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Entradas etiquetadas como ‘niños de Siria’

Nueve años de guerra en Siria: de la pérdida a los sueños sin fin, la historia de Nour

Por Lina Alqassab y Rasha Alsabbagh, UNICEF Siria

Mi mayor pérdida fue mi madre. Nos quería muchísimo”, cuenta Nour, de 16 años. Pero la muerte de su madre es solo una de las muchas pérdidas a las que se ha enfrentado ya, más que los años que tiene.

En 2011 la violencia obligó a Nour y su familia a huir de su hogar, en un barrio de Homs, Siria. Buscaron refugio en Ar-Raqqa, al noreste del país.

Nueve años de guerra en Siria: de la pérdida a los sueños sin fin, la historia de Nour

Nour frente a su casa en Homs (Siria), destrozada por la guerra. /©UNICEF/Syria/2020/ Abdulaziz-Aldroubi

“Nos apretujamos todos en un coche, apenas teníamos espacio para todos”, recuerda. La familia fue la penúltima que abandonó la zona.

“Estar fuera de casa, lejos de mis vecinos y mis amigos, no fue fácil. Me sentía aislada”.

Nada más llegar a Raqqa, los padres de Nour matricularon a sus hijas en la escuela. Estaban decididos a asegurarse de que sus niñas continuaban su educación, y querían devolver algo de normalidad a sus vidas. Pero la normalidad duró poco, y en 2013 la madre murió a causa de un cáncer.

Un año después, el padre de Nour tuvo que tomar una decisión muy dura. La envió de vuelta a Homs. Tuvo que mandarla de una ciudad asolada por la guerra a otra para que recibiera la atención médica que necesitaba. En Raqqa Nour, que sufría grandes dolores en su rodilla derecho, soportó la agonía de numerosas visitas médicas y la ausencia de un nivel adecuado de atención sanitaria.

En 2015, en ausencia de su madre, Nour fue a Homs con su tía para que la vieran más médicos. Allí sufrió otra pérdida. Le tuvieron que amputar la pierna derecha debido a complicaciones médicas. Nour se quedó con su tía para recuperarse.

Pasó los dos años siguientes lejos de su padre y hermanas. No iba a a escuela. Perdió años de aprendizaje a la vez que aprendía ella sola a gestionar la pérdida de su pierna.

“Tuve que acostumbrarme a caminar con muletas, y también a las miradas de la gente”, recuerda. “Pero la vida sigue. Nunca pondré límites a mis sueños”.

Gracias a esta actitud y a su determinación, pudo superar todas las dificultades. En 2017, aprovechando un respiro del a violencia, su padre y sus hermanas volvieron a asa. Con su apoyo, y gracias a un programa de UNICEF de aprendizaje intensivo, Nour volvió a la escuela. Ahora recupera los cursos perdidos mientras su padre trata de reconstruir su hogar.

“Soy muy optimista, sé que la educación puede ayudar a los niños a cumplir sus sueños”.

A Nour le gustaría continuar con su educación. Sueña con ser psicóloga para ayudar a su comunidad. También cree que el apoyo psicológico puede ayudar a aliviar el impacto que están teniendo sobre los niños los ya 9 años de un conflicto brutal.

Siete años de guerra en Siria: la inspiradora carta de una joven siria

Por Mouna Otham, alumna de clases de refuerzo apoyadas por UNICEF en Siria

Mouna, de 20 años, nació con una discapacidad visual. A los obstáculos que afronta de por sí, se han unido los siete años de guerra en Siria y los desplazamientos. Pero ella está decidida a continuar con su educación y a estudiar ciencias políticas. Mouna quiere que el mundo la escuche, y por ello participa en un programa radiofónico semanal en el que debate sobre temas que interesan a jóvenes como ella.

Mouna nos ha enviado una carta escrita en braille, que transcribimos a continuación:

«Me llamo Mouna Otham y soy de Alepo, Siria. Tengo 20 años. Vivo con mi padre, mi madre, dos hermanos y una hermana. Todos vivimos en una casa. Nos hemos visto obligados a desplazarnos cinco veces entre Alepo y Hama.

La situación es más tranquila ahora en mi pueblo, pero sigo sin poder volver. Muy poca gente lo ha hecho, y nosotros no podemos permitirnos arreglar nuestra casa, que quedó parcialmente destruida durante los combates.

Aunque nací ciega, siempre me he sentido agradecida porque no hay nada difícil para mí. Estoy decidida a lograr mis objetivos en la vida.

