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Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

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Devolviendo la infancia a niñas y niños con la creación de espacios seguros

Por Fabian Boeckler, Plan International, desde Lago Chad. 

Los espacios seguros para la infancia son lugares en los que las niñas, niños y adolescentes están seguros y protegidos mientras desarrollan actividades lúdicas y deportivas que les permiten generar resiliencia y superar el trauma.

La falta de acceso siempre ha sido el mayor obstáculo a la hora de proporcionar ayuda humanitaria en algunos de los distritos locales de las áreas más afectadas del noreste de Nigeria, impidiéndonos a los trabajadores humanitarios llegar a los niños y niñas vulnerables, así como las mujeres y sus comunidades. Sin embargo, la iniciativa de las unidades móviles nos ha permitido llegar a las poblaciones más inaccesibles para llevar una ayuda muy necesitada.

El equipo de unidades móviles está formado por cinco miembros que incluyen nutricionista, enfermero, trabajadora social, ingeniero y conductor. Una parte esencial de la iniciativa es el espacio móvil de protección a la infancia. Este concepto está ganando fuerza (no sólo en Nigeria sino como componente clave de nuestra respuesta por todo el Lago Chad y en otras zonas). Una vez entendido en la teoría, estoy muy ilusionado de verlo llevarse a la práctica.

Los niños y niñas, sus familias y sus comunidades reciben el apoyo de Plan International, que colabora con ellos creando espacios seguros para la infancia © Plan International

Mi llegada a Watu

Cuando llegué a Watu, mis compañeros y yo paramos en un lugar prácticamente rodeado de edificios que habían sido colegios, donde pude ver incluso señales conmovedoras del conflicto: uno de los colegios había sido destruido. Sin embargo, a pesar de los escombros y la destrucción, pude sentir una atmósfera de alegría.

Para ser sincero, necesité un tiempo para adquirir perspectiva de lo que estaba pasando a mi alrededor, porque no era exactamente lo que me esperaba. Aunque había visto muchos de nuestros espacios seguros para la infancia en todo el mundo, esperaba encontrar una de nuestras típicas casetas grandes y blancas con niños y niñas jugando en su interior. Lo que me impactó al principio fue el gran número de niños, niñas y adolescentes que participaban de forma activa (hay más de 400 personas que forman parte de al menos ocho actividades).

Las chicas jugaban al fútbol; un grupo de chicos estaba perdiendo una partida del juego de la soga contra sus contrincantes femeninas; niños y niñas competían en carreras de sacos. Otros niños jugaban a construir edificios con ladrillos, a modelar arcilla, a hacer ganchillo, a dibujar o hacer los deberes (con el apoyo de varios de los trece voluntarios comunitarios).

Cuando le pregunté a una de las adolescentes a quién le iba a regalar el trabajo de ganchillo que estaba haciendo, contestó: “Hay niños y niñas en la comunidad cuyos padres no tienen dinero para comprarles ropa. La ropa que tejemos es para ellos”.

Mary and Salima son respetadas en la comunidad. Las dos, enfermera y profesora retiradas, son las únicas mujeres miembro de su cerrada comunidad de líderes locales © Plan International

Haciendo que todos los miembros de la comunidad se involucren

Durante mi visita al espacio seguro conocí a Elizabeth, nuestra trabajadora social y miembro de la unidad móvil. Llevaba un niño dormido en los brazos y explicó: “Este niño atrajo mi atención durante las actividades porque se mantenía aislado y no quería participar. Hablé con los voluntarios y, una vez que identificamos a los padres del pequeño, les ofrecimos apoyo y logramos que se implicaran”.

De esta forma se identifican los casos potenciales de menores en riesgo durante las actividades realizadas en el espacio seguro para la infancia. Elizabeth hace hincapié en la importancia del apoyo psicosocial y en la asesoría, pero también se ofrecen muchos otros servicios a través de las unidades móviles. Por ejemplo, los nutricionistas organizan una prueba para detectar la desnutrición infantil (el MUAC, que consiste en la medida de la circunferencia del brazo del niño o niña) de modo que los menores puedan ser remitidos a tratamiento en caso de ser necesario.

No hay refugio para la infancia

La columna vertebral de nuestro proyecto de unidad móvil son los voluntarios comunitarios. Entre ellos está Idris, que dice: “Antes de iniciar las actividades del espacio seguro para la infancia, los niños y niñas tenían mucho miedo de las experiencias que habían vivido. Permanecían en casa y no tenían otro lugar a dónde ir. Ahora, míralos. Están recuperando su infancia”.

Cuando le pregunto por qué es voluntario, Idris contesta: “Somos voluntarios porque es una forma de ayudar a nuestros niños y niñas. Queremos verlos crecer para que puedan ser alguien el día de mañana”. Si nadie se preocupa por la infancia, se estará preparando terreno para un nuevo conflicto. Cuando me despido, Idris me hace una promesa: “Aunque te vayas, nosotros continuaremos”.

Fabian Boeckler, Coordinador del Programa del Lago Chad, ha recorrido el mundo y visitado los espacios seguros para la infancia, un elemento clave en los programas de protección infantil en emergencias de Plan International. Ahora nos cuenta su viaje a Watu, una comunidad del distrito local de Michika en el Estado de Adamawa, que le ha permitido ver el nuevo concepto que Plan International Nigeria está llevando a cabo como parte de la respuesta humanitaria en el noreste del país: espacios de protección de la infancia dentro de sus unidades móviles.

Siria, también en guerra contra las enfermedades crónicas

Por Vanessa Cramond, Médicos Sin Fronteras, desde Siria. 

La falta de acceso a tratamientos y material sanitario complica la vida de los enfermos crónicos en Siria

Estoy apoyada en el extremo de la cama de Aisha, una niña de ocho años. Padece talasemia beta mayor, el tipo de trastorno sanguíneo más grave y potencialmente mortal de la talasemia. Aisha está a medio camino de completar su primera unidad de sangre diaria. Su pequeño cuerpo es frágil, está amarillento a causa de la ictericia y presenta un abdomen grande, tirante e hinchado. Aisha está acurrucada en el colchón y tiene una hermosa sonrisa.

