Dr. Unni Krishnan, Director de Preparación y Respuesta ante desastres de Plan Internacional, en una de sus visitas a África Occidental.

Ha pasado un año desde la declaración oficial del brote de Ébola que ha devastado a miles de familias en Guinea, Liberia y Sierra Leona. Aunque las proyecciones son que los tres países van por buen camino para regresar al punto cero, se siguen registrando nuevos casos de contagio. La amenaza de un brote futuro no ha terminado.

Este aniversario brinda la oportunidad de reflexionar sobre las lecciones que hemos aprendido y sirve para prepararse de cara al futuro, en África y más allá. Para conducir hacia el futuro, los buenos conductores siempre utilizan sus espejos retrovisores.

Cada desastre ofrece oportunidades de aprendizaje. Mizuta Masahide, poeta japonés del siglo XVII y samurái, dijo: «Desde que mi casa se quemó allí abajo, ahora tengo una mejor vista de la luna». La forma más adecuada de honrar las vidas que el Ébola ha echado a perder es asegurarse de que algo así no se repita. En vez de especular, es necesario adoptar un enfoque sobre lo que se puede hacer. ¿Cómo responderemos la próxima vez? Son vitales algunas medidas urgentes para escribir una historia diferente.

La velocidad es un factor importante para que cualquier respuesta ante una emergencia sea exitosa. La próxima vez, para ser más astutos que el virus, tenemos que actuar con rapidez en el despliegue de equipos, especialistas y hospitales de campaña. La velocidad jugará un papel crítico para escribir una historia diferente durante los primeros cien días, en África o en otros lugares.

Construir un fuerte sistema de salud pública:

Los especialistas de Plan Internacional en terremotos nos han enseñado una lección sencilla: no son los terremotos los que matan a los niños y niñas que asisten a la escuela, sino la mala calidad de las infraestructuras. Un fuerte sistema de salud pública puede soportar el impacto de una epidemia o la amenaza de pandemia, no sólo de un brote de Ébola, sino también de otros relacionados con enfermedades como el cólera, la meningitis, el síndrome respiratorio agudo (SARS), el síndrome de Oriente Medio respiratorio (MERS) y la gripe aviar.

Incrementar la vigilancia:

El año pasado, las malas condiciones meteorológicas obstaculizaron la respuesta, ya que la expansión del Ébola coincidió con la temporada de lluvias en la zona. No se podía transitar por las carreteras. Bajo estas circunstancias, y ante la ausencia de una fuerte maquinaria de salud y unas redes de seguridad social, las lluvias y las inundaciones amplifican el impacto de cualquier brote que se produzca.

Prepararse y no entrar en pánico:

Para una mayor prevención, lo ideal es mejorar la formación de las comunidades, especialmente los especialistas de salud. La ayuda externa suele tardar semanas o un mes en llegar. Durante los primeros días del brote de Ébola, a excepción de un apoyo muy limitado de organismos como Médicos Sin Fronteras (MSF / Médicos sin Fronteras), la Cruz Roja y Plan Internacional, la gente hacía frente al virus por su cuenta. Si una comunidad está debidamente preparada para responder al Ébola o a cualquier desastre, sus opciones de vencerlo aumentan considerablemente.

Otra medida es iniciar la preparación para desastres, primeros auxilios y lecciones de salud pública directamente en las escuelas para construir una cultura de preparación y minimización de muertes y devastación.

En 2011, un cóctel mortal de múltiples desastres (terremoto submarino, tsunami masivo y un reactor nuclear roto) mató a más de 15.000 personas en Sendai (Japón). Sin embargo, este país ha demostrado que está preparado para salvar vidas cuando suceden estos problemas. Es mucho mejor y más rentable invertir en la preparación para la lucha contra incendios que en la respuesta posterior.

No ignorar las necesidades invisibles:

Mientras que la acción prioritaria debe ser detener la propagación del virus y garantizar entierros seguros, es necesario atender a los impactos invisibles. Por cada crisis de salud pública, hay una crisis humanitaria invisible, como el cierre de escuelas y el aumento de los precios de los alimentos. Además, esto deja muchas a cicatrices en la mente de los jóvenes.

Un informe de investigación elaborado por Plan Internacional concluye que el Ébola ha marcado emocionalmente a los niños y niñas más allá de las consecuencias físicas. El bienestar emocional y la atención psicosocial debe conservar un lugar importante en los esfuerzos de socorro y recuperación.

