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Gaza, más allá de la rehabilitación médica

Por Raquel Val Rivas, delegada de Cruz Roja Española en Gaza.

cruzNour al Farrah es fisioterapeuta en el equipo de rehabilitación de la Media Luna Roja Palestina en Khan Younis y Rafah (al sur de la Franja de Gaza) en el marco del proyecto financiado por el Gobierno belga y apoyado por la Cruz Roja española y la Cruz Roja belga. Nour comenta que “la situación de la población en Gaza es muy difícil, pero lo es aún más para las personas con discapacidad”.

Desde el 1 de febrero de 2016, 274 personas (un 55% son mujeres y niñas) han recibido distintos servicios de rehabilitación, como fisioterapia, terapia ocupacional, apoyo psicosocial y consulta médica. Se establece un plan de intervención integral; sin embargo, Nour apunta que “no todas las personas alcanzan los objetivos marcados; principalmente en estos casos es cuando menos debemos perder la esperanza”.

El apoyo no se limita simplemente a la rehabilitación médica, sino que los familiares, que en muchas ocasiones se sienten desamparados, reciben atención psicosocial y el calor humano que emana del equipo. “Hay personas que lloran de emoción cuando nos ven llegar“, recuerda Nour, “se alegran de que haya alguien preguntando por ellos, que se acuerde de ellos”.

En algunos casos, las condiciones de vida de la familia son tan precarias que el equipo siente que tiene que hacer más por mejorar la situación de estas personas. “Las necesidades son innumerables, desde salud, a vivienda, sustento, carencias sociales, educativas…”. Es entonces cuando deciden movilizar a la comunidad, hacerla partícipe de los problemas de sus vecinos, evitar que las personas con discapacidad y sus familiares sean ignoradas.

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“En una ocasión, la vivienda de una familia de 15 miembros ardió. Sólo tenían un retrete y las condiciones de habitabilidad eran muy precarias. Entre nosotros y algunos vecinos, les ayudamos a limpiar lo que quedaba de la casa, y conseguimos dinero y comida”. No es el único caso complejo en el que se han visto involucrados Nour y sus colegas.

Normalmente es fácil acordarse de sensaciones, vivencias, imágenes, pero difícilmente se recuerdan los olores. Pero Nour dice poder recordar el olor de algunas de las casas que visita con regularidad durante su labor, debido a las pésimas condiciones de habitabilidad y la negligencia en el cuidado personal. “Necesitan absolutamente de todo”, recalca Nour.

“Afortunadamente no siempre es así”, cuenta el fisioterapeuta, “hay numerosas personas con discapacidad que están bien cuidadas, cuyas familias se preocupan por ellos y que siguen los ejercicios que les indicamos. Este compromiso es fundamental para conseguir los objetivos del plan de rehabilitación”.

Nour, al hacer balance de su equipo de rehabilitación y de la labor que desarrollan, lo tiene claro: “cuando acabo la jornada me siento feliz por lo que hemos conseguido; es cierto que hay casos muy complicados, pero nunca perdemos la esperanza”.

  • En las fotos, Nour al Farrah, fisioterapeuta de la Media Luna Roja Palestina, atiende a distintos pacientes en la Franja de Gaza.

Un oasis en medio de la destrucción

Sarah Gillam, la Responsable de Relaciones Públicas de HelpAge International, ha visitado uno de nuestros proyectos en Gaza – un centro de día en la Ciudad Gaza – para ver cómo las personas mayores son atendidas en la emergencia.

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Al entrar al centro, avanzamos al lado de una pared que está decorada con imágenes en las cuales podemos ver personas mayores sujetando carteles o hablando a través de megáfonos, reivindicando sus derechos.

Cuando cruzamos la puerta y, a pesar de la temprana hora que es, vemos que hay muchos mayores que rodean el centro. Casi 20 personas mayores se han juntado en el jardín y otro grupo igual se han reunido adentro. Nos presentan y nos dejan en el jardín para conversar. Pero es difícil. Todos quieren hablar, todos tienen esta necesidad de conversar y compartir lo que están viviendo.

Finalmente, Anwar Harar, de 69 años, es elegido para hablar en nombre de todos. Es un hombre muy abierto, de pelo corto y gris. Quiere contarme su historia. Se trata de la misma historia que me han contado otras personas que he entrevistado en la Franja de Gaza. Su casa fue bombardeada en los bombardeos del verano de 2014. Él y más de 100.000 personas se quedaron sin casa y tuvieron que buscar refugio en casa de familiares.

