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Por aquí han pasado cooperantes de Ayuda en Acción, Cruz Roja, Ingeniería Sin Fronteras, Unicef, Médicos del Mundo, HelpAge, Fundación Vicente Ferrer, Médicos Sin Fronteras, PLAN
Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

Archivo de la categoría ‘Sierra Leona’

“Estoy orgullosa de no haber sido sometida a MGF, y no me da vergüenza”

Débora, de 26 años, es una de las caras visibles de la lucha contra la Mutilación Genital Femenina (MGF) en su país, Sierra Leona. A los 12 años, cuando su familia intentó obligarla a someterse a Mutilación Genital Femenina, la joven se escapó de su casa.

Al norte de su país, más del 96% de las niñas son obligadas a someterse a esta práctica que tiene consecuencias físicas y psicológicas en quienes la sufren. Tradicionalmente, la Mutilación Genital Femenina es considerada una parte esencial de la iniciación de las chicas en la sociedad Bondo, una sociedad antigua y tradicionalmente femenina.

Tras haber encontrado un espacio seguro en uno de los refugios en los que Plan International trabaja, a los 16 años, esta joven empezó a movilizarse contra esta práctica, algo que sigue haciendo a día de hoy. Su sueño es convertirse en abogada de Derechos Humanos para poder luchar por los derechos de las niñas y protegerlas de las consecuencias de la Mutilación Genital Femenina.

«En mi familia hay muchas Soweis, que son las mujeres cuya opinión tiene mayor peso dentro de la sociedad Bondo. Mi abuela, mi tía y otras mujeres de mi familia son cortadoras. Por eso, nadie dudaba de que yo me iba a someterme a la MGF y también me iba a iniciar en la sociedad Bondo. Aunque tuve muchísima presión para unirme a esta sociedad porque soy la única chica de ocho hermanos, era consciente de que la Mutilación Genital Femenina era algo malo, así que me negué. Cuando intentaron obligarme, me escapé.

Después de escapar, la vida no fue fácil. Me refugié en una casa, lejos de mi hogar y, aunque hablé con mi madre, ella nunca pudo entender mi punto de vista, así que se negó a hacerse cargo de mí. Conseguí quedarme en un espacio habilitado por Plan International, que se convirtió en mi hogar hasta que terminé la escuela.

Aun así, sufrí mucho acoso escolar porque no era parte de la sociedad Bondo. Mis compañeros me decían que, si no me iniciaba, no estaba ‘completa’, que estaba ‘sucia’ y que, si no me sometía a la Mutilación Genital Femenina, me volvería promiscua. Afortunadamente, tenía la suficiente confianza en mí misma para poder soportar ese tipo de comentarios.

Sin embargo, al contrario que en mi caso, hay muchas chicas que se avergüenzan y temen hablar sobre Mutilación Genital Femenina porque, al hacerlo, reciben comentarios negativos y amenazas.  Yo misma me he enfrentado a muchos obstáculos, pero, aun así, no tengo miedo de hablar abiertamente sobre la MGF. No dejo que las palabras de la gente me afecten, porque, si haces caso a todo lo que dicen, no podrás hacer nada. Y aunque soy la única persona en mi familia que no forma parte de la sociedad Bondo, me siento muy afortunada. Estoy orgullosa de no haber sido sometida a MGF y no me da vergüenza decirlo.

Sin embargo, mi país necesita erradicar la Mutilación Genital Femenina definitivamente. Hay muchas Soweis en nuestra ciudad y algunas de ellas son muy jóvenes. Incluso hay Soweis de tan solo seis o siete años, y eso se debe a que tienen familiares que también lo son y transmiten esta tradición a sus hijas. Muchas niñas abandonan la escuela porque sus familias piensan que la sociedad Bondo es más importante que su educación.

Hemos animado a muchas de ellas a venir a la casa segura de Plan International para que tengan más información sobre la MGF. A pesar de nuestros esfuerzos, algunas de ellas no se quedan con nosotras ni una hora, porque están tan inmersas en la sociedad Bondo que quieren irse cuanto antes.

Algunas jóvenes piensan que ser Sowei es un privilegio y un honor, pero otras se ven obligadas a hacerlo. La sociedad ejerce mucha presión sobre ellas, y pocas personas se atreven a romper los estereotipos. En mi opinión, sin embargo, lo único que hacen es engañar a las personas y destruir la vida de las niñas. Muchas chicas mueren a causa de la Mutilación Genital Femenina, una práctica muy común, sobre todo, en los pueblos. Una práctica que está destruyendo el futuro de las niñas y las jóvenes.

La última vez que visité mi aldea natal, uno de mis tíos me dijo que la gente de mi comunidad piensa que todavía soy una niña porque no he sido iniciada, así que podrían intentar forzarme cuando me vean. Mi abuela, que también era Sowei, siempre decía que yo era una bruja, porque no accedí a ser mutilada.

Este es el tipo de actitudes que estamos intentando cambiar. Si no seguimos trabajando con las comunidades, las niñas seguirán siendo las más perjudicadas. Hay muchas chicas que ni siquiera son conscientes de las consecuencias negativas de la Mutilación Genital Femenina. Muchas de ellas enferman después del rito de iniciación. Hay también casos de infecciones. Y, si preguntas en los hospitales de las aldeas, descubrirás que muchas han perdido la vida durante el parto a causa de la MGF.

Aun así, en algunas comunidades es muy complicado hablar sobre la mutilación genital. Hay personas que piensan que estamos intentando acabar con nuestra sociedad, pero lo único que queremos es erradicar la Mutilación Genital Femenina. Por eso, cuando nos reunimos con personas que no nos conocen de antes, no les decimos en un primer momento que queremos hablar sobre MGF. Lo tenemos que hacer poco a poco.

