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Archivo de junio, 2020

Yemen: el coronavirus empeora una situación desesperada

Equipo de UNICEF Yemen

La llegada de la COVID-19 a Yemen está deteriorando una situación que ya era desesperada para millones de niños y familias. La falta de agua y saneamiento adecuados está facilitando la propagación del virus. Tratar a las personas enfermas es muy difícil porque el sistema sanitario está al borde del colapso debido a cinco años de conflicto. El informe de UNICEF Yemen, cinco años después: niños, conflicto y COVID-19 alerta de que, si la comunidad internacional no responde, muchos niños morirán. Estas son algunas de sus historias.

No hay lugar seguro para los niños

Ryan, de 3 años, perdió su brazo el año pasado cuando la violencia se intensificó en Aden. Visita regularmente el centro protésico en el Hospital de Aden para ir a fisioterapia e ir haciendo pruebas para una nueva prótesis. Su madre Amina, y su padre, Abu Ali Sahleh, cuentan su historia:

“En agosto había enfrentamientos”, cuenta Abu. “Un día hubo bombardeos y una bomba cayó en nuestra casa”.

Rayan, de tres años, perdió su brazo en un bombardeo. / © UNICEF/UNI338366/Alzekri

Un proyectil cortó su brazo”, recuerda Amina. “Él estaba en la cocina cogiendo un vaso de agua”.

“Le sacamos rápidamente de casa, y la casa sufrió un nuevo ataque”, añade Abu.

Sus padres explican que Rayan tiene dolores cada día. Además, tiene infecciones crónicas en el pecho por los cascotes de su casa. Le mantienen en casa para protegerle, porque la situación en Aden es cada vez más caótica. Su estado de salud es más precario ahora que la COVID-19 está en la ciudad. Sus padres dicen que lo único que el niño quiere es la paz.

Cuando la pobreza no te da otra opción

Amina* fue obligada a casarse cuando era niña. Ahora está divorciada.

Cuando tenía 11 años la obligaron a dejar la escuela. Vivía con su familia en un asentamiento en los suburbios de Aden, tras verse desplazados debido a la inseguridad. Su padre, que trabaja como conductor para mantener a una familia de ocho miembros, la casó con 16 años con un hombre mayor de 30. A cambio recibió una pequeña cantidad de dinero.

“Un hombre llegó, le pidió permiso a mi padre para casarse conmigo y él dijo que sí enseguida”, dice Amina. “No tuve otra opción, porque mi padre marca las reglas en casa. Me arrojaron a una vida de la que no sabía nada”.

Amina fue obligada a casarse. Hoy está divorciada. /© UNICEF/UNI337490/

Su madre recuerda la reacción de Amina. “Sufría problemas psicológicos, se aisló de todos y no salió de la cama en tres meses. Siento un gran remordimiento por el dolor que le causamos”.

Después de sufrir una violencia terrible a manos de su marido, Amina volvió a casa y su familia finalmente negoció el divorcio. El balón de oxígeno llegó cuando contactó con una asistente social que le dio apoyo psicológico. Al final se unió a un programa de UNICEF donde recibió formación y apoyo para iniciar un pequeño negocio de costura. Ahora gana un sueldo, puede ayudar a su familia y ha decido que no se volverá a casar. Además, es una activista contra el matrimonio infantil en su comunidad.

El coronavirus acecha a los más vulnerables

Saliha Aish tiene 11 años. Huyó con su familia a Saná cuando su casa fue destruida hace cinco años. Desde entonces su familia, que lo perdió todo, se ha refugiado en un viejo asentamiento en las afueras de Saná. Su casa es un edificio en ruinas. No protege frente al frío, el calor o la lluvia. Está oscuro y mal ventilado. No tienen acceso a agua.

Ahora han acogido a su tío y su familia, que huyeron de los combates hace un mes. Su tío y su primo tienen asma, por lo que están en un riesgo mayor si contraen el coronavirus.

La familia de Saliha es solo una de las miles de familias “muhamasheen” o “marginadas”, el grupo más vulnerable de Yemen. Mientras el conflicto continúa y no pueden volver a casa, luchan cada día por sobrevivir. Tienen miedo por todo lo que están oyendo de la COVID-19, pero no pueden cumplir las medidas de aislamiento, distancia social e higiene de manos.