Otras personas carecían de esa opción y tuvieron que alquilar un piso, pero poco a poco se fueron quedando sin dinero y los arrendatarios les exigían que pagaran el alquiler o que se fueran.

«HE VENIDO AQUÍ PARA OLVIDAR MI SUFRIMIENTO»

Aprendiendo a leer y escribir

Aprendiendo a leer y escribir.

Los mayores acuden al centro para olvidar su sufrimiento. Son profesores, fontaneros, ingenieros… algunos hablan bien inglés, otros no. La mayoría son refugiados registrados. Muchos han perdido todo, huyendo de sus casas solamente con lo que llevaban encima.

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Shaima, 10 años, intentando superar la pérdida en los escombros de Gaza

Por Catherine Weibel desde Gaza, Unicef.

Gaza, estado de Palestina, 29 de septiembre de 2014. Shaima, de 10 años, vive en Shuja’iyeh, en el este de la ciudad de Gaza, un barrio lleno de gente que ahora ha quedado casi reducido a una vasta extensión de escombros. La amenaza de los restos explosivos de guerra se cierne sobre sus habitantes en cada esquina.

Un asesor dirige un juego con globos en un aula Gaza, parte de un esfuerzo para reincorporar poco a poco a los niños en el aprendizaje a través de actividades recreativas.

Un asesor dirige un juego con globos en un aula Gaza, parte de un esfuerzo para reincorporar poco a poco a los niños en el aprendizaje a través de actividades recreativas.

Se estima que 18.000 casas fueron destruidas en Gaza durante la última ronda de hostilidades, que dejó a 506 niños muertos y más de 3.000 heridos. Entre los escombros de lo que una vez fueron hogares hay banderas que llevan los nombres de los antiguos ocupantes y números de teléfono, por si alguien quiere ponerse en contacto con ellos.

Al final de una calle polvorienta llena de aguas residuales hay una pared donde cuelga un tipo diferente de bandera. Con una imagen de tamaño natural de un hombre sonriente y de una niña, marca la entrada a la casa donde ambos murieron.

En el interior, una niña un poco mayor se prepara para la escuela, poniéndose el uniforme verde con cuello de encaje blanco utilizado aquí por los estudiantes.

A los 10 días de conflicto, cuando el barrio estaba siendo atacado con artillería pesada, morteros y ataques aéreos, la familia de Shaima se mudó al apartamento de su abuelo en la planta baja, que creían que era un lugar más seguro.

“Ya desde temprano por la mañana las bombas estaban cada vez más cerca”, dice Shaima. “De repente, una bomba cayó en la casa de al lado. Todo el mundo salió corriendo, a excepción de mi padre y mi hermana menor. Escuché a gente gritando que habían muerto”.

Su padre, Adel, estaba en el sofá de la sala de estar con su hermana de dos años, Dima, en sus brazos, tratando de acunarla para que se durmiera, cuando un proyectil golpeó la casa del vecino. Tanto Adel como su hija murieron a causa de la metralla que irrumpió a través de las paredes.

“Vi a mi tío que llevaba a mi hermana”, dice Shaima. “Me di cuenta de que la metralla había cortado su cabeza. No miré el cuerpo de mi padre, porque tenía miedo de que sus heridas fuesen tan malas. Hui de allí”.

EN ESTADO DE SHOCK

Shaima recibe habitualmente la visita de un asesor del Centro Palestino para la Democracia y la Resolución de Conflictos (PCDCR), una aliada de UNICEF que se especializa en trauma infantil. El asesor la ve en su casa y le ayuda a hablar de su experiencia.

“No puedo cantar. Pienso en mi padre y mi hermana que están muertos. Me siento culpable”, dice Shaima, que perdió a su padre y su hermana menor en un bombardeo en Gaza. (© UNICEF Gaza/2014/El Baba)

“No puedo cantar. Pienso en mi padre y mi hermana que están muertos. Me siento culpable”, dice Shaima, que perdió a su padre y su hermana menor en un bombardeo en Gaza.

“No pude decirle decir adiós a mi padre”, dice Shaima al consejero. “Yo no quiero ser una huérfana, quiero que mi papá esté conmigo. Sólo tengo recuerdos maravillosos de él. Solía comprar juguetes, aunque yo no se los pidiera. Me gustaría poderles ver, a él y a mi hermana Dima. Yo solía jugar con ella. Me gustaba vestirla y peinarla”.