He hablado con muchas chicas que no quieren ser parte de la sociedad, y se lo dicen a sus padres, pero no les escuchan. Yo también soy madre, y me encantaría poder conocer a los padres de esas niñas para decirles que deberían proteger a sus hijas y conocer sus inquietudes.

En Sierra Leona, muchos padres no escuchan a sus hijas y te dicen que: «Como eres mi hija, tengo derecho a hacerte cualquier cosa». Pero estamos en el siglo XXI y el mundo avanza todos los días. Las voces de las jóvenes deben ser escuchadas, especialmente las de las niñas. Si fuera así, todos estaríamos mejor. Lucharé por los derechos de las niñas hasta que las cosas cambien”.

Construyendo un orfanato en Sierra Leona por WhatsApp, cuando se quiere se puede

Por Javier Gutiérrez, jefe de obra para Amigos de Sierra Leona.

Permitidme dos minutos de vuestro tiempo para que os cuente una historia.

Hoy en día creo no equivocarme si digo que la mayoría de las personas que vivimos en España tenemos la dichosa aplicación y que el 100% de las personas que la tienen forma parte de algún grupo: la familia, las madres del colegio, los colegas, el equipo de ciclismo etc.

Tampoco creo equivocarme mucho si afirmo que muchas veces estamos hartos de tener que revisar cientos de mensajes sin contenido de esos grupos y muchas veces nos envían amigos bien intencionados: pesados archivos molestos, que llenan la memoria de nuestros móviles, agotan la pila, nuestros megas y nuestra paciencia.

Os diré que yo soy de ese pequeño porcentaje que no tenía la famosa aplicación instalada; os diré también que llevo haciendo obras de construcción más de media vida y eso, contando los años que tengo, es bastante tiempo.

En todos estos años, todos los días he pasado por las obras en las que estaba de una u otra forma participando, he visto lo que se estaba haciendo, he hablado con los trabajadores y he dado mis opiniones o instrucciones. ¡Ah! Se me olvidaba, siempre en perfecto castellano, ya fueran los trabajadores españoles, rumanos, cubanos, marroquíes o de otras nacionalidades.

Pero… el pasado 31 de diciembre de 2016, instalé la aplicación esperando recibir y compartir con mis amigos y familiares la felicidad por un año terminado y os mejores deseos para el siguiente. Claro que recibí muchos vídeos e imágenes, pero también recibí un mensaje que cambiaría mi concepto de la famosa aplicación, el uso que hacía de ella y mi vida.

Uy, que dije dos minutos y se está haciendo largo. Acelero…

La segunda semana de enero de 2017, Concha me presentó a Susan, que me contó que la ONG que presidia tenía un sueño: construir un orfanato y una escuela y un consultorio médico y así ayudar a los huérfanos de una terrible enfermedad que en España nos tuvo pendientes de la televisión unos cuantos meses allá por el 2015: el ébola (decidlo bajito, que todavía asusta).

La cuarta semana de enero, tuve otra reunión con Amigos de Sierra Leona, esta vez para preparar mi viaje al país a la semana siguiente.

El día 3 de febrero estaba aterrizando en Freetown y pase los siguientes siete días en Ma-tindi: conocí a los trabajadores del sitio, replanteé los cimientos y colaboré en el diseño del nuevo proyecto, dada la dificultad de realizar en ese país el que estaba predefinido; aprendí todo lo que pude y enseñé lo poco que sabía; vi la pobreza, la necesidad de ayuda que tenían; hice buenos amigos y lloré, lloré mucho, en silencio. Cuando se secaron mis lágrimas, decidí que este nuevo amigo mío, necesitaba y merecía toda mi ayuda.


Desde el 8 de febrero, cuando envié a mi amiga Concha esta foto por WhatsApp, nunca he dejado de estar pendiente del teléfono. Con la famosa aplicación, antes odiada podía comunicarme con la obra, ver los avances y celebrar con los trabajadores cada paso dado. Estaba disfrutando y viendo crecer día a día el futuro de muchos niños.

Pero de repente la cosa cambió, la constructora encargada de las obras comenzó a demorarlas con la intención de conseguir más dinero de nuestra pobre caja, la calidad de los trabajos bajó y la cercanía de la temporada de lluvias, ponía en grave peligro nuestra intención de abrir la escuela en septiembre de este año. Los días pasaban inexorablemente y, a 5.300 kilómetros de casa, nuestra impotencia crecía, no encontrábamos la solución.

Miré mi teléfono una vez más, para ver las fotos de los trabajos realizados, calmar mi rabia y buscar consuelo.

Susan, Nacho, Concha, nuestro representante allí en Sierra Leona, tiene una wifi portátil y por lo tanto WhatsApp en el teléfono, puedo comunicarme con él, rápido volvemos a contratar a los trabajadores despedidos por la constructora, yo los conozco y sé que son buenos chicos, me comunicaré a diario con Mohamed y le daré instrucciones de como continuar los trabajos, no importa que él no sepa de construcción yo visitaré la obra todos los días aunque este a 5.300 kilómetros.  Mohamed su teléfono y el antes odiado WhatsApp, serán mis ojos y yo seré el jefe de obra que necesitan, no importa que no sepa inglés y que ellos no sepan español, traduciré con la aplicación todos y cada uno de los mensaje que me manden y los que yo les mande, revisaré las fotos una por una y mandare planos, croquis y dibujos de todos y cada uno de los procesos necesarios.