En el laboratorio de un hospital de MSF en Siria se pueden hacer diagnósticos básicos, así como las pruebas para que opere un pequeño banco de sangre. © Robin Meldrum/MSF

La familia de la pequeña tuvo que enfrentarse a muchos peligros para darle los cuidados que necesita. Pese a haber huido de la ciudad de Raqqa el mes pasado, han logrado encontrar la manera para que Aisha reciba regularmente transfusiones sanguíneas. Lo consiguen gracias a las donaciones de los miembros de la familia, que también se encargan de comprar y encontrar los suministros médicos y artículos de laboratorios necesarios, así como las clínicas donde poder llevar a cabo este proceso.

Cuando trabajaba en Siria, a finales de 2013, sabíamos que había muchos menores y jóvenes en el norte del país con talasemia que tenían dificultades para acceder a los servicios sanitarios para recibir sus transfusiones de sangre de forma regular. Médicos Sin Fronteras (MSF) tenía planes de intervenir ofreciendo un programa médico para que estos niños tuvieran la atención que necesitaban. Sin embargo, la creciente gravedad del conflicto  y la falta de seguridad relegaron al equipo de MSF en Siria a la periferia. Pacientes como Aisha, que vive con la enfermedad, esperan a que podamos volver a tener acceso a la población.

La talasemia es un conjunto de trastornos relacionados con la sangre que afectan al paciente de forma leve o grave. Los que se ven más perjudicados sufren malformaciones en sus glóbulos rojos, que los hacen menos eficaces para transportar el oxígeno por el cuerpo. Esta complicación provoca anemia de por vida. En Siria, se calcula que el 5% de la población tiene talasemia o padece algunos de sus síntomas.

Un enfermero comprueba el suero sanguíneo de un paciente en una clínica al este de Alepo. © KARAM ALMASRI

La pequeña Aisha es completamente dependiente de la generosidad de su familia en forma de hemoglobina, elemento rico en hierro. Precisamente es el exceso de hierro, o más bien la falta de control de sus niveles en sangre, lo que pone en peligro a la pequeña. Sin los pertinentes análisis regulares y la medicación regular, el hierro se acumula de forma preocupante, provocando un daño inmenso a sus órganos internos (corazón, riñones o hígado), viéndose amenazada su vida. Aisha necesita urgentemente tomar sus medicamentos (quelantes) para que la sangre que recibe no la cure y la mate al mismo tiempo. Hace tres años que no los toma. Sus padres me cuentan lo complicado y caro que está siendo conseguir y dar estas medicinas.

Su pequeño cuerpo, aún sin haberle hecho los análisis, me dice que Aisha tiene insuficiencia renal.

 

Enfermedades crónicas y olvidadas

Las enfermedades crónicas como la talasemia son prácticamente invisibles en la guerra. Envuelto en un caos que dura ya seis años, el sistema de salud se desmonora y es disfuncional e incapaz de cuidar a la gente como hacía antes del conflicto. Hemos visto cómo han reaparecido enfermedades poco comunes, como la poliomielitis, el sarampión, la tosferina y la hepatitis A. Las crecientes dificultades de acceso a la atención primaria, secundaria y especializada han tenido como resultado el aumento de las discapacidades, la morbilidad y la mortalidad. Además, muchos hospitales han sido abandonados y dañados por los combates y el personal médico hace tiempo que se ha ido. Las consecuencias indirectas de esta guerra sobre la salud de la población son incalculables y se dejarán sentir durante décadas.

MSF proporciona programas de vacunación para niños llegados de Raqqa y de ciudades de alrededor. © MSF

Menores como Aisha, que requieren una atención médica regular y especializada, han sido olvidados. Me desespera la situación de estos pequeños, porque su corta vida se ha visto más reducida aún por culpa de esta sangrienta guerra. Un conflicto que les ha privado de una vida llena de transfusiones de sangre y quelaciones, que les habría permitido ir a la escuela y tener energía y fuerza para jugar con sus amigos.

El panorama actual nos deja ante una situación desalentadora. Para reanudar la quelación para pacientes como Aisha, se requieren más recursos en laboratorios, además de medicamentos, suministros y personal médico capacitado. Nunca antes hemos tenido que poner en marcha este tipo de tratamiento, y mucho menos en el marco de un conflicto. La quelación puede implicar largas perfusiones diarias de medicamentos, que normalmente se hacen por las noches a cargo de enfermeros o familiares. Este mecanismo para alargar la vida de los pacientes debe llevarse a cabo a diario para que las familias puedan considerarlo un mecanismo fiable. Tenemos que conseguir un tratamiento de este tipo para Aisha y los cientos de niños que se encuentran en su misma situación.

Anoche escuché un avión de guerra. Me pregunto si podemos prometer a estas personas, que nos necesitan, que nos quedaremos a su lado. El sonido de los reactores se me antoja como un claro recordatorio de la incertidumbre de este conflicto y su capacidad para interferir en el derecho de recibir atención médica.

La familia de Aisha me cuenta qué ha sido de ellos desde que abandonaron Raqqa. Saben lo frágil que es la vida. Puse mi mano en el hombro de la madre de Aisha e intercambiamos una mirada. Sabe lo mal que está su hija y lo valioso que es cada día que pasa con ella.

Sé que es posible que no podamos prolongar más la vida de Aisha. Llegamos tarde, quizás demasiado. Pero intentaremos y trataremos de ayudar a tantos otros niños y niñas que se enfrentan a su misma situación.

Mientras tanto, la sonrisa de Aisha me llena la mirada cuando le hago cosquillas en el pie y jugamos a ser vampiros.

 

*Los nombres y los detalles de este artículo han sido cambiados.

Testimonio en Siria: Madaya

Mientras conducíamos hacia Madaya, en un convoy de cientos de metros que serpenteaba por la autopista de Damasco, se me hizo un nudo en la boca del estómago. Sin saber lo que nos encontraríamos allí, recordaba las desgarradoras imágenes de niños demacrados suplicando con los ojos un descanso de este asedio. Me era difícil no estar angustiado con esa clase de angustia que se mete hasta los huesos.

El silencio era inquietante mientras atravesábamos las ciudades justo antes de llegar a Madaya. Hileras e hileras de restaurantes abandonados, tiendas cerradas con persianas oxidadas, casas atrancadas, jardines abandonados y arbustos sedientos que ya se habían vuelto marrones. El vacío y abandono eran desoladores.

Después de horas esperando en el check point entramos despacio en Madaya, en el momento en el que el sol empezaba a ocultarse. Me quedé inmediatamente impactado por lo que vi, pensando si estaba en el sitio correcto. Vinieron todos, sin importarles la hora, mientras conducíamos por la ciudad en nuestros coches de Naciones Unidas, lentamente con sus banderas izadas, seguidos de camión tras camión de suministros para salvar vidas.