La madre de Shaima, Shereen, está igualmente en estado de choque.

“Mi marido era un hombre bueno. Él nunca negó nada a nuestros hijos, a pesar de nuestros escasos recursos”, dice. “Todo el mundo dice que mi hija Dima era una niña hermosa”, continúa. “He visto antes a niños muertos y mutilados en la televisión, pero cuando trajeron a mi propia hija fue horroroso”.

Conseguir que Shaima vuelva a la escuela es una prioridad para darle un sentido de normalidad a su vida. No es una tarea fácil en Shuja’iyeh, donde la nueva normalidad es que las calles estén llenas de edificios destrozados, y los estudiantes tropiecen con escombros cuando se dirigen a la escuela.

Incluso la propia escuela lleva las cicatrices de la guerra, ya que una parte del edificio fue derribada en un ataque aéreo.

VUELTA AL APRENDIZAJE

Para ayudar a que los niños alejen de sus mentes los horrores que presenciaron y experimentaron, UNICEF y la organización aliada Centro de Desarrollo MA’AN dedicaron la primera semana de escuela a actividades recreativas destinadas a introducir lentamente a los estudiantes en el aprendizaje. UNICEF lleva a cabo la capacitación de cerca de 12.000 asesores, maestros y supervisores escolares para que puedan hacer frente a la ansiedad de los estudiantes después del conflicto, y para identificar a las personas que necesitan atención especializada. Esto ha llevado a que 230.000 niños en edad escolar reciban apoyo psicosocial y participen en actividades recreativas durante la primera semana de regreso a la escuela.

“Yo no quiero ser huérfana, quiero que mi papá esté conmigo”, dice Shaima a un consejero del Centro Palestino para la Democracia y la Resolución de Conflictos, una aliada de UNICEF que se especializa en el tratamiento del trauma infantil.

“Yo no quiero ser huérfana, quiero que mi papá esté conmigo”, dice Shaima a un consejero del Centro Palestino para la Democracia y la Resolución de Conflictos, una aliada de UNICEF que se especializa en el tratamiento del trauma infantil.

En la clase, Shaima y los otros estudiantes juegan con globos de colores bajo la atenta mirada de los consejeros de MA’AN. De repente, ella se queda quieta, y con una mirada vacía en sus ojos observa las paredes, ajena a su entorno. Uno de los asesores le atiende inmediatamente. “Ven, juega con nosotros, y luego vamos a cantar juntos”, dice. “No puedo cantar. Pienso en mi padre y mi hermana que están muertos. Me siento culpable”, responde Shaima con lágrimas en el rostro.
“Nuestros estudiantes han visto y vivido cosas terribles. No pueden volver a estudiar como si nada hubiera pasado”, dice Randa Mahmoud, que enseña inglés a Shaima. “Las actividades recreativas y el apoyo psicosocial ayudan a hacer frente a sus experiencias. Incluso Shaima ha conseguido sonreír después de jugar en la clase, aunque sólo sea por un rato”.

Hay por lo menos 373.000 niños en Gaza que necesitan desesperadamente apoyo psicosocial. UNICEF debe recaudar 4,5 millones de dólares para programas de apoyo psicosocial como parte de un llamamiento más amplio de 12,5 millones de dólares para el plan de respuesta de la protección de la infancia.

* Fotos: © UNICEF Gaza/2014/El Baba

“No puedo decirles la verdad, que no hay un lugar seguro y que no podemos huir”

Por Catherine Weibel y Monica Awad, para Unicef desde Gaza. (Julio 2014)

En el hospital al-Shifa de la ciudad de Gaza, dos niños de 5 años yacen en la cama. Noureldin y su primo Kinan fueron gravemente heridos por metralla después de que un ataque aéreo aplastara la casa familiar el martes por la noche. La madre de Noureldin acababa de acostar a los niños cuando cayó el misil, matándola a ella y a su marido, un supuesto activista, así como al padre, la hermana y la abuela de Kinan.

En total, seis miembros de la familia, de entre 21 y 62 años, murieron, y cinco fueron gravemente heridos, mientras tomaban té en el patio.