Desde entonces todas las tardes, dedico unas horas a dirigir mi mejor obra, a mis mejores trabajadores y a preparar el futuro de esos niños y niñas que tanto lo necesitan.

2.950 fotos y más de 5.000 mensajes de texto enviados por WhatsApp, la obra está terminada, los niños tienen su escuela y el orfanato está a punto de abrir sus puertas y acoger los primeros huérfanos.

Gracias a todos los trabajadores del sitio por su titánico esfuerzo, gracias a los Amigos de Sierra Leona por haber confiado en mí, gracias a todos los donantes que han facilitado los materiales y el dinero para poder hacer realidad este sueño. Gracias a mi familia por su apoyo y a mi mujer Amy por su paciencia.

P.D. hace unos días he podido viajar nuevamente a Ma-tindi y llorar al ver los edificios construidos. Como veréis, soy muy llorón, pero cuando se han secado las lágrimas, he contemplado unos magníficos edificios nacidos en medio de la selva, me he puesto mi casco de obra para trabajar y dar a los edificios una terminación del siglo XXI en un país en el que todavía por desgracia muchos de sus habitantes viven en el XIX, pero eso sí, tienen WhatsApp.

No volveré a mirar esta aplicación con odio y no me volverá a molestar oír su Tu tu turutú.

Javier Gutiérrez, Amigos de Sierra Leona,

Mortalidad infantil: podemos dar la vuelta a las cifras

Por Belén Ruiz-Ocaña, UNICEF Comité Español

En Sierra Leona, Manso Turay, de 9 días, es acunado por su madre, Tenneh. Cuatro de sus cinco hijos nacieron en un centro sanitario. “Nancy, la trabajadora sanitaria de mi comunidad, me hizo entender los beneficios de ir al médico cuando estás embarazada, y de dar a luz en un centro. No me importa caminar más de 6 kilómetros para llegar, porque sé que en mi pueblo no puedo recibir esa atención. Mis bebés y yo estuvimos bien al dar a luz porque me puse todas las vacunas que me mandaron durante el embarazo, y también les vacuné a ellos. Además, mis hijos apenas se ponen enfermos porque duermen debajo de mosquiteras y tienen buenos hábitos de higiene”, cuenta Tenneh.

Afortunadamente, ellos tienen acceso a una atención sanitaria adecuada, y gracias a ello Manso no forma parte de una terrible estadística: todavía, cada día, 7.000 recién nacidos mueren, sobre todo por complicaciones durante el parto o debido a parto prematuro.

Mortalidad infantil: podemos dar la vuelta a las cifras

Manso Turay, de tan solo nueve días, acunado por su madre, Tenneh /© UNICEF/UN065191/Phelps

Son datos del último informe de Naciones Unidas, Niveles y Tendencias de la Mortalidad Infantil 2017, que, aunque refleja grandes avances (desde el año 2000 se han salvado 50 millones de vidas de niños), destaca también datos inadmisibles en pleno siglo XXI:

  • 15.000 niños murieron cada día en 2016 antes de cumplir cinco años, es decir, 5,6 millones de niños al año.
  • 2,6 millones de niños nacen muertos cada año, algo que en la mayoría de los casos podría haberse evitado.
  • 7.000 recién nacidos mueren cada día, la mitad de ellos en tan solo cinco países: India, Pakistán, Nigeria, República Democrática del Congo y Etiopía.
  • Si se mantienen las tendencias actuales, ente 2017 y 2030 morirán 60 millones de niños menores de cinco años.

Podemos dar la vuelta a estos datos. Poner fin a las muertes de niños puede lograrse con medidas como mejorar el acceso a la sanidad y, sobre todo, terminar con las inequidades existentes entre países y poblaciones. En Sierra Leona, donde nació y vive Manso, el gobierno sigue trabajando para proporcionar atención sanitaria y materna asequible y de calidad. El país tiene una de las tasas de mortalidad más altas del mundo: 1.360 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, o lo que es lo mismo, 120 muertes por 1.000 nacidos vivos.

Para abordar este asunto, UNICEF trabaja con el gobierno y otras autoridades, con el objetivo de construir y rehabilitar instalaciones sanitarias, formar a los trabajadores y proporcionar equipos y suministros médicos. UNICEF forma parte también de la iniciativa gubernamental para proporcionar atención sanitaria gratuita, que incluye medicamentos gratis para mujeres embarazadas y lactantes, y para niños menores de 5 años. Unos 15.000 trabajadores de la salud comunitarios del país, a través de esta iniciativa, están llevando servicios sanitarios vitales en sus comunidades.

En África subsahariana se producen el 38% de las muertes de recién nacidos. Todavía la neumonía y la diarrea encabezan el listado de enfermedades infecciosas que causan la muerte de millones de niños cada año en el mundo.

También la malaria causa muchos problemas en países como Sierra Leona. Allí vive también Mariama Bangura, concretamente en el pueblo de Gondama. El país es uno de los siete de África subsahariana donde más de una cuarta parte de la población está infectada de malaria en algún momento. Casi tres de cada diez ciudadanos sufre la enfermedad, que causa aproximadamente del 20% de las muertes infantiles. Las mujeres embarazadas sufren un riesgo especial, ya que contribuye a las altas tasas de abortos, partos prematuros y bajo peso de los recién nacidos.