Siete años de guerra en Siria: la inspiradora carta de una joven siria

Mouna, de camino a la parada del bus escolar cerca de su casa, en Alepo / ©UNICEF/Syria2018/Khudr Al-Issa

La guerra, y sobre todo los desplazamientos, me afectaron mucho. Cada vez que hago nuevos amigos tengo que dejarlos. Echo de menos cada casa en la que hemos vivido.

Cuando la guerra empezó, siempre tuve miedo de no poder encontrar la estabilidad. Pero después me sentí más fuerte, sabiendo que tengo derecho a vivir y a aprender.

La guerra también se llevó a un amigo muy querido. Le arrancaron la vida como a una flor que está a punto de florecer. Fue asesinado por un proyectil en un ataque mientras reparaba su casa. Lloré mucho después de su muerte. Solíamos hablar mucho sobre las dificultades que afronto. Él me dio la fuerza para enfrentarme a esos obstáculos.

Empecé a ir a la escuela cuando tenía 12 años. Era un colegio para niños discapacitados visuales. En una semana aprendí braille, y en un solo año pasé dos cursos.

Después, cuando tuvimos que movernos, fui a un colegio normal. Allí mis amigos me ayudaron mucho. Ellos me leían las lecciones y yo las escribía. Tengo una herramienta especial para escribir, llamada pizarra de braille, que tiene un bolígrafo especial para perforar el papel.

Ahora sigo con mi educación. Empecé a ir a clases de refuerzo de inglés y francés después de la escuela. Cuando voy al colegio, cuento lo que aprendo de mis amigos. Les ayudo a entender y aprender. Me encanta ayudar a los demás.

El mayor obstáculo al que me enfrento en la escuela es la falta de libros de texto en braille. Solo tengo los audiolibros, pero no puedo depender de ellos. Necesito libros en braille para poder estudiar. Copiar los libros de texto nos lleva a mis amigos y a mí unas siete horas al día. Apenas tengo tiempo para estudiar. A pesar de los avances tecnológicos, los libros son los mejores recursos.

También me gusta participar en programas de radio de sensibilización, algo que hago cada semana. Comparto mis opiniones y hago sugerencias a otros jóvenes. Debatimos temas como el matrimonio temprano, el divorcio en la familia, el trabajo infantil, etc.

Más adelante quiero estudiar ciencias políticas. Mi amiga Maram me habló de esta materia y me encantó. Espero lograr ir a la universidad en el futuro.

Finalmente, deseo de todo corazón que todos los niños puedan recibir educación. Aprender es lo más importante en esta vida. No hay vida si no hay educación. Cuando la recibimos, vemos la vida de manera positiva.

Y aquellos que han tenido la oportunidad de recibir una educación deberían difundir y compartir sus conocimientos con otros. Así es cómo se desarrollan las sociedades.

Con todo mi amor y respeto,

Mouna»
(Alepo, Siria)

Día Mundial de la Asistencia Humanitaria: el doctor sirio que no abandonó a los desplazados

Por Lina Alqassab y Yasmine Saker, UNICEF en Siria

Cuando, a finales de 2014, la violencia empezó a obligar a las familias de la zona rural de Idleb (Siria) a abandonar sus casas, el doctor Khaled fue uno de los primeros que respondió.

Este trabajador sanitario y nutricional de UNICEF era decisivo a la hora de lanzar las tan necesarias campañas de vacunación, distribuir suministros básicos médicos y nutricionales para los niños de Siria y sus madres, y dirigir visitas regulares a los campos de desplazados internos para para evaluar la situación humanitaria y la respuesta.

Día Mundial de la Asistencia Humanitaria: el doctor sirio que no abandonó a los desplazados

El doctor Khaled mide el perímetro del brazo de una niña para detectar si sufre desnutrición. / ©UNICEF/ Syria 2017/ Lina Alqassab

No sabía el doctor Khaled cómo ese cambio iba a afectar a su propia vida. Unos meses más tarde, y solo cuatro días después del nacimiento de su bebé, el propio Khaled y su familia tuvieron que huir de su casa.

Un viaje duro

Cuando la lucha se intensificó en su pueblo natal, la familia dejó todo atrás y se dirigió a una zona aislada de la zona rural de Idleb. Esta huida no sería la última.

“Mi mujer todavía se estaba recuperando de la cesárea y sufría una grave depresión postparto”, recuerda Khaled. “Estábamos en estado de shock, sobrepasados por la aterradora idea de tener que dejar nuestra casa para siempre”.