Noureldin ha sido operado del abdomen; una pieza de metralla continúa alojada en su cabeza. Kinan tiene metralla en la mano y una pierna rota. “Están despiertos, pero ninguno de ellos ha dicho una palabra desde el ataque”, dice su otra abuela. Añade que no sabe cómo decirles que sus padres han muerto.

Mientras los niños descansan, una corriente de muertos y heridos fluye por la Unidad de Cuidados Intensivos, rodeada de familiares llorosos.

Kinan, de 5 años, fue herido durante un ataque aéreo israelí. Aquí está rodeado por familiares y personal médico en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital al-Shifa de la ciudad de Gaza, en el sur de la Franja de Gaza.  © UNICEF/NYHQ2014-0901/El Baba

Kinan, de 5 años, fue herido durante un ataque aéreo israelí. Aquí está rodeado por familiares y personal médico en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital al-Shifa de la ciudad de Gaza, en el sur de la Franja de Gaza. © UNICEF/NYHQ2014-0901/El Baba

“La Unidad está tan llena de pacientes que los médicos tienen que atender a algunos en el suelo, o mandar a los heridos a casa demasiado pronto, incluso a los niños, debido a la falta de camas”, dice el Especialista en Salud de UNICEF en Gaza, Younis Awadallah. “Esto les pone en riesgo”.

La intensificación de la violencia en Gaza e Israel amenaza con causar daños físicos y mentales devastadores a los niños de los dos lados, cuyos efectos pueden durar toda la vida porque su sensación de seguridad quedará minada. Entre el 8 y el 13 de julio al menos 35 niños palestinos de entre 1 y 17 años han muerto, y al menos 296 han resultado heridos. El enclave costero está cerrado, lo cual dificulta a los civiles su huida. En Israel, los ataques de Gaza con cohetes también amenazan las vidas de los niños israelís.

Mohammed Jaber, de 9 años, recuerda cómo cogió su paga y salió con su hermana de 5 años, Ghina, cuando el largo día veraniego de ayuno llegaba a su fin, en el mes del Ramadán. “Mis padres intentaron que me quedara en casa pero yo estaba aburrido, así que salí a comprar gominolas y patatas fritas”, dice. Una vez en la calle, en el densamente poblado campo de refugiados de al-Bureji, oyó que los vecinos habían recibido una llamada alertando de un ataque aéreo. Mohammed volvió corriendo a casa. No hay refugios en Gaza, así que sus padres y sus seis hijos corrieron a ponerse a cubierto en el dormitorio.

“Mohammed recuerda la última guerra, hace dos años. Él sabía qué iba a ocurrir”, explica su madre, Mariam, mientras recuerda cómo el niño, pálido por el miedo, corrió y cogió una almohada para tapar su cara y sus oídos. “Creí que iba a asfixiarse”, dice. De repente, la ensordecedora explosión hizo volar trozos de metralla y cristal por toda la habitación. “Todos mis hijos empezaron a gritar. Traté de calmarles, pero después quedaron en shock. No hablaban”.

“Desde entonces, Mohammed ha empezado a mojar la cama otra vez, y mi hija de 5 años Ghina sigue diciendo ‘Mamá, la gente va a bombardear nuestra casa’. Cuando su padre sale, se agarra a él. Cree que si le deja ir, no volverá”. Mariam no sabe qué decir a sus hijos más pequeños. “No puedo decirles la verdad, que no hay un lugar seguro y que no podemos huir”.

Llegar a las familias en casa y en el hospital

Para ayudar a los niños y sus padres a lidiar con el miedo, la ansiedad y el estrés, cinco equipos psicosociales de emergencia han empezado a visitar hogares y hospitales. Dirigidos por el Centro Palestino para la Democracia y la Resolución del Conflicto (PCDCR, por sus siglas en inglés), aliado de UNICEF desde 2002, proporcionan primeros auxilios psicosociales.

“Estos equipos están en el terreno desde el segundo día de la escalada de violencia, a menudo en condiciones peligrosas”, dice el Oficial de Protección Infantil de UNICEF en Gaza, Safa Nasr.

El martes pasado, cuatro terapeutas visitaron a 12 niños cuya casa fue dañada en un ataque aéreo en Rafah. Mientras estaban sentados con ellos una llamada de teléfono alertó de que la casa estaba a punto de ser alcanzada otra vez; todos ellos huyeron minutos antes del segundo ataque aéreo.

Desde el arranque de las hostilidades, los equipos han realizado 262 visitas, alcanzando a 302 niños. Más visitas están por venir.