Mortalidad infantil: podemos dar la vuelta a las cifras

Mariama Bangura vive en Sierra Leona, donde el 25% de la población está infectada de malaria /© UNICEF/UN072236/Phelps

Cuatro de cada diez niños de entre 6 meses y 5 años dio positivo en malaria, según datos de Sierra Leona, cuyo plan estratégico nacional plantea que todos los niños menores de cinco años y las mujeres embarazadas deberían dormir todas las noches bajo una mosquitera. Por ello, en junio el Ministerio de Salud distribuyó 4,3 millones de mosquiteras y suplementos de vitamina A.

Son medidas como esta las que pueden contribuir a seguir avanzando en la lucha por la supervivencia infantil.

Qué se siente ser un trabajador humanitario en Sierra Leona después del ébola

Por Glynnis Cummingsjohn, Asesora Técnica de Inclusión HelpAge International.

He decidido mudarme de Reino Unido a Sierra Leona después del brote del ébola para trabajar como asesora técnica de inclusión para HelpAge International. Uno de mis principales objetivos ha sido impulsar el desarrollo de la primera política pública de envejecimiento en Sierra Leona, instrumento imprescindible para mejorar las vidas de los hombres y las mujeres mayores de todo el país.

Glynnis en Sierra Leona (©Simon Rawles/Age International)

LA GENTE ESPERA QUE SEA UN HOMBRE EL QUE HAGA MI TRABAJO

Ha habido muchos casos en los cuales he participado a conferencias aquí en Sierra Leona, o he asistido a reuniones, y he sido la única mujer que ha hablado. Profesionalmente, la gente espera ver a un hombre de unos 40 o 50 años. Muchas veces noto que a la gente le sorprende ver que una persona de mi edad y mi género está haciendo lo que yo estoy haciendo. Muchas veces hay bromas al respecto, pero he aprendido a no mirar atrás y a no darles demasiada importancia.

Mi abuela no dejó a nadie detenerla para conseguir lo que ella quería – así que yo tampoco dejaré que esto pase. Ella fue la primera mujer alcaldesa en Sierra Leona y ha trabajado mucho para conseguir derechos para las mujeres aquí. Tener una abuela que fue capaz de superar las normas de la época es una gran inspiración para mí. Pienso en las barreras que ella tuvo que afrontar como mujer en su época y que al final lo consiguió. Esto me hace pensar, “vale, ¿y entonces yo que excusa puedo tener?”

LAS PERSONAS MAYORES, IGNORADAS EN SIERRA LEONA

En la Constitución del país, no hay ninguna mención sobre las personas mayores, lo que es muy triste al considerar la gran contribución que han hecho a la sociedad. Reconocer que falta introducir a las personas mayores en el marco legislativo es algo muy novedoso para el gobierno, por lo que resulta muy difícil trabajar con las autoridades para adoptar una política nacional de envejecimiento. Todas las personas mayores desean envejecer de manera digna y es precisamente esto lo que esta política les ofrecería.

El virus del ébola ha tenido un impacto devastador sobre el colectivo mayor, pero la situación se va recobrando poco a poco. Además, ha tenido un impacto importante sobre el sentimiento de comunidad en Sierra Leona. Muchas personas fueron enviadas en cuarentena. Era obligatorio quedarte en casa. No se permitía tener ningún tipo de contacto físico.

Una persona mayor dijo que la crisis que provocó el ébola fue peor que la guerra civil. Durante la guerra, podías al menos ver las balas, pero con el ébola, no sabías si la persona que estaba a tu lado tenía el virus o no.

Hemos encontrado muchos casos donde los mayores, cuyos hijos adultos fueron víctimas del virus, se tuvieron que hacer cargo de sus nietos. Por lo que, decidimos empezar un programa de medios de vida para ayudar a las personas mayores reabrir sus negocios y poder sustentar sus familias. Las personas con las cuales hemos trabajado nos han confesado que han descubierto de nuevo el sentido de la vida.

ESTOY MUY AGRADECIDA DE CONOCER EL LUGAR EN EL QUE NACIERON MIS PADRES

Aun cuando no he nacido aquí, siento que tengo un vínculo especial con Sierra Leona. Mi madre se ilusionó mucho que pudiéramos entender su cultura –cada año hemos viajado con la familia a Sierra Leona. Hemos tenido reuniones con nuestros familiares. Gracias a esto, tenemos muy bonitos recuerdos. Pero, al mismo tiempo, he podido ver que muchas personas no tenían lo que nosotros teníamos. Con cada viaje, he tenido un sentimiento de responsabilidad para hacer algo más por Sierra Leona.

Las personas mayores que he encontrado me han inspirado. No ven la edad como una barrera. ¡Ver que una persona que tiene 60 años abre un negocio por la primera vez es muy inspirador!

Cómo la juventud triunfó en el desastre del ébola

Dos años después del brote de ébola en África Occidental, Kamanda Kamara, miembro del comité de asesores juveniles de Plan International Sierra Leona, publica en su blog sobre la participación de la gente en la batalla para contener el virus y cómo su trabajo ha contribuido al cambio en las comunidades. “Es importante seguir trabajando e invirtiendo fondos en reformas estructurales para fortalecer los sistemas de salud”, afirma Concha López, directora general de Plan International España.

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Día de la Juventud: Los jóvenes dan voz a ‘los niños del milenio’

* Por Sullay Kalokoh, miembro del Comité de Asesores Juveniles de Sierra Leona y productor de ‘Los Niños del Milenio

Sullay Kalokoh, con 22 años y de Sierra Leona, se ha convertido en productor de cine tras ayudar a Plan Internacional en el rodaje del proyecto ‘Los Niños del Milenio’. Gracias a la grabación de las entrevistas y la búsqueda de historias, Sullay se ha convertido en un experto en producción cinematográfica. Ahora quiere utilizar sus nuevos conocimientos para dar voz a las mujeres y mostrar las adversidades a las que se enfrentan en todo el mundo.