Las familias, apiñadas en coches, bloqueaban las carreteras en su huida de la violencia mientras la zona era atacada.
“Tardamos seis horas en recorrer un trayecto que normalmente se hace en una”, explica el doctor. “Cuando llegamos, a mi hijo le había salido un eccema por haber estado expuesto a un calor abrasador durante tanto tiempo. Incluso rechazaba el pecho, y eso aumentaba la angustia de mi mujer”, suspira mientras recuerda el horror del viaje.

El pueblo al que llegaron era seguro, pero las condiciones de vida eran muy duras. No había agua ni electricidad, y estaba masificado. La familia de Khaled tuvo que compartir una pequeña casa rural con otras tres familias.

Así que, en busca de una vida mejor, se fueron nuevamente. Finalmente llegaron a la ciudad de Hama, pero él se quedó en Idleb para seguir ayudando a los desplazados internos, como él mismo.

Al haber experimentado en su propia piel lo que significa estar desplazado, Khaled estaba incluso más decidido a ayudar a los niños y a sus familias.

“Durante mis visitas a los alojamientos, cuando veo a un bebé durmiendo en una tienda humilde, o a una madre cargando a su hijo dormido mientras hace cola para conseguir comida o agua, pienso en mi mujer y en mi hijo. ¡Podríamos ser nosotros!”.

Un nuevo comienzo en medio del conflicto en Siria

A principios de 2016, el doctor Khaled se vio obligado a dejar su trabajo en Idleb y sus alrededores por la restricción de acceso humanitario a la zona. No tuvo más opción que trasladarse con su familia a la provincia costera de Lattakia, donde sigue trabajando en proyectos de UNICEF para promover la salud y nutrición adecuadas de los niños y sus madres.

Allí UNICEF apoya 36 centros de salud que proporcionan atención sanitaria a madres y niños: vacunación, tratamiento contra enfermedades infantiles comunes, salud reproductiva y tratamiento contra la desnutrición. UNICEF también apoya tres clínicas móviles para los niños que están en zonas de difícil acceso.

El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria se celebra el 19 de agosto para rendir tributo a los trabajadores como el doctor Khaled, que arriesgan sus vidas llevando ayuda humanitaria a otros, así como para apoyar y recordar a las personas afectadas por crisis en todo el mundo.

Un nuevo peligro para los niños sirios: los explosivos sin detonar

Por Rasha, UNICEF en Siria

Amin, de 10 años, estaba jugando con su primo cuando encontró una bomba sin explotar. Un peligroso resto del conflicto en Siria, que cumple seis años.

“Estaba muy contento y se la quería enseñar a mis amigos”, cuenta. “Agarré la bomba y explotó inmediatamente. Me entró metralla en el pecho, quemaba como el fuego. Me llevaron rápidamente al hospital en Alepo, donde estuve un mes”, añade.

El trayecto desde la ciudad de Amin hasta el hospital más cercano en Alepo lleva casi una hora. Afortunadamente, Amin pudo salvar su vida.

Amin explica a su hermano pequeño cómo detectar artefactos sin detonar, con un folleto de UNICEF/ ©UNICEF/Syria/2017/Al-Issa

En Assan, la ciudad de Amin, hay combates intensos desde el mes de julio. Ahora que parece que están disminuyendo, muchas familias están volviendo a casa. Pero la presencia de restos de explosivos de guerra supone un riesgo muy grave para los niños sirios.

Los aliados de UNICEF informaron de que seis niños habían resultado heridos por minas en Assan, como Amin. En diciembre murieron en el este de Alepo seis niños mientras jugaban con artefactos explosivos sin detonar. UNICEF está proporcionando a los niños y sus familias formación urgente sobre el riesgo de las minas, a medida que vuelven a zonas potencialmente peligrosas.

Los aliados y voluntarios, con apoyo de UNICEF, van puerta por puerta para dar a niños, adolescentes y padres información vital sobre el riesgo de los restos explosivos de la guerra. Desde noviembre, más de 80.000 personas han recibido esta información mediante visitas a sus casas y sesiones de sensibilización. El objetivo es ayudarles a detectar fácilmente objetos peligrosos, como las minas.

“Nuestra prioridad es llegar a los niños, porque son muy curiosos, quieren explorar todo lo que les rodea, y eso les pone en un gran riesgo”, explica Mohammad, uno de los voluntarios que participa en la campaña educativa. “Lo que hacemos es muy fundamental. Incluso aunque solo salváramos una vida. Poder proteger a miles de niños es muy importante”.