Los huérfanos que el Ébola ha ocasionado son el verdadero rostro del brote. El mundo tiene que complementar esta demostración de generosidad hacia los afectados con apoyo material, para que estos niños no terminen siendo una carga adicional para las familias que ya están luchando por encontrar alimentos y por pagar las tasas escolares.

La información es un salvavidas en una crisis y los medios de comunicación pueden desempeñar un papel fundamental. Los rumores y la ignorancia han tenido como resultado los ataques a la salud y los trabajadores humanitarios, y a algunos de ellos les ha costado la vida. En una crisis como la del Ébola, cuando la vida y la verdad se convierten en las primeras víctimas, los medios de comunicación deben ir más allá de la mera presentación de informes. Su labor es fundamental para informar, educar y empoderar a la gente.

Uno no puede vencer a un virus invisible y mortal sólo con los médicos. Los medios de comunicación también pueden ayudar a que las autoridades acepten la realidad y favorecer una respuesta rápida. Como dijo Albert Camus, la mejor manera de lidiar con la peste es siendo honesto al respecto.

La colaboración creativa entre tecnología, medios de comunicación, salud y trabajadores humanitarios puede ayudar a escribir una historia diferente ante el próximo brote.

 

“Estaré aquí hasta que termine el Ébola”

Por Awa Faly Ba, directora de comunicación de Plan Internacional en África Occidental

Hoy Salee Manga tiene algo de tiempo para relajarse con sus compañeros. El Centro de Atención Comunitaria (CCC) en Foredugu, Sierra Leona, no ha recibido ningún caso nuevo de Ébola desde hace dos días. Esto es una muy buena noticia dado que hace unas semanas el centro estaba lleno de gente y sus trabajadores tuvieron que acoger a 39 personas bajo la sospecha de estar afectados por la enfermedad. En este día poco convencional, Salee y sus compañeros están recibiendo invitados que llegan desde las oficinas de Plan Internacional en el extranjero.

Salee tiene 24 años y es estudiante de enfermería aunque, en este momento, las escuelas y las universidades están cerradas debido al Ébola. Para mantenerse ocupada, decidió involucrarse y ayudar a derrotar la enfermedad en Sierra Leona trabajando en el CCC y, desde entonces, no ha vuelto a casa. Cuando se comprometió a luchar contra el Ébola y exponerse por tanto a la enfermedad mediante su trabajo en el centro, su familia le prohibió volver hasta que el brote se extinga. Su único contacto con el mundo exterior es su teléfono móvil e Internet. El CCC está conectado a Internet gracias a la colaboración de Plan Internacional con Net Hope.

Trabajadores marcados por el estigma

Salee come y duerme en el centro. Por la noche, después de un largo y estresante día, duerme en una tienda a unos pocos metros de pacientes sospechosos de padecer Ébola, pero ella no es la única. La mayoría de las enfermeras y limpiadoras no pueden volver a casa por el temor y el estigma que inspiran entre sus propias familias. Entre ellas ha crecido un movimiento de solidaridad y, en medio de todo este sufrimiento, son lo suficientemente fuertes para reír juntas, apreciar una buena canción o bailar.

Plan ha dotado al Centro de Atención Comunitaria de instalaciones de  saneamiento y le ha abastecido de agua. Además, se ha encargado de la comida que se les sirve a los pacientes y de la que comen los propios trabajadores y ha puesto en marcha un sistema para garantizar el pago a los empleados de salud en las unidades.

Los trabajadores del centro se han reunido para sacarse una foto con los invitados llegados del Reino Unido y Estados Unidos. Los cuidadores repetían sin cesar que no tocasen nada y se lavaban constantemente las manos, incluso cuando parecían estar relajados. El Ébola aquí es más real que nunca y, aunque el centro no ha recibido ningún caso durante los dos últimos días, los trabajadores permanecen concentrados en combatir la enfermedad porque el peligro está siempre presente.

Cuando la crisis termine finalmente, Salee quiere continuar sus estudios y graduarse como enfermera para seguir ayudando a la gente. Sabe que las escuelas probablemente reabran sus puertas en febrero. Sin embargo, esto le inspira una mezcla entre esperanza y miedo, tal como ella comenta: “Tenemos que asegurarnos de que las escuelas son un lugar seguro. Un caso de Ébola sería suficiente para llevarnos de nuevo a la peor de las situaciones”.

Salee Manga, enfermera que combate el ébola en Sierra Leona.

Salee Manga, enfermera que combate el ébola en Sierra Leona.