Plan Internacional

La participación es clave para que los jóvenes, incluyendo mujeres y niñas, puedan tener éxito. En la actualidad la población de Sierra Leona sigue sin aceptar el potencial de las niñas. Cuando Plan Internacional propuso a nuestro Comité de Asesores Juveniles (CAJ) colaborar en el proyecto ‘Los niños del milenio’, no nos lo pensamos dos veces.

La segunda película, dividida en dos capítulos, se centraba en impulsar el potencial de las niñas, un tema muy importante para nosotros.

Diez de los miembros del CAJ participamos en el proyecto. Nuestro trabajo consistía en buscar historias de niños y jóvenes de su barrio. Teníamos que encontrar a una adolescente de 15 años y a un adulto con autoridad en su comunidad y entrevistarlos. Además, debíamos seleccionar a diferentes estudiantes, de entre 7 y 14 años, que quisieran abrir las puertas de sus hogares y mostrar cómo viven.

Nuestra búsqueda comenzó preguntando a nuestros amigos si conocían a chicas o mujeres que tuvieran una historia que contar. Gracias a este proyecto muchas adolescentes tuvieron la oportunidad de contar su historia y de promover la solidaridad, la unidad y el desarrollo de su comunidad. Las participantes mostraron la importancia de la determinación, la valentía y la perseverancia y cómo, mediante la superación de las dificultades sociales, es posible tener oportunidades y ayudar a otros a hacer lo mismo.

Una vez elegidas las historias, entrevistamos a los protagonistas y nos aseguramos que compartieran con nosotros sus experiencias reales, así como mensajes que pudieran motivar a otros jóvenes. La variedad de las entrevistas realizadas, de opiniones y recomendaciones nos ha permitido abordar el tema desde una perspectiva realista.

Quedé impresionado con las vivencias personales que motivaron a nuestras protagonistas a rebelarse y, sobre todo, admiro su valentía para enfrentarlas. Una de las historias más impactantes fue la de Fatim. Cuando era adolescente se quedó embarazada y fue obligada a dejar el colegio. Tras dar a luz, Fatim decidió volver a estudiar, consideraba que la educación era la clave para el éxito. “Aunque tengo muchas dificultades, como cuidar de mi bebé, me sigue gustando ir al colegio”, afirma Fatim y añade: “Creo que en el futuro ayudaré a mi país y a mi gente”.

Gracias a este proyecto, he aprendido a utilizar una cámara de vídeo, ya que teníamos que grabar las entrevistas, así como la vida diaria de los protagonistas. Gracias a este trabajo, ahora me considero un auténtico cámara de cine. Ha sido una experiencia extraordinaria.

Escuchar los relatos de los protagonistas fue muy duro pero me hizo darme cuenta de que quiero aportar mi granito de arena para que las niñas y mujeres tengan las oportunidades que se merecen. Además, me gustaría que los varones, tanto niños como adultos, se involucraran en este reto.

Me gustaría trabajar con las comunidades y los gobiernos locales para que las niñas y las mujeres sean visibilizadas como agentes sociales de cambio. Confío que con la ayuda y el apoyo necesario puedan superar las dificultades que enfrentan.

“Que la próxima vez, la historia sea diferente”

Unni Krishnan, Dir. de Preparación y Respuesta ante Desastres de Plan Internacional

El Dr. Unni Krishnan, Director de Preparación y Respuesta ante desastres de Plan Internacional, en una de sus visitas a África Occidental.

Ha pasado un año desde la declaración oficial del brote de Ébola que ha devastado a miles de familias en Guinea, Liberia y Sierra Leona. Aunque las proyecciones son que los tres países van por buen camino para regresar al punto cero, se siguen registrando nuevos casos de contagio. La amenaza de un brote futuro no ha terminado.

Este aniversario brinda la oportunidad de reflexionar sobre las lecciones que hemos aprendido y sirve para prepararse de cara al futuro, en África y más allá. Para conducir hacia el futuro, los buenos conductores siempre utilizan sus espejos retrovisores.

Cada desastre ofrece oportunidades de aprendizaje. Mizuta Masahide, poeta japonés del siglo XVII y samurái, dijo: «Desde que mi casa se quemó allí abajo, ahora tengo una mejor vista de la luna». La forma más adecuada de honrar las vidas que el Ébola ha echado a perder es asegurarse de que algo así no se repita. En vez de especular, es necesario adoptar un enfoque sobre lo que se puede hacer. ¿Cómo responderemos la próxima vez? Son vitales algunas medidas urgentes para escribir una historia diferente.

La velocidad es un factor importante para que cualquier respuesta ante una emergencia sea exitosa. La próxima vez, para ser más astutos que el virus, tenemos que actuar con rapidez en el despliegue de equipos, especialistas y hospitales de campaña. La velocidad jugará un papel crítico para escribir una historia diferente durante los primeros cien días, en África o en otros lugares.

Construir un fuerte sistema de salud pública:

Los especialistas de Plan Internacional en terremotos nos han enseñado una lección sencilla: no son los terremotos los que matan a los niños y niñas que asisten a la escuela, sino la mala calidad de las infraestructuras. Un fuerte sistema de salud pública puede soportar el impacto de una epidemia o la amenaza de pandemia, no sólo de un brote de Ébola, sino también de otros relacionados con enfermedades como el cólera, la meningitis, el síndrome respiratorio agudo (SARS), el síndrome de Oriente Medio respiratorio (MERS) y la gripe aviar.