Niños por todas partes corriendo junto al convoy. Su alegría era incontenible. Las mujeres observando desde los balcones, los jóvenes de pie, firmes en las esquinas de las calles, con mirada de sospecha pero algo aliviados de que estuviéramos ahí. Todos escoltaron el cargamento lo largo del camino.

Empezamos el descargue de suministros en el mismo instante en el que bajamos de nuestros vehículos. El equipo de UNICEF fue directamente a la clínica improvisada. Como el flautista de Hamelín, los niños y las mujeres nos siguieron, llamando a la médico de UNICEF que recordaban de otros convoyes, “¡Dra. Raija! ¡Dra. Raija!” Estaban tan contentos de verla otra vez, esperando que trajera más medicamentos…y algunas respuestas. Hicieron una fila en el exterior de la clínica, dispuestos a esperar lo que hiciera falta para verla.

UNICEF/2016/Syria Descargue de provisiones en Madaya

UNICEF/2016/Syria Descargue de provisiones en Madaya

Paciente tras paciente, pasaron a ver a la Dra. Raija, todos compartiendo historias. Padres de hijos que habían dejado de comer porque sus cuerpos no podían tolerar ya más que arroz y alubias. Niños que ya no podían andar erguidos por una falta de vitamina D y micronutrientes que había provocado raquitismo en sus huesos, o niños que habían dejado de crecer por completo por una falta de vitaminas esenciales. Una madre nos mostró la botella de su bebé rellena con agua de cocción de arroz, sus pechos se habían reducido tanto que necesitó cirugía. “Mira con lo que alimento a mi hijo”, nos dijo.

Prácticamente todas las personas con las que hablamos nos pidieron proteínas (carne, huevos, leche, vegetales) algo más para sustentarse que los productos secos que estaban disponibles. Una madre nos explicó que ahora, cada vez que su hija huele el trigo integral bullendo se pone a llorar.

La doctora nos informó de un número creciente de abortos, 10 casos en los últimos 6 meses, debido al estado nutricional de las madres. Durante el último año tuvo que llevar a cabo más de 60 cesáreas. Nos contó que estas cifras no se habían dado hasta la crisis. Pero las mujeres ya no tienen la fuerza para dar a luz, y muchos embarazos superan el plazo previsto, también debido a la paupérrima salud de las mujeres embarazadas.

No vimos tanta desnutrición como en visitas anteriores. Esta vez no fue la demacración física la que nos impactó, sino la demacración psicológica. Los médicos nos informaron de 12 intentos de suicidio, 8 de ellos mujeres. El asedio prolongado ha llevado a las personas al límite, y algunos han visto en la muerte la única salida.

El trabajador sanitario local recopila las historias: la madre de 5 niños que vio como no tenía más comida que dar a sus hijos, un estudiante de instituto al que no le permitieron abandonar Madaya para hacer sus exámenes, una recién casada de 21 años que acababa de perder a su marido por la violencia y no tuvo fuerzas para seguir sola, una chica de 16 años que no veía ningún futuro en medio de ese infierno…

Todas intentaron acabar con sus vidas como última salida, como única posibilidad de escapar de aquel horror diario. Era evidente que los mecanismos de las personas para hacer frente a aquella situación estaban derrumbándose, su capacidad de resiliencia se estaba poniendo verdaderamente a prueba en ese asedio que temían no tuviera fin.

Los médicos y profesionales de la salud por su parte han demostrado verdadera resiliencia. Trabajar en estas terribles condiciones, sin poder contar con la mayoría del equipamiento y suministros básicos. Uno de los médicos nos contó que había empezado a recurrir al gel de ducha para las ecografías, al no tener desde hacía tiempo el gel necesario. Nos enseñó su quirófano. Un batiburrillo de cajas de plástico, estantes antiguos de madera y suministros quirúrgicos en bandejas expuestas que esterilizaba con fuego, al haberse quedado sin alcohol. Y aun así continuaba, porque lo contrario no es una opción.

Y en medio de este sufrimiento, me encontré con una niña de 10 años. Desnutrida pero sonriente ante la doctora Raija, encantada de verla de nuevo. Le pregunté por el colegio y sobre lo que quería hacer cuando creciera. Me miró con unos enormes ojos marrones llenos de esperanza y dijo: “Quiero trabajar contigo”.

Revoloteó por la clínica hasta que el último paciente fue examinado, y mientras subíamos por las escaleras fuera de la clínica, que estaba en un sótano, me cogió de la mano y la agarró con fuerza. De vuelta, mientras recorríamos las calles, desapareció con su madre en la oscuridad. Rezo por volver a verla en una Madaya que volverá a estar de nuevo, algún día, a abrir sus puertas.

 

Mirna Yacoub, representante adjunta de UNICEF  en Siria

Una nueva ciudad en el desierto

A las afueras de un pueblo polvoriento de Iraq, está floreciendo una nueva ciudad. Cada día, cientos de personas llegan al campamento de desplazados de Debaga.

“400 de los que estamos aquí nos fuimos juntos”, cuenta Ali*, que al igual que otros muchos residentes del campamento es de Haji Ali, al sur de Mosul, en la provincia de Ninewa. Huyeron durante la escalada del conflicto en su pueblo, cuando el grupo armado de la oposición, que llevaba dos años en el poder, comenzó a perder terreno. “Nos escapamos y nos fuimos hacia el río Tigris”, dice.

En el camino que lleva a la entrada del campamento, los vehículos reducen la marcha hasta avanzar al paso de las personas. Las familias llegan como pueden: a pie, apiñados en coches destartalados o en la parte trasera de camionetas. En el arcén hay una fila de casetas y refugios. En uno de ellos, un hombre corta con una sierra un bloque grande de hielo. En otro, tres niños se esconden del calor abrasador bajo una lona azul.

© UNICEF/UN025325/Mackenzie Ali*, de 75 años, llegó al campamento después de caminar durante dos días para escapar del conflicto de su pueblo. Anduvo junto a otros cientos de habitantes de su pueblo. Su grupo se vio atrapado en el conflicto y dos personas resultaron heridas de bala. Los militantes abdujeron a su hijo después de tomar el control del pueblo hace dos años. “No sabemos qué fue de él”, dice. “No hemos vuelto a saber nada”.