Saliha Aish, de 11 años, limpiando en la puerta de su casa. /© UNICEF/UNI338484

“Oigo hablar de la pandemia y de que hay muchos casos”, dice Ali, el padre. “Pienso miles de veces cómo proteger a mi familia, pero tengo que salir fuera para conseguir alimentos. Si me quedara en casa, moriríamos de hambre”.
Ali sale todos los días para buscar botellas de plástico, que vende por un precio ínfimo.

“Antes de la guerra, no esperábamos acabar así. Tenemos la esperanza de recuperar nuestras casas cuando la situación mejore”, añade.

Si los programas de agua y saneamiento de UNICEF no reciben fondos, se podría cortar el suministro para millones de niños como Saliha. Algo catastrófico en plena pandemia.

Una infancia robada

Tras dejar la escuela cuando tenía 11 años, Ali* pasó varios años cogiendo pequeños trabajillos en granjas cercanas a su pueblo. Un día conoció a un hombre de otro pueblo, que le habló de la línea de combate. Le dijo cómo apuntarse, y Ali se unió a una formación con otros chicos.

“Tengo siete hermanos y hermanas”, cuenta. “Soy el quinto chico. Ninguno de mis hermanos o hermanas ha ido a la escuela. Ir a combatir era la única manera de ganar algo. En el campo mis hermanos trabajan en granjas o en la construcción. Hacemos cualquier trabajillo para sacar algo de dinero. Vivimos juntos en una casa pequeña. Vi que mi familia es muy pobre y vive en condiciones terribles. Quise ganar algo de dinero”.

Pasó seis meses en primera línea y luego otros dos en prisión, hasta que acabó en un centro de tránsito.

Ali, en el centro de tránsito donde se encuentra ahora. /© UNICEF/UNI338456/Alzekri

“La gente –que me contó lo de la primera línea- era de otros pueblos”, recuerda. “Me dijeron que mi misión sería fácil, que sería en la línea de fondo y que ganaría dinero. No me dijeron cuánto ganaría, pero sí que compartirían el dinero que lograran conmigo. Cuando dejé a mi familia lloraron, pero me dejaron ir”.

Mientras les entrenan como soldados, a los niños se les advierte a menudo de que si son capturados por el bando contrario serán torturados. Cuando Ali fue capturado tenía miedo de qué le ocurriría. Finalmente acabó en prisión con otros niños.

“Tenía miedo”, dice. “La prisión no era agradable, pero no nos torturaron. Estuvo seis meses. Estaba solo. No quería hablar con nadie. Pero tenía esperanza. Me dijeron que estaría un año o dos, y que luego saldría”. Como parte de los trabajos para acabar con el reclutamiento de niños, Ali fue liberado y llevado a un centro apoyado por UNICEF. Está recibiendo atención psicológica y apoyo educativo con otros niños.

“Cuando salí, no esperaba venir a un lugar tan bonito”, reflexiona. “Ahora puedo hablar con mi familia y me preguntan cuándo volveré a casa. En Yemen es muy difícil. Otros países tienen sus planes, pero los niños aquí soportan el peso. Soy joven y no entiendo qué está pasando, pero cuando veo los combates mi corazón sangra. Dejamos nuestras armas y ahora empuñamos lápices. Y esto continuará”.

“Quiero irme, quiero ir a casa y quiero estudiar. Volveré a la escuela, aunque está a tres horas a pie. Desde que salgo de casa hasta que llego a la escuela no me cruzo con nadie. Nos pegan si llegamos tarde. Los profesores no reciben su salario. Si conociera a alguien que se estuviera pensando ir a combatir, le diría que no. Si no me escuchara, le dejaría caer y volver, y entonces me diría: ‘ojalá te hubiera escuchado’”.

*Nombres cambiados para proteger su identidad.

Día del Niño Africano: África es fuerte

James Elder, jefe de comunicación de UNICEF para África Oriental y Meridional

De acuerdo, ¿quién sigue confuso respecto a la COVID-19?

Después de meses de una cobertura 24 horas al día / 7 días a la semana, parece que sigue sin haber acuerdo en muchos detalles fundamentales: los pros y contras de las medidas de confinamiento. ¿Cuándo es seguro volver a la escuela? ¿Y al trabajo? ¿Cuándo es seguro abrazar a alguien?

Día del Niño Africano: África es fuerte

En Ruanda Igihozo Kevin, de 11 años, estudia en casa debido a la crisis del coronavirus. /© UNICEF/UNI319836/Kanobana

Pero algo sabemos seguro: a pesar del continuo aumento de casos, África lo está haciendo bien en la batalla contra la COVID-19. Esta crisis ha sacado de nuevo la cara más innovadora del continente. Ha recordado al mundo que quienes primero responden son en realidad la gente del día a día.