Incrementar la vigilancia:

El año pasado, las malas condiciones meteorológicas obstaculizaron la respuesta, ya que la expansión del Ébola coincidió con la temporada de lluvias en la zona. No se podía transitar por las carreteras. Bajo estas circunstancias, y ante la ausencia de una fuerte maquinaria de salud y unas redes de seguridad social, las lluvias y las inundaciones amplifican el impacto de cualquier brote que se produzca.

Prepararse y no entrar en pánico:

Para una mayor prevención, lo ideal es mejorar la formación de las comunidades, especialmente los especialistas de salud. La ayuda externa suele tardar semanas o un mes en llegar. Durante los primeros días del brote de Ébola, a excepción de un apoyo muy limitado de organismos como Médicos Sin Fronteras (MSF / Médicos sin Fronteras), la Cruz Roja y Plan Internacional, la gente hacía frente al virus por su cuenta. Si una comunidad está debidamente preparada para responder al Ébola o a cualquier desastre, sus opciones de vencerlo aumentan considerablemente.

Otra medida es iniciar la preparación para desastres, primeros auxilios y lecciones de salud pública directamente en las escuelas para construir una cultura de preparación y minimización de muertes y devastación.

En 2011, un cóctel mortal de múltiples desastres (terremoto submarino, tsunami masivo y un reactor nuclear roto) mató a más de 15.000 personas en Sendai (Japón). Sin embargo, este país ha demostrado que está preparado para salvar vidas cuando suceden estos problemas. Es mucho mejor y más rentable invertir en la preparación para la lucha contra incendios que en la respuesta posterior.

No ignorar las necesidades invisibles:

Mientras que la acción prioritaria debe ser detener la propagación del virus y garantizar entierros seguros, es necesario atender a los impactos invisibles. Por cada crisis de salud pública, hay una crisis humanitaria invisible, como el cierre de escuelas y el aumento de los precios de los alimentos. Además, esto deja muchas a cicatrices en la mente de los jóvenes.

Un informe de investigación elaborado por Plan Internacional concluye que el Ébola ha marcado emocionalmente a los niños y niñas más allá de las consecuencias físicas. El bienestar emocional y la atención psicosocial debe conservar un lugar importante en los esfuerzos de socorro y recuperación.

Los huérfanos que el Ébola ha ocasionado son el verdadero rostro del brote. El mundo tiene que complementar esta demostración de generosidad hacia los afectados con apoyo material, para que estos niños no terminen siendo una carga adicional para las familias que ya están luchando por encontrar alimentos y por pagar las tasas escolares.

La información es un salvavidas en una crisis y los medios de comunicación pueden desempeñar un papel fundamental. Los rumores y la ignorancia han tenido como resultado los ataques a la salud y los trabajadores humanitarios, y a algunos de ellos les ha costado la vida. En una crisis como la del Ébola, cuando la vida y la verdad se convierten en las primeras víctimas, los medios de comunicación deben ir más allá de la mera presentación de informes. Su labor es fundamental para informar, educar y empoderar a la gente.

Uno no puede vencer a un virus invisible y mortal sólo con los médicos. Los medios de comunicación también pueden ayudar a que las autoridades acepten la realidad y favorecer una respuesta rápida. Como dijo Albert Camus, la mejor manera de lidiar con la peste es siendo honesto al respecto.

La colaboración creativa entre tecnología, medios de comunicación, salud y trabajadores humanitarios puede ayudar a escribir una historia diferente ante el próximo brote.

 

Historias de supervivencia de un año de ébola

Issa Davies es Oficial de Comunicación de UNICEF

Esta semana se cumple un año desde que la Organización Mundial de la Salud reconociera el estallido de un brote de ébola en África Occidental. Este brote, que ha acabado convirtiéndose en el peor de la historia, se ha llevado más de 10.100 vidas y ha producido más de 24.500 casos de contagio.

En esta virulenta epidemia, los centros de emergencia establecidos en las comunidades para atender y derivar posibles casos de ébola, han jugado un papel esencial. Esta es la historia de Abdul Tullah, un hombre de 50 años cuyo paso por uno de estos centros sin duda contribuyó a que superara el virus con éxito.

Trabajadores del Centro Comunitario de Cuidados (c) UNICEF Sierra Leone/2015/Issa Davies

Trabajadores del Centro Comunitario de Cuidados (c) UNICEF Sierra Leone/2015/Issa Davies

Cada vez que Abdul llegaba al pueblo de Pate Bana, en Sierra Leona, para trabajar en su granja, se fijaba en las tiendas de lona blancas que, desde hacía poco, ocupaban el paisaje de la zona. A veces, desde lejos, observaba a los trabajadores moviéndose en el interior, vestidos con sus trajes de protección casi espaciales.

“Algo desconcertado, un día pregunté a un compañero granjero qué hacían aquí esas grandes estructuras y toda esa gente”, cuenta Abdul. “Me contó que las tiendas de campaña eran clínicas para pacientes sospechosos de ébola y que las personas vestidas con trajes del espacio eran las enfermeras y el personal médico que cuidaban de los pacientes”.

Lo que entonces no se podía imaginar Abdul es que pronto estaría mucho más cerca de esas tiendas.

Estas estructuras reciben el nombre de Centros Comunitarios de Cuidados (CCC), que UNICEF ha ayudado a establecer en Pate Bana y otras 45 comunidades en 5 regiones de Sierra Leona desde noviembre, gracias a la financiación de la agencia de cooperación británica. Las instalaciones sirven para proporcionar cuidados temporales y aislamiento a personas que muestran síntomas de ébola hasta que se obtienen los resultados de sus análisis de sangre, normalmente uno o dos días después.