© UNICEF/UN025325/Mackenzie
Ali*, de 75 años, llegó al campamento después de caminar durante dos días para escapar del conflicto de su pueblo. Anduvo junto a otros cientos de habitantes de su pueblo. Su grupo se vio atrapado en el conflicto y dos personas resultaron heridas de bala. Los militantes abdujeron a su hijo después de tomar el control del pueblo hace dos años. “No sabemos qué fue de él”, dice. “No hemos vuelto a saber nada”.

Hace un calor sofocante. Las calles están llenas de camiones que transportan agua y ayuda humanitaria de emergencia. Muchos de los niños que hay van descalzos. La mayoría de las personas salieron de sus casas tan deprisa que la única ropa que tienen es la que llevaban puesta cuando escaparon.

“Unos hombres armados entraron en nuestra casa y comenzaron a disparar. Querían obligarnos a ir a otro lugar para utilizarnos como escudos humanos”, cuenta Fatima*, familiar de Ali.

Debaga se construyó para albergar únicamente a las familias desplazadas que vivían en emplazamientos informales de la zona. En noviembre de 2015 –aproximadamente, un mes después de su apertura– el campamento de Debaga ya acogía a 3.300 personas. Desde entonces, el número ha crecido diez veces más.

Rápidamente, el campamento se amplió a un estadio de deportes cercano, y cerca de allí se está construyendo otro asentamiento. En la actualidad, hay más de 30.000 personas repartidas entre los tres asentamientos, y se estima que en los próximos meses llegarán 15.000 más.

El segundo asentamiento, llamado simplemente El Estadio, es un campo de fútbol de césped seco flanqueado por dos grandes gradas. En tiempos mejores fue un terreno de juego en el campo donde los niños solían pasarse la pelota de aquí para allá. Ahora, alberga filas de tiendas rodeadas por una alambrada.

© UNICEF/UN027628 Una familia que dejó hace poco su pueblo y llegó al campamento de Debaga se reúne en su tienda. Después de huir de su hogar la casa quedó destruida, pero Abu Omar, el padre, aseguró: “Mi familia es lo más importante. Estamos a salvo. Eso es lo que importa”.

© UNICEF/UN027628
Una familia que dejó hace poco su pueblo y llegó al campamento de Debaga se reúne en su tienda. Después de huir de su hogar la casa quedó destruida, pero Abu Omar, el padre, aseguró: “Mi familia es lo más importante. Estamos a salvo. Eso es lo que importa”.

“Escapamos por la noche”, cuenta Nektal. “En total, éramos unos 200 habitantes del pueblo. Caminamos hasta Makhmour y allí nos ayudaron a llegar hasta aquí”.

Mientras cruzaban una tierra de nadie entre grupos armados, el hermano pequeño de Nektal pisó una mina terrestre. “No pudimos llevarlo con nosotros, tuvimos que dejarlo ahí”, explica Nektal.

A la entrada del Estadio hay dos tiendas grandes llenas de mujeres y niños esperando para ser alojados en una tienda individual. Sanar está cuidando de Salafia, una niña alegre con la cara regordeta y una cicatriz en el antebrazo izquierdo.

“Una bomba rompió una ventana de nuestra casa”, explica Sanar. “Los cristales rotos le cayeron en el brazo. Ella estaba dormida cuando sucedió; de hecho, siguió durmiendo”.

© UNICEF/UN027632/Mackenzie Unos niños juegan en un balancín improvisado en una de las nuevas extensiones del campamento para desplazados de Debaga, conocido como Debaga Dos.

© UNICEF/UN027632/Mackenzie
Unos niños juegan en un balancín improvisado en una de las nuevas extensiones del campamento para desplazados de Debaga, conocido como Debaga Dos.

Sanar huyó con 12 miembros de su familia y juntos realizaron a pie el trayecto de seis horas. Cuando llegó al campamento de Debaga, recibió un kit de emergencia distribuido como parte del Mecanismo de Respuesta Rápida liderado por UNICEF. Los alimentos, el agua y los suministros de higiene incluidos en el kit están ayudando a su familia a salir adelante durante los primeros días en el campamento.

En el exterior de la tienda hay decenas de personas en fila que llevan cubos y esperan para recibir agua. Contar con agua limpia y adecuada es uno de los asuntos más urgentes en el campamento. Cada día, UNICEF transporta en camiones 945.000 litros de agua potable, lo que corresponde a 35 litros por persona. UNICEF, además, está proporcionando duchas y letrinas y evaluando constantemente la calidad del agua para garantizar que siga siendo segura.

El plan a largo plazo consiste en perforar hasta seis pozos. Pronto se comenzará a trabajar en un canal de agua que distribuirá el agua por el campamento y, al mismo tiempo, acabará con la necesidad de enviar 60 camiones distribuidores cada día.

En el principal centro de tránsito del campamento, dos nuevos contenedores prefabricados se están instalando junto a la clínica del campamento. Los equipos de salud y nutrición de UNICEF utilizarán los contenedores como unidades permanentes de supervisión de inmunización y crecimiento. En todo el campamento, los trabajadores de la salud, vestidos con batas blancas, garantizan que los niños estén al día con las vacunas esenciales contra la poliomielitis, el sarampión y otras enfermedades prevenibles.

A la vuelta de la esquina, los niños juegan en un espacio adaptado para ellos establecido con la ayuda de UNICEF. Estos lugares brindan a los niños la oportunidad de hacer deporte, aprender música, crear arte, pasar tiempo con los amigos y, en definitiva, volver a ser niños.

Mientras el conflicto de Iraq sigue ocasionando nuevas oleadas de desplazamientos, escenas como las de Debaga se harán cada vez más frecuentes.

Foto 4 © UNICEF/UN025353/Mackenzie Unos niños corren hacia una tormenta de arena pasajera en un terreno que se está preparando para ser otra extensión del campamento para desplazados de Debaga, conocido como Debaga Dos.

Foto 4
© UNICEF/UN025353/Mackenzie
Unos niños corren hacia una tormenta de arena pasajera en un terreno que se está preparando para ser otra extensión del campamento para desplazados de Debaga, conocido como Debaga Dos.

“Las dificultades logísticas son enormes”, asegura el Jefe de la Oficina de Erbil, Maulid Warfa. “La situación es muy fluida y cambia constantemente. Estamos proporcionando suministros de emergencia, así como agua y saneamiento. Hemos abierto dos espacios adaptados para la infancia y estamos vacunando a los niños; pero esto es solo el principio. Tenemos mucho trabajo por delante. Quedan miles de personas por llegar”.