Y, francamente, es hora de que lo reconozcamos.

Después de una investigación considerable, he constatado lo bien que lo están haciendo algunas partes de África Oriental y Meridional, zona en la que trabajo. Desde los trabajadores de primera línea hasta los emprendedores, pasando por las intervenciones de los gobiernos.

Para echar una mirada inspiradora y darse un placer visual con este continente, no hay que ir más allá del vídeo que unos realizadores han hecho desde el epicentro de esta pandemia, Convicts NYC. Recientemente se hicieron famosos por su película NY Tough, una emotiva cinta basada en los resúmenes diarios del gobernador de NY sobre la gestión de la crisis de la COVID-19. El video logró 2 millones de visualizaciones y fue compartido por Ellen DeGeneres, Diddy, Hillary Clinton o Katie Couric.

Ahora, en el Día del Niño Africano, Convicts ha llevado la atención a África con la producción de Africa strong (“África fuerte”). “Quiero mostrar una historia que es verdad en mi hogar, mi continente”, explica el ganador de la copa mundial de rugby, Tendai Mtawarira, que narra el vídeo. “Todos sentimos el dolor, pero también vemos la humildad y los héroes. Y lo vemos todos los días. Africa Strong es el testimonio de esas personas. De quienes están en primera línea de la pandemia y todo el caos que trae. Y quiero que esta cinta vea la luz el día que más importa”.

Ese día es, por supuesto, el Día del Niño Africano. Cada año desde 1991, esta fecha se conmemora en memoria de los jóvenes activistas que fueron asesinados durante el levantamiento de Soweto en Sudáfrica. Recuerda el sacrificio de los jóvenes estudiantes negros, que tomaron las calles protestando contra un Sistema educativo injusto y demandando que se les enseñara en una lengua que comprendieran. En este día, Africa Strong quiere alabar su valentía y reflejar los obstáculos a los que los jóvenes se siguen enfrentando hoy.

Y, todavía, hay muchos. Los impactos directos y secundarios del virus amenazan con revertir los logros para los niños más pobres del continente. La pandemia –y la respuesta a esta- ha puesto sobre las familias dos tipos de presión distintos: el miedo sanitario y una inseguridad financiera sin precedentes. La pérdida de empleos y la reducción de los salarios están afectando a nivel global, pero para quienes están más cerca de la base de la pirámide económica, las familias con muy pocos o ningún ahorro, así como escasas reservas alimentarias, el impacto es inmediato y se une a los niños fuera de la escuela, los problemas de salud mental, la violencia y el abuso sexual.

Nos han dicho que estos problemas pueden empeorar. “Y, aun así, la gente resiste”, dice Mtawarira, que nació en Zimbabwe. “La gente permanece los unos al lado de los otros. Se animan unos a otros. Y abunda el ingenio”.

Tiene razón. Y, si no, miren estos datos de África Oriental y Meridional:

  • Sudáfrica envió 30.000 trabajadores de la salud comunitarios para examinar al 15% de su población en menos de un mes.
  • Mozambique lanzó una línea gratuita de información sobre el coronavirus para que la gente pudiera conectar con los médicos y, así, reducir el número de personas que iba a los centros de salud.
  • Etiopía –con más de 100 millones de habitantes- completó un estudio puerta a puerta en la capital en solo tres semanas.

En lo que se refiere a innovación:

  • En Ruanda, los emprendedores tienen acceso a becas, mentorías y servicios legales. El país tiene también cinco robots anti epidemia que se utilizarán para los controles de temperatura.
  • Las universidades de Zimbabwe y Kenia están produciendo mascarillas, geles y equipos de protección para los ciudadanos.

En educación, UNICEF se ha aliado con una compañía de telefonía para garantizar el acceso gratuito a las plataformas educativas en varios países. Más allá de lo digital, organizaciones como UNICEF están ayudando a millones de niños a seguir aprendiendo a través de radio, SMS y materiales impresos.

Finalmente, en lo que se refiere a combatir la pobreza, Kenia, Namibia, Sudáfrica y Madagascar han mostrado un gran liderazgo en llevar dinero a quinees más lo necesitan.

No podemos negar que vienen tiempos duros. Ya lo están siendo. Y vendrán momentos peores. Pero el mundo no debería olvidar lo que, pese a las dificultades, muchas personas han hecho hasta ahora. ¡África es fuerte!