“Tan pronto como un caso sospechoso de ébola llega al centro, les atendemos y les proporcionamos cuidados y apoyo provisional”, cuenta Zainab, la enfermera responsable en el centro de Pate Bana. “Si el resultado de sus análisis es positivo, les derivamos a los centros de tratamiento; si son negativos, se les da el alta cuando están estables y sin síntomas durante 3 días. Estas personas pueden recibir un seguimiento en los centros comunitarios si lo necesitan”.

La comunidad de Pate Bana no se eligió al azar. El ébola se llevó alrededor de 100 vidas en el pueblo y sus 200 habitantes fueron puestos en cuarentena durante dos meses. Hasta la fecha, en todas las regiones en las que están presentes estos centros, se ha atendido a más de 6.000 pacientes e internado a 500.

Abdul Tullah fue uno de los casos positivos.

“Estaba trabajando un día en la granja cuando mi mujer se acercó a mí porque se encontraba mal y tenía fiebre alta”, cuenta. “Sentí pena por ella, la abracé y le retiré el sudor que salía de su cuerpo. Le aconsejé que fuese al hospital, y así lo hizo”.

Se desplazó hasta el centro de tratamiento de Magbethe, que se encuentra a 13 kilómetros de distancia, pero acabó muriendo. Unos días después de haber tocado a su mujer enferma, él también comenzó a encontrarse mal y se dirigió inmediatamente al centro comunitario de Pate Bana.

“Estaba lo bastante fuerte como para llegar al centro comunitario por mi cuenta sin la ayuda de nadie”, añade. “Cuando las enfermeras me vieron llegar, me dieron una cálida bienvenida y me pidieron que me sentara en una habitación. Después se vistieron con sus equipo de protección personal y comenzaron a administrarme tratamientos”.

“Las enfermeras fueron muy amables y me dieron comida tres veces al día, suficiente agua, una buena cama en la que dormir y una manta para abrigarme”, continúa. “Estuve en el centro de Pate Bana durante dos días esperando los resultados de mis análisis. Al tercer día, una ambulancia vino a por mí. Entonces supe que había dado positivo”.

Afortunadamente, diez días después de ser ingresado en el centro de tratamiento de Magbethe, Abdul Thullah fue dado de alta como superviviente.

“Mi familia y yo probablemente habríamos muerto en el pueblo si no se hubiera establecido el centro cerca de la comunidad. Me proporcionaron los cuidados y apoyo cuando más lo necesitaba”.

Abdul Tullah posa junto a su familia (c) UNICEF Sierra Leone/2015/Issa Davies

Abdul Tullah posa junto a su familia (c) UNICEF Sierra Leone/2015/Issa Davies

“Estaré aquí hasta que termine el Ébola”

Por Awa Faly Ba, directora de comunicación de Plan Internacional en África Occidental

Hoy Salee Manga tiene algo de tiempo para relajarse con sus compañeros. El Centro de Atención Comunitaria (CCC) en Foredugu, Sierra Leona, no ha recibido ningún caso nuevo de Ébola desde hace dos días. Esto es una muy buena noticia dado que hace unas semanas el centro estaba lleno de gente y sus trabajadores tuvieron que acoger a 39 personas bajo la sospecha de estar afectados por la enfermedad. En este día poco convencional, Salee y sus compañeros están recibiendo invitados que llegan desde las oficinas de Plan Internacional en el extranjero.

Salee tiene 24 años y es estudiante de enfermería aunque, en este momento, las escuelas y las universidades están cerradas debido al Ébola. Para mantenerse ocupada, decidió involucrarse y ayudar a derrotar la enfermedad en Sierra Leona trabajando en el CCC y, desde entonces, no ha vuelto a casa. Cuando se comprometió a luchar contra el Ébola y exponerse por tanto a la enfermedad mediante su trabajo en el centro, su familia le prohibió volver hasta que el brote se extinga. Su único contacto con el mundo exterior es su teléfono móvil e Internet. El CCC está conectado a Internet gracias a la colaboración de Plan Internacional con Net Hope.

Trabajadores marcados por el estigma

Salee come y duerme en el centro. Por la noche, después de un largo y estresante día, duerme en una tienda a unos pocos metros de pacientes sospechosos de padecer Ébola, pero ella no es la única. La mayoría de las enfermeras y limpiadoras no pueden volver a casa por el temor y el estigma que inspiran entre sus propias familias. Entre ellas ha crecido un movimiento de solidaridad y, en medio de todo este sufrimiento, son lo suficientemente fuertes para reír juntas, apreciar una buena canción o bailar.

Plan ha dotado al Centro de Atención Comunitaria de instalaciones de  saneamiento y le ha abastecido de agua. Además, se ha encargado de la comida que se les sirve a los pacientes y de la que comen los propios trabajadores y ha puesto en marcha un sistema para garantizar el pago a los empleados de salud en las unidades.

Los trabajadores del centro se han reunido para sacarse una foto con los invitados llegados del Reino Unido y Estados Unidos. Los cuidadores repetían sin cesar que no tocasen nada y se lavaban constantemente las manos, incluso cuando parecían estar relajados. El Ébola aquí es más real que nunca y, aunque el centro no ha recibido ningún caso durante los dos últimos días, los trabajadores permanecen concentrados en combatir la enfermedad porque el peligro está siempre presente.