De vuelta a Assan, Amin acude a sesiones formativas sobre artefactos sin detonar. “A partir de ahora, si alguna vez veo objetos así me alejaré. Se lo diré a un adulto y él sabrá qué hacer”, asegura.

Se cumplen seis años del conflicto en Siria y los niños siguen sufriendo las consecuencias más que nadie. En 2016, el peor año de la guerra para ellos, 652 niños fueron asesinados y 850 fueron reclutados. Pero además casi 3 millones viven como refugiados en otros países, 2,3 millones no van a la escuela, y solo la mitad de los hospitales están operativos. En total, más de 8 millones de niños sirios necesitan ayuda humanitaria urgente. Los niños sirios no se rinden, y nosotros tampoco debemos hacerlo.

Crisis de Siria: un muro de esperanza protege a una escuela de los francotiradores

Por Basma Ourfali, UNICEF Siria.

En una de las ciudades más peligrosas del mundo, los niños de Siria que viven en Alepo están decididos a continuar con su educación pese a los riesgos que les rodean. El vecindario conocido como 1070, en oeste de Alepo, es el hogar de miles de familias desplazadas a causa del largo conflicto que se vive en Siria. Las escuelas se esfuerzan por acomodar a los niños desplazados.

La escuela local de niñas es la única de enseñanza media en el vecindario, y la mayoría de alumnos proceden de familias desplazadas. UNICEF ha instalado aulas prefabricadas para aumentar el espacio y proporcionar un entorno de aprendizaje mejor para los 670 estudiantes.

La representante de UNICEF en Siria, Hanaa Singer, visitó la escuela en febrero y estuvo con los profesores y alumnos. Ahlam, de 16 años, habló con Singer del miedo que tienen a los francotiradores de los edificios cercanos. “No podemos estar fuera de las aulas. El patio está expuesto a los francotiradores. Pasamos todos los recreos dentro”.

UNICEF reaccionó rápidamente y trabajó con la escuela para construir un muro protector de acero que impida la visión desde los edificios próximos.

Crisis de Siria: un muro de esperanza protege a una escuela de los francotiradores

Las alumnas pintaron el muro levantado para proteger a la escuela de los francotiradores/ ©UNICEF

“Escuchaba a las niñas hablarme del francotirador cercano y no me lo podía creer”, dice Hanaa Singer. “Me sentí muy inspirada por ellas y su pasión por la educación. A pesar de ese peligro amenazador diario, a pesar de todas las dificultades que han afrontado con sus familias al verse desplazadas por la guerra, no dejan de perseguir su sueño de tener una educación. Una vez más me sentí abrumada por la resistencia de los niños de Siria”.

Los alumnos pudieron moverse libremente por el patio de la escuela cuando se levantó la pared. Al ver que era marrón, Ahlam tuvo una idea. “¿Por qué no la pintamos? Así parece muy aburrida”. Así que con una amiga hizo unos diseños y empezaron a trabajar.

“Estuve pintando todo el día, pero no me cansé nada. Cambió la escuela”, dice entre risas.

UNICEF apoya la educación de los niños de Siria de varias maneras. En 2015 ayudó a rehabilitar 327 colegios, y proporcionó aulas prefabricadas para 20.000 niños, especialmente para integrar a los niños desplazados en las escuelas de las comunidades de acogida. Con “Curriculum B” (una versión condensada de los libros de texto para acelerar el aprendizaje), UNICEF ayuda a los alumnos a recuperar su nivel, que pierden cuando huyen de la violencia o sus escuelas se ven obligadas a cerrar. Y los programas de auto aprendizaje ayudan a los 2 millones de niños que están fuera de la escuela a seguir aprendiendo y preparando sus exámenes en casa o en su comunidad, cuando no pueden ir al colegio debido al conflicto.

Los ataques contra estudiantes y escuelas deben parar. Por ahora, este muro es un pequeño paso para que la escuela sea más segura para 670 niñas. Las escuelas deben ser un lugar seguro para los niños, un lugar seguro en el que aprender”, afirma Singer.

Mis amigas y yo sabemos que si no vamos al colegio no tendremos un futuro”, le aseguró Ahlam a Hanaa Singer.