*Los nombres se han cambiado

 

 

 

 

Chris Niles

Consultora de comunicación en emergencias de UNICEF Iraq

La juventud canta para cambiar el mundo

Florence Cisse, Plan International en Senegal

En el Estudio Timbuktu, en Senegal, los jóvenes aprenden a utilizar su voz no sólo para crear música, sino para convertirla en un instrumento de transformación.

En los suburbios de Dakar, existe un estudio de música muy especial llamado Timbuktu. Aquí, los bolígrafos componen canciones sobre el papel, los ritmos hacen latir los altavoces, y la juventud de Dakar rapea la realidad de sus comunidades.

El Estudio Timbuktu utiliza la cultura y acoge a los jóvenes con ganas de hablar sobre su vida en canciones. El estudio forma parte de un proyecto puesto en marcha por Plan International con el apoyo del rapero sueco Jason Diakité, también conocido con el nombre artístico Timbuktu.

El rapero Timbuktu con algunos de los chicos y chicas que acuden al estudio impulsado por Plan International en Senegal

El rapero Timbuktu con algunos de los chicos y chicas que acuden al estudio impulsado por Plan International en Senegal

El proyecto tiene como objetivo promover la música rap como herramienta para defender y promover los derechos de los niños y las niñas. De esta forma, los jóvenes se forman acerca de sus derechos y aprenden diferentes vías de participación en el desarrollo de sus comunidades.

Un equipo de técnicos y productores jóvenes comprometidos ayuda a los chicos y chicas para que tomen contacto con el mundo de la composición, la programación, la grabación y la producción musical.

Hace poco, el estudio pidió a 15 jóvenes que trabajasen en una serie de temas centrados en los abusos sobre la infancia (particularmente en el caso de las niñas), el acceso a la educación y el liderazgo juvenil. Las canciones fueron recopiladas en el primer CD de rap en defensa de los derechos de la infancia en Dakar.

Los jóvenes que participan en el estudio aprenden a desenvolverse para poder producir su propia música

Los jóvenes que participan en el estudio aprenden a desenvolverse para poder producir su propia música

El Estudio Timbuktu ha producido el primer CD de rap en defensa de los derechos de la infancia

El Estudio Timbuktu ha producido el primer CD de rap en defensa de los derechos de la infancia

Cultivando sus capacidades y reconociendo los retos a los que se enfrenta la juventud en Dakar, el Estudio Timbuktu empodera a los jóvenes enseñándoles a utilizar sus voces para cambiar el mundo.

“Veo cómo mejoran, cómo han pasado de no saber apenas nada acerca de componer, al punto en el que están actualmente: ahora lo llevan en la sangre”, afirma el cantante Jason Diakité.

Echando la vista atrás a lo largo de su recorrido como rapero, que comenzó cuando tenía 14 años, Jason ve el estudio como una forma de hacer que los chicos y chicas que participan en él encuentren motivos para estar orgullosos, aumenten su autoestima y se empoderen.

Diakité explica: “Saber de lo que eres capaz, en eso consiste el empoderamiento. Los adultos quizá no entienden lo importante que es para los jóvenes tener voz, sentir que pueden hacer algo valioso. Tener una idea y ser capaces de plasmarla en un papel y cantarla, les hace sentirse a gusto consigo mismos”.

El papel del Estudio Timbuktu crece cada año, incrementando el número de chicos y chicas que toman parte en la lucha a través de la música y utilizando el estudio como espacio de producción así como una fuente de inspiración y creatividad musical.

Diakité mira al futuro con ilusión: “Mi esperanza para los próximos tres años es que más jóvenes puedan venir – que más personas, tanto chicos como chicas, puedan venir y aprender”.

La organización de ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo Plan International trabaja para garantizar y proteger los derechos de los niños, niñas y jóvenes. A través de programas de emprendimiento y participación juvenil, Plan International en España garantiza que los jóvenes puedan continuar su educación, accedan a un trabajo digno y tengan mejores oportunidades de futuro.

 

Una infancia en la calle es una vida sin derechos

Día Internacional de los Niños de la Calle

Por Amrullah Amrullah, gerente del programa de Protección de la Infancia de Plan International en Indonesia

Niños y niñas de la calle participan en un taller de Plan International en Jakarta

Niños y niñas de la calle participan en un taller de Plan International en Jakarta

Hay pocas oportunidades para quienes viven en los barrios pobres de Yakarta. Y esto es especialmente cierto en el caso de la infancia. Algunos recogen botellas de plástico y otras cosas de la basura, otros tocan el banjo en los autobuses pidiendo limosna, consiguiendo lo justo para poder seguir sobreviviendo. Sus padres no se pueden permitir pagar el precio de los certificados de nacimiento y sin esos certificados su futuro está muy limitado.

Los altos costes y el excesivo papeleo hacen que conseguir un certificado de nacimiento en Indonesia se convierta en una pesadilla burocrática. Pero el registro de nacimientos es algo absolutamente necesario. Sin una identidad legal, ven negado el acceso a la educación y a la salud. El registro de matrimonio, el pasaporte y el derecho a voto también están fuera de su alcance.

Según los datos del Ministerio de Asuntos Sociales de 2012, más de 94.000 niños viven en las calles en Indonesia, de lo que solo 7.000 están en la capital, Yakarta. No obstante, solo un quinto, el 22%, está registrado.

Indonesia tiene una de las tasas de registro de nacimiento más bajas de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). En Camboya, Tailandia, Singapur y Vietnam, por ejemplo, más del 90% de la población está registrada.

El año pasado, Plan International realizó encuestas en cinco barriadas de Yakarta y descubrió que más del 60% de los padres nunca habían intentado registrar a sus hijos. En toda Indonesia, Plan International estima que tres millones de niños y niñas se unen cada año a los 30 o 35 millones que no están registrados.

El sistema de servicios públicos no ofrece las oportunidades adecuadas para que los niños y niñas de la calle puedan ser registrados, con una larga lista de documentos requeridos para cumplir los criterios, que incluyen: notificación de nacimiento, una carta de informe de nacimiento del alcalde del municipio, libro de familia o carta de residencia y certificado de matrimonio o de divorcio de los padres.

Niños y niñas reciben un certificado de nacimiento con el apoyo de Plan International.

Niños y niñas reciben un certificado de nacimiento con el apoyo de Plan International.