Cuando la crisis termine finalmente, Salee quiere continuar sus estudios y graduarse como enfermera para seguir ayudando a la gente. Sabe que las escuelas probablemente reabran sus puertas en febrero. Sin embargo, esto le inspira una mezcla entre esperanza y miedo, tal como ella comenta: “Tenemos que asegurarnos de que las escuelas son un lugar seguro. Un caso de Ébola sería suficiente para llevarnos de nuevo a la peor de las situaciones”.

Salee Manga, enfermera que combate el ébola en Sierra Leona.

Salee Manga, enfermera que combate el ébola en Sierra Leona.

Lovell y la Princesa, una historia sin final feliz

Por Massimo Galeotti, enfermero de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sierra Leona

Mariatu, Lovell, Mohammed, Fatmata, Issa, Princess… cuantos niños y niñas he visto morir. Estos son solo algunos de los nombres de tantos y tantos que tanto mis colegas como yo hemos atendido y tratado en vano de salvar en el centro de MSF para pacientes de Ébola en Kailahun, en Sierra Leona.

Muchos llegaron al centro sin sus padres dado que, lo habitual era que éstos ya hubieran fallecido. De inmediato nos apegamos a ellos, les mimamos desde el primer momento y luego, demasiado a menudo, les acompañamos hasta que fallecen. Todavía hoy no sé cómo conseguimos soportar tanto sufrimiento y tanto dolor.

Lovell llegó desde una localidad a una hora de distancia en coche del centro de MSF, junto él venía Fatmata, a quién bautizamos con el nombre de‘Princesa’. Las ingresamos en la misma tienda, el chico tenía 7 años y la cría 9. Lovell estaba más grave. Al principio, el dolor, el miedo y la timidez hacían que se mostrara esquivo. Sin embargo, la experiencia me ha enseñado a vencer el recelo y la timidez de los niños.

Massimo Galeotti, enfermero de Médicos Sin Fronteras. Fotografía de Sandra Smilley
Massimo Galeotti, enfermero de Médicos Sin Fronteras. Fotografía de Sandra Smilley

Cada vez que entraba en la tienda le enseñaba a decir mi nombre aunque sin éxito dado que para él resultaba muy difícil de pronunciar. En cambio, ‘Princesa’ lo intentaba pero siempre lo pronunciaba mal y se echaba a reír provocando también nuestras risas. Desgraciadamente, la debilidad y el intenso dolor impedían a Lovell unirse a nuestras risas.

Un día, Lovell me dijo: «Uncle, come please». Uncle (tío en inglés) es un apelativo tan común y fácil de pronunciar que me ha gustado desde que llegué a Sierra Leona. Aproveché para contarle que cuando mi sobrino era pequeño, le enseñé a llamarme siempre por mi nombre y que no llamara ‘tío’ porque me sugería la idea de una persona no ‘demasiado’ joven. Conseguí que Matteo, mi sobrino, me llamara siempre Massimo.

Princesa era muy alta para su edad y siempre le gastaba bromas diciéndole que de mayor sería modelo. Se reía con los ojos cerrados porque la luz le lastimaba. «Eres tan bonita que pareces una princesa», era la frase que más le gustaba.

El día en qué murió, Princesa me pidió que la llevara fuera de la tienda, que tenía demasiado calor dentro. La tumbé en una colchoneta en el corredor donde los pacientes buscan un poco de refugio al calor que hacen en las tiendas. Le di un analgésico para calmar el dolor y se quedó dormida. Una hora después volví a entrar en la zona aislamiento e inmediatamente corrí a ver como estaba. La encontré apoyada sobre un costado; agonizaba.

«El ‘tío’ está aquí Pricesa, a tu lado, todo va a ir bien, no te preocupes». Mi temor era que se diera cuenta que se estaba muriendo y que no hubiera nadie junto a ella. Llamé a mi compañera Kate y nos quedamos para acompañarla, apretándole la mano y acariciándole la cabeza. La respiración se hizo más débil y comenzó a cerrar los ojos. Ya no era necesario seguir luchando por combatir el dolor, Princesa había muerto y con ella todos sus sueños de niña.

Lovell, que llegó estando más grave que Princesa, permanecía en su cama, débil pero vivo. Haciendo un gran esfuerzo abrió los ojos. «Hola Lovell, el tío está aquí, ¿necesitas algo?», le dije. Con un ligero movimiento de cabeza me hizo saber que no. Pugnaba por levantar la mano, quería que le diese la mía. A estas alturas, la experiencia me ha enseñado a comprender cuáles son los momentos previos a la muerte.

Bromeaba sobre el hecho de que él, que no era mi sobrino, me podía llamar «tío» y mi verdadero sobrino no. Siempre sonreía cuando se lo decía. «Es imposible no amar a alguien cuyo nombre es Lovell ¿verdad?», le decía porque sabía que era una frase que le encantaba. Esta vez, sin embargo, no hubo respuesta, su pequeño corazón dejó de latir antes de que pudiera responder.

Es una sensación extraña la que se experimenta cuando acariciamos las manos de un niño que está apunto de fallecer: en esos momentos que parecen durar una eternidad, sientes una energía interior muy fuerte que no comprendes de donde surge. Te sorprendes de no romper a llorar. Sabes que estás haciendo lo más justo para aquel niño y no piensas en otra cosa que no sea él.

Entonces, te despiertas de repente como de un hechizo, y te encuentras solo, en una tienda de un centro para pacientes de Ébola, junto al cuerpo de un niño de 7 años. Y regresan la rabia y las ganas de gritar y llorar.

Aunque el dolor experimentado ha sido tan grande, por una parte, me consuela haber tenido el honor de dar a Lovell, a Princesa y a otros niños una última caricia que espero les haya infundido algo de aliento y coraje cuando llegó el momento del miedo y la oscuridad.