Día Universal del Niño: que se cumpla tu sueño, pequeña Nabiha

Por Belén Ruiz-Ocaña, UNICEF en Serbia

Hoy es 20 de noviembre. Y los niños ocuparán unas líneas, tal vez incluso una página, en los periódicos; serán los protagonistas de alguna noticia en televisión; tal vez hablen de ellos en la radio. Las redes sociales les cederán un hueco entre la vorágine de mensajes que se lanzan cada día.

Porque hoy, 20 de noviembre, es el Día Universal del Niño. Una fecha en la que, desde las organizaciones que trabajamos por la infancia, recordaremos que todos los niños, sean de donde sean, estén donde estén, tienen unos derechos que deben cumplirse. Hablaremos de los millones de niños que sufren desnutrición, de los que no pueden ir a la escuela, de los que no tienen acceso a servicios sanitarios básicos, de quienes sufren la violencia.

Pero detrás de cada número, de cada cifra, hay una cara y un nombre, una historia real que merece ser contada. Como la de la pequeña Nabiha, que me mira con timidez sin decidirse a hablar conmigo.

Nos conocemos en el centro de registro de refugiados en Presevo, Serbia. Tiene una mariposa pintada en la cara, se la han dibujado en la frontera con la antigua República Yugoslava de Macedonia, tan solo unos kilómetros más atrás. Una mariposa que le hace sonreír y que le quita el miedo, aunque sea por un rato.

Tiene 12 años y es de Alepo, Siria. “Estoy bien”, nos cuenta, “pero cansada”. Salió de su país hace casi 20 días con sus padres, su hermana y su hermano. Huyen de la violencia. Son solo una familia entre los miles de refugiados que llegan a este centro cada día. Aquí pasan tan solo unas horas, el tiempo que tardan en registrarse y coger el autobús o el tren que les llevará a la próxima frontera, la que separa Serbia y Croacia. Y desde allí, un nuevo viaje en busca de un futuro mejor.

Que se cumplan tu sueño, pequeña Nabiha

Nabiha, delante de los dibujos realizados por niños en el espacio amigo de la infancia de UNICEF en Presevo, Serbia / ©UNICEF

Un futuro que Nabiha quiere encontrar en Alemania. Y allí, ¿qué te gustaría ser cuando seas mayor? “Peluquera”, y sonríe convencida. Le pregunto si no preferiría volver a su país. Su “no” es tan rotundo que sorprende, viniendo de una niña. “He visto mucha gente muerta, y muchos de mis amigos perdieron a sus padres. No había electricidad, ni comida, ni agua”. Y su mirada oscura ya no me parece la de una niña.

Su historia es parecida a la de los niños que nos rodean, casi todos ellos sirios, iraquíes y afganos. Estamos en el espacio amigo de la infancia que UNICEF ha habilitado en este centro de Presevo para que, mientras los padres realizan los trámites de registro, sus hijos puedan jugar o descansar. Ser niños de nuevo.

Casi todos llegan con lo puesto, y las organizaciones que trabajan en el centro les dan comida y otros artículos. UNICEF les da ropa de abrigo, porque aunque aquí nos cuentan que este año el invierno se está retrasando, el frío se acerca. Y todavía tienen muchos kilómetros por delante en busca de ese futuro que la guerra les impidió encontrar en su país de origen.

Por eso, en este 20 de noviembre, para mí el Día Universal del Niño tiene la cara de Nabiha y de todos los niños que, como ella, están atravesando Europa huyendo de lo que ningún niño nunca, en ningún lugar, debería vivir.

Pequeña Nabiha, ojalá se cumpla tu sueño y, dentro de unos años, seas la peluquera siria más feliz del mundo.

Las aplicaciones móviles: un salvavidas para los jóvenes sirios que huyen de la guerra hacia Europa

Por Lely Djuhari, UNICEF

Jehad mece el teléfono móvil en su mano. Para este adolescente sirio de 15 años que ha llegado a Europa después de varias semanas de viaje, su móvil es uno de sus bienes más preciados.

«No veo a mi padre desde hace un año. Con esto puedo tener noticias suyas desde Alemania y saber cómo salen adelante mi madre, mi hermana y mi hermano en Jordania”, nos cuenta Jehad, que usa habitualmente  WhatsApp, Facebook y Viber para conectarse con su familia y amigos.

Conocí a Jehad hace muy poco, en un espacio amigo de la infancia apoyado por UNICEF cerca de Gevgelija, en la ex República Yugoslava de Macedonia. Allí hizo una parada de un día después de cruzar la frontera con Grecia.