La encuesta de Plan International descubrió que solo el 54% de los encuestados tenían un notificación de nacimiento de sus hijos o hijas. La mayoría, el 84%, no tenía una carta de informe de nacimiento del ayuntamiento. Solo la mitad disponía de un libro de familia o carta de residencia y menos del 40% de los encuestados tenía un certificado de matrimonio del Registro Civil.

Políticamente, el Estado está obligado a desarrollar un sistema que asegure el bienestar  y protección de la infancia y, por esta razón, el Ministerio de Asuntos Sociales lanzó recientemente un programa nacional para el bienestar de la infancia. El objetivo del programa es ofrecer a cada niño y niña una cuenta de ahorro con un depósito de alrededor de 150 dólares para cubrir los costes de la educación primaria y la atención sanitaria. Pero sin un certificado de nacimiento, los niños y niñas  sin registrar no podrán acceder a este sistema.

Ani, de 15 años, no sabe dónde está su padre, lo que significa que no podrá conseguir un certificado de nacimiento. Para registrarse, necesita el DNI de su padre, el certificado de matrimonio de sus padres y un libro de familia. Está frustrada porque no puede ser una ciudadana oficial de su país.

Tri, también de 15 años, va a una escuela informal y trabaja cantando en la calle, con lo que gana unos dos dólares al día. Es consciente del valor de un certificado de nacimiento, especialmente para su educación.

“Mis padres están divorciados. Mi padre está muy ocupado trabajando y no tiene tiempo de registrar mi certificado de nacimiento. Ni siquiera entiende su importancia”, dice.

Desde 2012, Plan International lleva a cabo un programa para el registro universal de nacimientos de los niños y niñas de la calle de Yakarta. El programa busca concienciar  a los niños de la calle y sus familias sobre la importancia del registro y, además, ayudar al Gobierno a ofrecer un acceso más fácil al registro.

“Una infancia en la calle es una vida sin derechos. En el mundo hay 250 millones de niños y niñas que viven en las calles. Por eso, es necesario apoyo institucional y legislativo para abordar este problema, que radica en la falta de registro de nacimientos, en la pobreza y en la violencia contra la infancia. Los niños y niñas que han vivido en la calle pueden salir adelante a través de educación y apoyo psicosocial. Es posible devolverles la dignidad y darles los conocimientos para que puedan salir de la situación de pobreza extrema”, explica Concha López, directora general de Plan International España.

Plan International ya ha conseguido algunos logros después de incidir en las políticas del gobierno sobre registro de nacimientos. El último año, el parlamento indonesio cambió la ley para hacer más accesibles y baratos los registros, eliminando tasas y el requerimiento de que el registro se debía llevar a cabo en el lugar de nacimiento. Más de mil niños y niñas han sido registrados ya desde la simplificación del procedimiento. Parece que el reto puede conseguirse si la sociedad civil, las empresas, los gobiernos y las comunidades se unen para ayudar a los niños y niñas excluidos.

El Día Internacional de los Niños de la Calle es una manera de concienciar sobre los niños y niñas que simplemente no existen y sobre el valor del registro para ofrecerles un mejor futuro. El Consorcio de Niños de la Calle, del que Plan International forma parte, anima a la población a que colabore para que las voces de los niños de la calle se oigan en todo el mundo.

 

¿Refugiados, migrantes o personas?

Unni Krishnan, Director de Respuesta ante Desastres de Plan International

“We know where we´re going… We know where we´re from”, cantaba Bob Marley en un contexto y una era diferentes.

Este año 2015  miles de personas, muchas de ellas niños y niñas, han huido de sus hogares en un éxodo global. Son personas que saben de dónde son, algunas sabían su destino, pero no todas lo han logrado. Más de 3.580 personas han muerto o desaparecido en el mar Mediterráneo, y cientos de refugiados siguen atrapados entre los estrictos controles fronterizos.

Siria es el escenario de un conflicto cuya violencia y sufrimiento ha afectado y afecta a 13.5 millones de personas, de las cuales la mitad son niños y niñas. El mundo está siendo testigo del mayor desplazamiento de personas desde la Segunda Guerra Mundial.

Plan International trabaja para proteger a los niños y niñas refugiados sirios. Copyright Plan International

Bombardeos, balas y barcos

Selam es una niña de 10 años procedente de Damasco. Los continuos bombardeos llevaron a su familia a tomar la decisión de huir. Desde Turquía, cogieron una embarcación hacia las costas griegas pero tras dos horas de navegación el barco se hundió. Los guardacostas griegos les rescataron y les llevaron a la isla de Lesbos desde donde fueron traslados a la península en ferry. “Las bombas eran peores que el barco hundiéndose”, afirmaba Selam.

Su historia es solo un ejemplo del sufrimiento generalizado de todos los niños y niñas que han tenido que abandonar sus hogares, su cultura y su infancia . ¿Por qué la humanidad sigue sin abordar la crisis de los refugiados y migrantes? Las discusiones en torno a este tema se centran en la definición que se da a las personas que llegan a Europa, bien como refugiadas -persona obligada a dejar su país para escapar de la guerra, la persecución y la violación de los derechos humanos-, o bien como migrantes -persona que llega a otro país en busca de un trabajo y unas condiciones de vida mejores-.

¿Realmente importa esta diferenciación? Los términos deshumanizan a los miles de niños y niñas, así como a familias cuya crisis humanitaria ha llegado a nuestro continente. La guerra y la violencia han puesto fin a la vida de muchos niños y niñas que no podrán volver al colegio a corto plazo o que no volverán a ver a sus amigos o familiares.

Copyright Plan International

Necesitamos más

Entre 2014 y 2015, unas 900.000 personas han llegado a Europa cruzando océanos en peligrosas embarcaciones, atravesando campos desiertos y haciendo largas colas en los controles fronterizos. El 51% de las personas que han sobrevivido a la travesía provienen de Siria. El éxodo de nuestro tiempo se guía por la esperanza, el instinto de supervivencia y, normalmente, un teléfono móvil.

Esta situación  internacional precisa comprensión, respeto y el cumplimiento de las leyes internacionales que protegen los derechos de refugiados, migrantes y, en definitiva, de todas las personas. La Carta Humanitaria recuerda al mundo que los derechos, la ayuda, la dignidad y el respeto hacia las personas son inseparables. Las Leyes Humanitarias Internacionales dictan la protección de todos los civiles, especialmente de las mujeres y los niños y niñas.

