Por Alfonso Hernández, responsable de Comunicación de Sonrisas de Bombay
Govandi es uno de los barrios más pobres de Bombay. La gente suele asociar este barrio con nada especial salvo su proximidad con Deonar, el vertedero más grande de la ciudad y uno de los más grandes de toda Asia, que recibe 5.500 toneladas de desechos a diario en sus más de 130 hectáreas de extensión, equivalente a unos 180 campos de fútbol. Justo al lado de este megavertedero se levanta un slum, en el cual vive el 11% de habitantes de los slums de Bombay. Estamos hablando de aproximadamente 575.000 personas. Como si toda la ciudad de Málaga viviera en chabolas.
Nadie quiere vivir en Govandi ni estar cerca del vertedero de Deonar. Por eso es una de las pocas zonas de la hiperpoblada y carísima Bombay – la segunda ciudad más cara del mundo, según Forbes – con espacio para que los últimos que llegan a la ciudad puedan levantar algo parecido a una casa. Unas cuantas planchas de chapa es lo máximo que pueden permitirse estas familias, y esperar mejores perspectivas de futuro. Por desgracia, en el mejor de los casos sus habitantes consiguen malvivir pidiendo dinero en las calles, recogiendo basuras, chatarra o como jornaleros de día. No hay muchas perspectivas de bienestar si tienes que sobrevivir de lo que ofrece un vertedero.
Los niños, por su parte, tampoco tienen muchas probabilidades de salir de ese entorno, ya que a partir de los 4 o 5 años acompañan a sus padres en el vertedero. No es que las tasas de abandono escolar sean sangrantes, sino la escolarización en sí. Hasta los 6 años, cuando comienza la educación primaria obligatoria, los niños tienen tiempo para asimilar y aceptar al vertedero como una fuente de supervivencia, como una posibilidad – incómoda pero real – de ganarse la vida igual que sus padres. De forma que cuando comienzan primaria puede ser demasiado tarde para romper esa relación de dependencia que al mismo tiempo los está excluyendo de un futuro con más oportunidades.
Vivir al borde del vertedero es vivir con 30, 50 euros al mes, cuando el alquiler de una de estas infraviviendas puede costar 400 euros al mes. Una situación de extrema vulnerabilidad y de extrema desigualdad. A unos cuantos kilómetros de Govandi, en los barrios de Worli, Altamount o Malabar Hill, el precio del metro cuadrado es mayor que en Nueva York, y en uno de estos barrios se encuentra la residencia privada más cara del mundo, después del palacio de Buckingham. Su valor: 689 millones de dólares.
Lógicamente, en este paraíso de la desigualdad es donde más sentido tiene actuar para una ONG. En Govandi, Sonrisas de Bombay cuenta con seis parvularios, concretamente en Deonar, Chedda Nagar y Sathe Nagar. También en Govandi comenzamos a actuar, en 2018, en una escuela pública de primaria, Shivajirao Shendge, facilitando becas a 30 niños y niñas de estas familias vulnerables.
Hoy 20 de febrero, Día Internacional de la Justicia Social, desde Sonrisas de Bombay queremos poner el foco en este tipo de realidades incómodas de extrema desigualdad. Donde los desperdicios que arrojan los 557 multimillonarios que viven en Bombay son el medio de vida para más de 15 millones de personas que viven en slums, en la misma ciudad.