Las aplicaciones móviles: un salvavidas para los jóvenes sirios que huyen de la guerra hacia Europa

Jehad, de pie en el espacio amigo de la infancia que hemos instalado en el centro de recepción de refugiados próximo a Gevgelija, en la antigua República Yugoslava de Macedonia, después de cruzar la frontera con Grecia. ©UNICEFMK-2015/Emil Petrov

Él es una de las 3.000 personas que están llegando a diario. Se les da permiso para permanecer durante 72 horas en el país y presentar formalmente la solicitud para obtener la condición de refugiado. Sin embargo, la mayoría continúa su viaje a la vecina Serbia, Hungría y, finalmente, a los países de Europa occidental o del norte.

La familia de Jehad abandonó Siria huyendo de la violencia y la inseguridad hacia Amman, la capital de Jordania, donde ha estado viviendo durante los últimos años. Pero atrapados por las dificultades económicas, decidieron escapar y buscar una nueva vida en Europa. Su padre se marchó primero. Un año después, Jehad se fue de casa con su tío y varios de sus amigos.

Nos relata el angustioso viaje que sufrió en una débil lancha de goma junto a otras 60 personas intentando cruzar el tormentoso mar de Turquía a Grecia.

«Fue muy aterrador. Si te sentabas, el aire se escapaba. Estuvimos siete horas en el mar. La lancha se llenó de agua. Daba mucho miedo y había familias y niños. Cuando la lancha se desinfló y se llenó de agua, todos los adolescentes de mi edad saltamos al agua y nadamos. Dejamos a las mujeres, niños y ancianos en el bote. Tratamos de empujarlos hasta la playa. Nadamos hasta la playa y cuando llegamos allí caminamos varias horas hasta llegar al campamento”.

Las aplicaciones móviles: un salvavidas para los jóvenes sirios que huyen de la guerra hacia Europa

Jehad responde a los mensajes pendientes en su teléfono móvil. ©UNICEFMK-2015/Emil Petrov

Es un nuevo trauma que se une a los numerosos que muchos ya han acumulado con las guerras de Siria, Irak y Afganistán. Pero aún así siguen viniendo.

Noor es una joven de 17 años, también de Siria, que está tratando de conseguir «noticias de casa» y «asuntos domésticos» en su móvil. En lugar de buscar información sobre cómo obtener ayuda, quiere saber cómo continuar con sus estudios y lograr un trabajo en Suecia.

Me enseñó una aplicación llamada Gherbtna, hecha por un refugiado emprendedor sirio, Mojahid Akil, para ayudar a los refugiados en Turquía que se enfrentan dificultades como la obtención de la residencia y la apertura de cuentas bancarias, para obtener información sobre ofertas de empleo o para ayudar a la gente que no tiene acceso a información.

«Turquía ya estaba a tope. Tuvimos que irnos. Sería muy útil contar con una aplicación como esta para Suecia «, dice.

Y con una mirada nostálgica, agrega: «Me pregunto si todo el mundo en Europa piensa que somos gente pobre que no quiere trabajar o ganarse el pan y sólo recibir dinero del Estado. Quiero ser programadora informática como mi padre». Noor prefiere que no la fotografíen; teme por su madre, que aún se encuentra en Damasco.

Jehad dice que solo le llevará un año estudiar alemán y que después podrá estudiar para ser arquitecto.

Entrecerrando los ojos bajo un sol cegador, descubre que la pantalla de su móvil se había apagado. No hay ningún sitio para cargar su teléfono. Al menos puede descansar a la sombra, beber y comer un poco de pan. Los niños más pequeños se divierten con juguetes y participan en actividades de canto y dibujo. Otros han recibido ayuda médica de Cruz Roja. Los problemas más habituales son la deshidratación, ampollas, resfriados, diarrea y quemaduras solares.

El centro de recepción próximo a Gevgelija estará muy pronto equipado con dos grandes tiendas de campaña apoyadas por UNICEF, con un espacio amigo para madres lactantes, bidones de agua, instalaciones de saneamiento y más baños.

Estoy impresionado con niños como Jehad y Noor. Impresionado por su tenacidad, resistencia y deseos de aprender. Como especialista en Comunicación de UNICEF, he hablado con muchos expertos sobre cómo los niños se expresan en el mundo online usando los medios sociales y cada vez más el móvil. Ahora más que nunca soy muy consciente de lo mucho que significa un teléfono móvil como salvavidas para los niños en tránsito, además de su necesidad de protección, salud, alimentación, educación, vivienda y apoyo emocional.