Sin embargo, las dificultades legales y la semántica no deberían entorpecer las acciones políticas. La asistencia humanitaria y la protección son derechos que todo el mundo debería respetar. Según Antonio Guterres, Alto Comisario para los Refugiados de la ONU, “nos encontramos ante una batalla de valores: la compasión contra el miedo”.

La riqueza de la humanidad se centra en la compasión y la preocupación por otros seres humanos por lo que deberían priorizarse los valores que sirvieron para crear las reglas y leyes.

Avanzando

La coordinación, coherencia y humanidad para responder a la crisis de los refugiados ha fallado. La falta de acciones por parte de los gobiernos quedará en la memoria colectiva, pero también lo harán las respuestas que todavía se pueden tomar.

Las políticas del miedo tienen que dejar paso a la esperanza fundada en la educación sobre cómo recibir a los refugiados. La organización en defensa de los derechos de la infancia, Plan International, presta ayuda a los refugiados en Alemania y Egipto y tiene previsto desarrollar proyectos a largo plazo ya que esta crisis no va a desaparecer.

Plan International España trabaja desde 2013 en Egipto para ayudar a los niños y niñas sirios refugiados, así como a sus familias, en las provincias del Gran Cairo, Alejandría y Damieta. Según Concha López, directora de Plan International España, es necesario proteger y garantizar los derechos de todos los sirios, pero en particular de las niñas, que son las más vulnerables a sufrir violaciones de sus derechos como la falta de acceso a la educación, el maltrato y el matrimonio infantil.

Plan International trabaja en Egipto para proteger los derechos de los niños niñas refugiados sirios. Copyright Plan International v2

La ONU espera que las cifras de refugiados se mantengan en 2016 ya que “las causas que obligan a las personas a huir van a seguir existiendo”.

El mundo tiene que responder a esta crisis centrándose en la seguridad y protección de los más pequeños, ya que muchos de ellos viajan solos. Además, hay que saber responder a los traumas psicológicos que los bombardeos, la violencia y el miedo vivido en los botes han causado en los niños y niñas.

El año nuevo es una fecha en la que predomina el deseo de construir un mundo mejor. Hay muchas historias de individuos y personas que han mostrado compasión y han ayudado a los refugiados y migrantes que han llegado a Europa, un continente con una larga historia de  acogida de refugiados.

Ningún niño o niña nace con el título de refugiado o migrante. Ningún niño es ilegal. Los menores tienen el derecho de ser cuidados y protegidos. Los gobiernos tienen que centrarse en el cuidado de los que más lo necesitan y dejar a un lado las políticas y los problemas burocráticos. La policía fronteriza necesita mostrar humanidad ya que, después de todo, no somos definidos por cómo describimos a los otros, sino por cómo elegimos responderles.

 

Nuevo terremoto en Nepal: “una experiencia terrorífica, sobre todo para los niños”

Por Kent Page, comunicación en emergencias de UNICEF

El terremoto de 7,4 grados de hoy se produjo mientras estaba con un equipo de televisión de Reuters en una visita de evaluación de daños en las escuelas con ingenieros del Gobierno. Un cámara de Reuters estaba con nosotros grabando imágenes de los colegios. Ya habíamos visitado dos centros y estábamos justo en la mitad de la tercera visita cuando se produjo el seísmo.

Nos encontrábamos dentro del edificio cuando de repente empezamos a escuchar fuertes ruidos y las paredes comenzaron a agitarse de forma violenta. Nos llevó unos segundos darnos cuenta de los que estaba pasando, pero enseguida corrimos hacia la puerta. Nos reunimos rápidamente en un pequeño parque. El temblor continuaba, no se detuvo durante al menos un minuto, pero pareció durar mucho más. Todos pensamos que los edificios de nuestros alrededor se iban a caer y nos juntamos en el centro del patio en una especie de semicírculo.

El cámara siguió grabando y ahora mismo está preparando su historia. Afortunadamente, el terremoto se detuvo –qué experiencia tan aterradora– y los edificios no se cayeron. Todos estábamos a salvo, aunque por supuesto, muy afectados.

Hicimos un par de entrevistas más en el patio y luego entramos en el colegio en el que habíamos estado porque habíamos conocido a unos niños allí. Mientras caminábamos, se produjo una réplica. Afortunadamente, los niños habían salido del colegio antes del terremoto y creemos que todos están a salvo.

De vuelta a la oficina de UNICEF, las calles estaban llenas de gente –todo el mundo está fuera. Sabemos que todos los compañeros en Nepal se encuentran a salvo pero estamos muy preocupados por el impacto que este segundo terremoto tendrá en los niños solo dos semanas y media después del primero, especialmente en su bienestar psicosocial.

Vivir un terremoto es una experiencia terrorífica para cualquier persona, sobre todo para los niños.

En UNICEF estamos trabajando a contrarreloj para dar apoyo a 1,7 millones de niños afectados por los terremotos a través de nuestra ayuda de emergencia en salud, nutrición, protección infantil, agua, saneamiento y educación. Queremos agradecer a todos los que han apoyado nuestro trabajo. Todavía queda mucho trabajo por hacer aquí por los niños de Nepal.

© UNICEF/Kent Page Just seconds after today’s earthquake, people in Kathmandu were gathering on the streets and in open spaces for safety. A second aftershock occurred just moments after this photo was taken outside a school in Kathmandu where UNICEF staff and Government of Nepal engineers were inside conducting a school damage assessment when the earthquake struck. The school remained standing and everyone was safe, though the school has received a red flag which means it is not safe for children to enter.

Unos segundos después del segundo terremoto, la gente en Katmandú buscaba espacios abiertos para estar más seguros. La foto está tomada unos segundos después del seísmo en el exterior de una escuela que permanece en pie, aunque ha recibido una bandera roja que significa que no es segura para los niños. (©UNICEF/Kent Page)

Terremoto en Nepal: dos de cada cinco afectados son niños

Por Rose Foley de UNICEF desde Nepal.

El terremoto en Nepal ha provocado una crisis humanitaria de una escala abrumadora, especialmente para los niños. Dos de cada cinco personas afectadas por la emergencia tienen menos de 18 años. Los niños que cada día conocemos mis compañeros y yo, nos cuentan unas historias que nos rompen el corazón.

Es el caso de Punya, una niña de 7 años que estuvo atrapada durante 36 horas después del terremoto. La encontraron entre dos cadáveres. Ella se salvó, pero tuvieron que amputarle el brazo desde el hombro. Ahora está recibiendo tratamiento y poco a poco comienza a sonreír.

En otros niños, se ve claramente el estrés emocional que esta traumática experiencia les está causando. En Bhaktapur, en el valle de Katmandú, donde después del terremoto solo una de cada cuatro personas tiene acceso a agua potable, los niños están durmiendo en tiendas de campaña en medio de una plaza.

Binisha nos cuenta que no quiere volver a casa, aunque pueda, porque tiene mucho miedo. Parte de su casa se derrumbó en el seísmo, atrapando a su tía y a su abuela. Binisha, que tiene nueve años, tardó una hora y media en salir y tuvo que escalar por las terrazas de los edificios de al lado.

Shronal me cuenta que pensó que iba a morir durante el terremoto. Su casa está llena de grietas. Ya no tiene dónde vivir. Por las noches, Shronal todavía tiene mucho miedo.
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Niños y niñas soldado: volver del último rincón de la tierra

Por Priyanka Pruthi para Unicef

Grace Akallo tenía sólo 15 años cuando fue capturada por el Ejército de la Resistencia del Señor de Joseph Kony (LRA por sus siglas en inglés) en Aboke, al norte de Uganda. Este grupo armado es conocido por agredir sexualmente, secuestrar y asesinar a miles de civiles. Grace recuerda cada minuto del día de su secuestro.

«Era el 9 de octubre 1996… nuestro Día de la Independencia. Habíamos oído rumores de que los rebeldes estaban llegando, había temores ya. Nos quedábamos sin clase y nos escondíamos en el monte cada vez que pensamos que venían», recuerda.

Y los rebeldes acabaron llegando a su pueblo. Atacaron su internado y secuestraron a 139 niñas. Poco después, 109 estudiantes fueron puestas en libertad tras las súplicas incansables de la directora, pero Grace no era una de ellas. Ella fue una de los 30 niñas que quedaron cautivas y fueron llevadas a Sudán del Sur, donde fueron torturadas, violadas y obligadas a matar.

«Al principio, me daba miedo incluso golpear a alguien, porque tenía miedo de lastimarlo», me explica Grace. Cuando me vi obligada a matar a otro ser humano… realmente me sobrecogió. Me afectó mucho psicológicamente. Ver a alguien sufrir porque acaba de ser mutilado es la peor cosa de que se puede ser testigo «.

Las niñas no fueron entrenadas como soldados, pero tuvieron que aprender por sí mismas a desmontar, limpiar y montar armas y las enviaron a luchar con el Ejército Popular de Liberación de Sudán. «Era la ley del más fuerte», explica Grace. «Tenía que disparar para conseguir comida, tenía que luchar en primera línea para sobrevivir. Ellos [LRA] nos dijeron que el hambre y la sed nos enseñarían todo «.

Grace sentada en un centro de tránsito para niños rescatados (© UNICEF/NYHQ2011-0466/Farrow)

Grace sentada en un centro de tránsito para niños rescatados (© UNICEF/NYHQ2011-0466/Farrow)

LA CULPA DE LA SUPERVIVENCIA

Después de siete meses de cautiverio y abuso, Grace logró escapar cuando el LRA fue atacado por los rebeldes de Sudán del Sur. La entregaron a los soldados ugandeses, y pudo volver a reunirse con su familia.

«Yo solía aislarme mucho… porque he sufrido demasiado, me golpearon, me asaltaron sexualmente, pero sobre todo porque había dejado a mis amigas atrás. Me sentía culpable de sobrevivir. Me sentía culpable de ser libre cuando mis amigas estaban todavía con los rebeldes», dice ella.

A pesar de las heridas abiertas de la guerra, Grace decidió volver a la escuela – la misma escuela en la que había sido secuestrado. Sus ojos aún se iluminan cuando describe cómo fue la vuelta a la escuela. «La escuela es la mejor cosa que me ha pasado. La educación me daba esperanza. Yo tenía esperanza en el futuro».

Fue la esperanza la que sanó a Grace. Le dio la fuerza para acabar la escuela secundaria y matricularse en educación superior en la Universidad Cristiana de Uganda. Dos años más tarde, pudo matricularse en el Gordon College de los Estados Unidos de América, y hoy tiene un Máster de la Universidad de Clark en Desarrollo Internacional y Cambio Social. Grace cree que la educación proporciona a los niños afectados por la guerra y el conflicto un escudo sólido para su pasado tortuoso.

«Incluso los niños que pasaron más de 10 años en cautiverio pueden mejorar con el apoyo adecuado, la educación, la formación, si son aceptados en la sociedad.»

ALGÚN DÍA LLORARÉ POR MÍ MISMA

Fundadora de la Unión Africana por los Derechos de las Mujeres y los Niños, una ONG dedicada a la protección de los derechos de las mujeres y los niños vulnerables, Grace Akallo es una firme defensora de la paz y una portavoz de los niños afectados por los conflictos armados.

«Tengo que usar la vida que me dieron con un propósito … para no llorar más por lo que me pasó», dice ella. «Me ayudaron, fui a la escuela, y tengo una familia que me apoya y me ama. Pero, ¿qué pasa con las chicas que siguen sufriendo? Ellas todavía son golpeadas, abusadas. Ellas todavía son rechazadas. Ellas siguen sin casa ni apoyo familiar ni acceso a los recursos o a la educación o la asistencia sanitaria. ¡No tienen nada! »

En un reciente informe al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Secretario General dijo que el LRA sigue siendo uno de los actores más persistentes de graves violaciones contra los niños en la región – continúa proyectando su larga sombra en África Central. Durante el período del informe, de julio 2009 a febrero 2012, cerca de 600 niños fueron secuestrados y reclutados por el LRA, sobre todo en la República Democrática del Congo, pero también en la República Centroafricana y Sudán del Sur. Las niñas secuestrados por el LRA fueron secuestradas a la fuerza y obligadas a casarse con los combatientes, y las que escaparon con sus bebés fueron estigmatizadas por sus comunidades.

«Tal vez algún día, cuando haya paz, me siente y llore por mí misma», dice Grace. «Pero en este momento, creo que lo que está pasando tiene que frenarse. No hay tiempo para nada más.»

Grace en una charla en la sede de Unicef. (© UNICEF/NYHQ2013-0136/Markisz )

Grace en una charla en la sede de Unicef. (© UNICEF/NYHQ2013-0136/Markisz)