Esta semana, sigo en contacto con Jehad a través del WhatsApp.

«Estoy en Hungría desde hace tres días. Duermo en el suelo, pero hay demasiado ruido en la estación de tren. Un hombre nos está proporcionando un lugar para cargar nuestros teléfonos. Todo el mundo dice que es imposible pasar a Alemania. Pero todavía tengo esperanzas«, me cuenta.

Crisis de Siria: la historia de una valiente mujer en la asolada Alepo

Por Malene Kamp Jensen, UNICEF

Esraa Alkhalaf es una chica dulce pero fuerte a la vez. Ha vivido los disparos de los francotiradores, fuertes enfrentamientos, cortes de agua y electricidad y la destrucción de su ciudad, reducida a escombros. A pesar de todo, sigue en Alepo por dos razones: su compromiso con los niños y mujeres de la ciudad y su sueño de alcanzar su doctorado.

El mes pasado, los dos sueños se unieron. Esraa aprobó su doctorado con honores y completó un viaje que simboliza la fuerza y perseverancia de tantas personas en esta ciudad asolada por la guerra.

El conflicto de más de 4 años ha generado una división importante en la mayor ciudad del país y también ha separado a Esraa de su familia. Sin embargo, no ha dejado de trabajar; por el día, en la respuesta humanitaria de UNICEF; por la noche, estudiando a la luz de las velas durante los cortes de energía.

“Desde que era pequeña, mi sueño fue convertirme en profesora de universidad”, me explica esta mujer de 33 años desde una de las ciudades más antiguas del mundo. “Pero durante esta crisis me di cuenta de que podía ayudar a la gente a través de UNICEF”.

Crisis de Siria: la historia de una valiente mujer en la asolada Alepo

La doctora Esraa con una niña en uno de los campamentos de desplazados de Alepo ©UNICEF/Syria/Kumar Tiku

Se mudó a Alepo en 1998 para asistir a la universidad de medicina y se marchó durante unos meses en 2013 por motivos familiares. Cuando regresó a Alepo en octubre de ese año “no reconocía la ciudad”, dice.

Esraa había perdido su casa y la clínica pero se negó a dejar la ciudad de nuevo. Forma parte de la docena de trabajadores de UNICEF que siguen en Alepo y que se coordinan con los aliados para apoyar a los habitantes que permanecen allí. “La vida ahora es muy diferente”, dice. “Los edificios están destruidos y apenas hay nadie en las calles al caer la noche. Antes, Alepo nunca dormía. Pero lo más descorazonador es ver cómo de cansada y agotada está la gente, sobre todo los niños”.

Como confirma Esraa, Alepo es uno de los lugares más peligrosos del mundo pero cuenta con algunas de las personas más resilientes. “Los niños hacen colas muy largas para conseguir agua con un calor abrasador”, dice resaltando que los cortes de agua a veces se prolongan durante semanas. “Pero intentan no perder la sonrisa”.

La situación en el país es muy triste. Más de 12 millones de personas en Siria necesitan ayuda humanitaria; casi la mitad de ellos son niños. Solo el 43% de los hospitales funcionan con normalidad, la disponibilidad de agua potable así como la tasa de escolaridad se han reducido a la mitad y la desnutrición ha aumentado de forma drástica. En todo el país, y a pesar de los riesgos, UNICEF y sus aliados han proporcionado material para tratar agua para 16 millones de personas, trabajan para asegurar que millones de niños continúan su educación y reciben vacunas, y han distribuido suplementos nutricionales entre otros tantos de miles.

Hala es una de las pequeñas pacientes de Esraa. Era una de los 1.350 niños con desnutrición en Alepo. Entre Esraa y los aliados cuidaron de ella. Este caso subraya los problemas sociales alimentados por la crisis y las desventajas a las que se enfrentan especialmente las mujeres.

Los trabajadores sanitarios descubrieron a Hala mientras examinaban a los niños de los sobrecargados centros para desplazados. Con 6 meses, esta niña se aferraba a la vida. Su hermano gemelo ya había muerto después de sufrir una grave diarrea. La pequeña y su madre llegaron al hospital, seguidas de un marido enfurecido porque no había dado su aprobación. “Entró de forma violenta, cogió a su mujer y comenzó a golpearla en frente de nosotros”, cuenta Esraa. “Llamamos a seguridad e intentamos intervenir, pero la arrastró fuera. Fue muy violento”. Por suerte, dejaron a la niña y, durante 10 días, los voluntarios no se separaron de ella. La madre regresó a por la niña y Esraa y su equipo continúan visitándolas para asegurarse de que están bien.

A pesar de los riesgos, Esraa permanece en Alepo y emplea su tenacidad y su humor como herramientas para sobrevivir.

Un día del pasado invierno, cuando cruzaba un estrecho pasaje que conecta la ciudad dividida, tuvo que esquivar el fuego de los francotiradores junto a un grupo de personas. Tuvo que inclinarse, mirar hacia abajo y correr para salvar su vida. Llovía y la carretera estaba llena de barro. “Vi a gente que llevaba consigo su equipaje, sus niños y su tristeza”, cuenta Esraa.

Con un hiyab para cubrir su pelo y un largo abrigo rosa y gris, se dispuso a cruzar a la zona más conservadora de Alepo cuando ocurrió. “De repente escuché la voz enfadada de un hombre que gritaba: ‘¡Eh! ¡La de rosa! ¡Sí, tú, María Antonieta! ¡Agacha la cabeza y muévete!’ Y, ¿sabes? Con el abrigo levantado para no llenarlo de barro, ¡realmente me parecía a ella!”.

Pero Esraa cambia rápidamente la risa por la tristeza y lanza un claro mensaje desde el corazón. “Quiero decirle a cualquiera que pueda ayudar a traer la paz a Siria y ayudar a estos niños que por favor, ¡por favor!, lo haga”.

Niños de Siria: trabajar para sobrevivir

Por Soha Boustani, UNICEF Líbano

Cuando entré en el barrio de refugiados de Ghazieh, en el sur de Líbano, me quedé impactada por las condiciones de vida: mujeres, hombres, ancianos, niños, bebés… Todos hacinados en pequeñas habitaciones por las que pagan un alquiler de 270 euros al mes. Su situación es horrible. No tienen baños ni cocinas.

Estaba en una de los muchos lugares de Líbano donde las familias sirias se refugian en edificios vacíos, garajes y otras estructuras aún en construcción. Me encontraba allí para hablar con los niños sirios sobre su día a día como refugiados. Una niña llamó mi atención pero, según me acerqué a ella, corrió hacia las habitaciones de sus vecinos. Unos minutos más tarde volvió y me miró fijamente, pero no quería hablar, así que empecé a conversar con otras mujeres que estaban por allí.

Una hora más tarde, la niña, que respondía al nombre de Yasmeen, se acercó y me dijo que quería contarme su historia. «Llegué hace tres años con mi hermano pequeño y con mi tío. Mis padres se quedaron en Siria para cuidar del resto de mis hermanos. Ahora tengo 14 años y mi hermano tiene 12. ¿Te lo puedes creer? Solo tenía 11 años y él 9 cuando la vida nos puso en el camino del exilio«.

Niños de Siria: trabajar para sobrevivir

© UNICEF

Yasmeen aceleraba sus palabras a medida que hablaba. «Cuando iba al colegio en Siria era de las mejores estudiantes. Me fui del colegio y hui con mi hermano sin saber nada de este mundo. ¿Sabes lo que siente una niña cuando no está con sus padres? ¿Sabes cómo se siente cuando tiene que trabajar y arreglárselas sola con 12 años?», me decía.

Mientras hablaba, pensaba en los miles de menores no acompañados que han huido de Siria a otros países en la región. También pensaba en mí cuando tenía su edad. Yasmeen insistía en que la escuchase mientras me contaba su día a día.

«Me levanto a las 4 de la mañana y trabajo 10 horas por 5 euros. Cuando vuelvo, hago las tareas de casa, cocino hasta el atardecer y me voy a dormir. Mira cómo están mis manos de todo el trabajo; duras como piedras. Me duele la espalda«.

Niños de Siria: trabajar para sobrevivir

© UNICEF

«Llevo aquí tres años, pero parece una eternidad. Cada día es igual. No pasa nada nuevo. Tienes que trabajar, tienes que sobrevivir y tienes que pagar el alquiler. ¿Es esta una vida que merezca la pena?».

Le pregunto que de qué tiene miedo. «De la vida, del mundo«, me dice.

«Por la noche, pienso en mi familia y me preocupo por si mueren en Siria. Estoy muy preocupada por ellos. Me da miedo que nos pase algo a mí o a mi hermano. Me siento como si tuviese 20 años. No puedo soportar tantas preocupaciones. Todavía soy muy joven«.